Víctor Sandoval
Víctor Sandoval (Aguascalientes, Aguascalientes, 31 de octubre de 1929 - México, D. F.; 24 de marzo de 20131 ) fue un poeta, escritor, académico y promotor cultural mexicano.
Publicó varios poemarios. Fue promotor cultural en Aguascalientes y en México. En Aguascalientes promocionó la cultura a través de radiodifusoras y televisoras. Fue coordinador del Instituto Nacional de Bellas Artes en su estado natal. Fundó la revista Paralelo y ha sido director de la revista Tierra Adentro. Fue miembro titular del Seminario de Cultura Mexicana.2 El 26 de agosto de 2004, fue elegido miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.3 Falleció el 24 de marzo de 2013 en la Ciudad de México, a causa de un paro cardiorespiratorio.
Premios y distinciones
Medalla Conmemorativa de Bellas Artes, otorgada por el Instituto Nacional de Bellas Artes, en 2004.
Premio Iberoamericano "Ramón López Velarde", en 2007.
Palmas Académicas por el Gobierno del Estado de Aguascalientes.
Premio de Poesía Desiderio Macías Silva, otorgado por el Instituto Cultural de Aguascalientes.
Obras publicadas
Aire libre, 1959.
El viento norte, 1959.
Hombre de soledad, 1960.
El veterano de guerra, 1967.
Retorno, 1967.
Poemas de juventud, 1974.
Che, coautor con Héctor Hugo Olivares y Desiderio Macías, 1974.
Para empezar el día, 1974.
Agua de temporal, 1988.
Fraguas, 1991.
Trovas de amor y desdenes, 1994.
Poesía reunida, 2008.
Canción
He sembrado mi nombre
en la tierra dorada
donde habitan tus besos
y canta la esperanza.
Mujer de dulces frutos,
caída y levantada
una y mil veces más
por mi amor sin mañana.
He sembrado en tu vientre
mi infinita nostalgia,
y mis sueños perdidos,
para que en tus entrañas
sientas que noche y día
te canta mi esperanza.
Desconcertado es el tiempo
Desconcertado es el tiempo
porque sus atardeceres
caen en esta laguna
donde las garzas vuelan.
Otras aves desgarrarán
el pecho de la aurora.
Una mujer se viste y se desviste
con sus ropas de verano.
Pariente de sí misma en el espejo,
enemiga del frío,
húmeda cicatriz donde me hundo,
evoco su cintura,
los ardientes metales
de sus nalgas.
Desconcertado el tiempo se acurruca
en este anochecer de Villahermosa.
Duerma la virgen su pasión secreta
Duerma la virgen su pasión secreta.
Sueñe con su preñez la joven desposada.
Tal para cual, en el espejo,
el cornudo se adorne de laureles.
Tres veces ha cantado el gallo
para el amigo tránsfuga.
Dueños de la verdad, los conjurados
repinten en las bardas su anatema.
Oiga pasos de amor sobre el tejado
la viuda insatisfecha
que se extingue en su propia calentura,
en su veneno arácnido y nostálgico.
El agua se edifica,
se eleva del aljibe
y desciende doméstica.
Ya encuentran acomodo
los antiguos dolores,
se clavan, se difunden, aletean
en la jaula de huesos.
Para los desterrados
de rangos y fortuna
no haya sino descanso a medias;
sal en los ojos que en la madrugada
dejan el sueño;
no haya sino placer apresurado,
alcohólico jadeo,
hojas de té para empezar el día.
El hombre que despierta y ve su imagen
El hombre que despierta y ve su imagen
reflejada en el fondo del espejo,
retorna de otro mundo;
es un resucitado entre los muertos.
Resurge de la cama
destruyendo los montes de las sábanas;
el sueño se desploma de un último aletazo,
los elásticos muslos
generan nuevamente
antiguos ademanes.
Los párpados hinchados,
oceánicos, dolidos
por monzones de pájaros sin rumbo.
Oye voces domésticas,
ruidos difusos,
andamiajes de música y palabras.
Afuera el día,
semejante a una araña
de luz y de sonido,
recomienza a trepar entre las casas.
El veterano de guerra
La madrugada
en que los gallos se volvieron locos
y la Torre de Pisa
fue mutilada por cantar
cantares de Ezra Pound.
La noche
en que los gatos desollados vivos
por el celo
arañaban el aire del tejado
y el amante de la adúltera
abandonaba el lecho tibio
para que el engañado descansara
la fatiga y el asma de la fábrica.
El día
en que la tierra envejeció mil años,
cuando Hiroshima se quemó de pronto
y los dorados delfines del dólar
se orinaron de gusto.
La hora
en que el amor no pudo continuar
su acompasado navegar,
su eterno navegar de cuerpo a cuerpo,
porque el pulmón azul del agua
se hizo fuego y flor,
alucinante flor de fuego.
Nunca el vino de Europa
después del último verano
de la guerra
fue más sangre del hombre.
Los que tornábamos del frente
mordíamos en las uvas
los labios
de nuestros compañeros muertos
y el trigo de los campos
nos recordaba el pelo
del último soldado acribillado.
Fue entonces
cuando la paz pesada
como el agua de múltiples cuchillos
nos quitó el estandarte;
nos cubrieron el pecho de medallas
y nos dejaron solos,
con el rencor ardiendo.
Somos chispas nostálgicas
de la hoguera que un día
habrá de reencender su llamarada.
En los claustros, al norte de Manhattan
En los claustros, al norte de Manhattan,
existe un unicornio en cautiverio.
Preso en los tapices franceses
del siglo XVI,
alanceado,
mordido por los perros,
golpeado por los amos de los perros,
galopa entre los muros
y se duerme de pie.
Suena el cuerno de caza de Manhattan,
el subway cuarteado de grafitos.
Las flores del patio de Los Claustros
tendrán este verano
su áspera reunión de adormideras
y colores.
Arriba del ombligo de Manhattan,
cerca de las cuatro de la tarde,
el unicornio luce
ya libre del acoso,
radiante y feliz sobre las sedas.
Una doncella le acaricia
el cuerno de marfil
(a los unicornios se les conoce
por sus buenas intenciones)
Andirú, andirú,
brama la bestia pura
y miles de espejos se desprenden
de las Torres Gemelas.
Andirú, andirú,
y toda la ciudad se estremece de gozo.
Hay usura y amor
Hay usura y amor
en la olla podrida de mis huesos.
Viene una canción
que a todos nos concierne.
Lóbrega alegría
de la promiscuidad;
el sueño en los párpados,
la flor de plástico en el pelo,
el brillo del collar
que corta la garganta;
la nube y su cabeza turbia;
por la atarjea del patio
también el agua desollada
de la menstruación.
En la azotea
el áspero febrero exasperado
gravita como un halcón furioso.
La señal en el muro
Soledad de Abajo
y la brumosa mesa del café.
Puerto de la Concepción
y el viaje que no has de realizar.
Viudas de Oriente
y la pasión nostálgica.
Viudas de Poniente
te desnudo y me desnudas en sábanas de bramante.
Ojo de Agua de Crucitas
desde lejos viene la tarde.
Santa Rosalía del Polvo
un candor de piedra en la mirada.
Rancho de Pulgas Pandas
el purificador de almas tragando lumbre.
Pila de los Perros
el fontanero abriendo las fuentes de la plaza.
Amapolas del Río
una flauta enamorada.
Soledad de Arriba
Don Juan el empalado bajo un claror de hogueras.
Vendrá su telaraña de palabras
Vendrá su telaraña de palabras
a ensombrecer el pensamiento,
el lúdico festín de la memoria.
Vendrá entre lejanías
que agrietan las paredes.
Vendrá, zorra lunática,
pasajera de troncos carcomidos,
espesura de ciénegas.
Sucederán entonces
largas vigilias y entrecortado sueño.
La pesadilla que me conduce al sacrificio,
la mano que te auxilia y se diluye en ráfagas.
Vendrá de viento bajo y de arrastradas hojas;
sucederán entonces
la mordaza, los baños de agua fría,
la casa de salud,
una celeste cáscara de olvido,
patio de piracantos y bardas erizadas,
Cárpatos de vidrio,
bugambilias blindadas entre cuerdas voltaicas,
un manto azul trepando por los muros.
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