Alison Hawthorne Deming
Poeta y ensayista Alison Hawthorne Deming nació en Connecticut en 1946 y recibió una maestría de la Universidad de Vermont College. Ella es autora of Rope (Penguin, 2009); Genius Loci (2005); The Monarchs: A Poem Sequence (Louisiana State University Press, 1997); and Science and Other Poems (1994), que fue seleccionada por Gerald Stern, para recibir el 1993 Premio Walt Whitman.
Directora de la Universidad de Arizona Centro de Poesía desde 1990 hasta 2000, es actualmente profesora asociada en Escritura Creativa en la Universidad de Arizona y vive en Tucson.
Escalera al cielo
La reina engorda bajo mi casa
mientras drones infestan las paredes
reconocimiento para saciar su exceso,
madera arrancada de tablas y vigas.
Pagaré para taladrar la losa y arruinar
su nido pestilente. ¿Cómo encontrar
la canción en las oraciones de hoy?
he sido acusada de oscuridad
por mi luz interna. Mi hermano se sienta
en la silla de la quimio para otro largo día
de infusión tóxica, la casa de su cuerpo-
huesos, cerebro y huevos temblando
me siento en mi carro escuchando
a Robert Plant recordando cómo lo ingleses
envidiaban a los americanos por haber recibido
el blues, obtenerlo todo, en canciones.
Recuerdo el sueño donde
hermano y hermana, adultos e iguales,
delgados y blancos como lirios, tan desnudos,
bucearon en el agua de montaña, agua oscura,
gran elevación, abetos creciendo
en agua de inundación que había unido
dos lagos como uno. ¿Alguna vez sueñas
con animales?, le pregunto, camilla
viendo hacia una ardilla de madera
en una pared de bloque de cemento.
Frecuentemente. Un aire de alegría sorpresiva. ¿De qué tipo?
Mayormente animales de selva. Entonces: Voy
a hacer mis ejercicios ahora. ¿Qué ejercicios?
Me gusta la caminata, dijo, inmóvil
en su nido de muerte de nueve almohadas.
Entonces cerró sus ojos para convertirse en el ser interior
cuyo única tarea era mantener un camino
de ida y de vuelta dentro de su área.
Versión en español por Esteban López Arciga
Stairway to Heaven
The queen grows fat beneath my house
while drones infest the walls
reconnaissance to feed her glut,
wood ripped from studs and joists.
I’ll pay to drill the slab and ruin
her pestilential nest. How to find
the song in this day’s summons?
I’ve been accused of darkness
by my inner light. My brother sits
in the chemo chair another long day
of toxic infusion, the house of his body—
bones, brain and balls gone skeltering.
I sit in my parked car listening
to Robert Plant recall how the English
envied the Americans for getting
the blues, getting all of it, into song.
I remember the dream where
brother and sister, adult and equal,
lean and white as lilies, as bare,
dove into a mountain lake, black water,
high elevation, fir trees growing
in flood water that had joined
two lakes into one. Do you ever dream
of animals, I ask him, hospice bed
looking out on a plywood squirrel
perched on cement block wall.
Frequently. A lilt of surprising joy. What kind?
Mostly the jungle animals. Then: I’m going
to do my exercises now. What exercises?
I like pacing, he said, immobilized
upon his death nest of nine pillows.
Then he closed his eyes to become the inward one
whose only work was to wear a pathway
back and forth within his enclosure.
Hábitat humano
Hubo quien no quiso alterar el diseño
cuando el mensaje
advirtió un problema masivo con el oxígeno.
Algunos querían vivir de lleno con el riesgo.
Para entonces éramos demasiado débiles para el quehacer diario:
alimentar pollo, palear raíces,
calibrar pH esto N2 lo otro…
se sentía como medía escalada al Everest.
No esperábamos que las abejas
murieran. El cristal bloqueó la luz
de gran onda que las guía.
La tierra de siembra demasiado rica en microbios
El concreto fresco se comió el oxígeno.
Tuvimos problemas de presión,
re-calibrando la máquina. Con huesos cansados
releí mi Aristóteles bajo luz menguante.
El ser es un hecho o un potencial.
El hecho es anterior a la sustancia.
El hombre anterior al chico, el humano anterior a la semilla,
Hermes anterior al cincel golpeando madera.
Hojeé el Turner’s England
dejé el libro abierto en Stonehenge.
Un pastor golpeado por un rayo yace muerto,
perro aullando, muchas ovejas muertas también.
El pintor le dio proporciones enormes
a las nubes sulfurosas montadas por dios
rayos desgarrando un cielo índigo
mientras piedras caídas yacen cercanas
religión muerta, páginas polvosas
fragmentos de hojas marrones se juntan
en la coladera pero no logro cambiar de página
preguntándome qué soy y cuándo
en la historia de mi vida mi vida está sucediendo.
Ahora qué. Ni pastor. Ni catedral.
¿Cómo es entonces que leo amor
en las páginas que yacen abiertas ante mí?
Versión en español por Esteban López Arciga
La reina engorda bajo mi casa
mientras drones infestan las paredes
reconocimiento para saciar su exceso,
madera arrancada de tablas y vigas.
Pagaré para taladrar la losa y arruinar
su nido pestilente. ¿Cómo encontrar
la canción en las oraciones de hoy?
he sido acusada de oscuridad
por mi luz interna. Mi hermano se sienta
en la silla de la quimio para otro largo día
de infusión tóxica, la casa de su cuerpo-
huesos, cerebro y huevos temblando
me siento en mi carro escuchando
a Robert Plant recordando cómo lo ingleses
envidiaban a los americanos por haber recibido
el blues, obtenerlo todo, en canciones.
Recuerdo el sueño donde
hermano y hermana, adultos e iguales,
delgados y blancos como lirios, tan desnudos,
bucearon en el agua de montaña, agua oscura,
gran elevación, abetos creciendo
en agua de inundación que había unido
dos lagos como uno. ¿Alguna vez sueñas
con animales?, le pregunto, camilla
viendo hacia una ardilla de madera
en una pared de bloque de cemento.
Frecuentemente. Un aire de alegría sorpresiva. ¿De qué tipo?
Mayormente animales de selva. Entonces: Voy
a hacer mis ejercicios ahora. ¿Qué ejercicios?
Me gusta la caminata, dijo, inmóvil
en su nido de muerte de nueve almohadas.
Entonces cerró sus ojos para convertirse en el ser interior
cuyo única tarea era mantener un camino
de ida y de vuelta dentro de su área.
Versión en español por Esteban López Arciga
Stairway to Heaven
The queen grows fat beneath my house
while drones infest the walls
reconnaissance to feed her glut,
wood ripped from studs and joists.
I’ll pay to drill the slab and ruin
her pestilential nest. How to find
the song in this day’s summons?
I’ve been accused of darkness
by my inner light. My brother sits
in the chemo chair another long day
of toxic infusion, the house of his body—
bones, brain and balls gone skeltering.
I sit in my parked car listening
to Robert Plant recall how the English
envied the Americans for getting
the blues, getting all of it, into song.
I remember the dream where
brother and sister, adult and equal,
lean and white as lilies, as bare,
dove into a mountain lake, black water,
high elevation, fir trees growing
in flood water that had joined
two lakes into one. Do you ever dream
of animals, I ask him, hospice bed
looking out on a plywood squirrel
perched on cement block wall.
Frequently. A lilt of surprising joy. What kind?
Mostly the jungle animals. Then: I’m going
to do my exercises now. What exercises?
I like pacing, he said, immobilized
upon his death nest of nine pillows.
Then he closed his eyes to become the inward one
whose only work was to wear a pathway
back and forth within his enclosure.
Hubo quien no quiso alterar el diseño
cuando el mensaje
advirtió un problema masivo con el oxígeno.
Algunos querían vivir de lleno con el riesgo.
Para entonces éramos demasiado débiles para el quehacer diario:
alimentar pollo, palear raíces,
calibrar pH esto N2 lo otro…
se sentía como medía escalada al Everest.
No esperábamos que las abejas
murieran. El cristal bloqueó la luz
de gran onda que las guía.
La tierra de siembra demasiado rica en microbios
El concreto fresco se comió el oxígeno.
Tuvimos problemas de presión,
re-calibrando la máquina. Con huesos cansados
releí mi Aristóteles bajo luz menguante.
El ser es un hecho o un potencial.
El hecho es anterior a la sustancia.
El hombre anterior al chico, el humano anterior a la semilla,
Hermes anterior al cincel golpeando madera.
Hojeé el Turner’s England
dejé el libro abierto en Stonehenge.
Un pastor golpeado por un rayo yace muerto,
perro aullando, muchas ovejas muertas también.
El pintor le dio proporciones enormes
a las nubes sulfurosas montadas por dios
rayos desgarrando un cielo índigo
mientras piedras caídas yacen cercanas
religión muerta, páginas polvosas
fragmentos de hojas marrones se juntan
en la coladera pero no logro cambiar de página
preguntándome qué soy y cuándo
en la historia de mi vida mi vida está sucediendo.
Ahora qué. Ni pastor. Ni catedral.
¿Cómo es entonces que leo amor
en las páginas que yacen abiertas ante mí?
Versión en español por Esteban López Arciga
Human Habitat
Some did not want to alter the design
when the failure message
said massive problem with oxygen.
Some wanted to live full tilt with risk.
By then we were too weak for daily chores:
feeding chickens, hoeing yams,
calibrating pH this and N2 that . . .
felt like halfway summiting Everest.
We didn’t expect the honeybees
to die. Glass blocked the long-wave
light that guides them.
Farm soil too rich in microbes
concrete too fresh ate the oxygen.
We had pressure problems,
recalibrating the sniffer. Bone tired
I reread Aristotle by waning light.
Being is either actual or potential.
The actual is prior to substance.
Man prior to boy, human prior to seed,
Hermes prior to chisel hitting wood.
I leafed through Turner’s England ,
left the book open at Stonehenge.
A shepherd struck by lightning lies dead,
dog howling, several sheep down too.
The painter gave gigantic proportion
to sulphurous god rimmed clouds
lightning slashing indigo sky
while close at hand lie fallen stones
dead religion, pages dusty
brown leaf shards gathering
in the gutter yet I cannot turn the page
wondering what I am and when
in the story of life my life is taking place.
Now what. No shepherd. No cathedral.
How is it then that I read love
in pages that lie open before me?
LOS NATURALISTAS
Cuando los naturalistas
ven un montón de excrementos,
corren hacia ellos
como si una rara orquídea
hubiera florecido en su camino.
Desmenuzan
los zurullos desecados
recuperan un grueso
pelo negro de jabalí
o la cáscara de un piñón
como si desenterraran gemas.
Se arrodillan
la nariz en las flores,
a un micrómetro de distancia- flores del vientre,
les llaman, porque se aprecia mejor
lo que hay debajo
si se está acostado. Lomatium,
calabaza búfalo, criptógamas
para ellos son indicios de
parte de la memoria genética
fosilizada en sus cerebros,
una antigua música que intentan
recordar porque,
a pesar de que no pueden
escuchar la melodía, saben
que la podrían cantar
que incluso su propia naturaleza
ira, lujuria, muerte
y terrores parecerían
tan hermosos como las
algas endolíticas
que liberan nitrógeno
en las rocas para que
los enebros puedan ordeñarlas.
http://elestablodepegaso.blogspot.com.es/
Eve Revisited
Pomegranates fell from the trees
in our sleep. If we stayed
in the sun too long
there were aloes
to cool the burn.
Henbane for predators
and succulents when the rain was scarce.
There was no glorified past
to point the way
true and natural
for the sexes to meet.
He kept looking to the heavens
as if the answer were anywhere
but here. I was so bored
with our goodness
I couldn’t suck the juice
from one more pear.
It’s here, I kept telling him,
here, rooted in the soil
like every other tree
you know. And I wove us
a bed of its uppermost branches.
First Encounter Beach
Eastham, Massachusetts
One of the spectators is disappointed
there isn’t a guide to explain
the beaching, the scientists busy
cutting into ninety-four pilot whales
stranded on the salt grass.
No one knows why and, try as the rescue team
might, not one whale will go back to water.
So they’re injected to speed up the dying,
lined up like lumber and sawed into,
except when the black skin splits
we can’t stop staring, their meat is so red.
I don’t want to know why this happens—
what parasite or geomagnetic anomaly
finished their love of motion. Why should
anything have to leave this world
when water can cycle from atmosphere
down to land, the ocean and back
to forgiving sky.
I’m on my way to Connecticut
where my father has a little vegetation
on his heart valve—that’s how the intern
describes it, trying to minimize
the danger of him slipping
into a haze so cold, some nights,
bone-cold, his hand can’t get from
his plate to his mouth.
Rain slicks the highway
slowing me down. The same water
fattened into snow in the woods
of my childhood, the whiteness
unbroken except where my father
cut trails and taught me to ski,
laying down the herringbone behind him
as he broke up hills that left me
with legs made of slush. He wanted me strong,
no patience for pain. No choice
but to find the muscle to follow. Even now
when he boasts how I zigzagged
the breakneck hills in an icestorm,
there’s no hint of my knee-chattering fear,
slats skittering out of control,
each run a victory of luck more than will,
each ride up the lift a prayer for my bones.
I wonder how it is for him now
there in the ward where whiteness can’t hide
the cold blank that’s ahead. When the whales
beached, spectators came like pilgrims,
each new arrival scanning the faces
of those heading back to their cars
to see how it changed them
to survey so much death. Nothing showed.
Their eyes followed the asphalt,
heads bent in private devotion.
There in a room
where others have died, my father
keeps a record of each test and drug.
He watches medicine drip into his arm
and circle in the dark of his blood.
I believe it will heal him, as I believe
in the strength of my blood
to protect me from failures of will. Once
when my grandmother at ninety-six
lay delirious with pneumonia,
pitching on her high horsehair bed,
she saw three crows perched on the dresser.
They smell so awful, she said.
Please, open the window. Let them out.
It was my father who did what she asked.
And the crows flew out, carrying her fever
over the treeline, dissolving into sky,
and she lived. Whatever she saw,
by love, luck or dumb Yankee will,
it was true. That’s what I mean by medicine.
Science
Then it was the future, though what’s arrived
isn’t what we had in mind, all chrome and
cybernetics, when we set up exhibits
in the cafeteria for the judges
to review what we’d made of our hypotheses.
The class skeptic (he later refused to sign
anyone’s yearbook, calling it a sentimental
degradation of language) chloroformed mice,
weighing the bodies before and after
to catch the weight of the soul,
wanting to prove the invisible
real as a bagful of nails. A girl
who knew it all made cookies from euglena,
a one-celled compromise between animal and plant,
she had cultured in a flask.
We’re smart enough, she concluded,
to survive our mistakes, showing photos of farmland,
poisoned, gouged, eroded. No one believed
he really had built it when a kid no one knew
showed up with an atom smasher, confirming that
the tiniest particles could be changed
into something even harder to break.
And one whose mother had cancer (hard to admit now,
it was me) distilled the tar of cigarettes
to paint it on the backs of shaven mice.
She wanted to know what it took,
a little vial of sure malignancy,
to prove a daily intake smaller
than a single aspirin could finish
something as large as a life. I thought of this
because, today, the dusky seaside sparrow
became extinct. It may never be as famous
as the pterodactyl or the dodo,
but the last one died today, a resident
of Walt Disney World where now its tissue samples
lie frozen, in case someday we learn to clone
one from a few cells. Like those instant dinosaurs
that come in a gelatin capsule—just add water
and they inflate. One other thing this
brings to mind. The euglena girl won first prize
both for science and, I think, in retrospect, for hope.
.
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