sábado, 5 de diciembre de 2015

MANUEL PADILLA DÁVILA [17.697] Poeta de Puerto Rico

Toa Baja


MANUEL PADILLA DÁVILA

Nació en Toa Baja, Puerto Rico el año 1847. Niño aún, fué á vivir con su familia á Vega Baja, donde cursó las asignaturas de la enseñanza elemental, y estudió Matemáticas en las cátedras de esta ciencia que sostenía en San Juan la Sociedad económica de amigos del país. Graduado de agrimensor, volvió á su villa natal en donde se instruyó en el arte poético con el trato frecuente de su ilustre tío el doctor Padilla.

Fué el cantor de las cosas apacibles, de las ideas melancólicas, de los afectos tiernos y de las purezas del alma. Sin ser un místico en la acepción más propia de esta palabra, era el que mejor sentía y expresaba las dulzuras de la fe entre todos los poetas de su tiempo.

Á la edad de 18 años escribía ya versos muy delicados y armoniosos á las flores, á las mariposas, á las avecillas canoras y de gracioso plumaje, al amanecer y á todo lo que producía gratas impresiones en su alma seráfica y sencilla. Después, cuando le hirieron las espinas de la realidad, lloró poéticamente, con ternura exquisita, mirando hacia el cielo de donde lo esperaba todo.

Dotado de sensibilidad extraordinaria, se entristecía y se alegraba con facilidad suma, según sus impresiones de momento. En sus penas y desengaños solía sufrir rápidos eclipses de la esperanza, pero nunca de la fe. Era un creyente sincero, y en sus composiciones de carácter religioso alcanzaba con frecuencia mayor elevación poética que en las mundanas.

Su estilo, por lo general, era sencillo, claro y candoroso; su versificación esmerada, y sus pensamientos de una intachable pulcritud. Sus versos eran especialmente leídos y estimados entre las damas.

Fué laureado en un certamen del Ateneo Portorriqueño, y obtuvo el primer premio de Fe en un brillante concurso de Juegos Florales, celebrado en San Juan.

Falleció en 31 de Octubre de 1898 cuando el pleno desarrollo y madurez de sus facultades hacía esperar de él otros brillantes triunfos.


Dejó manuscrito un libro que contiene sus poesías, y á él pertenecen las que se insertan á continuación:

LA FLOR DE LA ESPERANZA

—Mariposa gentil de la pradera,
Linda ramilletera,
Tu cestillo ¿qué flores atesora?

—Las que ofrece la dulce Primavera,
Y esmalta placentera
Con sus líquidas perlas el Aurora.

—¿Llevarás por ventura entre esas flores
Una cuyos primores
Ninguna flor á poseer alcanza?

—Dadme de ella más claros pormenores.
—Es símbolo de amores...
Y se llama "La flor de la Esperanza."

—¡Ay, señor! En el campo de mi vida
Brotó esa flor querida
Para encanto y placer de mi existencia;

Mas un insecto en hora maldecida
Con maldad fementida
Le dió la muerte por libar la esencia.

—Yo también, infeliz ramilletera,
De distinta manera
Perdí esa flor que lloro todavía,

Y en vano al retomar la Primavera
Busco por dondequiera
La hermosa flor de la esperanza mía.




SURSUM CORDA

Verdinegras montañas,
Sierras azules,
Donde agitan las nieblas
Sus blancos tules;
Colinas pintorescas,
Undosas faldas,
Donde la luz acopia
Sus esmeraldas;
Llanura que en las costas
Del mar te pierdes,
Al soplo de las brisas
En ondas verdes,
¡Ah! cuando os veo,
Santa fe me reanima
Y en mi Dios creo.

Fuente, donde la luna
Sus rayos quiebra
Y el aura sus amores
Grata celebra;
Sierpe de acero y plata
Sonante río,
Manantial que no corres,
Lago sombrío;
Mar donde el pensamiento
Libre campea,
Y el numen se agiganta
Y el alma ojea,
¡Ah! cuando os miro
Siempre de Dios me acuerdo
Y á Dios admiro.

Gruta, bóveda agreste
Y hospitalaria,
Donde tiende su manto
La parietaria:
Gruta, mansión un tiempo
De algas marinas,
Y hoy morada de abejas
Y golondrinas,
Tú eres el templo augusto
Donde mi alma
Al Eterno sus preces
Eleva en calma,
Tú el santo abrigo
Donde ante Dios me postro
Y á Dios bendigo.

Sol, lámpara divina,
Siempre brillando,
Ilumina mi templo
Que estoy orando;
Pájaros de la selva,
Vuestras canciones
Armonicen y lleven
Mis oraciones;
Y tú, mar, impetuoso,
Bravo elemento,
El rumor de tus olas
Une á mi acento,
Y en tus mareas
Dile á mi Dios conmigo:
"¡Bendito seas!"




Manuel Padilla Dávila, poeta puertorriqueño, es el autor de esta sencilla y agradabilísima composición, en que describe con gran acierto la vida del ruiseñor, ave de aspecto humilde y de armoniosa voz. El poeta, por boca del melodioso cantor alado, celebra los encantos de la libertad, que es, sin duda, uno de los más preciados bienes de que pueden disfrutar las criaturas


Yo soy el ruiseñor, el pajarillo
Que, despreciando el haya y la palmera, 
Fabrica entre las ramas del tintillo 
Dulce lecho a su amante compañera

Yo soy el ruiseñor, arpa del día, 
Que suena de la noche hasta en la bruma; 
La música a mi voz dio su armonía 
Y su sombra el crepúsculo a mi pluma.

Yo soy el ruiseñor, y luto y gala 
Por la pluma y la voz al par indico: 
Soy de duelo abanico si abro el ala. 
Soy bandolín alegre si abro el pico.

Los que escuchan mis trinos seductores 
No advierten si, de júbilo o congojas, 
Celebro el nacimiento de las flores 
O lloro la caída de las hojas.

Que, símbolo mi voz de melodía, 
Al brotar de mi seno puede tanto, 
Que ya exprese el dolor, ya la alegría, 
Nadie logra. entender si lloro o canto.

Yo soy el ruiseñor, yo soy el ave 
Cuya lengua parlera y argentina 
Del mirlo remedar el canto sabe
Y la voz de la errante golondrina.

Cuando anuncio las albas matinales 
Se alegran a mi voz hasta los riscos,
abandonan sus lechos los zagales
dejan los rebaños sus apriscos,

Y al ver el sol en la mitad del cielo.
Busco la sombra que el follaje presta,
Y en cualquier rama descansando vuelo.
Yo mismo arrullo mi tranquila siesta.

Y cuando el sol en el ocaso arde
Y está el oriente ya descolorido, 
Rompo a cantar el himno de la tarde
Y torno en busca de mi caro nido.

Así paso la vida hora por hora 
En libertad feliz, cantando a una 
Amenas alboradas a la aurora
Y plácidos nocturnos a la luna.

Yo soy el ruiseñor, y mientras tanto 
Que, en libertad feliz, las alas vibre 
En el espacio vibrará mi canto 
Del mismo modo que mis alas, libre.









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