domingo, 13 de mayo de 2012

6841.- ENRIQUE JUNCOSA


Enrique Juncosa (nacido en Palma de Mallorca en 1961) es un poeta español.
Sus primeros libros estuvieron influidos por el llamado neo barroco latinoamericano, especialmente por la obra de los escritores José Lezama Lima y Severo Sarduy. Posteriormente su obra se vuelve impresionista y recientemente alterna el tono místico con los juegos conceptuales.
Juncosa es también un conocido critico de arte y comisario de exposiciones. Desde principios de 2003, ha sido director del Museo irlandés de arte moderno en Dublín. Anteriormente, fue subdirector del Instituto valenciano de arte moderno en Valencia y del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid. Ha escrito sobre la obra de numerosos artistas entre ellos Miquel Barceló, Terry Winters, Juan Uslé, Dorothy Cross, Panamarenko, Michael Craig-Martin, Miroslaw Balka o Bhuppen Khakhar.

Publicaciones

Poesía
Amanecer zulú (1986)
Pastoral con cebras (1990)
Libro del océano (1991, ilustrado por Miquel Barceló)
Peces de colores (1996)
Las espirales naranja (2002)
Bahía de las banderas (2007).

Ensayo
Caravel, una revista de literatura norteamericana publicada en Mallorca en los años 30 (2000)
Miquel Barceló o el sentimiento del tiempo (2003)
Las adicciones. Ensayos sobre arte contemporáneo (2006)
Writers on Howard Hodgkin (ed)(2006)






LA CIUDAD PERDIDA.

Fassbinder es el fantasma de Chinatown 
cuando las putas de Kuala Lumpur
sienten terror hacia los hombres grandes 
porque son angostas.

Las travestis se pelean  
ante el cajero del Hong-Kong Bank
para atraer a clientes
electrónicos y plásticos .

Camisetas de Prada
y sofás de leopardo
en el interior de mercedes gigantes
a la puerta de un after.

Éxtasis tailandeses,
piel de melocotón
y  ojos azabache.

Reyerta terrible con la mafia china
cuando la noche es una sopa  ardiente,
atronadora música tecno de LOST CITY.






  
A UN HOMBRE SOLO CONDUCIENDO UN DEPORTIVO AZUL

"Encantador de cobras,
si me miras, una parte de mí adquiere vida propia."

"Traficante de esclavos,
si me tocas, puedes venderme en los confines del mundo."

"Asesino implacable,
si me besas, conozco el sentido último del hielo."

Impávido,
despreciando tu belleza,
me contestas:
"No existe ni el espacio ni el tiempo".

Me desconciertas
un instante,  
pero aún sé
que contigo
todo es mar
embravecido. 

Te lo ruego,
perdona este deseo  
impuro,
déjame ser tu tabla de surf.








El Capricho

        para Víctor Esposito

Los días son azules
y secos
y un viento musculoso
          los envuelve y desenvuelve
                    con veloces lienzos blancos.

La casa está oculta
          entre los álamos
que organizan, además,
          violeta campos de alfalfa
a lo largo de una línea de sauces
          que dibuja un río
                     de aguas transparentes, 
                                          argentinas 
                                                    y heladas.

Camino bajo los sauces
           levantando 
                     bandurrias
que tocan 
           el claxon 
                    como si fuera una flauta.

Los sauces se acaban
y el río se enrosca
en arenales 
           y explanadas 
                       de guijarros.
Los perros corren 
           saltarinas liebres 
                    sorteando arbustos
y varios buitres negros
          mondan los huesos 
                     de lo que fue una cabra.

Tras los alambres
que delimitan El Capricho
se abre la estepa árida
de los escarabajos
que forma cerros redondeados
salpicados de espinos 
y de matas.

Continúan las liebres
          como proyectiles caprichosos 
                    alertados por parejas gendarmes: 
los teros,
          que son pájaros chivatos 
                     y ruidosos.

Una vez en lo alto del cerro
contemplo 
de nuevo
las alamedas
y los sauces que conforman un oasis
        en la vastedad de la estepa 
                 bajo los picos nevados 
de los Andes.

Una manadas de guanacos
           que se espanta. 
                     Saltan 
                              como antílopes
                                         levantando 
                                                   finas 
                                                          polvaredas.

Me arde la piel
con el sol austral.

Las nubes se mueven
            de forma que parece que se mueve
                      la tierra 
y mi respiración es una provincia del viento
sumida en la insurgencia.

No hay nadie.
Sólo el ganado disperso
y el olor de la tierra seca.

Aquí todo es belleza, todo es orden
Todo lujo y quietud, nuestra delicia.

Acabo de leer el volumen último
de los diarios de Sándor Márai
en el que describe la muerte de su mujer,
su compañera durante sesenta años, 
antes de quitarse la vida.
Es un libro duro y lapidario 
como este paisaje
pero en el que surge también:
su voz olía a flores.

Me rodean,
justamente,
matas de flores diminutas:
uñas de gato y zapatitos de reina,
ambas amarillas,
también tomillo rosa 
y blanco, 
zampas fucsia,
duraznillos y mata fuegos 
rojos,
verbum ocres 
y naranja,
y otras flores cuyo nombre 
todavía desconozco.

El espinoso jardín 
natural
de la estepa 
          como plano cifrado
                    de la memoria ardiente.

A los lejos 
          oigo relinchar 
                    a los caballos.




Bahía de las banderas


Tarjeta de visita 

para Susy Gómez

Un gato desventrado
y crucificado en el suelo
compite por las moscas
con los pájaros decapitados.

Una semilla de ébano,
amuleto de la memoria,
es un enigma
entre los cráneos de los antílopes.

El hechicero insistente
y profesional
te entrega su tarjeta
al albor de los aligatores:

Eugéne Zopkon
Guérisseur Traditionnel
Marché des Fétiches Akodessewa, BP 61153
Stand 2
Lomé-Togo.











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