viernes, 27 de junio de 2014

PABLO DE JÉRICA [12.065]


Pablo de Jérica

Pablo de Jérica (o Xérica) y Corta (Vitoria, 15 de enero de 1781 - Cagnotte, Francia, 1841), poeta y periodista afrancesado español.

Primogénito de una familia de comerciantes. Estudió filosofía en el convento de dominicos de su ciudad natal. Mientras se preparaba para cursar leyes en la Universidad de Oñate, hizo una traducción en romance endecasílabo de las Heroidas de Ovidio. En 1804 imprime sus Cuentos jocosos en diferentes versos castellanos (Valencia, 1804) y se traslada a Cádiz para dirigir los negocios familiares; allí da a luz una traducción dramática del francés Picard, Los títeres o lo que puede el interés (Cádiz, imprenta de Quintana, 1807), y aprende italiano, inglés y portugués. Colaboró en El Redactor General dando a conocer sus opiniones de liberal exaltado y anticlerical. Frecuenta la tertulia del Café de la Esperanza y, entre 1811 y 1813, redacta el Diario Mercantil bajo las iniciales P. J. y C.; las escasas colaboraciones de 1813 derivan de su viaje a La Coruña, donde había algunos amigos suyos refugiados como Valentín de Foronda y Marcelino Calero, o intelectuales como Manuel Pardo de Andrade, con quien coincidió en la redacción de El Ciudadano por la Constitución, donde este colaboraba desde 1812. En sus páginas, como en la de los diarios de Cádiz, Jérica apostó por una poesía de combate ideológico que cambiara la mentalidad tradicional del pueblo; ataca el servilismo y a la Inquisición. En La Coruña, Jérica se convierte en secretario de la Junta de Censura y Protección de la Libertad de Imprenta desde noviembre de 1813. A principios de marzo del año siguiente volvió a su ciudad natal y escribe en el Correo de Vitoria.

La persecución a los liberales que desató el Manifiesto de los Persas le acarreó un primer proceso por sus actividades en La Coruña, sentenciado con un destierro en Melilla por diez años y un día. Un segundo proceso, incoado por la publicación de algunos artículos en el Correo de Vitoria, lo sentenció a seis años de presidio en Pamplona. No obstante, pudo escapar de ambas sentencias ocultándose en Deva y exiliándose después a Dax (Francia); también sus Ensayos poéticos (Valencia, 1814), contenían algunos cuentos que había publicado en 1804 y fueron prohibidos por la Inquisición. El Reino de España cursa constantes peticiones de devolución en 1814, pues lo considera un reo de estado; la propia policía francesa lo reclama en 1817, cuando residía en Bayona (Francia); fue encarcelado en varias ocasiones y finalmente puesto en libertad en Pau.

De vuelta a su ciudad natal cuando lo hizo posible el Trienio Liberal (1820-1823), fue comandante de los Voluntarios Constitucionales, miembro de la Junta de Censura, de la Diputación provincial de Álava y finalmente, en 1823, alcalde constitucional de Vitoria, lo que, a la invasión de los «Cien mil hijos de San Luis» (1823) le supuso un nuevo arresto y exilio a Francia. Naturalizado francés, casado con la francesa Victoria de Caubotte, hija de la baronesa de Castelnau, con quien tendrá cuatro hijos, y establecido en Dax, no dejó por ello de ocuparse en escribir: publicó una Colección de cuentos, fábulas, descripciones, anécdotas, diálogos selectos (Burdeos, 1831), entresacados de diversas comedias barrocas, así como una Miscelánea instructiva y entretenida (Burdeos, 1836) y unas Letrillas y fábulas (Burdeos, 1837) donde reúne la labor satírica realizada en verso durante su etapa como periodista.

Jérica utiliza la ironía, la sátira y una gran habilidad para la caricatura, así como la final pincelada costumbrista, no ya para entretener a un lector que no tiene otra exigencia que la de llenar sus ratos de ocio, sino para introducir de tapadillo su mensaje de revolucionario liberal; de ahí su aparente inclinación a la literatura festiva. Está a sus anchas en el género del epigrama en verso:

Aquí Fray Diego reposa;
en su vida hizo otra cosa.


Obra

Cuentos jocosos en diferentes metros castellanos, (Valencia, 1804).
Ensayos poéticos (Valencia, 1814 y París, 1817).
Poesías (Vitoria, 1822)
Poesías (Burdeos, 1831)
Colección de cuentos, fábulas, descripciones, anécdotas, diálogos selectos (Burdeos, 1831)
Miscelánea instructiva y entretenida (Burdeos, 1836)
Letrillas y fábulas (Burdeos, 1837)
Los títeres, o Lo que puede el interés (Cádiz, 1807), comedia en prosa en cinco actos. traducida del francés.
Los serviles o El nuevo periódico. Cádiz, 1811. Comedia original en un acto.






De un loco 

Tirando de cierta reja,
gritaba un loco altamente: 
«Ha de salir, no hay remedio; 
hasta que en ello me empeñe». 
A las voces se asomaron doce personas o trece; 
y le decían: 
«En vano sacar la reja pretendes». 
En esto, al verse mi loco notado de tanta gente, 
tiró un gran pedo, diciendo: 
«¡Si era fuerza que saliese!» 





De un poeta y un impresor 

Doscientos reales 
debía un impresor a un poeta,
y, no sé por qué etiqueta
pagárselos no quería. 
Citole el alcalde un día, 
y le dijo, con parleta
muy comedida y discreta,
que la justicia le haría. 

El alcalde al ingenioso
tenía grande aversión
por ciertos chismosos cuentos, 
y más que un tigre furioso, 
dijo en viendo la ocasión: 
«Mando que le den doscientos».




          

De un gallego 

Cuando Cádiz padecía
aquella epidemia fiera 
en que a lo menos perdiera
ochenta hombres cada día, 
llevando cierto gallego,
no de los menos expertos, 
un carro lleno de muertos, 
con muchísimo sosiego, 
uno de ellos que era tuerto,
se levantó y le decía: 
«No me lleves todavía, 
pues todavía no he muerto», 
«Yo no te puedo dejar»
——dijo el gallego—. 
«Revienta. Hanme entrejado pur cuenta, 
e pur cuenta he de entrejar».




Epigrama 

Esa representación 
parto del bando servil, 
en que pedís más de mil 
renazca la Inquisición,
hay patriota que promete, 
si se las das a firmar, 
que te la ha de rubricar...
con un puñal de Albacete 

(Diario mercantil, 25-V-1812)




AI Sr. Cardenal de Borbón, 
con motivo de haber rehusado firmar la representación 
en favor del Santo Oficio 

El cardenal de Borbón 
se ha resistido a firmar 
vuestro servil papelón: 
¿sabéis por qué? 
Por no echar en su púrpura un borrón 

(Diario mercantil, 6-V-1812).






A ¿a Scinta 

Décima 

No te quiere el italiano 
el alemán, el inglés,
el prusiano, el portugués,
el ruso, ni el siciliano: 
en todo el género humano 
ninguno ya te desea
Inquisición. que no sea
un servil como tu ser;
pero, ¿quién te ha de querer
‘si eres tan negra y tan fea? 

P. J. y C. (Diario mercantil, 12-V-1812),





De la Inquisición 

¿Quién ama la lnquisición?
¿quién la quiere renovar? 
los que, contra su opinión, 
han tenido que tragar 
la sabia Constitución... 
Callad, pues, no chilléis más;
que en este asunto, atrevidos, 
a pesar de barrabás
saldréis tan poco lucidos 
como en todos los demás.
Tenéis harta inquisición
vosotros ya, los serviies;
la envidia, infernal pasión,
en esos pechos tan viles
tiene encendido un tizón. 

(Diario mercantil, 20«V1—l812)





Epigrama 

Ya no siente, no señor,
el no vender los millares 
que almacena de ejemplares
en los puestos el Censor.
Pero roe el corazón deste 
y los demás serviles 
que se vendan tantos miles 
de nuestra Constitución. 

(Diario mercantil, 6-V-1812). 






Al autor del Diccionario crítico-burlesco.

Epigrama 

Infinitas crueldades 
ha concitado tu escrito: 
y no por sus falsedades...
¿No sabes porqué, maldito? 
Porque dices las verdades. 

(Diario mercantil, 12-V-1812).”






¡En Cádiz estás Marqués
y metido a cortesano! 
(dijo un quidam jerezano 
a nuestro invicto Panés) 
En vivir aquí, buen hijo,
que estás engañado siento:
no es aqueste tu elemento:
esto es Corte, no es Cortijo. 

P. J. y C. (Diario mercantil, 27—Xll-1812).





Anacreótíca primera 

De Panés 

Cantar quiero de Mina 
los hechos esforzados,
las ínclitas hazañas 
del héroe Empecinado, 
y el valeroso arrojo
de los del dos de mayo;
mas ¡ah! el numen mío
por Siempre se ha negado
del furibundo Marte 
al horroroso estrago, 
y solo cantar quiere 
con metro alegre y blando
las gracias y los triunfos
del Noble Jerez Ano. 

P. J. y C. (Diario mercantil, 19-11-1813)





Contra el cansado Redactor general. 

El lelégrafo murió,
y el Semanario también: 
si no hay epidemia 
¿quién
la muerte de ambos causó? 
¿por ventura los pulsó F... M... 
o el doctor? 
No por cierto, no señor: 
Á los dos quitó la vida 
El atroz papelicida
Que se llama Redactor. 

P. J. y C. (Diario mercantil, 29-lll-1812)







El club de los animales. 

Fábula 

Si al león destronas en 
Un día sus vasallos, 
¿Quién para sucederle 
Sería más del caso? 
Por modo de problema 
La cosa examinaron 
En un club jacobino, 
Los brutos más bellacos. 
Uno quería al Tigre, 
Otros al Dromedario, 
Otros al Elefante, 
Y algunos al Caballo.
Llegó su tumo al Perro; 
Y habiendo perorado, 
Dijo: padres conscriptos,
¿Para qué nos cansamos?
Si el poder del monarca 
Ha de ser arbitrario; 
Si ha de regir diciendo: 
Yo lo quiero y lo mando; 
Si han de ser sus ministros, 
Su dama o su lacayo,
Como han sido hasta ahora,
Los solos soberanos; 
Para Rey de los brutos 
Cualquiera es bueno; 
el Asno.






El suscriptor arrepentido 

Arrepentido voime a confesar:
jamás a delinquir he de volver:
¡O buen Jesús! 
¿querrásme perdonar?
De culpa tanta 
¿quién me ha de absolver?
Pues, si ningún pecado he de ocultar, 
Decir al confesor he menester, 
¡O Dios mío! 
que soy un suscriptor

Al Diario de la tarde y al Censor.






El Ratón Dentro del Queso (Fábula)

Mientras en guerras
se destrozaban
los animales,
con justa causa,
un ratoncillo,
¡qué bueno es eso!,
estaba siempre
dentro de un queso.
Juntaban gente,
buscaban armas,
formaban tropas,
daban batallas:
y el ratoncillo,
¡Qué bueno es eso!,
siempre metido
dentro del queso.
Pasaban hambres
en las jornadas,
y malas noches
en malas camas;
y el ratoncillo,
¡qué bueno es eso!,
siempre metido
dentro del queso.
Ya el enemigo
se ve en campaña;
al arma todos;
todos al arma;
y el ratoncillo,
¡qué bueno es eso!,
siempre metido
dentro del queso.
A uno le híeren,
a otro le atrapan,
a otro le dejan
en la estacada;
y el ratoncillo,
¡qué bueno es eso!,
metido siempre
dentro del queso.
Por fin lograron,
con la constancia,
sin enemigos
ver la comarca;
y el ratoncillo.
¡qué bueno es eso!,
metido siempre
dentro del queso.
Mas ¿quién entonces
lograr alcanza
el premio y fruto
de tanta hazaña?
El ratoncillo,
¡qué bueno es eso!,
que siempre estuvo
dentro del queso.





Canción patriótica

Coro
                    
Acallemos las torpes calumnias
Que funesto difunde el Error:
Rey queremos, mas no tiranía:
Leyes justas, república no.
   En las lides el pecho opusimos
A las muertes que arroja el cañón;
Y con brío constante vencimos,
Y salvamos la opresa nación.
   Acallemos etc.
   En cadenas la patria gemía,
Y acorriendo con nuevo valor
La libramos de la tiranía
De un sistema servil y opresor.
   Acallemos etc.
   Cuando Laci y Porlier sucumbieron
Por librarnos de vil opresión,
Los deseos del bien no murieron;
Los seguimos con fuerza y unión.
   Acallemos etc.
   En Quiroga, y en Riego, y en Baños,
Arco-Agüero y el célebre Espoz
Hoy admiran los propios y extraños
Un proyecto, un deseo, una voz.
   Acallemos etc.
   Libertamos la España oprimida
Ya cubierta de oprobio y baldón,
Y elevamos su gente abatida
A la esfera de heroica nación.
   Acallemos etc.
   Las cadenas y grillos rompimos
Que aherrojaban al pueblo fiel;
Y un Monarca querido le dimos
Por un déspota, ingrato y cruel.
   Acallemos etc.
   En las Cortes, la ley y Fernando
Nuestra noble ambición se cifró:
Esto sólo seguimos amando;
Pero ideas quiméricas no.
   Acallemos etc.
   Almas necias, cobardes y viles,
Que el averno arrojó con horror,
Disistid, disistid ya, serviles,
De los planes que os dicta el rencor.
   Acallemos las torpes calumnias
Que funesto difunde el Error:
Rey queremos, mas no tiranía:
Leyes justas, república no.




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