Juan del Encina
Juan de Fermoselle, más conocido como Juan del Encina —en la grafía actual de su nombre— o Juan del Enzina —en su propia grafía— (Fermoselle, 12 de julio de 1468 – León, 1529), fue un poeta, músico y autor teatral del Prerrenacimiento español en la época de los Reyes Católicos. Perteneció, junto a Juan de Anchieta entre otros, a la primera época de la llamada escuela polifónica castellana, una de las más importantes de España, y que mejor representa la evolución polifónica en este país. Alcanzó gran altura lírica en sus glosas y villancicos.
Como dramaturgo está considerado iniciador y patriarca del teatro español. Su arranque se puede fechar en la Navidad de 1492 cuando representó ante los duques de Alba dos églogas teatrales en que unos pastores anuncian el nacimiento de Cristo.
Su lugar de nacimiento no está claro. Algunos autores lo sitúan en Fermoselle (actualmente en la provincia de Zamora) y otros en alguno de los municipios de la provincia de Salamanca que llevan la palabra encina en el nombre como Encina de San Silvestre o La Encina.
Se graduó en Leyes en la Universidad de Salamanca, donde tuvo como maestros a Nebrija y quizás a su hermano Diego de Fermoselle, que fue catedrático de música. Se formó musicalmente en la capilla de música de la Catedral de Salamanca que dirigió Fernando de Torrijos entre 1485 y 1498, donde entró como mozo de coro en 1484 y ascendió a capellán en 1490. A la muerte de Torrijos, Encina aspiró a su puesto de maestro de capilla, pero finalmente acabó recayendo en su amigo, también autor dramático, Lucas Fernández, lo que llevó a Encina a abandonar España y viajar a Italia.
En 1492 entró al servicio del segundo duque de Alba en cuya corte se encargaría de organizar festejos y escribir comedias y música. En la noche de Navidad de 1492, se representaron por primera vez dos de sus églogas dramáticas, en el castillo de Alba de Tormes. Protegido de don Gutierre, hermano del segundo duque, don Fadrique, vivió en la villa ducal. Tomó posesión por procuración del arcedianato de Málaga.
A partir de 1500 vivió en Roma, donde gozó de la protección de varios papas, entre ellos Alejandro VI, Julio II y León X; este último lo apreció especialmente como cantante y lo tuvo como tal en su capilla. Estuvo viajando de Roma a España varias veces entre 1510 y 1519, hasta asentarse finalmente en León para desempeñar el priorato de la catedral que le concedió el papa en ese último año, en que partió de nuevo, como peregrino, hacia Jerusalén; en el monte Sinaí cantó su primera misa. El viaje está narrado en su Trivagia o Vía sagrada a Hierusalem (Roma, 1521). Murió en León, desempeñando su priorato, en 1529. En 1534 sus restos fueron trasladados a la catedral de Salamanca, donde aún hoy sigue enterrado.
Obra
En su etapa al servicio del duque de Alba, aunque ya componía versos desde los catorce años, escribió entonces varias piezas dramáticas en astur-leonés (concretamente en dialecto sayagués) como en su Auto del repelón, también en verso.
Como humanista tradujo las Églogas de Virgilio, que sirvieron de inspiración para algunas de sus más célebres églogas dramáticas, en especial las pastoriles, como la Égloga de Plácida y Vitoriano, que se considera su obra maestra; es considerado junto con Lucas Fernández y Gil Vicente uno de los patriarcas o fundadores del teatro español. Escribió una preceptiva o Arte de trovar, y como poeta destacan especialmente sus villancicos y composiciones en la línea de la lírica cancioneril y trovadoresca en arte menor por encima de las marcadas por la influencia de la escuela alegórico-dantesca (Triunfo de la Fama, dedicado a los Reyes Católicos; Triunfo del Amor, dedicado a don García de Toledo, primogénito de Fadrique Álvarez de Toledo, muerto en el desastre de los Gelves). Se hizo célebre su «Triste España sin ventura», lamento a la muerte del príncipe don Juan, en quien tantas esperanzas habían puesto el pueblo y sus padres, los Reyes Católicos.
Obra literaria
Teatro
Juan del Encina está considerado el patriarca del teatro español renacentista. Publicó en su Cancionero de 1496 ocho églogas dramáticas de carácter religioso o cortesano, protagonizadas por pastores, en principio rústicos (que se expresan en sayagüés, un dialecto convencional y literario con rasgos del leonés) pero que con el tiempo darán lugar a otros más idealizados que entroncan con la literatura pastoril.
En la Navidad de 1492 representó ante los duques de Alba dos églogas en que unos pastores anuncian el nacimiento de Cristo. Las églogas III y IV constituyen un díptico sobre la pasión y resurrección de Jesús. Sin embargo, el asunto típico de sus dramas es profano. La V y VI tratan de comilonas carnavalescas previas a la Cuaresma. El Auto del repelón prefigura los pasos de Lope de Rueda y trata de burlas que unos estudiantes gastan a atemorizados pastores. En las últimas églogas (VII y VIII) los pastores aparecen como rústicos o cortesanos en función de las peripecias de la intriga. La IX, titulada Las grandes lluvias, incorpora aspectos de su realidad histórica y quizá un significado social.
En una segunda época, Encina compone tres obras mucho más desarrolladas: las églogas de Cristino y Febea, la de Fileno, Zambardo y Cardonio y la de Plácida y Vitoriano (1513), considerada su obra maestra, que consta de 2580 versos. En Cristino y Febea se da el conflicto entre el amor cristiano (Cristino) y el pagano (Febea), vencido por esta última, bella ninfa que hace que Cristino escoja el amor profano. La égloga de Fileno, Zambardo y Cardonio es una tragedia en la que Fileno, desesperado por su pasión amorosa hacia Zefira (que no aparece en escena) se suicida a pesar de los esfuerzos de Zambardo y Cardonio para evitarlo.
Portada de la Égloga de Plácida y Vitoriano.
La Égloga de Plácida y Vitoriano es la más compleja de las creaciones dramáticas de este autor, con una intriga más desarrollada, un espacio dramático muy dinámico que combina la naturaleza y la ciudad, la aldea y la corte. Además de los pastores, rústicos (Gil, Pascual), o cortesanos (Plácida, Vitoriano, Suplicio), se incorporan personajes mitológicos (Mercurio y Venus) que tienen un papel funcional en la obra, que yendo encaminada a la tragedia, se convierte en comedia al resucitar Mercurio a Plácida tras haber sucumbido a sus desgracias amorosas. Interviene también el mundo del hampa, con personajes que provienen de la tradición celestinesca: Eritea (trasunto de Celestina) y Fulgencia (de sus pupilas Elicia o Aréusa). Pero, representada ante numerosos cortesanos españoles e italianos, Federico Gonzaga, el embajador español y muchos obispos, no gustó demasiado, pues, según escribió Stazio Gadio al duque de Mantua, "per quanto dicono spagnoli non fu molto bella et pocho delettò al signor Federico".
Obras dramáticas
Aucto del repelón
Égloga de Cristino y Febea
Égloga de Fileno, Zambardo y Cardonio
Égloga de las grandes lluvias
Égloga de Mingo, Gil y Pascuala
Égloga de Plácida y Vitoriano [1] [2]
Égloga representada en la mesma noche de Navidad
Égloga representada en la noche de la Natividad
Égloga representada en la noche postrera de Carnal
Égloga representada en requesta de unos amores
Égloga representada la mesma noche de Antruejo
Representación a la santíssima Resurrección de Cristo
Representación de la Passión y muerte de Nuestro Redentor
Representación sobre el poder del Amor.
Lírica
Cancionero de Juan del Encina: primera edición, Salamanca, 1496; Sevilla, 1501; Burgos, 1505; Salamanca, 1507; Zaragoza, 1512; Zaragoza, 1516, etc.; reimpresión facsímil de la primera, Madrid, Real Academia Española, 1989. Contiene:
Arte de poesía castellana
Paráfrasis de las Églogas de Virgilio
Poesías religiosas y devotas
Poemas alegóricos:
El triunfo de la Fama
El triunfo del Amor
Tragedia trovada a la dolorosa muerte del príncipe don Juan
Poesías de amores y de burlas
Glosas y villancicos
Representaciones dramáticas, incluidas en el apartado de teatro.
Otras
Tribagia o viá sacra de Hierusalem, Roma, 1521.
Del rosal vengo, mi madre...
Del rosal vengo, mi madre,
vengo del rosale.
A riberas de aquel vado,
viera estar rosal granado;
vengo del rosale.
A riberas de aquel río,
viera estar rosal florido;
vengo del rosale.
Viera estar rosal florido.
cogí rosas con sospiro;
vengo del rosale, madre,
vengo del rosale.
Disparates
Anoche de madrugada,
ya después de medio día,
vi venir en romería
una nube muy cargada;
y un broquel con una espada
en figura de ermitaño,
caballero en un escaño
con una ropa nesgada,
toda sana y muy resgada.
No después de mucho rato
vi venir un orinal
puesto por pontifical,
omo tres con un zapato;
y allí vi venir un gato
cargado de verdolagas,
y a parce mihi sin bragas,
caballero en un gran pato
por hacer más aparato. [. ..]
Navegando vi venir
tres calabazas por tierra,
y una azuela y una sierra
tropezando por huir;
vino Beatus vir
en una burra bermeja,
cargado de ropa vieja
con su vara de medir,
bocezando por dormir.
En un puerco, a la jineta,
vi venir a san Zorito,
jugando con un garlito
al juego de la jaldeta;
y la ley de barjuleta
escrita en un cesto de agua,
con unos fuelles de fragua
atizando una trompeta
encima de su carreta.
Levatóse la sardina
muy soberbia con un palo
tras Solibranos a malo,
por medio de una cortina;
y en un monte de cecina
vi cazar una tinaja,
y unos órganos de paja
atestados de cocina
pescando sobre una encina.
Ojos garços ha la niña:
¡quién ge los namoraría!
Son tan bellos y tan bivos
que a todos tienen cativos,
mas muéstralos tan esquivos
que roban el alegría.
Roban el plazer y gloria,
los sentidos y memoria;
de todos llevan vitoria
con su gentil galanía.
Con su gentil gentileza
ponen fe con más firmeza;
hazen bivir en tristeza
al que alegre ser solía.
Fin
No hay ninguno que los vea
que su cativo no sea.
todo el mundo los dessea
contemplar de noche y día.
Las cosas que deseamos...
Las cosas que deseamos
tarda o nunca las habemos,
y las que menos queremos
más presto las alcanzamos.
Porque fortuna desvía
aquello que nos aplace,
mas lo que pesar nos hace
ella mesma nos lo guía:
así por lo que penamos
alcanzar no lo podemos,
y lo que menos queremos
muy más presto lo alcanzamos.
Más vale trocar placer...
Más vale trocar
placer por dolores
que estar sin amores.
donde es agradecido
es dulce morir;
vivir en olvido
aquel no es vivir;
mejor es sufrir
pasión y dolores
que estar sin amores.
Es vida perdida
vivir sin amar;
y más es que vida
saberla emular;
mejor es penar
sufriendo dolores
que estar sin amores.
La muerte es vitoria
do vive afición;
que espere haber gloria
quien sufre pasión:
más vale prisión
de tales dolores
que estar sin amores.
el que es muy penado
más goza de amor;
que el mucho cuidado
le quita el temor;
así que es mejor
amar con dolores
que estar sin amores.
No teme tormento
quien ama con fe,
si su pensamiento
sin causa no fue;
habiendo por qué,
más valen dolores
que estar sin amores.
Amor que no pena
no pida placer,
pues ya le condena
su poco querer:
mejor es perder
placer por dolores
que estar sin amores.
No te tardes que me muero...
No te tardes que me muero,
carcelero,
no te tardes que me muero.
Apresura tu venida
porque no pierda la vida,
que la fe no está perdida.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
Sácame d'esta cadena,
que recibo muy gran pena,
pues tu tardar me condena.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
La primer vez que me viste,
sin te vencer me venciste;
suéltame, pues me prendiste.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
La llave para soltarme
ha de ser galardonarme,
propiniendo no olvidarme.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
Fin
Y siempre cuando vivieres
haré lo que tú quisieres
si merced hacerme quieres.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
Ojos garzos ha la niña...
Ojos garzos ha la niña:
¿quién gelos namoraría?
son tan bellos y tan vivos,
que a todos tienen cativos;
mas muéstralos tan esquivos
que roban el alegría.
Roban el placer y gloria,
los sentidos y memoria:
de todos llevan vitoria
con su gentil galanía.
Con su gentil gentileza
ponen fe con más firmeza,
hacen vivir en tristeza
al que alegre se solía
No hay ninguno, que los vea,
que su cativo no sea:
todo el mundo los desea
contemplar de noche y día.
Reina del cielo
Pues que tú, Reina del cielo,
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, Virgen, que mereciste
ser Madre de tal Señor,
le pariste sin dolor;
pues con nuestro Salvador
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que del parto quedaste
tan virgen como primero;
tú, Virgen, que te empeñaste
siendo virgen por entero;
pues que con Dios verdadero
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que te dicen bendita
todas las generaciones;
tú, que estás por tal escrita
entre todas las naciones;
pues en las tribulaciones
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que tienes por oficio
consolar desconsolados;
tú, que gastas tu ejercicio
en librarnos de pecados;
tú, que guías los errados
y los vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que estabas ya criada
cuando el mundo se crió;
tú, que estabas muy guardada
para quien de ti nació,
pues por ti nos conoció,
si nos vales,
fenecerán nuestros males.
Romance
Yo me estava reposando,
durmiendo como solía.
Recordé, triste, llorando
con gran pena que sentía.
Levantéme muy sin tiento
de la cama en que dormía,
cercado de pensamiento,
que valer no me podía.
Mi pasión era tan fuerte
que de mí yo no sabía.
Conmigo estava la Muerte
por tenerme compañía.
Lo que más me fatigava
no era porque muría,
mas era porque dexava
de servir a quien servía.
Servía yo una señora
que más que a mí la quería,
y ella fue la causadora
de mi mal sin mejoría.
La media noche passada,
ya que era cerca el día,
salíme de mi posada
por ver si descansaría.
Fui para donde morava
aquella que más quería,
por quien yo triste penava,
mas ella no parecía.
Andando todo turbado
con las ansias que tenía,
vi venir a mi Cuidado
dando bozes, y dezía:
«Si dormís, linda señora,
recordad por cortesía,
pues que fuestes causadora
de la desventura mía.
Remediad mi gran tristura,
satisfazed mi porfía,
porque si falta ventura
del todo me perdería.»
Y con mis ojos llorosos,
un triste llanto hazía
con sospiros congoxosos,
y nadie lo parecía.
En estas cuitas estando,
como vi que esclarecía,
a mi casa sospirando
me bolví sin alegría.
Romerico
Romerico, tú que vienes
De donde mi vida está,
Las nuevas de ella me da,
Dame nuevas de mi vida
Así Dios te dé placer,
Si tú me quieres hacer
Alegre con tu venida.
Que después de mi partida
De mal en peor me va.
Las nuevas de ella me da.
Villancico
Madre, lo que no queréis,
vos a mí no me lo deis.
Que bien veis que no es razón
que cative el coraçón
y que ponga mi afición
con quien vos aborrecéis.
Para vos buscáis amores
los más moços y mejores,
y a mí daisme los peores,
los más viejos que podéis.
Si queréis que bien os quiera
y havéis gana que no muera,
en cosa tan lastimera
vos a mí no me habléis.
Fin
Donde no hay contentamiento
siempre bive el pensamiento
lastimado de tormento,
como vos muy bien sabéis.
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