Verónica Pedemonte Morillo-Velarde, escritora de nacionalidad española, nació en Montevideo. Estudió Filología y Psicología en Sevilla. Escritora y poeta, ha ejercido el periodismo en el Suplemento Cultural del Diario de Cádiz, y como columnista, en "El Puerto Información". En 1995 publicó "Lenguas de fuego", su primer libro. Ha recibido múltiples premios, entre otros: Premio Nacional de Poesía "Joaquín Benito de Lucas" en 1999 y el Premio Internacional "Gerardo Diego" de Poesía en Enero de 2000. Premio Internacional Kutxa de Irún (2002); finalista del Premio Internacional Ciudad de Mellilla 2004; Primer Accésit Premio Internacional Ciudad de las Palmas ( 2005). Ha participado en variadas Antologías.
LA SUERTE DE LA FIERA
LA OVEJA LA DESEA
Cuando la vida se desvela
como un gran prostíbulo,
tanto o más admiro
tu belleza de fiera,
las afiladas garras,
que atacan con nobleza,
y cómo, mansamente,
con la sangre en tu boca
devoras a placer ese bocado.
*(De "Esclavos y libertos",
Premio Gerardo Diego-2000).
Se escribe siempre desde Auschwitz
Con cariño para Silvia Loustau por su sensibilidad y su ensayo sobre Celan.
Las cenizas Celan flotan en todas partes
larga noche, Celan, larga vida.
Largo exilio en tus ojos del color de la muerte.
Vértebras, huesos, pubis, occipital, húmeros tristes,
país invertebrado, amor insomne, tiempo.
De ti surgen y cantan y se aventan
crematorios de ayer hogueras de mañana.
El Sena un no lugar para tu despedida.
Sin arco del triunfo ni héroes conocidos.
Sin por fin la derrota del nazismo absoluto.
Tu adiós de rito oscuro para los bienpensantes que se ganan
su muerte de oro en la rive droite.
No increpan a la parca su impúdica costumbre
de sierva antigua y seca.
Cenizas con lacitos, cenizas con anillos.
Cenizas con idiomas, cenizas con silencios.
Los que hablan lenguas vivas con una lengua muerta.
Los que hablan lenguas muertas con una lengua viva.
Los gorriones de Piaf en el burdel antiguo
y sus ojos enfermos de mirar amor
mancillado la matriz profanada la piel
que adorna y viste el cuerpo, la cama, la impudicia.
La Weltenshauung, el agudo zapato de aguja.
Pallack palack este abrigo de cuero el calabozo.
Tu cenizas Celan, Ingeborg Bachmann, Kafka.
Nunca después de Auschwitz siempre en Auschwitz.
Auschwitz aquí quinta avenida de los sin fortuna
Auschwitz allí Arrabal de La Miseria esquina La Derrota.
Se escribe con minúsculas tras los messerschmitt.
Larga noche de abril de tu inocencia que toman por delito.
Tu cuerpo propiedad tu cuerpo estigma de tu cuerpo.
Ellos tus dueños que no saben de tu propia mano
Ellos tus dueños que no saben de tu propio sueño.
Que dictan la sentencia condenatoria previa,
que dictan la sentencia condenatoria póstuma
ellos tus dueños, que no saben Celan, y viven muertos
Febrero-2008
La tumba del soldado
De Cuando Euuropa era el mundo
A Clarisa Pinkola Estés
Hoy me he sentado a reírme del mundo.
Aquí, en París, en honor de mi padres,
que corrían bajo el aguacero en el 68.
Me he sentado a reírme con ganas
porque ya lloré sobre Santiago y cierra Chile,
los venerables ancianos van en silla de ruedas,
escupen en la tumba de Allende.
He tomado una hoja de hierba y un martini,
es una risa cool, elegante y pausada,
me dejé la aceituna sobre la tumba del soldado.
Me llamaban los héroes anónimos desde los mausoleos:
No des un paso más, dijeron. Observa las estrellas.
En aquella galaxia olvidada habitaban sus sueños,
sueños de amor, pasiones imposibles, vidas pequeñas
donde gigantes se calientan las manos...
Me he sentado a reírme del mundo.
Es una risa obscena, descarnada, maldita.
Es una risa pura, infantil, inocente.
Una risa torpe, de principiante, dispuesta
para la comedia humana y Melibea soy.
Y Verlaine y Gaugin levantaron la cabeza.
Y Jean Paul Sartre levantó la cabeza, y Rousseau,
muy consciente, sacó a sus hijos de la inclusa.
Cuánto me reí, al lado del retrato de Jeanne Hébuterne,
al final les venciste, dije, mientras un empleado
del museo sacaba brillo al mármol.
Y me senté a reírme en Montevideo,
al pie de la estatua de Artigas, con Juan Gelman y Mario Benedetti.
Los tres pensaron: ¿Dónde estaban las muchachas aquellas?.
Alguien parecido a Borges bailaba un tango
con una joven de navaja en la liga
en algún callejón de Buenos Aires.
Sed felices, decía, tenéis el deber de la esperanza...,
pero ya no era ciego, ni siquiera miope.
Me he sentado a reírme cerca de Auschwitz y de Treblinca.
Los muertos tienen derecho a escuchar mi alegría.
Reí y reí, hasta que se me saltaron las lágrimas.
Entonces puse las manos y canté sobre los huesos.
Liberta
Ando como liberta por la calle,
sin marca, sin collar y sin el nombre
de mi dueño, clavado a sangre y fuego.
Circulo libre por el cuerpo que amo,
sin limitar el tiempo ni el espacio.
¿Necesitas mi hálito de vida,
fue suficiente pagar con el impuesto
de los años indefensos y tiernos,
de los oscuros pozos llenos de amor
a todo trance, de héroes desnudos
que me amaban aún sin esperanza?
Un tiempo sin cartílagos, ni huesos,
que se deshace espectral y amarillo
como el recuerdo de un antiguo baile.
Adiós mi amo, la cinta de mi cuello,
rota en la liza de los brazos que aman,
hoy, en mi alcoba, ya no la encontrarás.
Un corazón de primera
Tú pasas por la vida sin rozarla,
que no te toque el hierro del esclavo
que con cualquier limosna se alimenta.
Tu vida es un convite para nadie,
tu corazón un bote salvavidas
sólo para pasajes de primera.
Tu cuerpo amante vive hipotecado
sobre cualquier prebenda medieval,
sin embargo de sesgo me contemplas
siento latir tu sangre precintada
ese alazán que va a romper la cincha
que se horroriza de los mausoleos
y que quiere vivir, a tu pesar.
Temerarios
Hay que encerrarse en la caligrafía
atribuirle al nombre un número,
soportar con paciencia la etiqueta
y no inventar el mundo cada tarde.
Hay que aceptar al general en jefe,
hay que encogerse si la cama es corta.
Dormir de lado si la ves estrecha,
estrujarse los pies en los zapatos.
Aunque conozco gente temeraria
que ante la duda, caminó descalza,
asimiló las deudas, perdonó los errores,
le dijo adiós al general en jefe,
dentro de la mejor caligrafía,
y se atrevió a vivir a su manera.
Mujeres de carne y verso.
Antología poética femenina
en lengua española del siglo XX.
Los otros Europeos
Buenos Aires es Nápoles
Cuánto llueve en Palermo.
Cantame* un tango
o quizá la marsellesa.
Estabas en París,
vestías de rojo,
cuando los nazis
invadieron tu patria.
Montevideo, esa ciudad de Europa,
estaba llena de judíos polacos,
de italianos de Roma
de Toscana, del Véneto,
mercaderes de Génova,
alemanes de Hitler
y niños del Brasil .
Españoles de cualquier España,
campesinos o hijos de virreyes,
traidores, héroes, y poetas.
Los ingleses dejaron un gentleman
que toma el té a las cinco
y come pastelitos Save a queen
mientras juega scrable en spanglish
con Malvinas- No future.
Los franceses sembraron
cementerios marinos
en la Isla de los Lobos,
flores de Baudelaire
adolescentes de Rimbaud.
Cantame *un tango o quizá la marsellesa.
No sé si lo soporto si no estás a mi lado.
La sangre cayó sobre la tinta.
El tiempo pasará.
*La esdrújula es el verso que faltaba.
Excelente y comprometida poeta.
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