Ronald Harris, nació en Santiago de Chile el 4 de Abril de 1973. Ingeniero de profesión, ha participado en variados foros literarios de la WEB, desde el desaparecido foro argentino poetasenlared.com.ar, hasta los de vanguardia como ultraversal.com.
Ha publicado en papel en tres antologías: la primera, Intramuros Antología Poética, editada en Santiago de Chile en Enero del 2006, y que forma parte de la Colección Ideas de MAGO Editores.
La segunda, Libro de Poetas 2006, editada en Marzo del 2006 en Córdoba - España, por la editorial Aires de Córdoba a cargo del artista plástico Francisco Arroyo Ceballos.
La tercera, Poética del Arrebato, editada por Efex Bolivia este año (2008), obedece al esfuerzo del foro literario ultraversal.com por editar a sus mejores autores en una obra que comprende una buena parte del trabajo realizado en este sitio digital.
Actualmente el autor presenta su trabajo en su blog http://ronaldalbertharris.blogspot.com/ titulado: “Trozos de mí para guardar como quieran”.
Hoy por Hoy:
Nací por allá en abril, antes del “golpe”, cuando la abuela todavía no era ciega y salía a recolectar “Nan” para su nieto en el Pinar. Heredé de mi padre un ojo oscuro y el ánimo de festejo que hoy por hoy, se le hace ajeno, lejano, como una costumbre olvidada a fuerza de omisión. De mi madre recibí los besos con pellizcos, las caricias con retos, el amor con disciplina; de alguna manera, su voluntad de hormiga veraniega me surcó los párpados para algún día lejano, ser “ingeniero”. La poesía me encontró en el colegio, me fue regalada como un instrumento de conquista para amores esquivos. En aquel tiempo el verso era barricada, neumáticos ardiendo, cadenas al tendido eléctrico, y una voz como un arco iris que no fue. Ya cuando los números fueron mi decisión, cada verso para mi fue una ventana, una llave, un hueco por donde salir sin ser visto. Las palabras fueron convirtiéndose en mis aliadas, en las hermanas que nunca tuve (solo tengo dos hermanos y un amigo). Y sí, soy ingeniero, luego de años de dedicarle tiempo a lo que no debía, a lo que no quería realmente; las cifras son mi profesión, el sustento, la obligación.
Hoy por hoy, mis atormentados cabellos me han llevado a foros, a talleres, a oscuros cafés como contadores. Me acostumbré a dejar ojos como besos en las esquinas, en los semáforos llenos de trapecistas sordos. Hoy por hoy, la poesía es mi amante; le cuento mis fracasos, mis deudas, mis inhibiciones. Hoy por hoy, tengo esta relación extraña de amor y odio con las palabras; a veces, los versos que tengo me aman, y otras, me odian desenfrenadamente. En fin, a cada instante soy dos cosas, dos elementos que están siempre reuniéndose y separándose, buscándose en un círculo sin fin, dando con el sentido último de lo que soy, una sencilla suma de errores irreconciliables.
Anotaciones para repetir en silencio
Todo ocurre a una velocidad incomprensible
el día
la noche
la voracidad de los apetitos
todo se confabula y se precipita
en la gravedad prístina de mis abismos
ni los sueños ni las despedidas
ni el este sopor vertiginoso
nada presagia tanta nada
a pesar de los nombres atesorados
que duelen en la lengua
como cuchillas de un metal espurio
la sabiduría del olvido
no me conmueve tanto
como la melancolía
a orillas de una cama (a ratos fría)
mis pies pretenden partir
dejando los ecos arrodillados
como niños frente al velador
a veces
tan solo rezar a lo desconocido
nos ayuda
entregarse a esa perplejidad
que llamamos fácilmente fe
mis dedos se humedecen en los labios
esperando tal certeza
continúo
Algo arde en mi cabeza
con un fuego frío e infernal
las dosis se acabaron
lo sé por la sequedad de mis encías
o es que el verbo se hace polvo entre mis dientes
como un sueño de bocas abiertas en la ventisca
arde el mundo en la quijada enorme de los diarios
pero acá todo es silencio
sólo un gramo de mediocridad
para calmar las estridencias que me habitan
afuera
todos hablan al mismo tiempo
todos murmuran algo como un rezo
o una canción demasiado triste
bostezo
estiro los ángulos de mi humanidad
hacia la nada rotunda
de la luz artificial que me devora
trago bocanadas de luz
me lleno de luz las tripas
y me inflamo de fosforescencia
miente el sol al fondo de mis ojos
como un faro intermitente en mitad de la tormenta
miente con una verdad sofisticada
hurto de sus artificios religiosos
la capacidad de someterme
trabajo un poco
duermo un poco
fornico los miércoles y los sábados por la mañana
antes del tenis
habito
Estoy condenado al travestismo de mi lengua
decir tantas veces lo mismo
amerita camaleones en el alma
camaleones y payasos
y malabaristas ciegos
tantas verdades disfrazadas de predicados sangrientos
ameritan la mentira de estos ropajes
de mi lencería púrpura
de mis peinados artificiales
de todo este maquillaje que devora mi rostro
en una sonrisa negra y vacía
porque hasta llorar aquí
es un espectáculo de geishas
y arlequines
el teatro está lleno
todos me miran con una expresión similar
que va desde el asco hasta el asombro
en este espectro hasta el miedo muestra su cara
comienza entonces la parodia
cae parte del telón al suelo
y me revuelco en él
dibujando sobre el escenario
una mancha grotesca y “sempertina”
parte del público quiere huir despavorido
otra parte está demasiada absorta
para darse cuenta
sólo unos pocos me miran hipnotizados
para terminar el acto
saco una paloma muerta de la manga
y me la trago
muchos a esta altura ya vomitan
entonces
de rodillas y llorando
les leo un poema sobre ellos mismos
los más enfurecidos
suben al escenario y me golpean en la cara
la mayoría se retira murmurando
hablando de cualquier cosa
quedo solo
pero siempre estoy solo
me saco la vestimenta para quedar desnudo y recostado
dentro
todos mis fantasmas susurran al mismo tiempo
estoy cansado muy cansado
quiero levantarme y salir corriendo a ninguna parte
pero ya es tarde
duermo
I
Sé que no esperarás la redención de la esperma,
ni un sueño húmedo que dibuje falsas sonrisas en la cama.
Sé que buscarás donde cabalgar aquella alma impura,
como los oscuros besos que rodearon esos muslos.
Pero aún en el olvido penetraré en tus labios
con la gema ardiente que más deseas;
una lanza que eleve tu entrepierna hasta el aullido.
Y empalaré tus ingles en la furia de saberte perdida.
Por ahora,
recoge tus prendas,
y vete.
II
Cosechaste en mis vellos la secreta obscenidad que necesitas;
gotas pesadas caen sobre la vastedad insolente de tu sexo,
como horas febriles que se enumeran mientras contienes un gemido.
Pero no amedrentó tu voracidad estas caricias en el antojo de olvidar.
No; uno a uno tus maquillajes de “niñita bien” se fueron derramando
en las más caliente de mis lenguas viperinas.
Ahora negarlo es una candileja en medio de la urbanidad saturnal;
inútil destello de una conciencia poseída u olvidada en tu ceguera,
despojos en las sábanas de un coito bipolar, para tu bien.
III
Para tu bien, sin duda, y para mi mal, acaso.
Para mi mal; la necedad de una carne flagrante en su juicio,
y la salivante sentencia en la oscuridad de esta boca
que te nombra insanamente cuando me toco.
Puede una mano, en su humedad, suplantar la temperatura elástica
que se aloja en medio de tus plácidas caderas juveniles;
hay, probablemente, fórmulas en mi lecho para una laxitud póstuma.
¡Sí! ¡Sí! Una laxitud que se parece ciertamente al placer,
y no es más que diálogos sobre un espejismo premeditado;
el exacto movimiento de tus piernas cuando se abren,
entregándome el holocausto de esas primeras lágrimas,
que consuman el sacrificio de una piel que no supe amar,
y que sin embargo, amo.
Gracias por considerarme en esta antología mundial, me siento halagado.
ResponderEliminarSaludos.
Ronald Harris