miércoles, 25 de junio de 2014

MARÍA JOSÉ VIDAL PRADO [12.043]


Mª José Vidal Prado 

Nació en Ferrol en 1967, y actualmente reside en Las Palmas de Gran Canaria. Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado artículos y relatos en "El Correo Gallego" y en "El País". Fue finalista del Concurso de relatos de viajes de El País-Aguilar en 2006, y ganadora del concurso de relatos de ciencia-ficción del Museo Elder en 2010. Algunos de sus poemas están incluidos en la antología "Hotel Madrid. Poemas".




EL RÍO

Ellos aman el río
no a ti
ese río que corre
y en el que cantan pájaros los niños
ese río que es el amante  azul de la montaña
ese río en el que una niña mira asombrada su primera sangre
ese río que nunca se detiene y en el que tú te bañas desnuda
entregándole a todos tu esplendor
como si no supieras que al final de todo espera el mar
como si no te importara que al final de todo espere el mar
como si anticiparas
el deseo del mar en sus colmillos
como si te sobrara
el agua que te inunda y te rebosa como si fueras madre de gatos y de niños
y también de asesinos
como si derrocharas la alegría
y no fueras jamás la casa solitaria
que se recorta en la ladera del corazón.
Tú te escapas te escapas
bajas por el barranco de sus bocas
tú les das de beber y te ríes
ríes como reía Leopoldo
cuando decía que
no hay más emperador
que el emperador de los helados.
Ríes porque dijo Wallace Stevens
que la casa estaba en silencio y el mundo en calma.





ELECTRODOMÉSTICO

La lavadora reflexionando sobre nuestras manchas
agitando jabones y adeenes
puede que consiga 
extraer conclusiones
sacar algo en limpio
de las confusas decisiones que dieron paso a nuestros desordenados actos
puede que centrifugue nuestras melancolías
los efímeros restos biológicos
de nuestra soledad o compañía
Puede que tenga un logaritmo
que nos  explique
esa electricidad
que no supimos nunca
domesticar.





EL TUERTO

Le falta un ojo
al gato que vive junto al mar.
Es del color
de las rocas.
Sabe que pertenezco
a la extraña especie.
Lo veo cuando cruzo el túnel,
llevando sobre mi cabeza
el estruendo del mundo,
el olor del orín condensado en la oscuridad.
Cruzo muy rápido.





SUEÑOS DE UN CALCETÍN

Un calcetín... Uno de esos, desparejo, 
abandonado al azaroso armario
sin saber de dónde vino
desea
volver a entrar otra vez
en la cosa redonda
que daba tantas vueltas
donde el agua era misericordiosa
y el jabón se diluía
dulcemente.
Un calcetín no es solo
un adorno del pie.





CÁRCEL DE LOS TRISTES

Con pijamas azules, por los pasillos blancos,
algo olvidaron que ya nadie recuerda,
no son las llaves de un palacio
ni la cofia de una nodriza,
si acaso,
lo que falta
es la leche de los pechos.
Puede ser que un camión haya destrozado a las madres,
puede que en alguna radiografía
no se viera la sombra del tornillo
que atormentaba al niño.
Ahora, fantasmales,
me dan un tierno abrazo.
Yo tiemblo por la ausencia de flores
y por mi propia cobardía.






GIROS

Estrellas me cortaban la memoria,
planetas me caían de los dedos.
Yo era un oscuro espacio, realmente
lleno de gravedades.







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