viernes, 27 de junio de 2014

HÉCTOR RIPA ALBERDI [12.079]


Héctor Ripa Alberdi 

Nació en Juárez, Provincia de Buenos Aires, el 26 de enero de 1897.  Desde 1909 hasta su muerte, acaecida imprevistamente el 13 de octubre de 1923, vivió en La Plata. En esta ciudad cursó estudios superiores en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNLP, convirtiéndose en líder estudiantil y abanderado de la Reforma Universitaria. Como tal, presidió la delegación argentina al primer Congreso Internacional de Estudiantes celebrado en México en 1921, donde expresó su solidaridad con los pueblos de América y la causa emancipadora. Fue alumno y amigo de Rafael Alberto Arrieta y Arturo Marasso, y mantuvo estrechos vínculos con Pedro Enríquez Ureña y Germán Arciniegas, entre otros intelectuales igualmente destacados. Asimismo, ejerció la docencia y fundó con el Grupo de Estudiantes Renovación la prestigiosa revista Valoraciones. Publicó tan sólo tres libros: Soledad (poesía, 1920), Sor Juana Inés de la Cruz (ensayo, 1922) y El reposo musical (poesía, 1923). En 1925, el Grupo de Estudiantes Renovación dio a conocer Obras de Héctor Ripa Alberdi (dos tomos), edición de homenaje que reúne todos sus trabajos en prosa y en verso, éditos e inéditos. Como Delheye, Mendióroz y López Merino, Ripa Alberdi murió antes de los 30 años, conformando con ellos la llamada “Primavera Fúnebre” o “Primavera Trágica”, denominación con que se conoce a este grupo de poetas pertenecientes a la “Primera Generación Platense” o “Generación del 17”. Horacio Ponce de León lo describe así: “De Héctor Ripa Alberdi perdura la imagen que preside la Edición de Homenaje de sus obras completas: un fino rostro vascuence, cuya frente ancha, despejada, meditativa, parece resguardar el brillo soñador de los ojos... Pensamiento y ensueños reunidos, buscando la perfección imposible, la quimérica coronación de la belleza”. Más allá del “estudiante insurrecto de 1918” –como lo calificó Enríquez Ureña–, Ripa Alberdi amó la soledad y el ocio contemplativo y sintió inocultable admiración por los poetas griegos y latinos de la antigüedad, cuya influencia se advierte en el singular clasicismo de su poesía.





El labriego del alba

Todo el silencio se quedó en la estrella
cuando la estrella se apagó temblando;
tornóse el mundo musical y bello
bajo la luz y al renacer los cantos.
Hora del alba en que la dicha plena
flota en la fresca beatitud del campo
y siente el hombre la pureza heroica
que hay en la fuerza del robusto brazo.
Brilla el rocío en el fragante trébol,
saluda al alba el estridente gallo,
silba en los campos la perdiz remota,
y en un instante en que el silencio es amplio,
desde muy lejos, sin saber de dónde,
canta el chingolo que anidó en los cardos.

Entre una nube de gaviotas blancas,
en la tendida placidez del llano,
labra el labriego la olorosa tierra
al paso lento de los bueyes mansos.
Hay en sus ojos claridad de aurora,
tiemblan canciones en sus puros labios
y hay una austera anunciación de vida
en la firmeza de sus rudas manos.
Abre la entraña de la tierra dócil
y arroja al surco que se va alargando
todos los sueños de un hogar que espera
la promisoria bendición del grano.
Feliz el hombre que al llegar el día
lo encuentra el alba en los floridos campos,
entre una nube de gaviotas blancas,
siguiendo el ritmo de los bueyes mansos.





La farsa estudiantil

Todo el año han reinado las máscaras severas
de las ciencias que buscan la luz en los abismos;
vieja danza de nombres, de oscuros silogismos
y de causas finales y de causas primeras.

Huraño el corazón ha sentido la vida
como un juego de sombras que ocultan el destino;
y ha avanzado en la ruda soledad del camino
sin saber que la muerte es la sombra que olvida.

Por violar el secreto de una armonía ignota
ha buscado el silencio de los libros profundos,
y en la voz de las cosas y el girar de los mundos
sólo ha visto la luz de una estrella remota.

Y al fin ha comprendido que es gran sabiduría
seguir la línea clara del propio pensamiento,
oír pasar la vida como quien oye un cuento
donde pasan volando seres de fantasía.

Hoy, por eso, se agita la juventud risueña
que abandona las aulas y sube hasta el tablado.
Ya bastante la han visto con el ceño nublado...
Hoy se canta y se ríe, hoy se bebe y se sueña.

(...)

Al fin la gran escuela la hallamos en la historia:
una inmensa comedia todo en el mundo ha sido:
los hombres han llorado, los hombres han reído
para luego perderse sin rumbo en la memoria.

Histriones en las plazas, en las aulas histriones:
agita sus muñecos la gran comedia humana...
¡Vivamos, compañeros, quién sabe si mañana
habrá ritmos vibrantes en nuestros corazones!

(...)

Donaires y piruetas y danzas y cantares.
Flores, versos, mujeres: la total armonía;
es la máscara antigua, es la vieja alegría
de cómicos alegres y pálidos juglares.

Hacia el cielo se eleva una voz cristalina,
y hay fragancia de rosas y tropel de carrera.
¡Cantad! que bajo el arco triunfal de primavera
va cantando su fiesta la loca estudiantina.






Epílogo

Sollozos de violines, rumores de comparsa;
ya se va del tablado la farsa bullanguera...
Pero el mundo la llama, pero el mundo la espera
porque el mundo se aburre si no ríe la farsa.

Todos hemos gozado, todos hemos reído.
Hemos visto a los hombres haciendo de muñecos,
iluminar la vida por medio de embelecos
para dar a las almas un momento de olvido.

Si no hubiera engaño, ¿de qué valiera el mundo?
¿De qué la vida oscura sin luz de fantasía?
Verdad es el ensueño, verdad es la alegría...
Lo demás... es el viejo dolor de Segismundo.

La realidad existe porque el alma la crea;
en el fuego del alma se enciende toda lumbre:
para ella en esta vida no hay abismo ni cumbre
porque el rayo divino en su luz centellea.

(...)

Por eso va hacia el mundo la frágil caravana,
a continuar la farsa por todos los caminos;
alegres comediantes, juglares peregrinos,
inundarán de flores las sendas del mañana.

(...)

De lejanos violines llega el son errabundo.
Por calles y por plazas volará la armonía.
Verdad es el ensueño, verdad es la alegría...
Lo demás... es el viejo dolor de Segismundo.

Fuente: Obras de Héctor Ripa Alberdi, Edición de homenaje del Grupo de Estudiantes Renovación, La Plata, 1925.







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