jueves, 5 de mayo de 2016

EUGÉNIE DE GUÉRIN [18.625]


Eugénie de Guérin


Eugénie de Guérin (29 de enero de 1805 – 31 de mayo de 1848), fue una escritora francesa, hermana del poeta Maurice de Guérin.

Sus Diarios y sus Cartas indicaban la posesión de un talento tan peculiar como el de su hermano, aunque de un tipo algo distinto. En su caso, el misticismo asumió una forma estrictamente más religiosa, y a lo largo de su obra continuó lamentando la pérdida de la fe católica de su hermano. Cinco años mayor a él, sentía un amor por él mezclado con algo parecido a la ansiedad maternal.

Luego de la muerte de su hermano, empezó la tarea de reunir y publicar las piezas esparcidas de su escritura. Lamentablemente murió antes de completar su objetivo.



Cantando siempre

Vuelve el barco á las olas,
 Vuelve el pardillo al soto;
Y yo á mi lira siempre,
 Siempre á mi lira torno.

Dios, de una alma sensible,
 La hizo aliento sonoro;
De Dios las alabanzas,
 Ave de paso, entono.

De simples cantarcillos
 Yo mis cantos compongo;
De bullidoras fuentes
 La música recojo.

La voz de opaca selva
 En escuchar me gozo,
La tórtola que gime.
 Del trueno el eco ronco;

Al zumbador insecto
 Entiendo, al viento sordo;
Y al balbucir del niño
 Me inclino, y le respondo.

Atiendo yo en la iglesia
 Al órgano armonioso
Cuando al sacro banquete
 Asiste el virgen coro.

¡Almas que amáis el cielo!
 Yo escucho vuestros votos,
Yo con vuestros suspiros
 Piadosos himnos formo.

Nota: Traducción de Miguel Antonio Caro incluída en el libro Traducciones poéticas (1889).



Aspiración

¡Qué grande mi desierto!
 Mi cielo inmensidad.
¿Qué águila sin cansarse
 Tal vuelta habrá de dar?

Caben en este cerco
 Mil ciudades y más;
Mi corazón no cabe,
 Y abalánzase allá.

¿Adonde, adonde tiende?
 ¡Oh, la meta enseñad!
Sigue el fúlgido rastro
 De exhalación fugaz;

Veloz espacios cruza
 Que no soñó el mortal,
Y en pos del ángel vuela,
 Y á Dios buscando va.

Nota: Traducción de Miguel Antonio Caro incluída en el libro Traducciones poéticas (1889).





Baiser d'Enfant

Que ne puis-je accourir, enfant, quand tu m'appelles
Quand tu me dis: "Je t'aime et te veux caresser,"
Et que tes petits bras, comme deux blanches ailes,
S'ouvrent pour m'embrasser !
De blancs agneaux que j'ai me caressent souvent,
Une colombe aussi sur me lèvres se joue;
Mais lorsque je reçois le baiser d'un enfant,
Il me semble qu'un lis s'est penché sur ma joue,
Que tout mon être enfin devient suave et pur,
Que j'ai tout le visage embaumé d'innocence.
Ineffable plaisir, céleste jouissance !
Que n'ai-je tes baisers, enfant aux yeux d'azur !







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