Keila Vall de la Ville
Caracas, Venezuela 1974. Mi libro de cuentos “Ana no duerme” fue finalista del Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores y publicado en 2008 por esa misma editorial en Caracas. Este libro será reeditado en una versión ampliada por Sudaquia Editores, Nueva York, en el año 2015. Mi poemario “Viaje legado” será también publicado en 2015, por Bid&Co Editores, en Caracas. En el 2014 terminé mi primera novela, “Los días animales”, que aún busca casa. Fundé junto a Kira Kariakin lecturas mensuales tituladas Jamming Poético, celebradas desde el 2011 en el Ateneo de Caracas, y resultantes en una Antología: “102 Poetas en Jamming” (Oscar Todtmann Editores, 2014). Participé en la III Semana de la Nueva Narrativa Urbana y obtuve menciones especiales en el VII Concurso Nacional de Cuentos SACVEN y en la IV Edición del Premio de Cuento Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores. Escribí las biografías de los Premios Nacionales de Fotografía Ricardo Armas (en imprenta) y Antolín Sánchez (2011). Mi trabajo aparece en distintas antologías: “Miradas y palabras sobre Caracas, para bien o para mal” (Una Sampablera 2013), “Cuentos contados” (NYU 2013), “De qué va el cuento” (Caracas 2011), y en las compilaciones de la “Semana de la Nueva Narrativa Urbana”, el “Concurso Nacional de Cuentos SACVEN”, y el “Premio de Cuento Policlínica Metropolitana” (Caracas), además de en distintas páginas web y revistas digitales. Mi trabajo ha sido publicado también en la Revista Imanhattan de la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York, en las plaquettes de diseño y poesía Mermeladas para llevar 1 y 2, de las cuales soy coeditora. He estudiado cine, narrativa y poesía en diversos talleres en Venezuela y Estados Unidos. Me gradué como Antropóloga (UCV), Magister en Ciencia Política (USB), MFA en Escritura Creativa (NYU), y MA en Estudios Hispánicos (Columbia University).
Blog: http://keilavall.com/keila-vall-de-la-ville/
Pasaporte
Hay objetos
que son puente
y que son llave.
No hace falta explicar.
Hay objetos
que son viaje.
Una esfera
verde y brillante
un chocolate oscuro con sal marina
brunello di montalcino a las doce y veinticuatro.
Hay objetos que son llave.
Tomo este pequeño planeta
toco
o imagino
su superficie rugosa, lisa, herida.
Cierro los ojos.
Aparezco en la terraza
de un lugar en Caracas
Veo plantas tras el cristal.
Mi fruta pasaporte
me recuerda que
una mesa de noche me espera
allí él descansa mientras llego.
Es un ancla
a aquel patio
en cada puesto un cuaderno
una carpeta con liga
un lápiz
y yo.
Un limón.
Pasaporte cable a tierra puente y llave
esfera
verde brillante
rugosa o lisa.
Me recuerda
de dónde vengo
y que no me voy.
Hay pasaportes
de
pasaportes.
Sentidos
Así como de pronto uno ve la música,
oye el color…
Roberto Juarroz
I.
Dios me queda entre las cejas
y el centro del pecho.
Allí no es sólo músculos
huesos
sangre.
Dios me queda allí.
II.
Por la manera en que me nombras
(hay algo que dices, o será la forma,)
sé de precipicios.
Es cuestión de la palabra.
Si me llamas mujer
o si pronuncio
cierto número
junto a la palabra
chocolate,
puedo no mirar
y con todo,
saber que se derrite,
se vuelve pasta.
Puedo imaginar
mi lengua aprisionada,
revolviéndose en sí,
soltando líquidos.
III.
no todo lo que parece es,
pero a veces ayuda.
Reunión
Yo soy sola
pero tengo amigas
que recitan poemas.
Tengo una mordida, me recuerdan.
Yo soy sola, es cierto,
pero ellas dicen cosas como
una más una somos la misma,
mi lucha por no perderme se escribe igual,
no te olvides
de ti
hablemos con un café.
Yo soy sola, tienes razón que soy sola
pero tengo amigas que dicen
de tanto ser mujer a veces quisiera ser hombre para al menos tener razón.
Se me hermanan
al pronunciar palabras como
cansancio
teta
puré
sexo.
Yo soy sola.
Me lo recuerdas
como si eso te diera fuerza cuando olvidas mi nombre.
Recitan poemas, sabes?
hay una que me mira en silencio y asiente,
otra responde adiós se me quema esto hablamos luego,
de tanto cocinar desempolvar postergar quisiera huir me dice,
pero tengo este amor
esta mordida.
Algunas nostalgian y aunque se fueron me dicen queda, quédate.
Una se desconoce,
está abrumada y lo aprovecha para no decir esta soy yo,
se oculta tras la niebla del quehacer.
Estas amigas
a veces no saben cómo dividirse
creen que pueden y sufren por no saber.
Como si un pie pudiese andar por su cuenta mientras el corazón camina otra ruta.
No es posible.
Lo aprenden y me advierten que soy
unasolapieza
y que de cierta misteriosa manera,
somos ellas y yo, la misma.
Así que en mi andar de pie
están todas ellas.
Fueron y serán antes del tiempo.
Higos costura quimioterapia,
in vitro
divorcio abandono falsedad,
disfraz de ángel
hielo
todo lo viven y lo ganan.
Yo soy sola pero menos sola cada vez
porque sé pronunciar palabras como ayúdame
consejo
estoy
per
di
da.
Auxilio.
Sé decir no sé.
Así como me quedé con el amor
así como alguna vez huí de mí y he vuelto
me quedo ahora con ellas también. No las suelto.
Eso que somos se convierte en la cueva que me cobija.
Estamos pintadas, pintamos en las rocas de esa cueva.
Podría seguir contando
como esta periferia se me acompaña,
pero un niño llora y me busca
para que haya vida hago falta,
así que
me
voy.
Love (abismo)
A veces imagino
la vida sin tí
y es un recuerdo roto.
Abismo 2
Recuerdo roto
visión-abismo en la piel
vientre girado, náusea
suspiro mutilado
vértigo.
Inhalación guillotina.
Cuando imagino que ya no estás.
Zodíaco
Hay algo perverso en mí
malditas células malditas
me comen
me dañan
me acaban.
Hay algo perverso
en mí.
Me atraviesa la memoria
me pierde la cabeza
y olvido cómo decir… eso que está allí
no, eso no.
Lo otro.
Teléfono.
No es un signo zodiacal.
Estoy loca o eso creen
quienes vienen y sonríen
y me dicen que todo estará bien.
Yo respondo
sé
que
estoy
muriendo.
A ratos sé.
Dices guanábana
rompes calendarios
hablas del mundo
lees la prensa para mí.
Dices masaje
manicurista.
Fibra.
Otras cosas más.
Eres
la que hice mujer
a fuerza de cafés y mesa redonda
a fuerza de palabras
y mirada incisiva.
Te defendí.
Ahora te dejo
para morir.
RIVERSIDE DRIVE
El auto se detiene frente al edificio de molduras y techos altos.
Abre la puerta el conductor
viejos pantalones de caqui, zapatos deportivos
camiseta gris vegetación.
Pesado organiza la cajuela
hace espacio.
Espera enlazado a la hiedra
que abraza al edificio con vista al parque.
Parece que pierde el tiempo. Se anuda al paisaje.
Sin moverse espera
algo
una mujer sensatamente informal, en sincronía cromática
con el hombre y la arquitectura,
las aceras,
la vida de Riverside a la que asoma desde la ventana
todas las mañanas con el café.
Sesenta años al menos sobre los hombros caídos
en cada hebra del cabello rubio ceniza.
Esposo y Esposa no recuerdan dónde eligieron el vestuario
que los espeja. Sus botas, cuando llueve, son del mismo color.
Las biografías se reformulan en las siluetas
y en los abismos del otro.
No saben cuándo comenzaron a desviar la mirada
para no discutir, no reparar en el flirteo hacia la mesa contigua
disfrutar, con sensatez, de la cena. Tantos años
trajinando juntos el saberse
hace agua una que otra vez.
Esposo recibe el equipaje de su mujer
sin pronunciar palabra
no gesticula nadie
nada.
Esposa se sienta de copiloto. No voltea a mirar.
No hay que mirar cuando se adivina sin esfuerzo
el próximo gesto
de un viernes cómodo
igual a los demás.
Son los de la casa
donde los hijos llegan esporádicos a pelear
a lavar
a comer pastel
a exigir discreción.
Fueron los de las manos bajo el mantel buscando muslos
los de las faldas enrolladas, húmedas
en desorden silencioso. El cierre se bajaba fácil
en cualquier escalera de la universidad.
Pero Esposo y Esposa ya tantearon disimulados las rodillas de alguien más,
ya limpiaron sus labios en el ascensor
antes de seguir el día. Ya se ducharon al llegar a casa, antes de cenar
ocultaron olores acres y dulces, cubrieron bajo un edredón pesado
la sospecha.
Esposa conoce las prohibiciones
gastronómicas de él. La gastritis, la úlcera y demás. Esposo sabe
que treinta minutos de meditación diaria
la centran.
En el auto van certeros a la cabaña
cargados de libros, dos botellas de vino
el plato preferido que comparten,
una lasagna.
Tantos años compartiendo también
la vacación que reconforta.
Comienzan a irse a la pausa amable
los esposos se están yendo
rastrillarán hojas secas
en bolsas grandes dispondrán la alfombra naranja
se prepararán para el invierno despejados de cualquier lugar común
sobre el final.
Más hermanos cada vez
se alejan.
Son sólo una pequeña marca en la calle sinuosa
que habitan.
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