Silvana Franzetti nació en Buenos Aires, en 1965. Publicó Cuadrilátero circular (Buenos Aires, Casa de la poesía, 2002), Mobile (Buenos Aires, Tierra Firme, 1999) y Destino de un hombre agitado (Buenos Aires, Seis Sellos, 1994). Realiza montajes de sus poemas en instalaciones, como "Poem to read while walking", Universität der Künste-Berlín, en libros-objeto, como Telegrafías (Buenos Aires, La Marca, 2001) y en diversos videopoemas, como Mujeres de la Calle (Berlín, 2005). Tradujo a los poetas alemanes contemporáneos Monika Rinck, Günter Kunert, Hilde Domin y Reiner Kunze.
Lo importante es saber que
esa voz no tiene ningún derecho a repetirme.
Lo importante es saber que esa voz no tiene
ningún derecho a digitalizar mi registro.
Lo importante es saber que esa voz
no tiene ningún derecho a intervenir mi soliloquio.
Lo importante es saber que esa
voz no tiene ningún derecho a distorsionarme.
Lo importante es saber que esa
voz no tiene ningún derecho a ponerme ningún rótulo.
Lo importante es saber que esa voz no tiene ningún derecho a
dictarme. Lo importante
es saber que esa voz no tiene ningún derecho a manipular
mi pensamiento. Lo importante es saber
que esa voz no tiene ningún derecho
a saber absolutamente nada acerca de mi voz. Lo
importante es saber que esa voz no tiene
ningún derecho a escucharme. Lo importante es
saber que esa voz no tiene
ningún derecho a reproducir mi voz.
Por qué cargo en mi brazo durante doce cuadras
una resma de papel A4 de ochenta gramos
de una marca que lleva el nombre autor que
para la mayor parte no existe.
De los derechos internacionales
de autor que se firmaron en Roma en mil novecientos
noventa y seis, transcribo este pasaje
Los autores de obras
literarias y artísticas gozarán
del derecho exclusivo
de autorizar cualquier
comunicación al público de sus obras
por medios alámbricos o inalámbricos,
comprendida la puesta
a disposición del público de sus obras,
de tal forma
que los miembros del público puedan
acceder a sus obras desde
el lugar y el momento
que cada uno de ellos elija. y noto
cómo en un texto jurídico el
pronombre personal ellos da lugar a un mar
de confusiones.
Entre una voz impostora y una voz
impuesta no hay diferencia. Entre una voz impotente y
una voz que impone no hay, no va a haber diferencia.
Entre una mano dura y una imposición de manos no hay
diferencia. Entre un cuerpo
posado y una voz imputada no hay, no va a haber
diferencia. Entre una voz impositiva y una voz tributaria
no hay diferencia. Entre una estafa financiera y una estafa vocal
no hay, no va haber, nunca hubo diferencia. Entre una estafa
impositiva y una estafa tributaria no hay diferencia. Entre una
estafa financiera y una estafa sufragista no hay,
no va a haber, no hubo diferencia.
La insoportable
manía de editar, imprimir,
publicar
UN MANUSCRITO
AUTORAL
dominó los cerebros.
Por qué cargo en mi brazo durante doce cuadras
una resma de papel A4 de ochenta gramos
de una marca que lleva el nombre autor que
para la mayor parte no existe.
Del tratado de los derechos internacionales
de autor que se firmaron en Roma en mil novecientos
noventa y seis, transcribo este pasaje
Los autores de obras
literarias y artísticas gozarán
del derecho exclusivo
de autorizar cualquier
comunicación al público de sus obras
por medios alámbricos o inalámbricos,
comprendida la puesta
a disposición del público de sus obras,
de tal forma
que los miembros del público puedan
acceder a sus obras desde
el lugar y el momento
que cada uno de ellos elija y noto
cómo en un texto jurídico el
pronombre personal ellos da lugar a un mar
de confusiones.
Leo
un texto que bajé de inter-
net: el de la convención de Berna firmada en París
el veinticuatro de julio de mil novecientos setenta
y uno, que fue modificado el veintiocho de septiembre de mil
novecientos setenta y nueve.
Leo los tratados internacionales de derecho de autor.
Decido preguntarme por qué escribieron derecho de autor.
Leo una vez más, leo una
vez más, leo una vez
más, leo.
Y no se menciona la palabra poema o a la palabra poesía.
Leo una vez más,
encuentro la palabra lírica usada como adjetivo
de composiciones musicales.
Decido preguntarme ¿qué es
un derecho internacional
de autor?
¿Cuál es la identidad de autor? ¿Cómo se hace
para no dar lugar
al mar de confusión de identidad de autor, si no se sabe
cuál es la identidad de autor?
¿Qué es una persona? ¿Qué
es
un
juez?
¿Quiénes determinan que una obra sea
la obra de otra obra y no otra cosa, por ejemplo una
obra singular? ¿Quiénes
determinan quiénes son
los críticos de la crítica? ¿Quiénes determinan
quiénes van a publicar o no los textos de la crítica de la crítica?
¿Quiénes determinan
si los textos de la crítica de la crítica son un producto
alienado o no son un producto
alienado como para que lleven el estatuto de propiedad intelectual?
Leo
el texto del tratado de la organización mundial de la propiedad intelectual
sobre derechos internacionales
de autor,
firmado en Roma,
en 1996. Transcribo este pasaje
Los autores de obras literarias y artísticas gozarán
del derecho exclusivo
de autorizar cualquier comunicación al público de sus obras
por medios
alámbricos o inalámbricos
comprendida la puesta a disposición del público de sus obras,
de tal forma que los miembros del público puedan acceder
a sus obras
desde el lugar y el momento
que cada uno de ellos elija.
Leo una vez
más este pasaje y decido preguntarme
por qué
en un lugar y en un tiempo determinado, y no en otro lugar
y en otro tiempo, unos poetas
decidieron que los textos poéticos no son literatura, sino arte; mientras
en otro lugar y en otro tiempo determinado unos testa-
ferros impusieron que
los textos que escribían eran de su propiedad intelectual.
Leo los créditos de los libros impresos en papel.
Leo el crédito del diccionario Langenscheid
editado en München y en Berlin, en papel,
en dos mil uno que transcribo
Ni la ausencia ni la presencia
de una indicación expresa de patentes
o marcas significa que una
denominación comercial que figure en
esta obra
carezca de protección legal.
Decido preguntarme por qué
se escribió
el texto en forma de negación.
Decido preguntarme cómo hago
para citar en un país
donde no se aplica la ley
de propiedad intelectual y en un contexto
en el que
no hay autor de función.
Leo el crédito de un libro publicado
en Valencia por la editorial pre – textos
en mil novecientos noventa y siete, en papel, y transcribo este pasaje
La reproducción total o parcial de este libro, no autorizada
por los editores, viola derechos reservados. Cualquier
utilización debe ser previamente
solicitada.
Leo, transcribo el crédito de un libro en papel
publicado en Madrid, en mil novecientos noventa y seis
por la editorial Cátedra
Reservados todos
los derechos. El contenido de esta
obra
está protegido por la Ley, que establece penas
de prisión
y/o
multas, además de las
correspondientes indemnizaciones por daños
y perjuicios, para quienes produjeren, plagiaren,
distribuyeren o comunicaren
públicamente,
en todo o en parte,
una obra literaria, artística o científica, o su transformación,
interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte
o comunicada
a través de cualquier medio, sin
la preceptiva autorización.
Decido preguntarme por qué la palabra Ley está escrita
con mayúscula.
Leo sobre el papel impreso el crédito de un libro
publicado en Buenos Aires, en mil novecientos sesenta
y dos, por la editorial Losada y no aparece ninguna
normativa acerca de la reserva
de derechos de autor.
En el papel de una revista, publicada en Barcelona
por la editorial Antrophos, en mil
novecientos noventa y dos, leo los créditos,
transcribo este pasaje
Todos
los derechos reservados. Esta
publicación no puede ser reproducida, ni
en todo ni
en parte, ni
registrada en, o transmitida por un sistema
de recuperación de información, en ninguna forma
ni por ningún medio, sea mecánico, foto-
químico, electrónico,
magnético, electroóptico, por fotocopia, o por
cualquier otro,
sin
el permiso previo por escrito de la editorial.
Tengo
la impresión de haberme olvidado
de pagar el sello de la propiedad de los poemas en
el Registro de Derechos de Autor;
de haberme quedado dormida
para llegar puntual a la oficina de empleo; de
haberme equivocado la altura
de la calle cuando fui a registrarme a la oficina de
desempleo.
Mientras escribo Bretón, Buenos Aires, 2011, no publicado aún en papel
CUADRILATERO
El relator espera
que se acumulen los detalles
el raso, la piel
y las lentejuelas brillen más
el agua caiga desde la boca al cuello
hasta que los brazos se extiendan
y formen un óvalo sobre la cabeza.
El ojo izquierdo del cameraman
pasa por alto lo que hay
detrás de la cicatriz en cada velada.
La pantalla no tiene contrincante.
La mano envuelta
con una tira de lienzo blanco
mece el saquito de té.
El peso del pugilista va a ser marcado
en la regla graduada antes
de que suene la campana.
Cada cuerpo se pliega en el saludo
la ceremonia no es, no puede ser el combate.
Alguien en alguna butaca
boquiabierto desde el minuto primero
aunque el espectáculo ocurra en tres.
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