Anna Seward
Anna Seward (12 de diciembre de 1747 – 25 de marzo de 1809) fue una poetisa inglesa, también conocida como Swan of Lichfield.
Seward fue la hija mayor de Thomas Seward (1708-1790), un escritor. Nació en Eyam, Derbyshire, y pasó casi toda su vida en Lichfield, comenzando a escribir poemas desde una corta edad, en parte debido a la instigación de Erasmus Darwin. Sus versos incluyen elegías y sonetos, siendo la más conocida de sus obras Poems on Subjects Chiefly Devotional (1760). También escribió una novela poética, Louisa, de la cual se publicaron cinco ediciones. Los libros de Seward, los cuales incluyen un gran número de cartas, han sido descritos como "novedosos". Horace Walpole ha dicho que "no tenía imaginación, no aportaba nada nuevo". Fue elogiada, sin embargo, por Mary Scott.
Entre 1775 y 1781, Seward fue invitada y participante en las reuniones de Anna Miller en Batheaston. Pese a que las reuniones fueron catalogadas como superficiales, fue allí en donde se reconoció el talento de Anna y que su trabajo se publicó en el volumen anual de poemas escritos durante las juntas, una deuda que reconoció en su Poem to the Memory of Lady Miller (1782).
Sir Walter Scott editó las Obras Poéticas de Seward en tres volúmenes (Edimburgo, 1810). En ellas añadió un memorial de la autora, añadiendo extractos de su correspondencia literaria. Evitó, no obstante, editar la mayor parte de las cartas, las cuales fueron publicadas en seis volúmenes por A. Constable como Letters of Anna Seward 1784-1807 (Edimburgo, 1811). Seward también escribió Memoirs of the Life of Dr Darwin (1804).
En una época en que las mujeres tenían que dirigirse con cuidado en la sociedad, Seward logró cierto reconocimiento. En sus obras, podía ser malévola o bromista en forma alternativa, como en su poema titulado Portrait of Miss Levett, como una belleza de Lichfield casada con el Reverendo Richard Levett.
Como amiga de toda la vida de la familia Levett de Lichfield, Seward notó en sus Memoirs of the Life of Dr. Darwin que tres de los ciudadanos principales de la ciudad habían sufrido un accidente con sus carruajes y se habían lastimado las rodillas el mismo año. Seward escribió "No se recuerda mayor desgracia en la ciudad, ni ha ocurrido nada similar en los años posteriores".
LA VIOLACIÓN DE LA BELLEZA PASTORIL
DE COALBROOKDALE
Escena de gracia superflua
y malgastada Belleza
¡oh, Coalbrook, violado
en la hora poco propicia
para el encanto y las canciones!...
El Hada de tus sombras quedó dormida
entre tus cañadas y caminos verdes;
entre tus arroyos, rocas, colinas y fuentes,
corrompida por Pluto.
A la vez, unas tribus oscuras
invadieron tus sacros parajes;
románticos y quietos refugios
de la Ninfa silvestre;
la misma que hace tiempo
vagaba entre los árboles,
mientras las Náyades, con su piel perlada,
reclinadas sobre aguas cristalinas,
trenzaban sus rubias guedejas.
¡Pero hoy tu reino, silencioso y fragante,
Vemos usurpado por Cíclopes!
¡Escuchad, cómo chilla en tonos confusos
su llena barcaza,
cómo rechinan sus monstruosas máquinas
al pasar por los cautos manantiales,
mientras los eternos fuegos rojos
con umbrío ardor
chiporrotean en todas tus colinas!.
Anna Seward, una revolucionaria de las letras y el amor
Por IRANTZU MONTEANO
Anna Seward fue una escritora y poetisa inglesa que vivió entre los años 1747 y 1809. Miembro de la clase media-alta, fue la única heredera de Thomas Seward, célebre canónigo de la catedral de Lichfield, lo que le reportó una cómoda situación económica y la posibilidad de ser una mujer autónoma. De esta forma, Anna nunca contrajo matrimonio, procurándose una vida independiente y creativa en un momento en el que casarse era la única experiencia vital de acceso a la sociedad que les estaba permitida a las mujeres. Célebres son sus comentarios contrarios al matrimonio y muy críticos con los libros de conducta femeninos, publicaciones muy populares en la entonces Inglaterra victoriana.
Perteneció a un círculo amplio y sólido de escritores y hombres de letras, algo extraordinario para una mujer de su tiempo. Lichfield, su lugar de residencia, fue un importante centro literario y ella tuvo la opción de disfrutar de las oportunidades que ello reportaba. De estos momentos gozó junto a Erasmo Darwin, abuelo de Charles Darwin, Thomas Day o Richard Llovel Edgeworth, padre de la también escritora María Edgeworth. Apadrinada por Walter Scott, el célebre poeta mismo se encargaría de publicar las obras de la poetisa tras la muerte de esta y le confirió el privilegio de escribir el prólogo de una colección de sus mejores poemas, que se editaron en tres volúmenes. El autor siempre elogió su poesía, que definió como “extraordinariamente profunda”. Anna se codeó con intelectuales de gran peso y fue una mujer intelectualmente activa.
Mostró siempre una actitud muy antiheterosexual y muy contraria al matrimonio, negándose en repetidas ocasiones a contraerlo a pesar de que recibiera numerosas ofertas. Ello no la convierte en lesbiana, evidentemente, pero sí que nos la presenta como una mujer diferente que se atrevió a subvertir el orden y a tratar de desarrollar su identidad de mujer más allá del ideal femenino convenido para la época. Su escritura siempre fue más convencional que sus ideas, profundamente revolucionarias para ese momento, pero aun así la poetisa fue capaz de mostrar una dimensión nueva del sentimiento femenino y, a día de hoy, sirve de inspiración para muchas autoras y lectoras, lesbianas y también heterosexuales. La dimensión de deseo y pasión con la que bañó su poesía resulta pues inspiradora para la mujer contemporánea porque describe partes de la subjetividad femenina e indaga en el interior de las mujeres como pocas autoras de su tiempo supieron hacer.
Anna desarrolló una poesía de estilo romántico, tendente hacia cierto sentimentalismo que la crítica sancionaría en ciertos momentos, pero el valor de su literatura es innegable y el poder que eso le otorgó como mujer para desarrollar un talento que venía fortaleciendo desde niña profundamente revolucionario. La autora creó una forma nueva de escribir y así una nueva forma de ser mujer y de amar como mujer.
En este sentido, uno de los temas que más desarrolló en su escritura fue el amor. Anna Seward puede ser considerada como uno de los importantes exponentes del amor romántico moderno, aunque ella trascendiera el esquema heterosexual y ampliase las máximas del mismo como ideal a otro tipo de relaciones, como la amistad entre iguales o la amistad entre familiares. De ahí que la exaltación del deseo se columpie siempre entre el amor sexual y el amor casto, pero lo cierto es que su expresividad y el deseo que manifestó en sus obras de forma constante la convierten en una escritora y en una mujer diferente. Fue ella quien dio mayor impulso a lo que en la Inglaterra decimonónica se denominó la “amistad romántica”, un tipo de amistad pasional no sancionada por la opinión pública que daba opción al lenguaje acalorado y romántico entre dos amigas. La amplia colección de cartas personales que se conservan, en las que puede apreciarse una interesante y permanente demostración de pasión por algunas de sus amigas, es muy interesante. En realidad nunca podremos aclarar con rotundidad si lo que Anna expresaba era un intenso sentimiento amoroso o pasión lesbiana, pero lo cierto es que trece años después de la muerte de su amiga Honora Sneyd, amiga con la que compartió toda su vida y a quien nunca perdonó que contrajera matrimonio, la poetisa seguía dedicándole sus versos.
Honora Sneyd no fue su única musa, aunque sí, sin duda alguna, la más importante. Anna escribió exuberantes poemas sobre Penelope Weston, Miss Mompesson, Miss Fern y Elizabeth Cornwallis, a quien se referiría en cierta ocasión como su “incompartible y secreto tesoro de mi alma”. A finales del siglo XVIII trabaría amistad con las célebres Damas de Llangollen, Eleanor Butler and Sarah Ponsonby, que alcanzaron cierta fama en la época por huir juntas y por quienes Anna profesó siempre una gran admiración y a quienes visitaba con frecuencia. Para ellas escribió el poema titulado Llangollen Vale, un tributo poético hacia las damas del norte de Gales, que vanagloriaba además de los atractivos del valle, la poderosa relación que mantenían aquellas dos mujeres que compartieron sus vidas durante cincuenta años.
mirales.esAnna fue una mujer educada en un clima de libertad de pensamiento y de acción para las mujeres muy poco convencional para la época. Su escritura esconde un profundo anhelo de autodeterminación, algo poco habitual para una mujer victoriana, y aparece envuelta, siempre, en un intenso sentimiento interior de deseo y admiración por muchas de las mujeres que pasaron por su vida. La historia de la literatura universal parece haber olvidado el valor de sus escritos pues rara vez aparece dentro de la relación de grandes autores de los siglos XVIII y XIX, pero la intensidad que guarda la correspondencia personal que entabló con muchas de sus amistades femeninas, y también con las grandes personalidades de su tiempo, que se conserva y está editada en varios idiomas, trasciende al tiempo y a la memoria y nos la hace, para una reconstrucción de la historia del lesbianismo, profundamente contemporánea.
Odes From Horace. - To Apollo. Book The First, Ode The Thirty-First.
What asks the POET, when he pours
His first libation in the Delphic Bowers?
Duteous before the altar standing,
With lively hope his soul expanding,
O! what demands he, when the crimson wine
Flows sparkling from the vase, and laves the golden shrine?
Not the rich and swelling grain
That yellows o'er Sardinia's isle;
Nor snowy herds, slow winding thro' the plain,
When warm Calabria's rosy mornings smile;
Nor gold, nor gems, that India yields,
Nor yet those fair and fertile fields,
Which, thro' their flow'ry banks as calm he glides,
The silent [1]Liris' azure stream divides.
Let those, for whom kind fortune still
Leads lavish tendrils o'er the sloping hill,
Let such, with care their vineyard dressing,
Their bursting grapes assiduous pressing,
Gather, self-gratulant, the costly store,
And of the future year propitious suns implore!
May luscious wines, in cups of gold,
Oft for the wealthy Merchant flow!
Nor let cold Thrift those plenteous draughts withhold
That prosperous Commerce shall again bestow.
The flowing bowl he safely drains,
Since every favouring God ordains
That more than [2]once, within the circling year,
His prow shall o'er the smooth Atlantic steer.
Me, let tawny olives feed!
Me, lenient mallows from the simple mead!
Son of Latona, grant the blessing,
That, a cloudless mind possessing,
And not infirm of frame, in soft decay,
Cheer'd by the breathing lyre, my life may pass away!
Odes From Horace. - To Barine. Book The Second, Ode The Eighth.
BARINE, to thy always broken vows
Were slightest punishment ordain'd;
Hadst thou less charming been
By one grey hair upon thy polish'd brows;
If but a single tooth were stain'd,
A nail discolour'd seen,
Then might I nurse the hope that, faithful grown,
The FUTURE might, at length, the guilty PAST atone.
But ah! no sooner on that perjur'd head,
With pomp, the votive wreaths are bound,
In mockery of truth,
Than lovelier grace thy faithless beauties shed;
Thou com'st, with new-born conquest crown'd,
The care of all our Youth,
Their public care; - and murmur'd praises rise
Where'er the beams are shot of those resistless eyes.
Thy Mother's buried dust; - the midnight train,
Of silent stars, - the rolling spheres,
Each God, that list'ning bows,
With thee it prospers, false-One! to profane.
The Nymphs attend; - gay Venus hears,
And all deride thy vows;
And Cupid whets afresh his burning darts
On the stone, moist with blood, that dropt from wounded hearts.
For thee our rising Youth to Manhood grow,
Ordain'd thy powerful chains to wear;
Nor do thy former Slaves
From the gay roof of their false Mistress go,
Tho' sworn no more to linger there;
Triumphant BEAUTY braves
The wise resolve; - and, ere they reach the door,
Fixes the faltering step to thy magnetic floor.
Thee the sage Matron fears, intent to warn
Her Striplings; - thee the Miser dreads,
And, of thy power aware,
Brides from the Fane with anxious sighs return,
Lest the bright nets thy beauty spreads,
Their plighted Lords ensnare,
Ere fades the marriage torch; nay even now,
While undispers'd the breath, that form'd the nuptial vow!
Odes From Horace. - To Licinius Murena. Book The Second, Ode The Tenth.
Not always, dear Licinius, is it wise
On the main Sea to ply the daring Oar;
Nor is it safe, from dread of angry Skies,
Closely to press on the insidious Shore.
To no excess discerning Spirits lean,
They feel the blessings of the golden mean;
They will not grovel in the squalid cell,
Nor seek in princely domes, with envied pomp, to dwell.
The pine, that lifts so high her stately boughs,
Writhes in the storms, and bends beneath their might,
Innoxious while the loudest tempest blows
O'er trees, that boast a less-aspiring height.
As the wild fury of the whirlwind pours,
With direst ruin fall the loftiest towers;
And 't is the mountain's summit that, oblique,
From the dense, lurid clouds, the baleful lightnings strike.
A mind well disciplin'd, when Sorrow lours,
Not sullenly excludes Hope's smiling rays;
Nor, when soft Pleasure boasts of lasting powers,
With boundless trust the Promiser surveys.
It is the same dread Jove, who thro' the sky
Hurls the loud storms, that darken as they fly;
And whose benignant hand withdraws the gloom,
And spreads rekindling light, in all its living bloom.
To-day the Soul perceives a weight of woe; -
A brighter Morrow shall gay thoughts inspire.
Does [2]Phoebus always bend the vengeful bow?
Wakes he not often the harmonious lyre?
Be thou, when Danger scowls in every wave,
Watchful, collected, spirited, and brave;
But in the sunny sky, the flattering gales,
Contract, with steady hand, thy too expanded sails.
Sonnet I.
When Life's realities the Soul perceives
Vain, dull, perchance corrosive, if she glows
With rising energy, and open throws
The golden gates of Genius, she achieves
His fairy clime delighted, and receives
In those gay paths, deck'd with the thornless rose,
Blest compensation. - Lo! with alter'd brows
Lours the false World, and the fine Spirit grieves;
No more young Hope tints with her light and bloom
The darkening Scene. - Then to ourselves we say,
Come, bright IMAGINATION, come! relume
Thy orient lamp; with recompensing ray
Shine on the Mind, and pierce its gathering gloom
With all the fires of intellectual Day!
Sonnet II.
The Future, and its gifts, alone we prize,
Few joys the Present brings, and those alloy'd;
Th' expected fulness leaves an aching void;
But HOPE stands by, and lifts her sunny eyes
That gild the days to come. - She still relies
The Phantom HAPPINESS not thus shall glide
Always from life. - Alas! - yet ill betide
Austere Experience, when she coldly tries
In distant roses to discern the thorn!
Ah! is it wise to anticipate our pain?
Arriv'd, it then is soon enough to mourn.
Nor call the dear Consoler false and vain,
When yet again, shining through april-tears,
Those fair enlight'ning eyes beam on advancing Years.
Sonnet XIII.
Thou child of NIGHT, and SILENCE, balmy SLEEP,
Shed thy soft poppies on my aching brow!
And charm to rest the thoughts of whence, or how
Vanish'd that priz'd AFFECTION, wont to keep
Each grief of mine from rankling into woe.
Then stern Misfortune from her bended bow
Loos'd the dire strings; - and Care, and anxious Dread
From my cheer'd heart, on sullen pinion, fled.
But now, the spell dissolv'd, th' Enchantress gone,
Ceaseless those cruel Fiends infest my day,
And sunny hours but light them to their prey.
Then welcome Midnight shades, when thy wish'd boon
May in oblivious dews my eye-lids steep,
THOU CHILD OF NIGHT, AND SILENCE, BALMY SLEEP!
July 1773.
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