Luís de Camões
Luís Vaz de Camões o Camoens (Lisboa, c. 1524 — ibídem, 10 de junio de 1580) fue un escritor y poeta portugués, generalmente considerado como uno de los mayores poetas en lengua portuguesa; también escribió algunos sonetos en castellano.
Es poco lo que se sabe de Camões, y ese poco es, aun así y en la mayoría de los casos, dudoso. Habría nacido en Lisboa hacia 1524, de una familia llegada del norte (Chaves), pero eso no es seguro. Los defensores de esa teoría consideran a Simão Vaz de Camões padre y a Anna de Sá e Macedo, madre del poeta.1 Por vía paterna, Camões estaría emparentado con el trovador gallego Vasco Pires de Camões y por parte materna con el navegante Vasco de Gama.
Vivió algún tiempo en Coímbra, donde habría frecuentado las aulas de humanidades, tal vez en el monasterio de Santa Cruz, ya que ahí tenía un tío. Sin embargo, a pesar de que la existencia de ese tío, Bento de Camões, esté documentada, no hay pruebas documentales del paso del poeta por Coímbra. En algún lado, afirman los estudiosos de su vida, habrá adquirido el gran bagaje cultural que demuestra poseer en sus obras.
Regresó a Lisboa, llevando una vida bohemia. Se le atribuyen varios amores, no sólo con damas de la corte y prostitutas, sino hasta con la propia infanta doña María, hija del rey Manuel I de Portugal. En 1553, tras haber sido preso por un altercado, parte a la India,gracias a la ayuda de la humanista, Luisa Sigeo; y este es uno de los pocos hechos de su vida que los documentos corroboran. Se asentó en la ciudad de Goa donde habría escrito gran parte de su obra.
Regresó a Portugal, pero por el camino naufragó en las costas de Mozambique y fue forzado, por falta de medios, a quedarse allí. Fue en Mozambique donde su amigo Diogo do Couto lo encontró, encuentro que se relata en su obra: "tan pobre que vivía de los amigos". Fue Diogo do Couto quien le pagó el viaje hasta Lisboa, a dónde llegó finalmente en 1569.
Pobre y enfermo, consiguió publicar Os Lusíadas en 15721 gracias a las influencias de algunos amigos cercanos al rey Sebastián I de Portugal. Pero incluso la publicación de Os Lusíadas está envuelta en misterio - hay dos ediciones del mismo año y no se sabe cuál fue la primera. En recompensa a los servicios prestados a la patria, el rey le concede una modesta pensión, más incluso esa paga será entregada siempre tarde y no salva al poeta de la extrema pobreza.
En cuanto a su obra lírica, el volumen de sus rimas le fue robado. Así, la obra lírica de Camões fue publicada póstumamente, no habiendo acuerdo entre los diferentes editores en cuanto al número de sonetos escritos por el poeta. Hay diferentes ediciones líricas camonianas y no hay una completa certeza en cuanto a la autoría de algunas de las piezas líricas.
En 1578, Camões oyó de la terrible derrota de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, donde el rey Sebastián murió y el ejército portugués se destruyera por completo. Las tropas españolas se aproximaban a Lisboa para validar las pretensiones de Felipe II al trono portugués, al momento en que el poeta le escribió al capitán general de Lamego que estaba contento no sólo de morir en su país sino con él. Falleció en Lisboa en 10 de junio de 1580; tenía 56 años. Un amigo tuvo que pagar la sepultura. Su tumba, que habría sido colocado cerca del convento de Santa Ana en Lisboa, se perdió en el terremoto de 1755, por lo que se ignora el paradero de sus restos mortales, los cuales no están en ninguno de los dos cenotafios oficiales que le están dedicados actualmente, uno en el monasterio de los Jerónimos, en Lisboa, y el otro en el Panteón Nacional.
Legado
Se le considera el mayor poeta portugués, situándose su obra entre el clasicismo y el manierismo. Algunos de sus sonetos, como el conocido Amor é fogo (Amor es fuego), por el uso de las paradojas, anuncia ya el barroco que se aproximaba.
El Premio Luis de Camoes es el más importante en lengua portuguesa. Fue instituido en 1988 por los gobiernos de Brasil y Portugal.
Obras
1572- Os Lusíadas (texto completo en portugués)
Rimas
1595 - Amor é fogo que arde sem se ver
1595 - Verdes são os campos
1595 - Que me quereis, perpétuas saudades?
1595 - Sobolos rios que vão
Irme quiero madre
Teatro
1587 - El-Rei Seleuco
1587 - Auto de Filodemo
1587 - Anfitriões
1587 - Indie Occcirente
Canción
Mote
Ojos heridos me habéis,
acabad ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resucitéis.
Voltas
Pues me distes tal herida
con gana de darme muerte,
el morir me es dulce suerte,
pues con morir me dais vida.
Ojos, ¿qué os detenéis?
Acabad ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resucitéis.
Canción II
Mote
Irme quiero, madre,
a aquella galera,
con el marinero
a ser marinera
Voltas
Madre, si me fuere,
do quiera que yo,
no lo quiero yo,
que el Amor lo quiere.
Aquel niño fiero
hace que me muera
por un marinero
a ser marinera.
Él, que todo lo puede,
madre, no podrá,
pues el alma va,
que el cuerpo se quede.
con él, por quien muero
voy, porque no muero
voy, porque no muera:
que si es marinero,
seré marinera.
Es tirana ley
del niño señor
que por un amor
se deseche un rey.
Pues desta manera
quiero irme, quiero,
por un marinero
a ser marinera.
Decid, ondas, ¿cuándo
vistes vos doncella,
siendo tierna y bella
andar navegando?
Mas ¿qué no se espera
daquel niño fiero?
Vea yo quien quiero:
sea marinera.
Los Lusiadas
Fragmento
Canto Primero.
Argumento del Canto Primero.
Navegación de los Portugueses por los mares Orientales: celebran los dioses un consejo:
Se opone Baco á la navegacion: Vénus y Marte favorecen á los navegantes: llegan á Mozambique,
cuyo gobernador intenta destruirlos: encuentro y primera función de guerra de los Portugueses
contra los gentiles: levan anclas, y pasando por Quiloa, surgen en Mombaza.
I
Las armas y varones distinguidos,
Que de Occidente y playa Lusitana
Por mares hasta allí desconocidos,
Pasaron más allá de Taprobana;
Y en peligros y guerra, más sufridos
De lo que prometia fuerza humana,
Entre remota gente, edificaron
Nuevo reino, que tanto sublimaron:
II
Y también los renombres muy gloriosos
De los Reyes, que fueron dilatando
El Imperio y la Fé, pueblos odiosos
Del África y del Asia devastando;
Y aquellos que por hechos valerosos
Más allá de la muerte ván pasando;
Si el ingenio y el arte me asistieren,
Esparciré por cuantos mundos fueren.
III
Callen del sabio Griego, y del Troyano,
Los grandes viajes, conque el mar corrieron;
No diga de Alejandro y de Trajano
La fama las victorias que obtuvieron;
Y, pues yo canto el pecho Lusitano,
A quien Neptuno y Marte obedecieron,
Ceda cuanto la Musa antigua canta,
A valor que más alto se levanta.
IV
Vosotras, mis Tajides, que creado
En mí habéis un ingenio, nuevo, ardiente;
Si siempre, en verso humilde, celebrado
Fue por mí vuestro rio alegremente.,
Dádme ahora un son noble y levantado,
Un estilo grandílocuo y fluyente,
Con que de vuestras aguas diga Apolo,
Que no envidian corrientes del Pactolo.
V
Dádme una furia grande y sonorosa,
Y no de agreste avena ó flauta ruda:
Más de trompa canora y belicosa,
Que arde el pecho, y color al rostro muda:
Canto digno me dad de la famosa
Gente vuestra, á quien Marte tanto ayuda:
Que se estienda por todo el universo,
Si tan sublime asunto cabe en verso.
VI
Y vos, ¡oh bien fundada aseguranza,
De la Luseña libertad antigua,
Y no menos ciertísima esperanza
De la estension de cristiandad exigua!
Vos, miedo nuevo de la Máura lanza,
En quien hoy maravilla se atestigua,
Dada al mundo por Dios, Rey sin segundo,
Para que á Dios gran parte deis del mundo:
VII
Vos, tierno y nuevo ramo floreciente
De una planta, de Cristo más amada
Que otra alguna nacida en Occidente,
Cesárea, ó Cristianísima llamada:
Mirad el vuestro escudo, que presente
Os muestra la victoria ya pasada,
En el que os dió, de emblemas por acopio,
Los que en la Cruz tomó para sí propio:
VIII
Vos, poderoso Rey, cuyo alto imperio
El primero ve al sol en cuanto nace,
Y en el medio despues del hemisferio,
Y el último, al morir, saludo le hace:
Vos, que yugo impondreis y vituperio
Al ginete Ismaelita y duro Trace,
Y al turco de Asia y bárbaro gentío,
Que el agua bebe aún del sacro rio:
IX
Breve inclinad la majestad severa
Que en ese tierno aspecto en vos contemplo,
Que luce ya, como en la edad entera,
Cuando subiendo ireis al árduo templo;
Y ora la faz, con vista placentera,
Poned en nos: vereis un nuevo ejemplo
De amor de patrios hechos valerosos,
Sublimados en versos numerosos.
X
Amor vereis de patria, no movido,
Que no es un premio vil ser conocido
Por voz que suba del mi hogar paterno.
Oid; vereis el nombre engrandecido
Por los de quienes sois señor superno,
Y juzgareis lo que es más escelente,
Si ser del mundo Rey, ó de tal gente.
XI
Oíd, que no á los vuestros con hazañas
Fantásticas, fingidas, mentirosas,
Vereis loar, cual hacen las estrañas
Musas, de engrandecerse deseosas:
Las nuestras, no fingidas, son tamañas,
Que á las soñadas vencen fabulosas,
Y con Rugiero á Rodamonte infando
Y, aun siendo verdadero, hasta á Rolando.
XII
Os daré en su lugar un Nuño fiero,
Que hizo al reino y al Rey alto servicio:
Un Égas y un Don Fúas; que de Homero,
Para ellos solos el cantar codicio;
Y por los doce Pares daros quiero,
Los doce de Inglaterra y su Magricio;
Y os doy, en fin, á aquel insigne Gama,
Que de Eneas también vence la fama.
XIII
Y si del Franco Cárlos en balanza,
O de César queréis igual memoria,
Ved al primer Alfonso, cuya lanza
Oscurece cualquiera estraña gloria:
Y á aquel que al nuevo reino aseguranza
Dejó, con grande y próspera victoria,
Y á otro Juan, siempre invicto caballero,
Y al quinto Alfonso, al cuarto y al tercero.
XIV
Ni dejarán mis versos olvidados
A aquellos que en los reinos de la Aurora,
Alzaron, con sus hechos esforzados,
Vuestra bandera, siempre vencedora:
A un Pacheco glorioso, á los osados
Almeidas, por quien siempre Tajo llora:
Al terrible Alburquerque y Castro fuerte,
Y otros, con quien poder no halla la muerte.
XV
Y hora (que en estos versos os confieso.
Sublime Rey, que no me atrevo á tanto)
Tomad las riendas del imperio vueso
Y dad materia á nuevo y mayor canto:
Y empiecen á sentir el duro peso
(Que por el mundo todo cause espanto)
De ejércitos y hazañas singulares,
De Africa tierras y de Oriente mares.
XVI
El Máuro en vos los ojos pone frio,
Viendo allí su suplicio decretado:
Por vos solo el gentil bárbaro impío
Al yugo muestra el cuello ya inclinado:
Tétis todo el cerúleo poderío
Para vos tiene, en dote, preparado:
Que, aficionada al rostro bello y tierno,
Adquiriros desea para yerno.
XVII
Míranse en vos, de la eternal morada,
De los avos las dos almas famosas,
Una en la paz angélica dorada,
Otra en las duras lides sanguinosas;
En vos hallar esperan renovada
Su memoria y sus obras valerosas;
Y allá os muestran lugar, como acá ejemplo,
Que abre al mortal de eternidad el templo.
XVIII
Mas mientras ese tiempo se dilata
De gobernar los pueblos, que os desean
Dad á mi atrevimiento ayuda grata,
Para que estos mis versos vuestros sean:
Y mirad ir cortando el mar de plata
A vuestros argonautas, porque vean
Que son vistos de vos en mar airado;
Y á ser, acostumbraos, invocado.
XIX
Ya por el ancho Oceáno navegaban,
Las inconstantes ondas dividiendo:
Los vientos blandamente respiraban,
De las náos la hueca lona hinchendo:
Blanca espuma los mares levantaban,
Que las tajantes proras van rompiendo
Por la vasta marina, donde cuenta
Proteo su manada turbulenta;
XX
Cuando los Dioses del Olimpo hermoso,
Dó está el gobierno de la humana gente,
Van á verse en consejo majestoso
Sobre futuras cosas del Oriente:
Del cielo hollando el éter luminoso,
Van, por la Láctea vía juntamente,
Convocados de parte del Tonante,
Por el nieto gentil del viejo Atlante.
XXI
Dejan de siete cielos regimiento,
Que por poder más alto les fué dado;
Poder que, con el solo pensamiento,
Cielo y tierra gobierna, y mar airado:
Allí juntos se ven en un momento,
Los que habitan Arturo congelado,
Los que tienen el Austro y partes donde
La aurora nace, el rojo sol se esconde.
XXII
Estaba el padre allí sublime y dino
Que vibra el fiero rayo de Vulcano,
En asiento de estrellas cristalino,
Con semblante severo y soberano:
Exhalaba del rostro aire divino,
Que en divino tornára un cuerpo humano,
Con corona y el cetro rutilante,
De otra piedra más clara que el diamante.
XXIII
Más abajo, en asientos tachonados,
De perlas y oro lúcidos, estaban
Todos los otros dioses asentados,
Según saber y juicio demandaban.
Los antiguos preceden honorados:
Los menores tras ellos se ordenaban;
Y aquí Júpiter alto, de este modo
Dijo, y llenó su voz el cielo todo:
XXIV
«Eternos moradores del luciente
Estrellífero polo y claro asiento,
Si del esfuerzo grande de la gente
Lusa no habéis quitado el pensamiento,
Recordareis que existe permanente,
De los hados escrito anunciamiento;
Por el que han de olvidarse los humanos
De Asirios, Persas, Griegos y Romanos.
XXV
«Ya les fué, bien lo visteis, concedido,
Que un poder, de recursos poco lleno,
Tomase Máuro fuerte y guarnecido
Todo el suelo que riega el Tajo ameno:
Y luego le asistió, contra el temido
Castellano, favor alto y sereno:
Así que siempre, en fin, con fama y gloria,
Victoria consiguió tras de victoria. (...)
¿Qué veré que me contente?
Desque una vez yo miré,
señora, vuestra beldad,
jamás por mi voluntad
los ojos de vos quité.
Pues sin vos placer no siente
mi vida, ni lo desea,
si no queréis que yo os vea,
¿Qué veré que me contente?
Verso ajeno
Vos tenés mi corazón.
Glosa
Mi corazón me han robado,
y Amor, viendo mis enojos,
me dijo: -Fuete llevado
por los más hermosos ojos
que desque vivo he mirado.
Gracias sobrenaturales
te lo tienen en prisión.
Y si maor tiene razón,
señora, por las señales,
vos tenéis mi corazón.
Mote
Ojos, herido me habéis,
acabad ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resucitéis.
Vos tenéis mi corazón
Mi corazón me han robado;
y Amor viendo mis enojos,
me dijo: "Fuete llevado
por los más hermosos ojos
que desque vivo he mirado.
Gracias sobrenaturales
te lo tienen en prisión".
Y si Amor tiene razón,
señora, por las señales,
vos tenéis mi corazón.
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