lunes, 2 de febrero de 2015

YETZEL NAVARRO [14.653] Poeta de México


Yetzel Navarro 

(México  1993) Dramaturga, vive en Estado de México y estudia Creación Literaria, cuando era niña odiaba la literatura por ello mismo terminó escribiendo, estos poemas forman parte de La séptima infancia, libro que pretende extender y en el cual trabaja.




La Séptima Infancia 


I

El ladrón de mantequilla 

Tengo una fotografía guardada en un cajón
que me recuerda que pude ser niña,
que hubo una temporada en donde no gustaba de ojos salados
y que mutaba de sonrisas como un camaleón.


Niño, los barcos que salen a flote son de metal y el nuestro, de papel, apenas soporta lloviznas.
Habría que deshojar árboles,
vivir en el espacio geográfico de una oruga 
y observar una simpleza infantil para aprender a navegar.
-¡Ladrón de mantequilla! ¡Persigan, atrapen a ese niño!
-¿Por qué tomaste la mantequilla?
-Para hacer un barco.
-¡Tonto!, ¿qué no sabes que los barcos son de metal, no de mantequilla?
-Más tonto usted- dijo el Dios, y dejó derretir la mantequilla, recubrió su barco de papel y heredó a los ángeles su ingenuidad.
De pronto, un barco cubierto de oro cruzaba la mar…
Niña, habría que poseer el hambre necesaria y el frío exacto para saber que la mantequilla es oro.





II

En el mercado de las malicias

-¿Cómo se llama? 
-Elefante blanco.
Y la luz solar se volvió recuerdo.
Tenían que arrebatarte de la manada para que yo me fijara en ti,  ningún baño en lodo podía recompensarlo, conocías la desesperanza.
Tus ojos me apuntaban…
-¡Sálvame, sálvame!
Mi cuerpo se pulverizó, 
fui tocada por un fuego incesante, como una señal.
Naranja luminosa.
Era, quizá, tu decimoquinta vida, 
yo lo sabía, tú lo sabías y estábamos ahí,
en el mercado de las malicias, para salvarnos. 
-Dígame, ¿es verdad que el marfil se vende por kilo?
Y un silencio formó la fumarola que selló tu nombre, te esfumaste fundando un fogoso remolino. Algo hice mal, no era la pregunta correcta, yo sabía por qué estaba ahí, debí ser más corrupta, debí actuar con malicia, ofrecer más por tu vida. 
¿Por qué te haces volátil al roce del viento?
Y desperté.
Me dirigía al mercado de las malicias, donde todos fumaban a la espera de alguna venta dulce,
quizá una mano,
un toque de sensualidad,
cristal de juventud,
algún elefante o por qué no un niño.
Ahí, en el mercado negro, un río corría y soltaba una peste. Llevaba zapatos de mujeres.
La gente como yo asistía a nutrir sus más bajas pasiones, a sentir un poco de odio, de repulsión y de ternura.
-Deme tres centésimos.
La gente, aún más insatisfecha con su vida electrónica, asistía en multitudes. Una bola gris con patas y orejas gigantescas me sorprendió.
-¿Cuánto por él?
-Deme 400 centenares.
-Solo tengo 350.
-Deme 370.
-365.
-¡Vendido!
-¿Cómo se llama? 
-Elefante blanco.
Saqué la cartera, conté el dinero y, satisfecha por mi compra, sonreí.
En la hoja plateada de una navaja se reflejó el rayo solar del día; clavaron el puñal en su cuello y su trompa soltó un chillido.
-¡Qué hace!
-Usted dijo que lo quería.
-¡Sí, lo quería vivo, vivo, vivo!
-En el mercado de las malicias todo está muerto, señorita.





III

La Creación

La tercera será niña, ¿cómo me crearon?, fue la facultad de reproducirte sin temor, no lo olvides mi niña, fue el fractal que al entrar en la boca y mojarse de saliva se repitió en olas, fueron las sirenas que esa noche hicieron el amor ante mis ojos, y que todo era mejor allá abajo, en el azul profundo de la Grecia, ahí donde el sol se convierte en recuerdo; eras la tercera, será mujer le dije a mi querido esposo, será un dos, femenino, será un sumando con el principio masculino del uno, será lo indescifrable, impredecible, imperfecta, insaciable, incontenible, inmóvil, intermitente, como el mar; yo pintaba cualquier espacio en blanco, estaba ancha de caderas. Morena: pez ondulado, de cabellos negros serás y temperamento cálido por el día y por la noche misterioso, vomitaba cinco veces diario, mi niña qué te pasa, ¿no quieres a tu madre?, la dejarás en los huesos, y me sentía de nuevo joven, ingenua, tan ingenua que podía formar el mar, tirar montañas, cavar arenas, brincar como chivo, Morena qué te pasa que con la luna llena lloras y lloras y no dejas dormir a tus hermanos, ¿qué pasa en esta obscuridad callada, obscuridad de la que yo desciendo?, Morena te pareces a tu padre, ¿a qué vine al mundo?, a vivir Morena, no hagas esas preguntas, pues todos los que buscan respuestas no encuentran más que ídolos, atan en gesto e imagen, ya te he contado que yo reté al diablo y jamás apareció, papá dice que los milagros se hacen visibles de generación en generación, tu papá no sabe lo que dice Morena, ¿qué hay en el más allá? ¿Qué es lo que no alcanzo y lo que no veo pero veo tan profundo que sé que existe por no existir en la tierra? ¿Y ese olor salado? ¿Qué es la sal? Morena deja de preguntar, es peligroso, ama a tu papá, bésale las pestañas, Morena no llores, no rías tan profundo, no te preguntes qué es la vida que jamás lo sabrás, Morena no vale la pena amar, Morena nada es tan bueno ni tan malo, no hay límites Morena, Morena no golpees la piedra con tu puño cerradito, Morena no comas tanto, Morena tus ojos son fugaces, tu luz se apaga, no vayas tan en serio, tu camino es ondulable y los pies no sirven para andarlo, Morena no bailes, tú no sabes bailar, Morena cállate, cómprate un salvavidas, Morena no molestes a tu hermano, Morena ama a tu papá, él será el único hombre en tu vida, ¿y mis hermanos?, no me retes Morena, no eres nadie, no eres grande, no eres transcendente, no sueñes tanto, pon los pies sobre la tierra, Morena no bailes, no te drogues Morena, no fumes, no cantes, no te desnudes, no te vayas, no respires. 





IV

Nirvana

Todo cobró sentido: ya no era aquella ola que golpeaba la piedra.

Debo dejar partir ese olor que llevabas en el tobillo, debo dejar partir tu voz en los versos de cien amapolas moradas, debo dejar partir las ilusiones que las avispas me producen, las ansias de los molares, la saliva que produce la sed de este pecado, debo dejar abierta la red que tiene setenta especies de aves para que se unan a las otras mil cuatrocientas que están intentando cortarme los pies, debo dejar de olfatearte como olor de magnolia.

Todos somos piel, todos somos polvo. Todos somos polvo hecho piel y  piel hecha polvo.

Debo dejar de secuestrar las maravillas de la nieve, de formar este galimatías que quiero que recorran tus dedos: jamás me vas a obedecer, este laberinto se derrite mañana tras mañana. No quiero que me obedezcas, te mentí y es que eres un caballo salvaje, siente la hierba en los extremos de tus pies, no desesperes ni relinches por error, necesitas tu lenguaje para comunicarte con los tuyos en el cielo de Córdoba, en el cielo que es cualquier cielo pero que es tu cielo.
Azul,
tus ojos miran un azul
y te encuentras en un pantano
queriendo salir, luchando, relinchando, 
no te confundas.
Ahora tus caderas se cubren de verde, hueles a cebada, hueles a olivo.
Soy el ave que debes seguir en esta selva, no lo dudes, tienes la suficiente libertad para seguirla, corre, trota, corre, trota, invade la tranquilidad y de noche no dejes de mirar la estrella del sur, enamórate y pregúntale:
¿Quién sobrevivió a este sol?
Tiembla: púrpura, azul, blanco, amarillo, naranja, rojo.
La gama de colores que llevas en tu cuerpo no se compara con ninguna belleza en el polo norte.
Respira el frío, no temas desfallecer, se llama cansancio, 
pesadumbre, 
nostalgia sólida, 
miedo, 
terror, 
la sinfonía de las dudas.
Me hueles a derrota, me hueles a uva.
Y tu cabello negro soltó una tormenta, las aves murieron, no cierres los ojos, las riveras se vaciaron y varios cadáveres cayeron a los pies de otros.
Lo llamaron Apocalipsis.
No cierres los ojos…
Te dejo un cerezo.
Debo seguir volando por el sudeste y contar la historia de Afram, Migi y Sherloj: contemplo un desierto desde esta altura llamada valor y sólo me queda valor, volar.
En la cálida noche mi corazón se derrite, y el viento está en contra mía.
Te dejé un cerezo, 
qué importa quedarme sin alas, tendré un esqueleto que me dirá que siempre supe levantarme… 
Y caigo en un abismo que no tiene juez, hay luces por todo el cielo pero ninguna me pertenece.
-¿Me concede esta pieza?
Y te miro fijamente a los ojos, esta época de formalidades me fascina porque soy del sexo perteneciente para amarte, giramos y las siluetas se rompen, soy de Júpiter en tu lengua, en tu espalda descubierta, la música es distante, es el viento en dos montañas corporales, respiración de ríos.
Toco el arpa de tu mente -filamentos, hilos de mesura-, prudencia la llamaran en la tierra, toco el arpa de tu mente, eres la música, eres el sol en la profundidad de este océano, este es mi mundo, este es mi sitio.
Soy una partícula, estoy nadando y tu boca es la cueva donde habito.
En las madrugadas me transformo en cuerpo humano, en un ser que hiere, transforma, crea, miente, ama, traga, siente, se emociona, camina, escucha, disfruta, complace, se pierde.
Me encuentro estática en un sitio silencioso, estática en un templo de Atenas, escucho la paz, escucho las caderas de las mujeres, la risa de los niños cuando se mojan la cara, escucho tu fuerza, tu temblor.
Te acostumbro a besar, te acostumbro a descifrar, te acostumbro a cantar y a bailar.
Muero cada aliento, muero cada olor.
Pimienta, azafrán, olivo.
Olvido, durazno, uva.
Uva, pétalos de mandarina.
Sudor.
Agua, viento, tierra, fuego.
Humedad
Agua, viento, tierra, fuego.

Todo cobró sentido: ya no era aquella ola que golpeaba la piedra.





V

“Que se enteren las raíces
Y aquel niño que afila su navaja
De que ya se pueden comer la vaca”
Federico García Lorca



Tín tín  
                                                                                                  
la vaquita de  Martín                                              
                                                     sube la loma                                     

Si contamos las pezuñas sabremos cuántos años tienen juntos.
Y al masticar el verde pasto del oído de Martín, 
su historia se acerca a su final.
El sol embarnece las pestañas negras del niño y el niño se hace preguntas filofosticadas:
  ¿Quién es el vendedor de vacas?
  ¿Quién le puso precio  al aire?

Tín   tín 
           La vaca de Martín inventa un baile 
                                                                           
con su lengua y avisa que la lluvia se acerca.

¿Qué son las ciudades?
Esto, es una receta más para volverse vegetariano.
Martín despierta a su vaca para que lo acompañe hasta el final de la loma, ahí donde empieza la ciudad.
Cuando se cierran los ojos y las pestañas negras se juntan, un eclipse solar atenta.
¿Por qué tanto alboroto por los rascacielos?
Martín lo va a descubrir y tira del cordón para que su vaca lo persiga, pero ella está pasmada.
¿Has escuchado a los primos cerdos chillar?
Una paloma popea el pelo sedoso de Martín, un olor a podrido se levanta de los charcos y la multitud observa con sorpresa a la vaca, señalan, miran atónitos, como si fuera un milagro, como que es un milagro.
-Pide un deseo- grita una niña -la vaca te lo cumplirá.
- ¡Mira sus manchas, mira sus manchas!
 Y los autos pitando y lararilarariando las luces por todos lados.
Cuando se cierran los ojos y las pestañas negras se juntan, un eclipse solar atenta.
El pulpo que estaba siendo descuartizado se resbala de las manos y cae en el rostro de Martín.
Qué serán esas colas de gato que rodean el cuello de los hombres detrás de aparadores,
qué serán esos ojos de pichón que cuelgan e iluminan los pasillos.
Tín tín la vaca de  Martín está mugiendo
Un aire delgado preside la noche
Una piedra golpea a Martín y luego su vaca tiene las pezuñas en el cielo.
Hay una ciudad que alimentar y un corazón que arrancar.
¿Por qué se llevan a mi vaca?
-Venderemos sus manchas como países.




VI

Kaleidoscopio

En el crudo invierno, bosque visionario,
Te atreves a sentir la primavera
Y, suavemente, dejas rezumar tu plata
Para que yo vea verdear tu nostalgia.
Rainer Maria Rilke


A ese ojih ol érdnop a ratnoc sus soñeus omoc ogitsac a al alliro ed al arreit.
Odarreta,
A sol sies soña árbas euq us oleuba are ocitsónga
¡Atnáuc aicnegiletni ne ase azebac!
Rop otnat us erdam anu avral adajola ne sol sorbil,
El áratnugerp a us erdap ¿éuq se im erdam?
Y us erdap el áralager soipocsodielak,
soipocsodielak,
soipocsodielak,
soipocsodielak.
A ese hijo lo pondré a contar sus sueños como castigo a la orilla de la tierra.
Aterrado,
A los seis años sabrá que su abuelo era agnóstico
 ¡Cuánta inteligencia en esa cabeza!
Por tanto, su madre una larva alojada en los libros.
Le preguntará a su padre ¿qué es mi madre?
Y su padre le regalará kaleidoscopios,
peces de colores, 
le enseñará los tipos de nubes que existen y le dirá: habría que ahogarla.
Otro día, le daré a mi hijo una bofetada por sentir simpatía por A sin saber que para ello sufre B y para reparar cualquier daño le cocinaré algo caliente con tubérculos, él me gritará:
¡Bruja!

¡Ajurb!

Y entonces tomaré algunas pinturas para maquillarnos y ser mariposa y ser tigre, 
por varias horas volaremos en un tapete, él tomará una nube y se la pondrá de barba.
¿Cómo se nutren las raíces?
Alarmada le diré que con las nubes no se juega, bajaremos del cielo y lo encerraré en el mar.
Al tiempo del invierno veré verdear su nostalgia.
Se convertirá en el emperador de China y en su imperio mandará a matar a todos aquellos hombres que tengan barba, porque con las nubes no se juega.




VII

Carta a Walt Whitman

07 de mayo de 2014  7:15 pm

Walt, cuando te leo una lluvia cubre mi rostro y me gustaría utilizar botas y huaraches como tú lo hacías sin pensar tanto en razones.
En la orilla de tu oreja te colgaste una flor color buganvilia acampanada.
Y ser mariposa para posarse en los pies de Jesucristo y libar algunos labios y algunos no, volar sobre la tierra verde- café- azulada, sobre frutos rojizos, y ser de alas blancas siempre, para que los humanos piensen que es señal de abundancia mi presencia.
Y siempre hacerlo con la misma inocencia, una y otra y otra vez.

http://revistaorfico.blogspot.com.es/








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