Lizeth Sevilla
(Zapotlán el Grande, México 1986)
Ha publicado Crónicas Pasajeras (2006) Monólogo de una mujer desnuda (2010) Lamentos de Altamar (2015). En 2012 ganó los Juegos Florales de Zapotlán el Grande y ha dirigido suplementos de culturas populares, revistas independientes de difusión de las culturas populares y coordinado proyectos de educación popular.
Cuarenta y tres cenzontle
Nombrar las aves
En el canto hay silencios que no callan
Luis Armenta Malpica
Ce/Ome/Yei
Venimos a esta tierra de mujeres de barro
nos hicieron de luz y poesía
pero a ellos les incomodaron las flores
rasgaron nuestras ropas
cercenaron nuestros cuerpos
Nahui/Macuilli/Chicuace
Éramos el amanecer en este territorio de esperanzas
de sueños peregrinos
de mares azules y cenzontles
Chicuame/Chicuei/Chicnahui
Pero a ellos les incomodó nuestra lucha
las grietas de nuestros pasos
el eco de nuestra libertad
Mahtlactli/Mahtlactli ihuan ce/Mahtlactli ihuan ome
Derrumbaron la paz de nuestras noches
violaron a nuestras mujeres
se llevaron a nuestros niños
vinieron a llevarse las semillas
y pusieron cruces en nuestra memoria
Mahtlactli ihuan yei/ Mahtlactli ihuan nahui/ Caxtolli
A dónde se llevaron a nuestros hijos
a dónde sus ropas
a dónde su lengua milenaria
A dónde sus juegos de la infancia
A dónde nuestro llanto
Caxtolli ihuan ce/ Caxtolli ihuan ome/ Caxtolli ihuan yei
Ruega por nosotros y por ellos
y por esta puta realidad
ruega por nosotros,
ruega por nosotros
por esta tierra de podredumbre,
burocracia y silencio
de sangre
Caxtolli ihuan nahui/Cempoalli/ Cempoalli ihuan ce
Quisieron callarnos y brotamos de la tierra
y germinamos en la cabeza de un pueblo
en las calles
en los ojos del niño que pide una moneda para un taco
en las pies agrietados del migrante
que hace propias las calles que transita
de esta tierra de miedo
Cempoalli ihuan ome/ Cempoalli ihuan yei/ Cempoalli ihuan nahui
Antes se sembraba maíz criollo, amaranto
se araba la tierra con la planta de los pies
ahora nos sembraron ausencia, rabia
envenenaron nuestras raíces
Cempoalli ihuan macuilli/ Cempoalli ihuan chicuace/ Cempoalli ihuan chicome
De la tierra brota el miedo
anda por los portales de esta ciudad y de todas
se cae la carne y los ladrillos a pedazos
Cempoalli ihuan chicuei /Cempoalli ihuan chicnahui /Cempoalli ihuan mahtlactli
Nos duelen en los ojos
nos duelen en el vientre
en el fruto mancillado de nuestro vientre
el de las madres que somos
y en la garganta que se desgarra
en el corazón que busca y no encuentra
Cempoalli ihuan mahtlactli ihuan ce/ cempoalli ihuan mahtlactli ihuan ome/
Cempoalli ihuan mahtlactli ihuan yei
Ay mis hijos
ay mi gente que mira y calla
ay mis desaparecidos hay tanta
y tanta indiferencia
Cempoalli ihuan mahtlactli ihuan nahui/Cempoalli ihuan caxtolli/ Cempoalli ihuan caxtolli ce/
Nosotros hablábamos el dialecto de las flores
nuestra piel tenía grabada a cincel lucha
lucha en nuestras universidades
lucha en las comunidades rurales
contra el olvido
Cempoalli ihuan caxtolli ome/Cempoalli ihuan caxtolli yei/Cempoalli ihuan caxtolli nahui
Íbamos por la vida dignificando a nuestro pueblo
alzando en nuestras aulas la voz de ellos
el canto de ellos
de vez en cuando olvidábamos el sabor amargo
de esta muerte paulatina que nos propinan a diario a los que venimos
de siglos
de otras latitudes
Ompoalli
Somos los desaparecidos
somos los hijos que no nacieron
porque colapsó el universo
somos los colibríes de cada mujer
que nos extendió sus brazos
el hijo que estaba anunciado y nos arrebataron
Ompoalli ihuan ce
Somos los hijos de la malinche
somos un pueblo rural en un lugar del mapa que quisieron borrar
somos los hijos de nuestros padres
que van en caravana levantando la piel de la tierra
para tener la esperanza de no encontrarnos ahí
donde han sembrado los desaparecidos
Ompoalli ihuan ome
Somos los desaparecidos
somos las bocas que quisieron callar
somos los poetas que nos nombran
los músicos que nos nombran
las mujeres que nos nombran
los hombres que nos nombran
Ompoalli ihuan yei
Somos 43
Fue el estado
Nahui
Espero que cuando yo esté muerto comprendas
que conseguí tanto como pude.
Charles Bukowski
I
Debió ser doloroso Nahui
abrir los ojos en una cama
sin tu mujer al lado
dejar pasar la eternidad
-que te pertenece-
bebiéndote las olas
de un mar dulcísimo
recorrer las plazas comerciales
con ese ejército de ángeles asexuados
que no podrás poseer/
porque en tu nuevo mundo
no está el cuerpo mío
amándote
teniéndote cerca de la piel
que ahora arde y envejece
en esta tierra de misterio y tumbas.
Debió ser extraño mirarte en las aguas
cristalinas
con tu ropaje blanco.
Escuchar mientras caminabas
los murmullos de terceros que te cuestionaron
y desde entonces te condenaron al olvido.
Debiste añorar esos conciertos coreanos
-que sólo tú entendías-
en aquel mundo sin lengua/
los atardeceres en los que Lhasa de Sela
se incrustaba en tus oídos
mientras leías a Platón o a Wittgenstein
y yo tomaba café o agua.
Cómo debió dolerte
no tener en tu mochila el viejo libro
Nietszcheriano
que cargabas en tus viajes,
la colección de Alighieri
que te ponía de malas cuando llegabas al infierno
y salían ese momento tus fantasmas
al filo del atardecer
reclamando tu presencia.
No pude seguirte Nahui
porque me quedé llorando tu ausencia
en esa tarde de julio en que te reventó la vida
y ya no quedaron fuerzas para reclamarle al destino.
Cómo me entume el tiempo Nahui,
el ruido de los carros, el vacío de las noches en vela
esperando que vengas y me expliques
que me digas del neoliberalismo,
del misterio de los cuerpos despojados.
II
Qué le vamos a hacer a la vida
Nahui
si así nos la construyeron
muda
inerte por antonomasia
sin asombro
sin renunciamientos
con el caos agrietándonos los labios para no hablar jamás.
Cómo te explico Nahui el abandono
cómo te curo las heridas
de esa alma tuya
que se ha ido a adolecer
a otros paraísos
cómo te digo a ti
del libre albedrío
si elegiste bien al desafiar las reglas de los mundanos
de los que vamos por la vida creyéndolo todo
el currículo
la lengua
el sexo
los divorcios
III
Nos has dejado para siempre
dolorosos
con el miedo entrando por las uñas
con las lagrimas quemando los rostros
de esos entes que nos miran y callan
con la moral rasgándonos el pecho
y la ciencia atolondrándonos
la vida…
Cómo me harás saber de ese momento
-católico y apostólico que tanto odiaste-
en que vengas y tumbes la puerta
tires los libros
asustes al gato
y me digas con la fuerza del que regresa
que no ha pasado nada…
Hay que volver a dormir…
Un soliloquio
Y como en otras épocas
cuando me viene el amor de golpe
y quiero mirarte a los ojos
morderte los labios
abrir las compuertas de mi entrepierna
para que descifres mis andanzas
me detengo y escribo…
Es probable que un día
no solo te inunden mis palabras…
y entonces vengas a recorrer mi isla
[sin el miedo que eres ahora]
“Monólogos de una mujer desnuda”
En el presente que no te incluye, trazo líneas de tu cara
con el humo del cigarro, te salvo de la abstinencia,
de no imaginarte… del olvido.
Lizeth Sevilla
I
Nuestro amor era un simulacro,
un antifaz del tiempo sobre nuestra memoria,
el amor que hacíamos todos los días
con las ausencias y presencias,
el amor que gastábamos luego en besos
arrancando resuellos pasionales
al raciocinio,
cuando empezábamos a extrañarnos
con un dolor lúdico
en el vientre,
en las manos,
en la boca,
en el silencio
donde hacemos falta,
en la oscuridad:
bendita dualidad del deseo no consumado,
cuando nos enseñamos
la tierra,
el agua,
el viento,
y lo indecible
se descifraba en tus manos
[y en tu boca],
cuando tu lengua resolvía
cálidamente
los misterios de mi cuerpo enardecido
de ti,
de todo.
II
Todas las noches eran de tango,
de violines necios
que han susurrado por los siglos de los siglos
besos graves,
miradas graves,
ausencias graves,
cuerpos sin memoria que siguen creando
en el tiempo, en su espacio,
que se encuentran
y desencuentran.
III
En el presente que no te incluye,
trazo líneas de tu cara
con el humo del cigarro,
te salvo de la abstinencia,
de no imaginarte… del olvido.
Y vivo en un exilio de tu cuerpo,
de tus manos,
tus silencios,
en un exilio imperecedero
sin retorno, sin luz, sin ti,
entre los escombros y las cenizas,
el humo y la noche,
y construyo andamios y colmenas
en mi regazo
donde no duermes…
IV
Te desprendo del celofán que te asfixia
[lentamente]
te sacudo,
existes,
te acaricio con la boca húmeda
imprudente,
muda.
Cruzo las piernas, los dedos,
el alma
y converso contigo,
me fumo tu aliento,
soberanamente me fumo tu aliento,
el aire pesado que respiras confundido.
Y mancillo tu boca
[que no es mía],
muerdo tu boca
y el dolor es dulce.
Hundo mis dedos
en la selva inmortal de tu cuerpo
donde los peces
y el musgo
se adhieren a mi historia.
Te fumo
y de vez en cuando me ahogo,
me asfixio con el murmullo de tu aliento,
y en esa muerte diminuta
donde tu ausencia es utopía
te vuelvo a enseñar
el agua,
los tangos,
la tierra por donde no transitas
.
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