Carlos Esteban Cana
Nació en Puerto Rico. Comunicador y escritor. Editor del boletín En las letras, desde Puerto Rico. Se ha desempeñado como Coordinador Editorial para el Instituto de Cultura Puertorriqueña, Director de Medios en eventos y colectivos literarios, Cana funda en 1993 la revista de creación Taller Literario, medio que abrió puertas para escritores instalados mas allá de la academia. Su obra poética y narrativa ha sido publicada por medios impresos y cibernéticos.
Rastro de sangre
En mi sábana quedan
humildes rosas blancas
un arpegio entrañable
en el viento flotan los motivos
sonidos en la boca infantil
de nuestro encuentro…
El más leve de nosotros
a mi entrañable amigo
Joel Villanueva-Reyes
El más leve de nosotros
Sancho Verdadero lleno de bondad
Ausubo Gigante de ternura
se ha ido
Ante su partida
todos quedamos cual Alonso Quijano cuerdo
con tristeza profunda en la mirada,
sin embargo él, Joelito,
con su fe inquebrantable
más allá de la situación de turno, cotidiana,
invitaba consecuente a la sonrisa
siempre prístina, renovada,
un inminente abrigo,
abrazo cálido de ciertas esperanzas.
Su consigna era precisa:
esplendor en el vuelo primigenio del Fénix
Agua Cristalina en la bendita Rosa de Jericó;
Cristo hecho luz, al tercer día, resucitado.
¡Cómo claudicaremos a tu lección, Caro Amigo!
Si las palabras jamás fueron tímidas para consuelo.
Voz de tenor que llenabas con sol
el gris opaco de las nubes.
Un solo de guitarra de Van Halen
acompañará el inicio en tu nueva jornada
y ese travieso eco de alegría pícara
(Gran Pío
después de la canción
de cumpleaños)
permanecerá cada 14 de diciembre
cuando brindemos por ti.
De trinos de pájaro mañanero
estaba hecho tu corazón, hermano.
Por toda la planicie
Por toda la planicie
están mis armas
escudo… armadura…
sólo en mi mano,
ante las esferas
gloriosas de tu pecho,
permanece mi lanza
erguida por esta angustia
de amar como se ama.
Las ruinas latentes en mi alma
ya no dan habito al monje
trapense que una vez fui.
Ahora, una herida determina
este galope apresurado del cauce.
El karma libera mi sensatez pasada
en esta adicción quemante
de la que apenas salgo vivo
cuando vengo de regreso.
En este instante mis huellas sólo dejan
rastros del incendio cuando entro
a ese volcán vibrante
que es tu cuerpo.
Nada sustituye
Nada sustituye la cálida
caricia del sol rojo y rutilante
en tu acaramelada y bendita
piel vibrante de mujer tropical.
El silencio permite las palabras
adecuadas para vislumbrar grises
inherentes en el iris diverso
de una niña sensible que intenta Ser
en la esfera ingrávida de sensatez
amorfa, cubierta de finísimas
fisuras amorosas que acercan
nuestras curiosas constelaciones
en kairós deseado y simultáneo,
el sueño real más allá de lo virtual.
Adelante
Amarte cual si fibras firmes formadoras
enlazaran nuestras almas transeúntes
en destellos de luz y vida... de vida y luz...
no importa cuánto crepite la madera
en la fogata murmurante frente a la playa,
en este momento de cálidos abrazos mañaneros
la certeza de hoy nos promete
voluntad cotidiana en el beso del regreso.
Cada día los rayos del sol despiertan
colores en la naturaleza indómita
de tu presencia, mariposa irreductible...
el diamante multiplica esa figura
de niña traviesa y morena
después de ser piedra negra en
las fisuras profundas de la tierra.
Permanece un instante
bajo la caricia intacta del silencio.
Descubre matices propios en el lienzo
y conoce la intensidad en ese latido libre
de quien paladea esencias
en su paso constante, genuino.
Después de la tormenta
haz registro de los daños
para fortalecer lo necesario...
Cartografiado el universo
cifrado en oníricos paisajes,
decides mantener la ruta trazada
por ese instinto ancestral;
desconcierto eterno
en la última mirada de Orfeo,
el grito mudo, desgarrador,
de la mujer estatua de sal.
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