miércoles, 3 de agosto de 2016

EDUARDO LÓPEZ PASCUAL [19.026]



Eduardo López Pascual


(Baza, Granada, España 1939), poeta, ensayista, dramaturgo y promotor cultural. Ha residido la mayor parte de su vida en Cieza, en la región de Murcia. Su obra incluye los libros Buscando otra frontera, su primer libro, publicado en 1974. Desde entonces han destacados Un tiempo para Murcia; Como nacido del pueblo; Silencios y esperanzas; Hablando a la madrugada de estas cosas; Versos proscritos; Esta noche recuerdo El Eugenio; Raíces de vida inacabada, Poemas para un paisaje sonoro, y La memoria que nos queda. En teatro destaca Una tarde en casa de los García. Dirige en Cieza la sociedad Pueblo y Arte, dedicada la promoción cultural en la región. Coordina las Jornadas de Poesía sobre el Segura.


POEMAS


TRES

La memoria podría ser también el grito de la madre
que aprisa nos arrancaba del juego del pañuelo,
o el de los cuatro pozos de agua, mientras todos
volábamos hacia aquella lev e merienda hecha
con amor, y pan y alguna carne de membrillo
tragados como la última sonrisa de la tarde en huida.
La memoria nos trae la imagen ingenua y honda
de infinita felicidad sobre un tiempo adolescente:
aparece de otra forma como el recuerdo de calles
y atajos pedregoso, donde un balón de trapo
cruzaba de acera a acera, veloz, hasta convertirse
en ese tanto glorioso que soñábamos como niños.
Y podría ser ¿por qué no?, el compendio sinuoso,
es decir, esa inexacta mezcla trufada de triunfos
y fracasos, como si la vida, cual vida, no fuera más
que un largo y desconcertante camino, que nos
provocara internamente la emoción y la angustia,
después de todo, la única certeza que contamos.




AZUL Y ROJO

Oíd todos, hoy he bebido de tu color azul,
de la imagen serena que siempre recuerdo;
y he saciado mis labios con ese neto matiz
que se adivinaba en tus ojos tan presentes,
son emociones que envuelven los cuerpos
de mis hermanos, y de mis compañeros
en las mañanas prometidas de cara al sol,
que un poeta nos dio como prueba de vida

He acariciado también aquella suave tela
de mi vieja camisa proletaria, llevada
con afanes puros por buscar otros lugares,
acaso una realidad nueva y diferente, que
los nuevos camaradas cantarían con calor.

He sabido al fin, de los gestos del amigo,
el testigo que nos entrega su amor entero,
y esa sencillez perseguida en cada tarde,
cuando ya no vuelan las palomas blancas
que anunciaran tus palabras, José Antonio,
cuando solamente nos habitan los olvidos,
y la noche se desploma con grave dolor
sobre aquellas ilusiones desvaneciéndose
en amaneceres sin lunas blancas, ni claros
luceros, en almas con un intenso éxtasis.
Tu verso fue oculto en tristes arcones de
esta tierra, que parece ya yerma, agostada
como mies abandonada y fría, en la justa
voluntad y la esperanza que yo reivindico.




EN EL ÚLTIMO LUGAR

Hoy estoy en el último lugar de tu casa,
atrás, muy cerca de las puertas de salida,
allí donde está sin duda el espacio exacto
de quien como yo mismo, me siento nadie,
tan solo alguien con las preguntas eternas
temiendo lo incierto, huido de tui llamada, 
lejos de lo sutil e invisible providencia 
que momento a momento esperamos, 
y aparezco sordo a la insistente respuesta 
que exige siempre tu palabra, y el cuidado 
que en cada instante a nosotros se proclama, 
tras nuestra hipócrita y loca impaciencia.



Asomándome al Gran Cañón 

Podríamos regresar a los tañidos 
del violín, a las arias de los oboes 
dulzones, y escuchar los sonidos 
íntimos de Gershwin por ejemplo, 
dejándonos obre el Gran Cañón 
las maravillas de una suite hecha 
solo para cerrar los ojos, y sentir 
al final la paz que nos trasciende, 
el gozo que reposa en el espíritu, 
casi siempre esquivo y tan silente, 
tras de una larga mesa de oficina. 





Sobre su libro La memoria que nos queda, ha expresado:

P. Porque en este libro, también hay un viaje nostálgico.

Precisamente porque en mí, dentro de mí, queda un poso imborrable de sueños, de amistades, de metas a cumplir y hechas realidades; precisamente porque guardo un tiempo de feliz vivencia, de caminos andados, es decir de hechos amables, generosos, auténticos, que han marcado en cierta forma mi manera de ser y de hacer. No quiero olvidarlos, porque simplemente, me han ayudado a ser persona.

P. Diría que La memoria que nos queda es un libro sobre el paso del tiempo, sobre una vida, sobre ese instante de echar la vista atrás. ¿Es necesario para el poeta este acto de reflexión?

Yo pienso que todo poeta cuando escribe, está haciendo un paseo sobre lo que ha sentido, o lo que ha vivido; incluso hacia aquello que no ha podido hacer realidad. Al fin y al cabo, uno cree en eso que llaman poesía de la experiencia que es al fin, contar su propia sensibilidad. Y sí, me parece bueno no perder sus raíces más personales y humanas, en razón de ser honesto con uno mismo, que además, nos sirve para hacer un alto en esta andadura de prisas, y ver exactamente donde estamos. Después de todo, la oportunidad de examinarnos a nosotros, siempre es o debe de ser un motivo para saber bien lo que somos.  


Sobre La memoria que nos queda, opinión

El lector atento a La memoria que nos queda (Editorial Vitrubio, 2008) descubre que ha de aproximarse al poemario de una manera pausada y sosegada. La prisa, la lectura sostenida de los poemas hasta el final, no es aconsejable en este libro, pues se trata de poemas muy pensados, motivados por un ambiente muy vívido que invita a una lectura pausada, donde se puedan asimilar los poemas con la dosis de emotividad que, con toda seguridad, emanaron de la pluma del autor. 

La estructura del La memoria… brinda oraciones (versos) largos, donde se cuenta una historia que se puede leer como un relato lírico, en el que “las andaduras” de López Pascual, mueven un pasado que ha estremecido el tiempo, la pérdida de los amigos y la realidad de un tiempo ido.

Los dos primeros poemas del libro Ahora, que aún tenemos luz y De la vida que se nos (el primero en particular, es de mucha contundencia). Estos textos son ejemplo de esa poesía narrativa, con efectivos disparos que taladran al lector. En el poema Adioses, destacan, “las horas que pasan repletas de ausencias”, donde nos recuerda con puntual resonancia poética, la inexorabilidad de nuestro breve tiempo.

En esencia, Eduardo López Pascual traza desde lo vivido, para intentar decir la razón de una emoción, una realidad, una vivencia, para que el lector se identifique con una historia, como las grandes historias, de amor y dolor.  
                                               Luis de la Paz








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