jueves, 26 de junio de 2014

JUAN MUJICA DE LA FUENTE [12.050]


Juan Mujica de la Fuente 

(Curicó, CHILE   1905 - Lima, Perú 1998). Poeta, historiador, genealogista y diplomático chileno. 

Recogido y plácido, dispuesto a la contemplación; posee raíces hispánicas y está afincad en la belleza de su tierra natal, Curicó. Su verso es cotidiano, sin pretenciones de novísima forma. A Juan Mujica parece bastarle una expresión directa, levemente emotiva, que suele transformarse en idílica.Un regusto clásico la encuadra por caminos de perfección y en acento castizo la depura.
Con naturalidad hogareña entrega el testimonio de su creación, que va del hombre al paisaje, con cierta galana forma que, a veces, deslumbra.
En su obra se integran el poeta, el historiador y el genealogista. La vida diplomática lo ha mantenido por largos años alejado del país.

Obra poética: El carro de luz (1935), Camino de esperanza (1951), Horizontes humanos (1971)



La panoplia de espadas

En el muro colgada está pendiente,
como símbolo claro de mi vida,
una panoplia de armas relucida
que acumula la gloria de lo ausente

Es toda de oro como un sol naciente
que lanza luz con gozo desprendido,
entre lampos de acero, confundida,
para alumbrar lo viejo y lo presente.

En ella se han posado tres espadas
para acentuar la fe y la lozanía
de la raza en que tengo carne y alma.

Y al recordar el fin de sus jornadas,
horas sin cuento, grandes de armonía,
se ornan con su laurel y con su palma.





Hogar primario

Penetro en el bastión de la madera
quieta. Por el camino incierto avanzo 
dentro del bosque. Voz inadvertida.

Los árboles me huelen. Con sus hojas
llenas de verde savia me interrogan.
Luego cuentan mis pasos silenciosos.

Hilachas de mi espíritu se cuelgan
en espinudas ramas temblorosas,
con inquieta esperanza humedecida,
los tiernos hongos miran desde el suelo.

Atisban pensamientos mis andanzas
bajo la protectora sombra quieta.

Fraterno limbo nos ampara. Junto
con cada planta aspira la hermosura
y murmura un idioma renacido.

Cada minuto entre la amable fronda
se agranda. Es tiempo nuevo, indefinido
para escuchar la savia venturosa.
Prodigiosa riqueza atesorada
con material cariño. Noble tierra
que huele generosa. ¡Cómo nutre 
tu savia hecha de luz en cada hoja!

Esta información fue tomada de la antología de Carlos René Correa “poetas chilenos del siglo XX” Tomo I, Zig-Zag, Santiago 1972




El carro de luz
Autor: Juan Mujica
Bilbao, España: Impr. Grijelmo, 1935

CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1921-06-14. AUTOR: ANÓNIMO
Juan Mujica es uno de nuestros más jóvenes talentos poéticos, de un estilo propio, inconfundible, ha derramado en sus poemas toda la esencia de su alma de artista impregnándolos de un suave misticismo.

Ha sido un desconocido del público. Fue Gabriela Mistral la primera en darle a conocer al publicarse en “Pacífico Magazine” ese admirable poema “Unión”, acompañado de un elogio de la conocida poetisa, en que decía que era un poeta niño y que su forma era tan perfecta como la de un maestro. Después, Eugenio Labarca, en “Artes y Letras”, nos dijo de la personalidad del joven vate, en un artículo bajo el sugestivo título de “Un poeta chileno desconocido”.

Aunque la producción de Juan Mujica es numerosa, son escasos sus poemas conocidos: no son más de seis los que han sido publicados. Cuando se inició en el cultivo de la poesía, se publicó en esta misma sección su poema titulado “Perdón”; después la revista “Siembra”, una de las más autorizadas de nuestras publicaciones literarias, dio a conocer otra producción de Juan Mujica, cuyo título no recordamos.

Quienes conocen la labor de este poeta, los que han leído sus libro inédito “Rumores del Trigal”, a través de cuyas carillas fluye su alma, límpida y armoniosa, no han podido menos de sentirse admirados del tesoro inagotable de poesía y belleza que él encierra.

“Rumores del Trigal” llama a este su libro, solo rumores, para él no alcanzan a ser cantos, cual lo son, cantos sonoros, rebosantes de vida que nos hacen sentir la suprema esencia de sus emociones.

Cuánta belleza no fluye de estos versos de Juan Mujica, que dicen de la infinita bondad de su alma que se traduce en su obra en un sentimiento profundo de amor a la humanidad.


“Fecundízame sol, como al trigal
y así podrá mi verso alimentar
a los tristes y humildes, hecho pan…”



El poeta quiere que su verso sea para el triste y el humilde cual un pan espiritual para aquellos que sufren.

Ante aquella vaga melancolía de los atardeceres, exclama:



“Los árboles lloran por el sol que ha muerto;
se han quedado solos, enlutados, graves”.


“Anaranjado, verde y azul el horizonte se divisa;
las cosas tienen ruidos vagos.
El alma se diviniza…”



Los versos que hemos trascrito de su libro inédito, dan una vaga idea de la sensibilidad exquisita de Juan Mujica. Es necesario leerlos en toda su extensión para poder profundizar los sentimientos del poeta.

Juan Mujica es uno de los temperamentos más extraordinarios que hayamos conocido. Sus poemas revelan a un poeta exquisito que sabe dar a sus producciones una suave cadencia de armonías indefinibles. A través de sus versos que parecen la obra de un orfebre, se transparenta su alma sensitiva y soñadora que “riza las emociones suavemente” al decir de Gabriela Mistral.

Juan Mujica se irá a España; su alma sensitiva de artista necesita de más amplios mirajes donde forjar el tesoro aún oculto que encierra. La tierra del sol y los claveles parece llamarlo.

Allá publicará su libro, lejos de su terruño, en un pueblo solitario, ignorado de todos como él lo desea, viviendo la vida intensamente, como él sabe vivirla para después deshijarla en versos armoniosos, perfumados, que nos digan de armonías inefables…

Firmado como: Cyrano




Camino de esperanza
Autor: Juan Mujica
Bilbao, España: Acción cultural, 1951


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1951-09-16. AUTOR: ABEL VALDÉS
Me ha tocado por casualidad leer uno tras otro –en mi insaciable afán de lector de poesía- dos libros de poetas chilenos, uno “Camino de Esperanza” de Juan Mujica y el otro “Entonces eran los nardos…” de la señora Lucía Edwards Puelma. Como en la inspiración multiforme de los poetas caben todas las gamas del espíritu, ambos libros citados forman un curioso contraste, una absoluta discordancia que viene a ser la manifestación de seres, de almas totalmente diferentes.



En “Camino de Esperanza” encontramos a Juan Mujica, que continúa en su carrera ascendente de escritor. Autor de libros de genealogía y de un volumen poético, este esperanzado sendero recién impreso recoge su última producción y ha sido editado en Bilbao, donde el autor hasta hace poco desempeñó el cargo de Cónsul de Chile.

Juan Mujica es un católico ferviente, que no oculta su fe sino que la luce y la canta. Y también canta sus emociones familiares, su sensible interpretación de la naturaleza, su maravillada visión de la vida, del alba de la “luna llena de Enero” que le dicta uno de los romances más logrados y perfectos del libro. Su verso no conoce torturas ni inquietudes y su inspiración, de tono sencillo, claro y robusto, se encuadra holgada y fácilmente en las formas clásicas tradicionales: endecasílabos, alejandrinos, octosílabos, algunos yámbicos, y para que nada falte a su estro, algunos versos blancos, bien medidos y rítmicamente compuestos. Si algún reparo puede hacerse a la poesía de Mujica, es que adolece de una elegante frialdad. Rara vez se encuentra en su inspiración o en sus versos, el estremecimiento emocional que denote, detrás del hábil artífice del verbo, el latido del corazón humano del poeta. Sus versos son correctos, pulidos, muchos de ellos hermosos, pero fríos. Mirando dormir a su hija en una noche tormentosa exclama:



“Se acerca la tormenta, cual lobo adolorido
que aúlla remontando las nubes con el viento
y el relámpago alumbra tu silencio dormido.
Acerco mi cabeza para sentir tu aliento
amoroso, tranquilo, maternal como un nido…
Luego viene la lluvia, después mi beso lento.”



Así es la mayoría de los versos de Mujica. Envuelven descripciones claras, con algunas imágenes hermosas, denotan un laborioso trabajo de composición, pero no han sido escritos, como exigía el filósofo alemán, con sangre, y acaso, por ello, no alcanzan a producir en el lector esa vibración inconfundible que constituye el mensaje universal de los grandes poetas.




CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1952-07-06. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
“El Carro de Luz”, poemas publicados en 1935, también en tierras hispanas como este nuevo libro, reveló a Juan Mujica como poeta de hondo sentido espiritual, de depuradas inquietudes, de cristiano acento. Mujica no se ha enrolado en determinadas corrientes poéticas y no prefiere otra que la de la espontaneidad y el profundo sentido espiritual que envuelve su vida misma.

El cargo consular que ha desempeñado desde hace años le ha permitido viajar y enriquecer así su retina de poeta con paisajes de amable resonancia interior. Mujica se entrega a la poesía porque está seguro de que en ella su fino espíritu encontrará un remanso que purifica sus inquietudes y le devuelve el cielo que canta y añora con auténtico espíritu cristiano.

Hay regusto clásico en los versos de Mujica; a la vez que serena delectación y un tenu fluir de agua entre rocas y tierra removida. Este “Camino de Esperanza” viene a ser a la vez afirmación de fe y canto del hombre que se goza en vivir una fe plena de regalos espirituales. Así dice, como resumiendo su actitud, en el terceto final del soneto con que se inicia este libro:



“Allá la cruz espera lo que avanza
nuestro camino, solo bajo el cielo
con luz de Dios y amor que todo alcanza”.



En su poema “Carga Terrena”, Mujica logra hallazgos como éstos:



“En las ramas erguidas de un álamo
que desnudo se eleva hacia el cielo
se produce sonoro el milagro.
Y yo siento que todos mis huesos
en el álamo están extasiados”.



Honda poesía cristiana que nace de Dios como un alba conventual y muerte en el Ángelus campesino; el poeta frente al mundo, a su espíritu, tiene hoy su “Camino de Esperanza”.




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