María Egual y Miguel
María Egual y Miguel (Castellón, enero de 1655 - Valencia, 23 de abril de 1735), hija de José Egual Borrás y de Basilia Miguel. Poeta y dramaturga española. En 1676 se casó con Crisóstomo Peris, marqués de Castellfort, y se fue a vivir a Valencia, donde convocó diversas Academias literarias. A su muerte mandó quemar toda su obra, pero se salvaron algunas obras de teatro y diversos poemas.
Obras
El esclavo de su dama. Novela.
Los triunfos de Tesalia. Teatro.
Triunfos de amor en el aire. Comedia con música.
Bibliografía
María Egual, Poesías de la marquesa doña María Egual y Miguel, marquesa de Castellfort. Manuscrito.
1997 Pasqual Mas y Javier Vellón, La literatura barroca en Castellón. María Egual. Obra Completa. Sociedad Castellonense de Cultura.
María Egual y Miguel: la escritora que quemó su obra
Por Silvia Pato
La poetisa y dramaturga española María Egual y Miguel (1655-1735) se casó en 1676 con Crisóstomo Peris, marqués de Castellfort. El matrimonio se instaló en Valencia, ciudad en la que Egual se dedicó a la escritura, celebrando con asiduidad tertulias literarias en su casa.
La autora cultivó todo tipo de géneros literarios. Ejemplo de ello es la novela El esclavo de su dama, la obra teatral Los triunfos de Tesalia o la comedia con música Triunfos de amor en el aire.
Se desconoce por qué, en su ancianidad, la escritora renegó de toda su producción literaria. Hay quien dice que ordenó quemar su obra en el momento de su muerte, mediante disposición testamentaria, por lo que apenas conservaríamos algunas de sus creaciones. Otros aventuran que fue ella misma la que salvó esas pocas creaciones de un incendio, mientras que algunos más afirman que fue su hijo quien rescató las que pudo de las llamas.
Lo cierto es que esos pocos manuscritos que no desaparecieron fueron vendidos a lord Guildford en el siglo XVII, y este los donó a la biblioteca de Sir Thomas Phillips de Londres. Allí permanecerían hasta 1976 cuando fueron subastados en Sotheby’s. Por aquel entonces, la Biblioteca Nacional los compró y la obra de María Egual regresó a su país de origen, siendo rescatada del olvido en el que fueron sumidas tantas escritoras de su época
María Egual y Miguel cuya producción poética ya hemos descrito en páginas anteriores. Entre las obras perdidas se encontraban varias piezas teatrales, que conocemos por referencias coetáneas, y que fueron escritas para representar en su palacio, y cuyo paradero actual ignoramos: dos comedias tituladas Los prodigios de Tesalia y Triunfos de amor en el aire, que se mencionan como «comedias de bastidores con música». Con el mismo destino de estreno privado escribió una Loa para iniciar la función en la que se repuso la comedia del ingenio barroco Agustín de Salazar y Torres También se ama en el abismo.
La revisión del manuscrito de Poesías de María Egual nos ha permitido descubrir cuatro piezas de teatro breve desconocidas hasta el presente: Coloquio entre Nise y Laura, Coloquio de don Juan y Lizardo, Baile de los trajes, y una Loa. El primero es un elemental Diálogo en el que hablan dos personajes femeninos, Nise y Laura. Laura visita a su amiga Nise, recién retornada de la aldea, para contarle las novedades de Valencia, hablar de las modas, de la esclavitud de los peinados, del amor y de los enamorados, del ejercicio de la caza y de otras costumbres de la vida en sociedad. Estas confidencias de amigas, con algunas reflexiones burlescas, están escritas en verso romance (rima í-o), aunque son escasamente poéticas. El diálogo está distribuido de manera asimétrica, ya que es Laura, acaso representante de la autora, quien lleva la voz cantante, salvo en el largo excurso sobre la caza y las historias amorosas que suceden, que está puesto en boca de Nise. Pero Laura dice que no se quedará tranquila hasta que cuente sus males, con lo que se incluye una «Relación de mujer», donde describe circunstanciadamente sus problemas amorosos.
Brevísimo es el Coloquio de don Juan y Lizardo, con la confidencia del segundo de que por su mala fortuna quiere desaparecer de la circulación un tiempo. Su amigo le pide confidencialmente que le cuente sus problemas. La historia se concluye con la «Relación de hombre», en la que Juan narra sus penas amorosas.
Una Loa, compuesta en romance (é-o), cierra el manuscrito por más que en la organización de la función teatral sirviera para abrir el espectáculo. Hablan en ella las siguientes personas: el Ingenio, la Discreción, el Entendimiento, Volupia, la Ignorancia y cuatro zagalas. No se señala escenografía. Se queja la Discreción de que el Ingenio le haya llamado de manera inesperada. Se disculpa diciendo que se había comprometido a escribir una loa pero que le falta el aliento por lo cual le solicita «que me asistas». Es frecuente en las piezas breves este juego metaliterario de convertir la propia creación dramática al menos en uno de los motivos de los que se compone la fábula. Debo recordar que el ingenio habla en masculino, y en ningún momento se sospecha una autoría de mujer, como ocurre en otras piezas de la misma autora. La Discreción se niega a colaborar, mientras la Ignorancia se ofrece a ayudarle. Llama al Entendimiento para que le inspire, que también rechaza el auxilio. La Ignorancia dice sus tonterías y gracias como si fuera un gracioso. Salen cuatro zagalas cantando y bailando:
Dichosa fortuna
y feliz acierto
en el quinto Felipe
nos promete el cielo
dichosa fortuna.
Gozamos pues vemos
del planeta cuarto
los propios reflejos.
Dichosa fortuna
tendremos si el tiempo
nos trae a su esposa
a feliz puerto.
Y así muchas voces
repiten diciendo:
¡dichosa fortuna
nos promete el cielo!
La Ignorancia, caminando siempre por ruta errada, interesa a las zagalas en la ayuda al Ingenio, cosa que rechazan pues no es tal su misión en la obra. Burla burlando la autora ha acabado la pieza, y han cumplido con el rito celebrativo de alguna fiesta de cumpleaños regio ya que se hace referencia a la Reina («discreción y hermosura de nuestra Reina») y a Felipe V. Con todo, las obligaciones del Ingenio se complican, porque superada la prueba de la loa, «que la he hecho de chanza», queda por hacer ahora una comedia por lo cual busca el asesoramiento del Entendimiento y de la Discreción, que no aceptan, quedando el Ingenio «triste, afligido y turbado». La sabia Volupia, diosa del deleite, hija de Amor y de Psiquis, canta una bucólica canción en alabanza de nuestra «reina amada» y finalmente descubren en boca de Zagala 2 que el intento es festejar «la venida de la Reina» con una comedia, para lo cual era preciso iniciar la función con una loa. Para contentar al ingenio poco inspirado, las Zagalas y Volupia prometen que «también haremos la comedia». Y todos bailan, incluido el Ingenio, satisfechos por la celebración festiva y porque finalmente tendrá quienes le ayuden a componer la comedia.
Los bailes se utilizaban para cerrar el festejo teatral. En el Baile de los trajes, compuesto en el usual romance, intervienen Venus, el Amor, tres Mujeres, los hombres. Venus pregunta a Amor la causa de su tristeza, que radica en que no halla remedio a su pasión. Si le explican la causa, ella buscará solución a su mal. Aclara Amor «que no aprovechan mis armas» y por tanto está perdiendo sus poderes desde el momento en que se introdujeron unas modas en España. Aquí interviene la canción del coro recordando la antigua misión que encomendaba a Amor, su dominio del sodio de las deidades, la flecha que hirió a Plutón. Una vez que se relata esto, aparece una Mujer que quiere consultar un problema con Amor. Luego salen Lorenzo y Juan, y completan la escena Amor y la Mujer, en los que no reparan aquéllos. El dios pregunta a la clienta a qué hombre hay que dirigir la flecha que dispara sin éxito. Elige otra flecha mejor, «más ligera y dorada» con punta de oro predispuesta a herir de amor, sin éxito. Ya son casualidades de un teatro imaginativo, ahora los hombres ya reconocen a doña Esperanza. Sale una segunda mujer, «vendiendo lo que dicen los versos» o sea escarapelas. Ambas hablan sobre ello y ajustan los precios, mientras se aproximan los hombres, que discuten del producto y del amor. Venus canta ensimismada:
Buscando vengo al Amor
que ha rato que no le veo,
y está impaciente el deseo,
ausente de su favor.
Digan mis señores
si han visto al Amor.
Los hombres dicen que sí, pero la diosa no se lo cree, por lo que les exige que hagan una descripción del mismo, cosa que llevan a cabo puntualmente. Canta Venus y también el Amor, de nuevo en escena, que se lamenta de sus males: sus flechas siguen sin hacer efecto a causa de los trajes. Venus quiere ayudarle pidiendo favor a Júpiter. Sale una nueva Mujer cantando: La culpa la tienen los trajes, que es necesario cambiar. Venus convoca a todos, con la ayuda de los instrumentos, a un baile. Todos cantan y bailan mientras acaba la acción:
El Amor ha trocado
el arco y el arpón
por el mírame lindo
y pícame el cor.
La venda y las alas
también las trocó
por la escarapela.
El lenguaje es a veces poco pulido, las abundantes reiteraciones de palabras, tal vez si se hubieran editado, habrían desparecido.
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