lunes, 23 de junio de 2014

JUAN MANUEL RODRÍGUEZ [12.013]


Juan Manuel Rodríguez

Juan Manuel Rodríguez (Valparaíso, CHILE  1884-1917). Poeta, obtuvo dos veces el Premio Juegos Florales de Valparaíso (1910 y 1911). Aparece en la antología Selva Lírica (Pág. 414).




A LA INGRATA

Vaga un silencio fúnebre en la estancia:
todo llora en los pliegues de la sombra;
¿de ti? .. , ¡sólo me queda una fragancia
y el rumor de tus pasos en la alfombra!

¡Todo está triste!... El piano sin rumores
parece bostezar todo su hastío;
muertas en el balcón tus lindas flores
y aquí, en mi amarga soledad, ¡qué frío!

¡Todo está triste, fúnebre, callado;
todo en jirones por tu loco empeño,
cuando miro tu lecho abandonado
me parece, mi bien, que ha sido un sueño!

¡Todo me habla de ti!, de tu arrebato;
mi cuarto en su abandono infunde miedo;
sobre un montón de cartas tu retrato,
lo quisiera romper.. , ¡pero no puedo!

¿Por qué, mi bien, te has ido? ... Aún lo ignoro,
¡sólo vislumbro entre flotantes tules,
el resplandor de tu cabello de oro
y tus ojos fantásticos y azules!

¡Y te has ido, mi bien! ., Tu fiebre loca
despedazó la flor de mi ternura.
Cuántas palabras crueles en tu boca!
y aquí en mi corazón cuánta amargura!

¡Y te has ido, mi bien!.. Cuando se apagan
del crepúsculo triste los reflejos,
cantos de amor en el misterio vagan
que me dicen llorando: ¡está muy lejos!

¡Muy lejos, por mi mal! En tu tristeza
vislumbrastes extraños espejismos,
en tu senda hallarás: ¡cuánta aspereza!,
en tu noche sin fin: ¡cuántos abismos!

¡Vas cantando al amor sin que te abrume
ningún pesar en tu capricho extraño;
muerta la flor, disipase el perfume;
todo placer termina en desengaño!

Sigue cantando siempre en tu camino,
tras el fantasma del placer que rueda;
¡tendrás para tus fiebres: mucho vino,
para tu cuerpo blanco: mucha seda!

Serás reina: ¡tu trono, el precipicio!
¡Sentirás en tus locos embelesos
sobre tu boca ajada por el vicio
esa mancha infamante de los besos!

Volverás, bien lo sé, cuando cansada
sientas crecer tu soledad aprisa
en tus ojos: ¡qué triste la mirada!,
en tus labios: ¡qué amarga la sonrisa!

Entonces verteré todo el veneno
de mi amargura en tus malditas galas,
¡pobre lirio marchito sobre el cieno!,
¡pobre paloma que manchó sus alas!

Y sentirás en tu nocturna calma,
rodando gota o gota, el llanto ardiente
¡qué soledad!, ¡qué frío habrá en tu alma!
¡y cuánta palidez sobre tu frente!

Vendrás de tu pasión, triste y cobarde,
a brindarme el despojo ajado y yerto,
y entonces te diré: ¡Ya todo es tarde!,
no tengo corazón: ¡tu amor ha muerto!





SURSUM

Lanza el reptil oculto su veneno
en la charca sin fin en que resbalas,
para pasar sin mancha sobre el cieno
despliega el abanico de tus alas.

¡No tiemhles!... ¡Desprecia el desaliento,
deseaha ese pesar que te consume;
troncha la flor la ráfaga de viento,
pero se impregna toda de perfume!

Sobre el cristal de tu conciencia bella
arrojan la calumnia, ¡todo en vano!
¡Cuando florece en el azul la estrella
se refleja más pura en el pantano!

No tiembles ante el roce de la escoria,
deja que el vulgo su furor desate:
¡para sentir el beso de la gloria
hay que templar el alma en el combate!

Y no temas la sangre de tu herida,
luoha serena con tu amarga suerte:
es combate tan breve el de la vida,
es un sueño tan largo el de la muerte.




Páginas sentimentales
Autor: Juan Manuel Rodríguez
1909

CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1909-10-15. AUTOR: OMER EMETH

Con “Páginas Sentimentales” nos hallamos en presencia de la “cansada cuestión” del amor. Todo es allí ojos negros o azules que son flores y focos de luz, todo es suspiros y quejas, esperanzas y desalientos: lo de siempre… cuando solo quiere el poeta recorrer los viejos caminos y repetir las sólitas andanzas de la humanidad.

No sé, en verdad, cómo no se cansan de tanta uniformidad los poetas y cómo no les invade el hastío al verse reducidos, mal que les pese, a meros ecos de la eterna canción. Si de vez en cuando lanzaran una nota nueva… Mas no: todo es lo mismo, “Sicut erat in principio et nunc… et semper”:

“Brillan tus ojos serenos
Sobre tu rostro divino
Como dos negros brillantes
Sobre la nieve de un lirio” (pág. 33).

¡Cuántas veces habremos leído estos versos en castellano!... No quiero, por cierto, decir que su autor los haya plagiado, pero sostengo que ellos son refracción repetida quizás por millonésima vez, de una imagen ya ajada y vulgar.

Lo mismo diré de esta estrofa:

“Cuando la luna se asoma
al través de mi ventana
no sé por qué me recuerda
la palidez de tu cara” (pág. 23).

Juraría yo que he oído, si no leído esos versos, o al menos, que aluden a algo muy conocido y vulgar en estos mundos… A tan medianos resultados se llega cuando dejándose vencer de la propia facultad para versificar, se contenta el poeta con ser eco de lo que se rima y canta en la vecindad.

El señor J. M. Rodríguez podría, sin embargo, cosechar mejores frutos, pues tiene en manos la herramienta precisa, quiero decir, el verso, y posee siquiera una de las dotes esenciales del poeta.

Tiene el don de ver: la visualidad. Con este nombre desígnase una disposición mental, merced a la cual el poeta, obrando como lente fotográfico, percibe y archiva visiones claras y precisas que más tarde, combinándose sus imágenes y sus cuadros, brotarán de su pluma revestidas de todos los colores de la poesía.

Visiones de esta índole, breves y hermosas, hay algunas en este libro.

“Eras un lirio azul! Sobre tu herida
el dolor desfloró pálidas brumas;
pasaste sobre el barco de la vida
como un jirón de cándidas espumas” (pág. 19).

He ahí una imagen que puede inspirar a un pintor. Ahora qué diremos del siguiente:


“Campanero, campanero,
toca, toca las campanas;
todo ríe en el ambiente
con el sol de la mañana
que se asusten las palomas
que se escapen en bandadas,
que semejen sobre el cielo
rosas blancas deshojadas” (pág. 72).


Demuéstrase con estos versos que nuestro autor es “visual”… y que, para él, existe el mundo externo. Debiera, pues, cultivar ese don de ver y de pintar, dejando a otros menos favorecidos que él la gastada palabrería sentimental que lleva sin razón alguna el nombre de poesía.




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