lunes, 2 de agosto de 2010

ANA PÉREZ CAÑAMARES [317]


Ana Pérez Cañamares 

(1968) nació en Santa Cruz de Tenerife y vive en Madrid. Algunos de sus cuentos han aparecido en antologías como Por favor sea breve (Páginas de Espuma,), Mujeres cuentistas (Baile del Sol), Beatitud. Visiones de la Beat Generation (Baladí) o Al otro lado del espejo. Narrando contracorriente (Escalera), entre otras. También colabora con sus poemas en las antologías Resaca/Hank Over. Un homenaje a Charles Bukowski (Random House Mondadori), 23 Pandoras. Poesía alternativa española (Baile del Sol), La manera de recogerse el pelo. Generación Bloguer (Bartleby ), Mujeres en su tinta. Poetas españolas del S. XXI (A Fortiori), etc., así como en distintas revistas impresas y digitales.

En el año 2007 publicó su primer libro de poemas, La alambrada de mi boca (Baile del Sol), cuya segunda edición apareció en el 2009. En la misma editorial se reeditó su libro de relatos En días idénticos a nubes, y publicó su segundo poemario, Alfabeto de cicatrices (segunda edición, 2013). En 2012 vio la luz Entre paréntesis (Casi cien haikus), con la editorial La Baragaña y en 2013 Las sumas y los restos, “V Premio de Poesía Blas de Otero- Villa de Bilbao 2012”, publicado por la editorial Devenir y Economía de guerra (Ediciones Lupercalia, 2014).





La alambrada de mi boca (Baile del Sol, 2007)


A SALVO EN LA DERIVA

Me quito el reloj:
me suelto las esposas.
El día deja de ser
un mar señalizado por balizas.
Como bancos de peces
bajo mi cuerpo
pasan las horas.



*


Borracha de rostros, acentos, ruidos
de tonos de móvil, de escaparates
de luces, reclamos, conversaciones
de gritos, de frenazos, de esperas
llego a casa, abro una cerveza y otra
bebo y bebo hasta que vuelve a mí
la sobriedad.


*


Entonces ¿tú también me ves así?
¿Tú también me ves fuerte?
Porque le echo cayena a la comida,
porque bebo como un hombre
(un hombre que bebe mucho)
porque me he horadado el cuerpo
-y el cerebro-
porque he parido a cuatro patas
como una hembra en su guarida
porque okupé en Londres
porque he hablado en público
y he lavado y vestido a mi madre muerta
porque me he rapado el pelo
y lo he teñido de amarillo
porque he dormido sola en el monte
y he puesto a conversar
mi oscuridad con la oscuridad de fuera.
Así que tú también me ves fuerte.
Serás de los que te sorprendas
el día que me desplome;
insistirás en que nunca me viste
dar una señal de debilidad
o de abatimiento.
Te equivocarás como todos
y no podré culparte:
toda la vida llevo apoyándome
en esta fama de fuerte.
Sólo yo sé que la fama camina
sobre muletas podridas.


*


Contar una historia es fácil.
Las cuentan a los conductores de autobuses
las mujeres que se pintan de más
quizá por aburrimiento.
Las cuentan los camareros
arrancadas a los segundos
que tarda el café en salir a borbotones.
Los niños a la puerta del colegio.
Los periodistas mediocres
para rellenar las hojas y las tardes.
En las consultas se cuentan historias
de puntos abiertos y esguinces mal curados.
Los curas las cuentan los domingos
y las peluqueras a diario
y los vendedores de enciclopedias
si se les abre la puerta.
Pero a mí tanta historia me cansa.
Tanto fue, tanto vino, y se casó, y ha muerto.
Todos hemos ido y hemos vuelto
nos hemos casado y moriremos.

A mí de las historias sólo me interesa
ver sus espaldas cargadas
cuando se dan la vuelta.
Si tienen el pantalón caído
y les asoma el culo.
Si cuando nadie las mira
ellas miran a los ojos de los perros.
Sólo me interesa la historia
que se agacha y recoge del suelo
una colilla de cigarro y se la guarda.

La historia que encuentra un banco
y se sienta y sin que nadie la mire
llora la muerte de las moralejas.



*


Entonces ¿tú también me ves así?
¿Tú también me ves fuerte?
Porque le echo cayena a la comida,
porque bebo como un hombre
(un hombre que bebe mucho)
porque me he horadado el cuerpo
-y el cerebro-
porque he parido a cuatro patas
como una hembra en su guarida
porque okupé en Londres
porque he hablado en público
y he lavado y vestido a mi madre muerta
porque me he rapado el pelo
y lo he teñido de amarillo
porque he dormido sola en el monte
y he puesto a conversar
mi oscuridad con la oscuridad de fuera.
Así que tú también me ves fuerte.
Serás de los que te sorprendas
el día que me desplome;
insistirás en que nunca me viste
dar una señal de debilidad
o de abatimiento.
Te equivocarás como todos
y no podré culparte:
toda la vida llevo apoyándome
en esta fama de fuerte.
Sólo yo sé que la fama camina
sobre muletas podridas.



LA TRINCHERA

Lo malo de la trinchera
no es su húmeda estrechez.
El barro y la sangre abrigan
somos muchos aquí
y las fotos que nos mandaron desde casa 
nunca se desgastan.

Siempre hay tiempo para una partida de cartas.
Para el momento íntimo y juguetón
de despiojarnos.
Alguien que baila al ritmo
de los tableteos lejanos
de las ametralladoras
o un buen imitador de generales 
que nos hace reír.

Lo malo de la trinchera
es que no sabemos cuando
tendremos que abandonarla.



GENERACIONES

Antes de morir, mi madre dijo mamá, ven
mientras me miraba sin verme;
yo dije mamá, quédate
abrazando su cuerpo diminuto
envuelto en pañales y olor a talco;
mi hija dijo mamá, no llores
y me acarició la cabeza consolándome.

Cuando mamá murió, durante unos segundos
no tuvimos muy claros los lazos que nos unían
no supimos quién se había ido
y quién se había quedado
ni en qué momento de nuestras vidas
estábamos viviendo
o muriendo




ORTODONCIA

A través de la alambrada
de mi boca
tus besos tienen el sabor
de la libertad.





Las sumas y los restos (Devenir, 2013)



Voy llenando de trastos y cascotes
la parcela de salvación que os corresponde.

Duele recordar las manos ásperas de mi padre
las miradas de exiliado que mi madre
dirigía al cielo.

Soy cobarde. Os pido perdón.
Me disteis amor, no valentía.

Duele saber que si os hubiera atendido
–nunca me impusisteis vuestra sabiduría–
ahora conocería el nombre de los árboles.
Ya sabíais vosotros que era importante.

Y ahora los recuerdos son entradas
de una enciclopedia que nunca consulto.

Si un día la culpa levantara su vuelo de cuervo
y me dejara espacio para cultivar vuestra memoria.
Quizá en el lugar del remordimiento
acamparían paisajes en los que fui, estuve, he vivido
y así al menos un nombre de árbol vendría a mi mente.

                       
*


Tienen hambre y frío tus mentiras,
padre, como niños de posguerra.
Espías y héroes con sus disfraces 
cruzan decorados de cartón;
y tú no sabes, no quieres saber
que yo no necesito para quererte
a tus espectros de función escolar.

Si tus fantasías disolventes 
no borraran el pasado 
si tus tragicomedias
no deshicieran el camino
que ya hemos recorrido

si no dejaran tus mentiras
este insoportable olor a lejía
esta pulcritud de álbum vacío
si me dejaran recordar
que alguna verdad has tenido que darme
alguna verdad que me guiara hasta aquí.

Y sin embargo sé que sin salvarte
yo peso más, me hundo y me voy al fondo
de nuestra historia. Tengo que salvarte,
padre, recordar lo que otros te hicieron
cuando eras niño, el largo camino enlodado
hasta el colegio, la casa sin ventanas
en la que tu madre murió licuándose entre tus dedos
los cadáveres que te atravesaron la nuca con sus miradas
cuando eras niño, padre, cuando eras niño.

Tengo que recordar que tus mentiras de ahora
son los sueños de otra época, que vuelven a pedir cuentas
como bebés abandonados a la puerta de una iglesia.

                       


I

El canturreo de la lavadora
me acompaña mientras leo.

Mi madre sigue cargando 
todas las lavadoras.

Llegaré con la ropa limpia
aunque sea largo y polvoriento
el camino desde la infancia.


II

Desde que murió 
mi madre me está leyendo..

Ya no soy su hija
Ya no soy una preocupación.

Soy una novela que lee por entretenerse.
Por algún motivo, siente simpatía por la protagonista.

Mamá está disfrutando de la indiferencia.

                            
*


Los platos que me regaló mi madre
están ya deslucidos y pasados de moda.
Cuando hacemos limpieza
nos miran como enfermos agonizantes
que no entienden qué queremos de ellos.

Pero son los platos que me regaló mi madre
que ya nunca volverá a regalarme
nada.

Si un día nos decidiéramos a tirarlos
intentaré escuchar su voz en mi cabeza:
"las cosas, hija, son sólo cosas".

Mi madre no está en un plato.
Mi madre está en el pan que como.

                           
*


Vuestras manos:
que tiraron de una mula
que recogieron la leña
y que curaron heridas
que remendaron sus ropas
que pusieron inyecciones
y que pagaron facturas
que firmaron hipotecas
que removieron las gachas
y levantaron del suelo
a los hijos, que perdieron
guerras y se retorcieron
a causa de la artrosis.

Vuestras manos:
que debieron entender
tan poco de este mundo
que ya no las necesitaba.

A veces las veo en otros
como si fueran un préstamo
como si no se resignaran
a dejar de ser ya útiles.

Vuestras manos:
algún día colgarán
de mis brazos.

Despierta cada día con orgullo
por haberte traído hasta aquí.
Pero para viajar más allá del espejo
arrepiéntete. Arrepiéntete.

Antes de salir al mundo, levanta
un memorial a los ahogados.
Sus cuerpos son los escalones
que te llevan hasta la calle.

             
*


Ramas como brazos
brazos como ramas
que podé para continuar
ligera mi camino

están aquí, me rodean, se apilan
dudo si hacer un fuego
para calentarme
si pasar por alto su carcoma
o rogar que me perdonen 
mi cruel sentido de lo practico.

¿Las tallaré y las llamaré hijas?
¿Serán vigas, techo
cercado, silla, tótem?

Cuando sepa darles
la dignidad de un uso
dejaré de ver formas humanas
en sus sombras.

           
*


Cuando el sol ya sólo se adivina
en su reflejo sobre los pájaros
que vuelan fuera de tu alcance

es la hora de cerrar los oídos
a los gritos que te apremian
y escuchar los ecos que vienen
de lejos para susurrarte:

defiende tus alas.


*

Una mariposa en el vagón de metro.
Príncipe Pío, 31 de agosto, 14,30 horas.

Dejo escritos los datos exactos
porque nadie pareció darse cuenta.

Los periódicos gratuitos
hablaban de asuntos banales.

                  
*


Soy lista como un ángel
los segundos previos
a escribir el poema.

En el poema soy prudente:
cada verso un tablón
para cruzar el abismo.

Lejos del poema soy torpe
y los recuerdos no traen sabiduría
sino imágenes talladas en granito.

No vuelo, ni ando, ni me hundo.
Escribo palabras como barandillas.
Me asomo desde ellas y no me caigo.

                   
*


Hablar, como ejercicio permanente
de dignidad en la retirada;
como apuesta por la retaguardia
para la clasificación de los restos.

Hablar, para que los caídos
sigan teniendo voz en mi locura.

Hablar, sabiendo de lo inútil
de túneles, escondites y escaleras;
sólo por el placer de acariciar
la barandilla, cuanto tú no estás
esperándome arriba, sino que eres
la propia barandilla.

                    
*


Contra la noche no valen paraguas.
Sólo hay intemperie.

Mientras esté oscuro
todos seremos niños.

El escondite no es un juego
cuando nadie puede ver.

                   
*


Hemos Elegido perder eternamente 
para no mancharnos las manos.

No parecemos reparar en 
cómo se mancha la conciencia
mientras nos quedamos quietos.

Cómo se llena de verdín
y se hace resbaladiza.

                   
*


Un día no vas a venir rogando
sino exigiendo lo que es tuyo.
Tus ojos mirarán de frente
y en tu mirada la espera de siglos
se habrá fraguado en inminencia.

Ruego a tus antiguos dioses
y a mi dios que ya no existe
que me concedan la dignidad
para luchar en tu bando.

Y si no lo hago, arróllame:
ya he disfrutado lo que te pertenece.

                  
*


Intento leer en el patio.
Pero demasiado cerca se escucha
en la tele uno de esos programas
en los que la ternura ha cedido paso 
a una pegajosa autocompasión.

Esto tengo que dejar dicho:
amo la vida y sus disfraces de puta
inocente implorando respeto.

Hubo un tiempo en que la vida
y el mundo eran pareja.
Ahora se están divorciando.




Alfabeto de cicatrices (segunda edición, 2013)


LA MADRE DE CLAUDIA
                            
              Para Claudia

Agradezco que tu madre antes de morir
tuviera antojo de un plato de calamares;
así no me sorprendió tanto
que a la mía le diera por cantar coplas
dirigiendo con su mano asarmentada
su dispuesto coro de hijos.

Te agradezco que te emborracharas
con una botella de vino
junto a tu madre moribunda;
cuando yo me emborraché con ron
ya sabía que no había falta de respeto
o necesidad de huida
sino homenaje
casi -tú me entiendes- celebración
y una tristeza sin histerismos
que se parecía a la vida.

Así que aquella noche, cuando me contaste
todo esto mientras cenábamos tacos
recibí una lección magistral:
mira a los ojos de la muerte
y podrás ver lo que nunca viviste:
la infancia de tu madre
la borrachera del tiempo trastocado
la oportunidad de dar las gracias
sin pronunciarlas.

Porque para las madres
todas las palabras
están siempre dichas.
Sólo las risas de sus hijos
las impulsan a volar
hacia la muerte.
                                                       



EN EL AVIÓN

El hombre avanza por el pasillo
se sienta entre la ventanilla y yo
mira un momento hacia fuera
y luego baja la persiana.

Es de esa gente que se conoce
las nubes de memoria.




LOS LOBOS DEL PASADO

Oigo a los lobos del pasado
aullando
aullando tras de mí.

Mientras huyo
trato de recordar si dejé
cepos suficientes
para que ninguno
me alcance.

Miro mis pies
y tiemblo:
nada me asegura
que no esté
corriendo en círculos.
         
         


BUEYES

Si supieras del dolor en mi cuello
no dudarías de que los yugos invisibles
también pesan, y que cada día
del trabajo a casa voy trazando surcos
en los que no habrá de crecer cosecha.
         
         


ESPEJO


Con cada palabra que escribo
lo que en el fondo estoy queriendo decir
es que soy conmovedoramente igual a ti
y que a la vez me siento desesperadamente
distinta

y ahora deja el libro
vete al espejo
y mírame




Economía de guerra, (Ediciones Lupercalia, 2014).


Avanzáis y mi conciencia se estira
hasta ser toda campo de batalla.
Por tierra, mar y calles avanzáis
y sé que no habrá exilio ni tregua
que me libren de este cuerpo a cuerpo.
Sois las decisiones del jarabe amargo
del por tu bien lo hago aunque me duela:
la conquista de las verdes praderas
la ciencia moderna de la tortura
el arte de la violación como arma
la esclavitud de todos los distintos.
Y ahora formáis para el paseíllo
y la foto, escaláis las laderas
de mis lumbares, dejándome la espalda
perdida de estandartes y deshechos.
Yo esgrimo un lirio del valle, el lápiz
que me adorna y ordena las heridas.
Blando un amor que aún sería más grande
si no temiera mirar al matarife
y al cordero. Avanzáis engalanados
con las plumas de firmar sentencias
cheques al portador y nombramientos.
Aprisa reúno mis huestes de niños
bautizados por multinacionales
y me esfuerzo en aprender sus apodos
para ser una más entre los anónimos.
Tengo que perder el miedo a encontrarlos
en un callejón y que me pidan cuentas.
Tengo que enarbolar la rabia rebuscada 
en las basuras y saliros al paso
con un ejército de perros rotos.
Estáis aquí, detrás de mis párpados.
Pensáis que me tenéis por fin rodeada.
Pero hasta aquí os traje porque esto es mío.
Mi cuerpo. Mis delirios. Mis fiebres.
Mis abuelos. Mis amantes. Mis hamacas.
Tengo un nosotros que oponeros.
La historia alternativa, la no dicha.
Son otras nuestras sumas y oraciones.
Tenemos portaaviones de papel.
Ardemos como azules zeppelines.
Yo no soy sólo yo. Os he engañado.


*


Esto era la Crisis:
buscar una sonrisa
no con alegría
sino con desesperación.

Guardarla en el pecho
como un mendrugo de pan.


*


No en el Boletín oficial del estado
ni en diarios o plazas mayores.
No en las novelas ni en los desfiles:
la verdad se ve desde el tren
cuando entra en la ciudad
por la puerta trasera.
Ruinas, cascotes, matorrales
y un niño que saluda con la mano
a los indiferentes desconocidos.


*


Hacía tanto viento:
parecía que hubiéramos enfadado
a un ser mudo con labios y sin grito.

Tanto, tanto viento:
una estampida de sombras
un rechinar de estructuras.

No conseguía saber si nuestro pecado
era haber hecho o no haber hecho nada.


*


Qué poder tengo yo
para ser escudo de nadie
yo que veo mi reflejo
en el iris
de la paloma atropellada
yo que mido mi espanto
con la escala
de los seísmos violentos
yo que no me concedo
ni la tregua
del descanso nocturno.
Y sin embargo
cogeré las riendas
del caballo más salvaje
le daré mis apellidos
al sueño más demente
robaré el tesoro
más caro a la codicia
en el mismo segundo
en que pronunciemos
las palabras mágicas:
"Somos pueblo. 
Hasta aquí hemos llegado.
No aguantamos más".





HAIKUS

dice mi hija:
a color rojo huele
la amapola


*

Tiempo de poda:
caen pesadas las ramas.
Adiós, pasado.


*

voces lejanas:
cuánto lazo y cariño
que me es ajeno


*

abre paréntesis
tañido de campanas
cierra paréntesis


*

silla de piedra:
subiendo por la espalda
un hielo seco


*


madre montaña:
en parto sin dolor
pares colores.


*

sobre la cara
las agujas de lluvia:
acupuntura


*

El corazón:
tormenta solar que rige
mi universo


*

Cielo y vencejos:
agujas que enhebran
el atardecer





.

1 comentario:

  1. Estimado Fernando:
    muchísimas gracias por hacerme hueco (y tan amplio!) en tu blog. Un placer y un honor,

    Ana

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