domingo, 26 de agosto de 2012

7584.- IRENE JOVÉ BLAYA


Irene Jové Blaya (Barcelona, 1981) es licenciada en Filología Hispánica por la Universitat de Barcelona. Ha desempeñado distintas profesiones en el ámbito lingüístico. Después de publicar poemas y relatos eventualmente en revistas universitarias y en internet, colaboró en la antología Domicilio de Nadie, antologada por Andreu Navarra para la Editorial Isla Negra (Puerto Rico, 2008).




TI

Es en el tupido verde de este prado
donde puedo reconocer tus rasgos.
Que todo lo diga por ti, lejano.
Que te yergas siempre, pasajero.
Sabe permanecer aún en letargo.

Yo soy el raro presente que te tiendo.
Cuanto toco, a cuanto otorgo movimiento
hacia ti se retrae, antes de ser certero.
Codicia impúdico, y sin auxilio, tu mirar atento.

No conozco, de tu bello canto, ningún testigo.
Te creo igual que una sirena;
te eludo para no perderme, y aun así, te sigo.

Y si un día el rostro me volvieras...
Sin un espectador, ni una voluntad
alzaríame yo, apenas.




BUSCO TU INTERSTICIO...

Busco tu intersticio,

entre las sombras de tu mirada firme.
Esa figura que silba, al fondo,
la corrupta y verdadera.

Desprendimiento del barro 
que recubre tu imagen sólida,
recia. Por esa fisura
podré tocarte. Podrás tocarme.

Grieta por donde escaparás,
lleno de voz, hacia lo tangible.
O el derrumbe.




BUSTOS

No es soñar
esta respiración de nuestros bustos.

Estoy en el purgatorio donde los buenos 
y malos sueños, o la vigilia
han de recogernos.

Descansamos en vano 
sobre tejidos blandos.
Me creo abrazada a la piedra 
de tus hombros tallados. 
Tampoco los míos trascienden en brazos.

No duermo, ni despierto.
Apenas respiramos,
nosotros, bustos en la almohada.




RELIEVE

Caballos esparcidos
en el campo de batalla
impregnan la tierra o memoria
con sus lomos tendidos.

Sus jinetes muertos, o idos,
matizan el brillo de sus insignias,
de sus riendas roídas.

Los caballos como recuerdos
otorgando relieve a la explanada.




EL AIRE FORÁNEO

Con una representación nimia del permiso
que me otorgan las voces enlazadas, 
jaspeadas de materiales reacios,
me tumbo al aire foráneo. A la pared alta.

No da la clave exacta de la imagen gris y negra,
blanca; el sonido translúcido,
ni la paz del intestino.

Vibra la cuerda grave, ahuecando
con templanza su envoltorio de cristal.
Su destino no es el mismo
que el nuestro, cantado.




SIGILO DEL DILEMA

Meces con tu mano este sigilo del dilema.
Con la paz de un canto firme
Destrozas y reconstruyes.

Coses esta tela de carencia y de hastío.
Tras el fulgor de mi sueño triste
Emerges y la separas.

Entrañas medio dolor y media cosecha.
Me contrarías en ecos molidos.
De armonía contrahecha y reluciente.
De estado creciente y desvalido.

Me guías con tus hilos hasta la cima
De una luz seca, de una tierra sola.
Hasta una árida orilla, llena de mitades.
Hasta dos jalones alambrados, iguales.




REVERSIÓN

Si queda sin la luz magullado
o arrugado, sin el brillo.
Y se contrae entre el rumor
en mitad de un salón
o de una acera.
Y se revierte al ver sonrisas
o gestos musculados...

Le rige entonces un verde voraz,
deserta de los suyos,
lleva renuncia y vanidad
hacia los bosques y las piedras.




VIDA ALEGRE

Sin macerar
amanecería, y macilento
incorporarse y caminar.

Pese a todo su Majestad
me alicata al día, hasta
que alcanzo súbita
el lago alzado de magma impaciente
escarchándose veloz sin conceder,
malévolo, un cómplice furtivo.

Así que vuelvo, con mi reguero,
mi meandro atrás,
y un rayo mantecoso
irrumpe con corpulento cultivo.

Vida alegre en madrugada turbia.
Un mastodonte se lleva una imagen
tres manzanas silentes más allá
y pone a macerar 
su imagen de amenaza.

Y sin embargo amaneció,
su Majestad.




UN FULGOR

Él con los dientes aprieta
un haz pequeño de luz
y apenas logra guardarlo.

Si calla su bocado fulgura,
y alumbra sus labios.

Si habla, ciega y lucha,
contra los rayos presos.
Escapando hacia el aire.

El blanco y frío brillo del lobo
lleva su rostro continente
feroz y compañero.

Él no espira el destello,
lo muerde.




GRAVITACIÓN

De la madera horizontal que nos sostiene
emana un equilibrio anómalo.
Me atengo a tu pie y a las pupilas,
pilares y astros cuyos pesos no medimos.

Podría perderte en mitad de un paso
si esta forma, que crece, 
pudiera contener algo, 
como el líquido da peso al barril.

Ya no recuerdo una palabra ligera,
o una intención enterrada.




DEBAJO DEL BLANCO

No está bien, dices.
Llamar a tu lengua, ponerle una piel
con la palabra.
Rozar con los labios, localizar
un calor, y un contacto
con la evocación de una frase en tu pecho.

¿Crees que podrías tocarme?

Yo me quedo, sin embargo
bajo este rincón escrito, hipotálamo
del deseo, actuando sobre sí mismo.
De lo contrario, destruiríamos el lecho.




I DO NEED REDEMPTION... (FRAIL)

I

En este llano sumergido,
fértil en reposo y materia,
contemplo la redención como un gato.

Deshago los nudos apenas consciente,
sin fuerza, rodando sobre ellos;
como quien se mueve al dormir.

Duermo. Sobre esta tierra y bajo estos árboles,
y entre la niebla de la mañana.
Me dejo besar por el frío frágil, múltiple.

Pronto se vendrá abajo este haz de luz;
y nos veremos las caras,
entre las paredes.

Quizá allí me impulsaré hacia ella,
como un gato.

II

Sea el invierno un espejo,
entonces mude mi piel,
me cubra una capa permanente.
Un haz de ser, como el gato posee.

Invite acaso a los pobladores,
quede así a la espera,
de su ida, su regreso, su alboroto.
Y siga caminando la tierra
en busca del mar.

O crezcan mis uñas como las suyas
y escalemos ese árbol,
tras la ventana. De donde tampoco
se ve el mar.

III

O, en fin, la fragilidad
rija su poder único,
su exclusivo camino,
hacia el que se aleje
de la redención.

Y suelte, como consuelo,
unas olas de llanto para aquellos,
que abandonemos este rastro,
y nos acostemos en una orilla.

No considero si existe:
mis sentidos ya la enaltecen.




ΕΙΡΗΝΗ

Sé que hay algo lento
detrás de mí, algo casi quieto.
Se adivina en cada grito.

Sé que hay un remanso
accesible en las horas tristes,
las lluvias,
palpable en los bosques
y en las olas.

Sé que huye de mis frases,
de nuestras frases.
Que se escabulle
como una sombra ante los pasos.

Sé que estáis tumbados
y en paz.
Que yacéis por debajo de todo.

Vuestra calma alegría se aposenta
en algunas notas, y gestos.
En alguna fracción de mis días.

Sé de una paz que no se comparte;
está allí, detrás de los lobos.

Referencia: http://www.dvdediciones.com/bcn_irenejove.html





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