Marco Antonio Flores. (Nació en Guatemala, en 1937 y murió el 27 Julio 2013, a causa de un accidente automovilístico). Poeta, narrador, ensayista, periodista. Ha sido catedrático en las universidades San Carlos y Rafael Landívar, de Guatemala; becario en el Sistema Nacional de Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, de México; investigador. Ha dictado conferencias en universidades y centros culturales de México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, España, Alemania, Inglaterra e Irlanda. Ha desplegado una intensa actividad cultural como coordinador de talleres literarios, cursos de literatura y editor, tanto en México como en Guatemala. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés y alemán. En dos ocasiones salió exiliado de su país. Es autor de los libros de poesía La voz acumulada (1964), Muros de luz (1968), La derrota (1972), Persistencia de la memoria (1992), Crónica de los años de fuego (1993), Un ciego fuego en el alma (1995), Reunión, Poesía completa, Volumen I (1992) y Volumen II (2000), Poesía escogida (1998); de las novelas Los compañeros (1976), En el filo (1993), Los muchachos de antes (1996), Las batallas perdidas (1999); de los libros de cuentos La siguamonta (1993), Cuentos completos (1999); de la crónica histórica Fortuny, un comunista guatamalteco (1994); de las obras de teatro Entremés para cantar (1972), El entrenador (1997), de un librocollage Los rollos que quedaron (1997); ha recopilado sus columnas periodísticas en un volumen Pan pa' mi matate (1995); y en ensayo, Poetas guatemaltecos del siglo XX (2000).
-Poesía completa. Biblioteca Guatemala. Guatemala: F&G Editores, 1a. edición, octubre de 2010.
-Viaje hacia la noche, Editorial F&G. 2012
Hasta la fecha han recibido el galardón Luis Alfredo Arango, 1988; Carlos Solórzano, 1989; Otto-Raúl González, 1990; Dante Liano, 1991; Enrique Juárez Toledo, 1992; Mario Monteforte Toledo, 1993; Luz Méndez de la Vega, 1994; Miguel Angel Vásquez, 1995; Margarita Carrera, 1996; Augusto Monterroso, 1997; Francisco Morales Santos, 1998; Mario Alberto Carrera, 1999; Ana María Rodas, 2000; Isabel de los Ángeles Ruano, 2001; Julio Fausto Aguilera, 2002; Humberto Ak'abal, 2003 (declinó); Rodrigo Rey Rosa, 2004, y Carlos Navarrete, 2005. Es Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias” 2006.
Melodía de arrabal
Cómo no voy a sentir que el pecho se me parte
cuando oigo a Gardel cantarle al barrio
si yo nací en el barrio del Gallito.
Si yo jugué con polvo de sus calles,
y fui pirata entre sus lodazales,
y cada esquina me sirvió de línea Maginot,
y sus piedras eran balas treinta treinta,
y mi pandilla era el Ejército Rojo de la cuadra
(los pandilleros éramos Anzueto y yo
y mis hermanos, que no alzaban un palmo de la tierra).
Si ahí perdí a mi padre, y lo seguí
y me colgué del bomper de su carro, y
me arrastró;
si ahí me atropelló un carruaje cuando
tuve cinco años y sus caballos me hundieron
sus cascos en las piernas;
si ahí conocí el llanto seco, duro, constante
de mi madre;
si ahí me iba a juzgar, detrás de un cerco de izotales
al loco de mi barrio, que usaba muñequeras de cuero,
y cantaba tangos todo el día
echado en una hamaca, y en la noche
salía a cotorrear a las patojas;
si ahí aprendí a cantar esos tangos
que ahora canta ese loco de Gardel.
El estanque
Tuve un amigo. Un poeta
que se bebía las noches con cerveza.
Solíamos libar días
enteros hablando de recuerdos, de viajes,
de poemas, de mujeres amadas.
Era inclinarse en el estanque.
Cuando nos capturaron marchó al exilio.
Al volver traía una obsesión atravesada:
la montaña y las armas.
Los poemas arrumbados.
No duró tres meses. Teníamos treinta años.
Lo capturaron vivo y lo quemaron.
Busqué sus restos y me llené las manos de cenizas.
Estuve varios días doliéndome de mí.
La soledad ardía.
El solía decir: "Mi exilio era de llanto".
El gusano
El tiempo me recorre,
me habita,
se cobija en mis ganglios,
acampa en mis arrugas.
Mirándome lo mido:
la pelambre de mis brazos palidece y ralea,
mi pecho encanece,
la piel de mis manos, que incursionaron las tetas
de mis novias y entraron a saco entre sus piernas,
se ha vuelto negra, dura y arrugada.
Mis ojos cegatones: esos carbones apagados
que vieron escapar a la muerte y ahora la detectan
a mi lado.
En mí está el tiempo.
Me desdibuja.
Me corroe por dentro:
ablanda mis mejillas,
debilita mis piernas,
infla mi vientre,
agita mi acezar,
me agota,
me quita la pasión.
El tiempo es mi enemigo;
me consume,
ocupa mi epidermis,
es mi sangre.
Las sillas solitarias
El exilio
es quedarse sin presente,
sin cielo,
sin amigos, sin volcanes custodios,
sin caras familiares,
sin voces conocidas,
sin casa, sin calles infantiles,
sin saludos.
Gotas
Las cartas no llegan.
No llegarán.
Los años se repiten sin tregua,
sin piedad.
Dialéctica
El mundo comienza conmigo
pero ya existía,
Ésa es la contradicción:
ahí nace la angustia.
Luego todo rueda
por la pendiente de la vida
con todos y conmigo.
Todos están en mí,
yo en ellos,
Ésa es la síntesis.
Más allá
La lejanía
queda del otro lado del horizonte;
y uno aquí, desahuciado,
sembrado por fuerza en este patio ajeno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario