viernes, 8 de agosto de 2014

CÉSAR ANGUIANO SILVA [12.750]


CÉSAR ANGUIANO SILVA

Es ensayista, novelista y poeta. 
Nació en Alcaraces, Cuauhtémoc, Colima en 1966. Estudio la Licenciatura en Administración de Empresas en el Tecnológico de Colima, Maestría en Literatura  Hispanoamericana en la Universidad  de Colima. Editor de la Revista Literaria Replicar, 2010-2011. Entre sus libros se encuentran Safo (Poesía), por la Secretaria de Cultura de Colima, Colección Costa Nativa, La sangre y las cenizas (XXIII Permio de Poesía Jaime Gil de Biedma. Accésit de la Dip. prov. de Segovia: Visor de Poesía, 2013)





La sangre y las cenizas
Visor de Poesía, 2013
XXIII Permio de Poesía Jaime Gil de Biedma. Accésit de la Dip. prov. de Segovia


El año 2010, ante la imposibilidad de hablar con alguien sobre el verdadero significado de "La guerra contra la delincuencia en México" y demasiado impaciente para llevar la crónica de una masacre constante e inmisericorde, decide escribir este poemario:  La sangre y las cenizas. En él se enuncia lo que no debe ser dicho ni escrito. peor aún, intenta sacar de la indiferencia a una sociedad sumisa y mal informada. Un libro que es un reto para todos aquellos que se consideran pensantes, valientes o justos en Hispanoamérica.





Que duerman,
Yo seré el padre
Que vela el sueño de su hijo enfermo,
El monigote que espante
Y engañe a los cuervos;
El que impida
Que se pierda del todo
                                La semilla.

Yo seré quien vele en lo más oscuro de la noche;
El primero en caer abatido por una flecha
                            
Llegada de las tinieblas.






PREÁMBULO

I


Aves,
Metralletas,
Puestas de sol y amaneceres.
Los cuerpos de tres ejecutados
Descansando en la acera.
Cantos de mirlo,
Niños jugando,
A gritos celebrando el gozo,
La dicha indescriptible de estar vivos.
Encapuchados buscando el menor
Pretexto para matar.
Flores,
Hermosos diamantes,
Estrellas.
Una muchacha paseando sus caderas,
Un helicóptero vigilándonos,
Un árbol todo flor, amarillo,
Peces girando y brillando al sol.
Golondrinas rompiendo
La quietud del agua,
Balas, muchas balas,
Miedo o indiferencia ante el horror.
Bach, Beethoven,
Muchas sinfonías.
Besos,
Tardes de sexo inolvidables.
Saliva, lenguas entrelazadas.
Muerte, mucha  muerte rodeándote.
Vida.

Oscuridad,
Tinieblas,
Tiernas auroras,
Haces de luz penetrando la arboleda.
Vagos, lejanos presentimientos de dicha.
Un charco de sangre,
Cinismo, hipocresía.
Lluvia,
Lluvia lavando nuestros pecados,
Purificándonos.
Una pareja de ancianos
Caminando juntos.
Presupuestos millonarios
Para sembrar muerte.
Tequila,
Limón,
Largas conversaciones
Con verdaderos amigos.
Distanciamientos,
Adioses;
Ganas  y voluntad de no ver ni entender nada.
La verdad penetrando tus párpados cerrados,
La verdad taladrando tus oídos,
Revelándose desnuda y horrible
Mientras duermes.
Tú escribiendo,
Tú inmóvil en medio de una multitud que corre,
Tú como un inmenso monolito
A quien los demás han  decidido dar la vuelta.
Mariposas,
Colibríes libando en el jardín de mi madre;
La tremenda indiferencia de lo pequeño
Ante nuestra vida.
Espigas,
Lánguidas hojas de los plataneros,
Rumores de nuevos impuestos,
De tasas de interés que suben.
Rumores de muerte.
Música de Jazz,
Bossa nova.
Cuarenta y ocho ejecutados
En Ciudad Juárez
Un solo fin de semana.
Un fresco corredor de helechos
Haciendo eco desde la infancia,
Una carpa roja en el estanque.
Cigarras.
Una madre limpiando los mocos a su hijo,
Comprándole un helado,
Mirando recelosa las bocacalles,
Las esquinas donde se agazapa la muerte.
Luces y gritos,
Vergas y cuchillos hundiéndose en la carne.
¿Será  verdad,
Que un perene equilibrio se mantiene;
Que no se inclina hacia ningún lado la balanza?
¿O hace tiempo que rodamos
Cuesta abajo
…hacia las sombras?



II

Amanecí con una docena de poemas en la garganta,
Con un millar de versos que quisieran ser lágrimas.
Amanecí con unas ganas terribles de ser agua  con sal,
De romper este caparazón de tristeza,
De rodar y chocar con las piedras.

Amanecí con ganas de ver flores
En este cementerio en que vivimos,
Con ganas de mirar las estrellas.
De crecer hasta convertirme en montaña,
De parar esta horrible procesión, de preguntarme,
De saber por fin por qué me duelen tanto estos muertos.

Amanecí con la garganta cansada  de decir
No sé qué cosas secretas.
Con ganas de seguir en el lecho y llorar y llorar.
Amanecí con ganas de decir, sencillamente:
¡Hey, hermanos; esas que arrastran se llaman cadenas
Y eso que llaman vida es una trampa!
¡Una vergüenza!
Amanecí con ganas de escapar de esta noche,
De esta soledad y este perderse interminables.
Más oscuro, más tenebroso que el de las bestias
Es el camino del hombre.



III

Me dan ganas
De contar cada sílaba,
De rimar de una vez
Este poema.

Me dan ganas de hablarles
De los falsos misterios,
Del cenicero atrapando
El vacío y el polvo de nuestras vidas.

Me dan ganas de escribir un poema
Que rezume burla
En lugar de falsa belleza.

Me dan ganas de tomar un  cincel,
De abrir a martillo la cabeza
De todos los poetas de mi generación.
¿Tendrán algo bajo sus cráneos?
¿En el sitio donde solía estar el corazón?

Me dan ganas de mandar al diablo
Este absurdo juego de palabras.
De callar,
Pero hay algo todavía más terrible en el silencio
Que en cualquier poema que rezume rabia.



IV

¿Tendré que conformarme
Con hacer listados,
Largas enumeraciones
De palabras bonitas;
O hay alguien aquí
Que aún entienda de poesía?



V

He estado pensando en la belleza,
En el tétrico arte de Homero, por ejemplo;
En sus paisajes repletos de buitres,
De cadáveres después de la batalla.

He reflexionando  bastante en Baudelaire,
En sus poemas sembrados de cuerpos verdosos,
Sin vida.

He estado pensando en la estética
De las cámaras de gas,
En las filas de esqueletos desnudos
Fusiladas por los ejércitos de Hitler.

He estado pensando seriamente
En los ochenta mil muertos de Calderón,
En todas las posibilidades estéticas
Que éstos ofrecen.



VI

Algunas montañas se han cubierto de nieve,
El aire es más nítido, y la luz,
Después de las lluvias de invierno.

Los perfiles,
Las superficies de las cosas
Han ganado color;
Se diría que el mundo ha rejuvenecido,
Que este año ha sido el mejor
En mucho tiempo.

¿Pero cómo decirlo,
Si los muertos por hambre y frío
Casi Igualan a los ejecutados,
A los enterrados a la vera
De cualquier camino?



VII

Quisiera ser un violín,
Una guitarra,
La garganta de una cantante genial,
Dar una nota aguda y sostenida
Mezcla de grito y llanto;
Una nota capaz de  durar siglos,
De cruzar épocas y fronteras.

Quisiera que en mil años se supiera
Que a pesar de estar de rodillas,
Estábamos también de pie,
Que nos crecíamos ante el castigo
Y mirábamos a los ojos, con valentía,
A nuestros asesinos.

Quisiera ser un clarín,
Un gran cuerno en lo alto de una montaña,
Sonar sobre valles y acantilados;
Dejar en claro
Que no fue estupidez ni cobardía:
Otros pueblos también se extinguieron
Sin volverse culpables.
¿Pero quién?
¿Qué cosa sino un violín o una guitarra?
¿Qué sino el viento hablará de nosotros
Cuando nos hayan vencido del todo?



VIII

Pongámonos exquisitos:
En esta tierra bárbara
Sólo lo muy torcido pasa por poesía.

Hagamos gran arte
Mientras la matanza
Continúa allá afuera.

Que nadie diga
Que perdimos la calma,
Que abandonamos
Nuestra sublime vocación de poetas
Por apenas
Ochenta mil muertos.










1 comentario:

  1. trascender para irrumpir lo dolorosa y activar el cambio, necesario será.

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