Pedro de Quirós
(1600-1667).
Escritor español, nacido hacia el 1600 en Sevilla y fallecido en 1667. Fue prepósito de los clérigos menores en Salamanca y vicario general de la orden en España. Su soneto A Itálica y el madrigal Tórtola amante fueron publicados por primera vez por Amador de los Ríos en 1838, y desde entonces aparecen en todas las antologías. Sus poemas amorosos pueden equipararse ocasionalmente con los de Lope de Vega en La Dorotea, y su égloga religiosa, Al nacimiento de Cristo, es excelente. Sus Poesías divinas y humanas las editó Menéndez y Pelayo en 1887 en Sevilla.
El manuscrito Rimas de Doripso de Quer.
Hacia una nueva edición del poeta sevillano
Pedro de Quirós
(con un apéndice de textos inéditos)
Por José LARA GARRIDO
[I]
Soneto
A un hombre que fundó un convento de monjes
en un desierto, y se entró con ellos a acabar la vida.
Es cierto el fin del hombre, y es incierto,
mas no fue incierto en ti ni ejecutivo,
pues, antes de llegar su golpe activo,
tú, empezando a morir, le hiciste cierto.
Vivo, te fue sepulcro ese desierto;
muerto, nuestra memoria te es archivo:
no ha menester vivir para estar vivo
quien no aguardó a morir para estar muerto.
La muerte edad mejor nos apercibe,
1que la vida es violencia desmentida
que el llegar al acierto nos divierte.
Pues si, muriendo, lo mejor se vive,
sólo empezó temprano a tener vida
el que se supo anticipar la muerte.
[II]
Romance
Al Santo Cristo de la Esperanza.
Mariposa racional,
¿adónde vas tan ligera?
Si es a morir, vete a espacio;
si es a vivir, poco vuelas.
Si al fuego de una esperanza
va a fenecer tu belleza,
vuela, porque una esperanza,
si mata, también alienta.
En un sepulcro de horrores,
de muerto al vivo da señas,
a incendios de amor postrada,
una vida yace muerta.
Vuela, pues aunque en cenizas
el Fénix de amor se muestra,
todo el sepulcro es un fuego,
cada ceniza es hoguera.
Por cinco partes rebosa
aquel soberano Etna,
y el arrojar tanta llama
le alienta porque le quema.
Sólo falta quien se abrase,
y así, mariposa, llega,
que en aquel fuego divino
da gloria lo que atormenta.
Piérdete entre tanta llama,
sin rumbo al amor navega,
que en tantos mares de fuego
todo es gozo y nada pena.
¿Para cuándo es el llorar,
sino para una tormenta?
Pues que te abrasas, suspira;
da voces, pues que te anegas.
[III]
Soneto
A la enfermedad de la Reina Nuestra Señora, en el nacimiento
del Príncipe D. Felipe Próspero, el Deseado.
Hijo del Alba nace aquel que dora
tantos orbes, farol resplandeciente:
él se ilumina sol, y ella, doliente,
cuanto en luces concibe, en perlas llora.
¿Ahora es el llanto? ¿Y el gemido ahora?
Sí, que es riesgo del Alba tanto ardiente
lucir: pero, al rigor de ese accidente,
Día se anima si amanece Aurora.
Alba augusta de España, tu divina
hermosura fue oriente a la más pura
luz de un sol que dos orbes ilumina.
A tanto resplandor, violencia dura
tu beldad siente, pero no declina
la que a nuevos orientes se asegura.
[IV]
Epigrama
Tal vez olvidar quisiera
las armas, dulce homicida,
con que me quita la vida
vuestra beldad lisonjera.
¡Qué mal su olvido encamina
con vos la memoria ufana!
¿Antes no erais vos mi Ana?
Pues ya sois mi Ana-cardina.
[V]
Romance
A la Ascensión de Cristo Nuestro Señor.
Al cielo vas, Dueño mío,
¿qué hará un alma a quien hoy dejas
en la noche de la culpa
sin la luz de tu presencia?
Siga el corazón tus pasos,
y, para seguirte, sean
veloces alas las plumas
de tus encendidas flechas.
De tu amor me persüaden,
dulce Esposo, las finezas,
que hoy a la Gloria caminas
por que yo te busque en ella.
Mis pensamientos te siguen,
mas ¿qué mucho, si interesan
ser pensamientos tan altos
que aun hasta a ti mismo llegan?
Sea su desprecio el siglo,
pues la razón les enseña
que de cielo se aseguran
lo que distan de la tierra.
Lloren los ojos, y el llanto
no digan es por tu ausencia,
sino porque, mientras lloran,
lo que no eres Tú, no vean.
Amor divino, vuela,
que, de tu arpón herida, a las estrellas
ha de llegar el alma, y de su herida
será la gloria el dar por ti la vida.
[VI]
Otro [ al mismo asunto]
¡Qué festivamente ocupan
mil escuadrones alegres,
de la campaña del aire
todo el espacio luciente! [368]
Cantándole van la gala
al triunfador de la muerte;
y, a la luz de su carroza,
aun la del sol se obscurece.
El monte de donde sube,
cuando ilustraron su frente
las plantas del vencedor,
se burló de los claveles.
Al cielo parte, y las flores,
porque seguirle no pueden,
lo gigante les invidian
a los álamos silvestres.
De aquel muro de diamante
que tanta estrella guarnece,
las altas puertas se rompen
para que triunfante entre,
que alegre salva le hace
la artillería celeste,
y del rumor en los valles
aun el eco no se pierde.
Suenen, suenen, suenen,
suenen las trompetas,
los clarines suenen.
Rayos, las bombardas,
encendidos, flechen.
Y al divino Triunfador
le haga festiva salva,
no, no la risa del Alba,
sino el amor, el amor.
[VII]
Romance
Has dado en ser desdeñosa,
Anica, y no sé por qué.
Sin duda el verte querida
te hizo armar de desdén.
Mal parecido es a todos
tu rigor, lástima es
que haya eso mal parecido
en tu lindo parecer.
La serenidad de un cielo
en tu hermosura se ve,
pero con menos de gloria
cuanto hay en ti de crüel.
Más al cielo todavía
pareces, porque yo sé
que me han hecho ver estrellas
tus ojos y tu esquivez.
Un incendio es tu beldad,
donde se miran arder
las almas, pero ese incendio
chispas arroja también.
Dos opuestas cualidades
en ti se divisan, pues
quieres ser tan no tocada,
y tan sacudida ser.
[VIII]
Endechas
“Dulce esperanza mía,
contra quien su rigor
ostenta la mudanza
de quien el ser te dio.
Creciste en poco tiempo
tanto, que la razón
en tu felicidad
fundaba su temor.
Pero tu gloria ha sido
errante exhalación,
que, si veloz se enciende,
se apaga más veloz.
Fugitiva esperanza,
cese la presunción,
que en sombras de tu dicha
se esconde tu dolor.
Y llore su escarmiento
aquel que se engañó
teniendo por halagos
los peligros de amor.”
Así cantó Daliso,
sirviéndole a su voz
el llanto de instrumento
que nunca se templó.
[IX]
Romance
Clarín sonoro del Alba,
dulcísimo pajarillo,
sin duda que estás celoso,
pues dejas tan presto el nido.
La blanda pluma del lecho
¡qué poco sirve de alivio
cuando el corazón recela
que hay en el sueño peligro!
Desde el copete de un olmo
procuras hacer registro
de tu daño, siendo igual
al padecerlo inquirirlo.
Si tanto el agravio temes,
tú te ofendes a ti mismo,
pues quieres que tu cuidado
haga evidencia el indicio.
Da crédito a la disculpa.
No digan que fue fingido
tu amor, pues buscas los medios
que hacen el amar, delito.
Mas, ¡ay, pajarillo!,
que en vano a quien ama
quiere dar avisos
quien amor y celos
no ha padecido
[X]
ROMANCE
¡Qué dulcemente que canta
aquel ruiseñor a quien
la voz ha dejado libre
quien le aprisionó crüel!
Si su fortuna en la cárcel
le puso, ventura es
que, sintiendo su rigor,
le escuchen quejarse de él.
Y que, cantándole amores
al alba una y otra vez,
cuando el favor no le anime,
no le desmaye el desdén.
No se juzgue desdichado
por verse cautivo, pues
el perder la libertad
no siempre desdicha fue.
Que sólo en mi se ve
padecer callando
y amando temer.
[XI]
Endechas
Aminta, siempre bella,
cuyas luces divinas
al cielo, rayo a rayo,
valientes desafían,
y el sol, viendo cuán menos
luce cuando te mira,
sin esgrimir sus armas
a tu pie las humilla:
oye de aquel pastor,
que a tus aras propicias
en llamas del deseo
te consagró la vida,
oye la tierna voz
con que te solicita
no digo que amorosa
pero menos esquiva.
Ped[ir]te amor no quiero
que no es tan atrevida
mi presunción, que afecte
gozar tan alta dicha.
Tu piedad soberana
es adonde encamina
mi amor sus rendimientos
y mi fe sus caricias.
Sin esperanza adoro
pero si el premio anima
la esperanza, ¿qué premio
como tu hermosa vista?
Recibe mi fe pura;
que, con que la recibas,
ni más gloria pretende
ni a más ventura aspira.
De tu rara beldad
juega menos activa
el yelo con que abrasas,
el fuego con que erizas.
Porque, si todo el golpe
de tu esplendor fulminas,
de la cordura humana
toda la luz se eclipsa.
Y a quien cordura falta
—porque tú se la quitas—
del respeto sagrado
podrá pisar las líneas.
Querida deidad bella,
si a mi voz, ofendida
te muestras, y en venganza
matarme determinas,
no mates como fiera,
porque desacreditas
(si llegas a enojarte)
lo que tienes de linda,
y es cierto que te sobran
los rayos de la ira
55 cuando son tus favores
más fuertes homicidas.
[XII]
Romance
Salió anoche Aminta al campo,
y, saliendo Aminta anoche,
restituyeron el día
sus dos bellísimos soles.
Sintió la vega sus rayos,
pero ¿qué mucho, si entonces
aun lo lejos de sus luces
hizo arder los horizontes?
No se retira la luna
ni las estrellas se esconden,
que es de otro sol avaricia
el menguar sus resplandores.
Antes parece que el cielo
de más luces se compone,
pues por ver a Aminta se hacen [392]
Argos de estrellas sus orbes.
De su divina hermosura
quiere ser espejo el Tormes,
y, por llamarla a su margen,
lenguas se hacen las flores.
Pero mis ansias la dicen
que a la ciudad vuelva, adonde
será bien, si el aire busca,
que el de mis suspiros logre.
Y si el agua la divierte,
mire las fuentes que corren,
ya de mis ojos en llanto,
ya de mi pecho en amores.
[XIII]
Romance
¡Qué dichoso, Aminta bella,
que fue de mi santo el día,
pues en ti para el festejo
quiso madrugar mi dicha!
En ti sola el mejor sol
amaneció, pues tú misma,
para hacer el tiempo alegre,
fuiste toda la alegría.
Acostadas tus auroras
hallé, pero no dormidas,
pues en incendios de luz
vi que tus ojos ardían.
Mariposa enamorada,
me arrojé a su dulce vista,
y de abrasados deseos
me cegaron las cenizas.
De tu pecho y de tus manos
beber la nieve quería
mi ardor, pero con tu nieve
los incendios se duplican.
Lluvia de olorosas aguas
tu mano al cuello d[e]stila,
más fragrantes cuando más
se hallaban desvanecidas.
Pero como con la lluvia
templada el fuego se aviva,
con esta así de mi amor
creció la ardiente fatiga.
¡Qué hermosa, Aminta, que estabas,
y qué bien copiar podía
de ti el cielo sus estrellas
y el campo sus florecillas!
A los claveles del labio
qué de veces mi codicia
les quiso robar el néctar,
abejuela presumida!
Pero, ya que no al clavel,
a la breve cristalina
azucena de tu mano
le chupé el sabroso almíbar.
Por señas, que desde entonces,
cuanto la boca respira
es ámbar, y me parece
que aun la voz le desperdicia.
¡Qué loco, Aminta, me tienes!
Ruégote que le permitas
al alma decir a voces
que tú eres el alma mía.
Trueca en el logro feliz
de esta ambiciosa porfía
todo lo que fue regalo
de curiosas baratijas.
Este verde corazón,
de piadosa te acredita,
pues, por uno que me robas,
otro me das con que viva. [396]
Y es cierto que en su color
halla mi amor sus delicias,
pues por él mis esperanzas
pulsan alientos de vida.
Sólo la bolsa no acierto
a entender para qué sirva,
pues no he de poner en ella
las que idolatro reliquias.
Las de tu deidad adoro,
a quien mi amor sacrifica
toda el alma, y reverente
en ella las deposita.
Fuerza es hablar de las medias,
porque son a la medida
de la ocasión, pues me dan
pie para que esto te escriba.
Y aun de mis finezas veo [397]
en su fábrica una cifra.
¿No son puntos? Pues también
son por puntos mis caricias.
De la rosa no hablo nada,
porque alabarla sería
civilidad injuriosa
al nácar de tus mejillas.
Beber sedientos los labios
su rosicler solicitan:
tanto pide mi deseo
cuanto niega tu avaricia.
No te canse, dueño hermoso,
que quien te adora te pida
que, aun gozados, tus favores
dulcemente los repitas.
Excúsese la frecuencia
de sólo lo que fastidia;
mas lo que es vida del alma,
¿no mata si se limita?
¡Oh si mi amor a tus rayos
gozase no interrumpidas
horas, que hiciesen eterna
mi sabrosa idolatría
[XIV]
Pintura de una dama
Bosquejar tu hermosura,
niña, quisiera,
y el color me ha robado
verte tan bella.
De tu pelo no hablo,
porque es lo lindo,
que, queriendo alabarle,
le halle caído. [399]
De la frente es vecina
la primavera,
pues en frente tiene
las azucenas.
Si del vivo en los ojos
la causa buscan,
sepan que es de dos niñas
la travesura.
La nariz parece
cosa de chanza,
porque siempre al rostro
le cae en gracia.
De que sus arreboles
el sol compita,
están avergonzadas
tus dos mejillas.
Muy valiente es tu boca, [400]
pues lo pequeño
nunca le ha embarazado
su buen aliento.
Y a los labios parleros
en todo el día
se les caen de la boca
las clavellinas.
Con aljófar y perlas
no sé qué tienes,
que las perlas y aljófar
traes entre dientes.
Viendo tu bizarría
todas las gracias
que te echaron parece
la buena barba.
La garganta, si quiere
decir requiebros,
al armiño le diga
que es su moreno.
Tus dos pechos hermosos
dicen al verse,
como son tan chiquitos,
que están en leche.
Téngame de su mano
tu imagen pura,
porque vuela a quemarse
mi loca pluma.
En tus manos me quedo,
porque está claro
que tratando de ellas
daré en el blanco;
tales son, que entre todas
las celebradas
cada una se puede
llevar la palma.
Hasta el pie no hay cosa
que se permita
ni aun al pensamiento
de quien te mira.
Mas, si en ser atrevido
da el pensamiento,
por un cesto que haga
querrá hacer ciento.
Entre burlas y veras
a un pie he llegado,
tímido, pues le metes
en un zapato.
Y el andar por los suelos
también presumo
75 que será porque gasta
muy poco punto.
Del andar no hablo,
porque bien sabes
que tu andar se dice [403]
que es cosa de aire.
Dejo aquí tu pintura,
porque imagino
que aun no llego a las sombras
de lo que pinto.
[XV]
Romance
“¿Cómo tan alto caminas,
pájaro hermoso del sol?
¿Para que muera invidiando
tu velocidad mi amor?
De que ha de llegar al cielo
blasona tu presunción:
no tan presumido fueras
si no fueras tan veloz.
Dichoso tú, que registras [404]
en esa vaga región,
de la luz que te enamora
todo el ardiente arrebol.
Quien de más activos rayos
adora el dulce rigor,
podrá invidiarte las plumas,
pero darte celos, no.
La solicitud te enseña,
de tu alegre posesión,
si empleo que es más difícil
podrá llamarse mayor.”
Esto en el Betis cantaba
triste un zagal, de quien hoy
hermosa deidad del Tormes
es la más dulce prisión
[XVI]
Romance
Donaire del aire hermoso,
ciega mariposa amante,
que en tornos de luz devanas
muertes y vidas al aire,
si bebes vida en el fuego,
¿qué te retiras cobarde?:
morir a manos de un sol
es vivir eternidades.
Agravios son del amor
finezas tan inconstantes;
para temer los peligros
haces mal de enamorarte.
No es mucho que te deslumbres,
pero es mucho te repares,
cuando se anima el empeño
al paso que ciega el lance.
Entre miedos y osadías
ni vivir ni morir sabes:
¿qué más morir que dudar?,
¿qué más vivir que arrojarse?
Tibios vuelos no merecen [406]
que vuelos de amor se llamen:
o no mires, pues no vuelas,
o no adores, pues no ardes.
Si nacieron tus deseos
gloriosamente, a abrasarse,
ya que no los acredit[a]s,
a amagos no los infames.
Muera de cada desvío
quien de cada aliento nace:
¿qué galanteas, si temes?,
¿qué temes, si te deshaces?
Rodeos para la dicha
y cuando es dicha el morir,
no siempre el morir es fácil.
Perder la ocasión no debes
por que la luz no se agravie;
no regatees la flama
cuando pueda eternizarte
Vuela, mariposa, vuela.
Lo hermoso no te embarace,
que es excusado el respeto
cuando el respeto es ultraje.
Déjate toda a tus ansias,
y esferas del sol apaguen,
de amantes resoluciones,
divinas temeridades.
Estribillo.
Si arrepentida vuelas,
avecilla süave,
vuele lo arrepentido
aunque las plumas paren,
que no han menester alas,
y más si son de amor,
de haber querido tarde.
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