lunes, 7 de mayo de 2012

6724.- KAREN VILLEDA


Karen Álvarez Villeda (Tlaxcala, MÉXICO 1985)

Ha publicado Babia (Ediciones de Punto de Partida, UNAM: 2011) y Tesauro (Fondo Editorial Tierra Adentro: 2010).

Web: http://www.labo.com.mx



Lexicografía A


Je dis: “Votre prénom?”
Et elle: “Selon vous gouts.”
Je dis: “Choisissons-nous Carole?”
Et elle: “J’acepte, pour l’instant.”

Alain Bosquet, “Dialogue Amoureux”

¡AH! interj. Condena a Femenino y a Masculinidad // Humanidad: Todavía entienden lo que antes // Deducir la existencia en plural // Intersección del enunciado de asombro, sorpresa o pena // Buscar el singular en el abrazo es lamento del temporal // Señal de lo que morirá // Reanudar el monólogo en Lobreguez // La admiración se cubre con los doseles (las cosas sustituyen la comunión) // Fingir portentos (en los engranes del dorso) // ¿Dónde el singular?, preguntan ambos // Réplica en el espejo: “Ocúltate en Persona” // Numerosidad es contra natura del nombre


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Femenino y Masculinidad observan detenidamente la ilustración del Turdus Pilaris en Maravillas del reino animal, p. 155 La inscripción les dice: “Ocúltate en el Zorzal”
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AMBOS (m, f) Aprenden la canción, imitan el trino Zorzal entona la balada, tentativa que deslumbra Su multitudinaria estirpe irrumpe en Dúplex La ventana trasiega altitudes
El jardín de cristal
o la habitación reproduce sonidos de la opacidad y cantaletas: el blabla de la reyerta, el snif de las invocaciones, el ¡plúm! de los cuerpos y esa palabra que en ningún Tiempo y Espacio traducen…

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—¡Ah! A veces lloro… Masculinidad colecciona mis lágrimas y las cataloga en “Bravata”; “Diariamente como los periódicos” “Malogros”; “Circulaciones para habitar la sangre”… El asombro se ha falsificado interiormente en la cotidianidad…
Rutina de la simiente: Zorzal sabe que el llanto se cosecha por temporadas
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—¡Ah! El llanto es un pretexto. La destreza se mide el lagrimal adusto, una desviación más del “nosotros” hacia Lobreguez. El escindir de hortalizas, la mirada retraída, el paramento del Dúplex, la permanencia de la sombrilla en su bolso… No confía en mí. Soy lento en el hacer y el quehacer. Preciso la indicación: Eventualidad, olor del regaliz, creer que el rocío es un milagro sobre el pasto seco. Sin embargo, siempre la espero. (Rehacer la dicción). Mácula: Nada, nadie regresa… Ya está llorando para amonestar el retraso. ¡Fue un segundogénito…! Concibo una nueva categoría para mi inventario: “Acompañamiento de Algarabías”. Femenino me da lástima. Olvido su nombre…

Horadaciones de Lobreguez en el nido del Zorzal



—¡Ah! Masculinidad conoce todas las piezas que no soy. Soy otra todo Tiempo, nada Espacio. Atribulación de Persona: Desprendimiento de posibilidad. Cedo a los años, desisto en la peculiaridad. No soy Ella. La soledad se refleja en mi pluralidad de nombres. ¿Quién soy? En la discordancia fijo la mirada en el cenagal. Amor mío, ¿qué te he hecho? ¿Cuál es el fondo?...

Zorzal huele a madrugada



—¡Ah! ¿Qué es la forma? Forma es Tiempo que transcurre al meditar en la regadera. A cien ojos mis pies que principian estaciones. Los días, los años. ¿Cuántos preceden al apotegma del calvario: la próstata cancerígena, el descenso de la columna vertebral, la calvicie, el desgaste de la astucia lingüística, las rugosidades de la piel, los lentes de aumento, la parsimonia, el Alzheimer (que no se me olvide su nombre, relación de episodios)… Este dolor no tiene nombre: Femenino. Me desdigo: “Soy Lobreguez, me siento deshabitado”...

Zorzal —demontre ineludible— nos alberga
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—¡Ah! Masculinidad es así. Su nombre está cincelado en mi pupila (consideración recubierta de párpados). Su pecho de motas grises anida mi corazón. No hay infinito en la médula: Sólo la apertura de los apéndices y el plomo. Masculinidad contiene el diluvio (el cielo sangra), se sabe al derecho y al revés las tablas de multiplicar (un número sin nadie) y garabatea con claridad la lista de la compra (espeleología de descuentos)…

Hay que desmenuzar la aorta con el pico del Zorzal, vértice adventicio



—¡Ah! Ella (que dice que no es “ella”) no es así. Ni sé cómo se llama. Reconozco la holgura de su ilion (bruma sin sentido). Sus pechos liliputienses (la destemplanza en la imagen). Su alternancia o el dogma del ósculo como raigón del bien y de mal. Ella sabe las etimologías de cada voz que tengo (latinismos). Respira al tiempo y despacio. Respira a destiempo y espacio. Nunca se es con ella. Su respiración me confunde: casa o hacha…

Zorzal vislumbra a las orillas como eventualidad, detritus de la hombrada
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En Siglos y Siglos le pregunto su nombre. “Laberinto”, me dice. Yo, desentierro el incisivo, evoco la transparencia del pezón. Observo al caracol sobre el adobe esperando Lobreguez. Su nombre (intuyo) es la mixtura de referencias territoriales.
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Aureola f. Círculo luminoso que suele ponerse detrás de la cabeza de las imágenes // Fig. Fama // Ast. Luminosidad circular // Zona oscura de la piel // (Disco luminoso, el fanal) // Es la volatilidad inmune, fósforos sin encender // // “Ella resplandece como Laura” // Femenino es Laureola.

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—¡Ah! Soy Laureola. “Merecedora de gloria”. (Del latín “Laurel”, Tesauro, p. 72). Soy una corona de imágenes: Preludios. Iniciación. Aserrín. Páramo. Masculinidad me nombra y el Dúplex se tambalea (sólo el cadalso prevalece). La ejecución es extensa: El hermético abrazo— es primordial. La derrota es el envés del tragaluz (las heridas subyacen). Masculinidad, al nombrarme, ha conquistado todos mis sitios…

Zorzal extracta la catarata, el pezón deslustrado

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—¡Ah! Laureola ha perdido. (Mantén tu entereza, cuerpo). Laureola es conjuro, deshoras, molde para hornear galletas, bola de cristal. Laureola reconoce el significado de mis sueños. Sabe que mi sello característico es la inseguridad: la transpiración sobre la página, los intersticios de tinta, las premociones localizadas (lapsus que se concreta), el estremecimiento inconsciente. Pesadillas. “Soñé”, le digo y me malinterpreta en base a su libro de cabecera (Freud, Sigmund. Die Traumdeutung, 1899, p. ¿?). Laureola es el hombre gris o mi madre. Se confunde con los desconocidos al pie de la cama…

Zorzal sabe que el contacto es inservible en Masculinidad, que en ningún Tiempo y Espacio es onirismo




—¡Ah! —dicen ambos—. Alguna vez fuimos, pero nos equivocamos. Nuestro modelo de conjugación verbal no incluía el futuro. La construcción de un hogar, el curso de superación personal, los partidos políticos, las tarjetas de crédito, el establishment…

Zorzal espera el alpiste, Femenino y Masculinidad sólo saben el grano de mostaza en el lenguaje

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¡Ah! Tergiversamos el Verbo “parecer” con “perecer”. Hacemos ataúdes con la mirada. Raíces descarnadas brotan en ombligos. Nuestra frente se labra diariamente con un azadón. Zorzal insiste: “Cada arruga tuya es fatal”. Irremediable la Lobreguez. ¿Por qué hemos de morir? ¿Cómo traspasar la frase que reside en el Zorzal: “Árbol que nace torcido jamás su rama endereza”? (Dime con quién andas… Libro de los refranes, p. 95).

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Zorzal ha traído tierra yerma con su balada              Femenino   y   Masculinidad
escriben “Colofón” en Tesauro                Inscripción en el tálamo: “Palabra   es
Lobreguez”
Rememoran el tiempo, interceptan el espacio
Ambos son Lobreguez
al indagar en las extremidades de la relación: Nombramiento,         discusiones,
reminiscencias,          soma            y
                                            lengua

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Femenino y Masculinidad temen Lobreguez cuando pronuncian “¡Ah!”

Ilustraciones de Jarumi Dávila, ENAP-UNAM

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