jueves, 30 de agosto de 2012

7631.- JOSÉ LUIS MORALES




JOSÉ LUIS MORALES ROBLEDO
Nacido en Fernancaballero (Ciudad Real) en 1955, y habitante perpetuo y sentimental de La puebla -caserío de labor que fue, y hoy sigue existiendo en sus poemas-, su obra poética, tras una compartida antología inicial (7 x 7. Antología) se compone, por el momento, de cinco libros fundamentales: Por las deshabitadas arboledas (1991), Par(entes)is (1995), El aroma del tacto (2000), Otoños del amor (2002), y El viento entre las ruinas (2009). Importantes premios con los nombres de Blas de Otero, Rafael Morales, Luis Rosales, José Hierro o Miguel Hernández han dado reconocimiento a esta obra, y fortuna de publicación, lo que no siempre es fácil desde la independencia. Jurados divergentes y contrapuestos la han valorado. Sobresalir en medio de las tantas tensiones, es mérito añadido de un autor que sólo usa para hacerlo la verdad de su verso y un trabajo serio y depurado.




EVOCACIÓN DE UN HOMBRE SINGULAR, FRENTE A
LA FACHADA EN RUINAS DE SU CASA
(Padre)

Me duele este desastre permitido,
esta ruina anunciada tantas veces
y negada otras tantas.  No se cae,
será un tirante suelto.  No hay ceguera
mejor que no mirar.  Te tengo dicho
que esta casa es eterna.  Mas la esquina
del dormitorio principal  Parece
una grieta sin más.  está vencida
hacia fuera y caerá.  Eso se tapa
con un poco de yeso y ni se nota.
Pero la casa entera está cediendo,
hundiéndose en sí misma como un pozo
seco que busca el agua.  Con dos manos
de pintura se arregla.  Las goteras
fueron más ese invierno, y tú pusiste
unos cubos debajo...  En primavera
repasaré el tejado. Son los pájaros.
Pero los dos sabíamos que aquello
no era cuestión de pájaros. La casa
se abría por los cuatro  Cuando vengas
me ayudarás. A veces, ¡ay!,  costados.
me duele respirar. Serán los bronquios.
Paso mal los inviernos.  Y tampoco
era el invierno, padre, sino el frío
de un corazón a punto  Si pudiera
yo solo no esperaba.  de abatirse
lo mismo que el tejado.  Hace unos años
ya estaría arreglado.  Hace unos años,
hace sólo unos años, te creías
casi inmortal.  Tu madre no me deja
subirme ya al tejado.  Porque madre
sabe que estás mayor.  Si la entretienes,
y no quiere perderte.  en un instante
repongo yo las tejas  Te asfixiabas
al hablar.  que estén rotas.  Y es que, padre,
tu corazón de toro  Cuando vuelva
del hospital, los dos  estaba herido
de muerte.  en una tarde lo arreglamos.
Pero ya no hubo tiempo: lo primero
en ceder fue una viga,  Mientras tanto
cuida tú de la casa  luego el muro
del dormitorio sur  ¡es tan hermosa
y se agrietó el dintel  y hemos luchado
tanto por ella!  y se venció la esquina
del dormitorio principal.  Recuerda
que has de cortar la luz cuando te vayas.
Pero ya no hizo falta, padre, tú
perdiste la batalla por tu vida.
Y mientras madre y yo te sepultábamos,
se derrumbó la casa.







TARDE DE DOMINGO EN EL ESTUDIO

(Poética para una despedida)

¿Qué estoy haciendo aquí
hora tras hora, mudo,
tachando y reescribiendo,
mientras mis hijos juegan
en el jardín sin mí
y ella envejece sola?

¿Es que estos versos son tan necesarios
como sembrar, moler, amasar pan
o calentar la casa?

¿Hay que dejarse el alma en el poema?

Cuando baje a cenar,
en el silencio azul del fondo de sus ojos
ella me hará leer: "tienes dos hijos
que están creciendo huérfanos".

Y yo, que vivo y muero entre palabras,
no encontraré respuesta.

El viento entre las ruinas, 
Hiperión 2009 ( Premio Internacional "Miguel Hernández-
Comunidad de Valencia).




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