VERONICA JAFFÉ
Verónica Jaffé Carbonell (Caracas, VENEZUELA 1957)
Estudió letras (Lic.) en Caracas, Venezuela, y literatura alemana (MA, PhD) en Munich, Alemania, fue profesora en la Universidad Simón Bolívar, en la Universidad Central de Venezuela e investigadora invitada en las universidades de Indiana, Bloomington, IN, EEUU, y de Viena, Austria, así como editora de diversas revistas y editoriales en Venezuela. Ha publicado algunos ensayos sobre literatura venezolana e historia y teoría de la traducción literaria, además de los poemarios La versión de Ismena (2000), El largo viaje a casa (1994), El arte de la pérdida (1991), así como traducciones de poemas de Gottfried Benn y Else Lasker-Schüler. Editó www.laletra.info , página dedicada a traducciones en y de la literatura venezolana, y expuso en una galería caraqueña poemas presentados como ‘traducciones’ visuales.
esperando la nevada
de lejano
escribió un gran poeta
que la nieve enseña
a perdonar.
Pero no nieva acá.
Congelada está
la mente en muda
contemplación
de campos de bosques
en camisa parda
en este paisaje invernal,
esperando la nevada.
hay algo horrible
en este estarse a gusto
en caída libre en este sueño,
hay algo malvado
en este vértigo
seductor
que iguala las nubes
con las tierras,
los altos ideales con
las bajas emociones
y en el lugar intermedio
queda el vacío de una
ausencia que ni sé cuánto
pesa ni sé su espesor
ni sé de su consistencia;
pero acá abajo en la vigilia
entre los restos de ignorancia
de la angustia
en este desconsuelo
eso sería
de vital importancia
camino de plomo
de pasos como unas lozas
redondas de cemento
es este camino
que quizás,
pensado de paseo,
ahora pesa, pesa duro
y malo
como un plomo
en un ala que nunca
aprendió a volar
ya no sé cómo
regresar a casa
Cuadro de mujer en otoño
La distancia hacia la isla
se diluye un poco en los grises
de la noche iluminada:
es reflejo de ciudad txtrema,
lleva el nombre
de un indígena amable, Seattle
le otorga cuerpo a las nubes.
La marea sube.
Pequeño es el ruido de las olas,
el lamento
de algún ganso o gaviota.
Nada más ocurre en esta playa
donde llueve lenta,
apaciblemente.
Dormidos los niños,
los pinos retienen
la mesura
de una costa otoñal
en tu mirada
hermana
mujer.
para E: E: Olympia, 26/10/1989
AL GATO MUERTO
Hoy volví a ver
Así creo
El cadáver
De un gato peloso
Sedoso durmiente
Pardo al asfalto
Desmadejado del borde
De la calle nacional
Eso algo
Que nunca comprendo
Hoy recordé el cuerpo
De la ardilla de cola esponjosa
De infancia sobrina
Hoy recordé el paso asustado
De la pereza optimista
Cruzando a nudillos por la autopista.
Recuerdo el golpe que le dio
Un Mustang de lata amarilla.
La pereza se hizo rollo
Pelota desmadejada
Al borde
De todos nuestros asfaltos
El bigote en horizonte
La cola esponjada
El rollo áspero de la pereza
¿parecieran sólo semejanzas
Del famoso transitar
De las pequeñas
Glorias de este mundo
Y tal sería lo que no comprendo?
Pero los asfaltos nacionales
Ese asfalto mío
Que nunca comprendo
¿no me muestra mas
Que eso en la pastosa
Maldad de la muerte?
El susto a nudillos
Ese si
Lo comprendo desde mis noches
De infancia sobrina ajena y cercana
2002
Lawrence, Kansas
Obligada por las circunstancias,
tomo una copa de cognac,
acodada en la barra de un local oscuro
dedicado a la memoria de seis grandes nombres
del football americano.
Miro las imágenes de los inevitables monitores.
Varios de los parroquianos parecieran dormitar
ante sus jarras de cerveza.
Languidecen las conversaciones.
La muchacha rubia y sonrosada
que atiende a los clientes
(y pregunta por mi profesión y origen),
suma y resta en un rincón
la columna de ingreso
para esta noche.
De regreso al cuarto del hotel
recuerdo con cierto embarazo
las sensuales contorsiones de Madonna
en el video.
Porque ciertamente el dormir
en un cuarto con el nombre de un tal Hudson
("Billy"), constructor de hoteles
que habían sido destruidos
y quemados por bandidos malhechores,
huestes enemigas, asesinos contratados
por señores esclavistas,
no será posible sin la ayuda de un milagro
quizás propiciado por Madonna
o por el cognac bebido junto a los clientes
del bar dedicado a la memoria
de las grandes ligas.
Y pienso: ¿por qué no?
Faltan diez para las once,
a las once emergen los recuerdos,
y espero con paciencia a que de alguna forma
aparezca el perfil de un cuerpo,
y suceda un milagro
-quizás a las once y media-
que me guarde de la noche;
del video, de las huestes enemigas.
Porque la barbarie pareciera estar cerca
de los bares, del deporte,
de los monitores, e incluso,
oh engaño,
de la ahora pérfida sonrisa de Madonna
y seguro se oculta
en los muros calcinados,
luego repintados, de este cuarto.
La barbarie, ¡grande historia!
está emparentada en las bases
de este centenario hotel
ubicado en Lawrence
cerca de Topeka
y Kansas City.
De. "El largo viaje a casa", Fundarte, 1994
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