sábado, 5 de abril de 2014

DANIEL MACMILLEN [11.461]


Daniel Macmillen

Escritor inglés (Londres, 1994). Vivió durante su infancia y adolescencia en Costa Rica y Argentina. En 2011 dejó Latinoamérica para asentarse en Inglaterra, donde actualmente estudia política y sociología en la Universidad de Cambridge. Su obra ha sido publicada en la antología Mays y en The Cambridge Student.



NOTA PEATONAL – I

La noche se desploma sobre
este remanso de soledad que llamamos
ciudad
donde los parquímetros pierden el tiempo  
y economistas sin título miden  
el auge de agobios.  
El aire húmedo y volátil
vela a los próceres desconocidos
los viajeros acostumbrados
que cruzan rutas colapsadas para
volver a casa con mochilas
cargadas de mañanas aseguradas.
Ellos se congregan en la estación colmada,
donde apaciguan sus cansancios.
Algunos se entregan a melodías,
algunos recuperan el almuerzo,  
y otros, se hunden en libros sobre constelaciones,
aprendiéndose las estrellas
para imaginarlas sobre el cielo vacío.





LOS TESTIGOS DE VISHTINETS*

Los árboles no pueden dormir.
Zarandean recalcitrantes en el silencio,  
atónitos por lo que han visto.
Las ramas tiemblan de impotencia.
Nunca más podrán sostener la
alegría de esas voces que ya no pueden trepar.  
No ayuda la noche alargada,
que resopla sobre
las heridas ardientes en las cortezas,
las desolladuras que dejaron las balas.
El bosque ya no aguanta más
y en plena primavera, invita al otoño
para que deje caer un lluvia embravecida de hojas
que abriga a los cuerpos
con una manta de lástima.

**Vishtinets, pueblo situado al sur oeste de Lituania.





EL MUSEO DE LA PESADUMBRE

Mesas agrietadas que pesan con el diálogo perdido
candados astillados que no aguantaron las voces querellantes    
los mil colores de la mentira
las ruinas de la ternura
declaraciones desleídas, uniformes destejidos,  
rifles descartados, descargados de impunidad
vidrieras que enjaulan la soberbia.
Las salas llevarían los nombres de verbos derrotados:
Repetir, Volver, Abominar, Desesperanzar, Olvidar





ENVEJECER DE JOVEN

La adolescencia está terminando
su recorrido, su derrame determinante
de ansias y devenires.
Ha dejado mucho en su camino,
poblándome de miopías
de certezas hechas con arcilla,
de besos incómodos
de carencias y ambiciones.
Pero la inocencia ya también se despide.   
La niñez pide su disfraz.
Cada instante anuncia su traducción a un eco del ayer.
En unos años no más,
estas células renacerán,
esta capa de piel será otra.
y esta edad no será más que    
un recuerdo incompleto, idealizado,
un lento olvido del espejo.





DECIR

Me culpa explicarlo, pero
tus ojos arden la música
de lo que no puede ser.
Te la cantaría, pero no puedo.  
Mi voz sale asfaltada,
mis notas, rastros de luz,
salen estorbados, asustados por el viento.  
Un día, quien sabe cuándo,
me llegarán las palabras necesarias
para traspasar las aduanas de la honestidad
para desarmar el molesto equipaje de esta ineptitud.
Pero hasta que llegue ese día,
aprenderé a quererte con
meras miradas y meros silencios,
y le pediré al cielo que irrigue
a mi voz con el ímpetu del mar.






Tristeza urbana

Esperamos todos.
Los fatigados, los sobreviajados
algunas abuelas que han sacado a caminar a los rumores.

Todos
abrumados por esa humedad que se atasca entre andariveles
que enjuaga los silencios,
que maquilla los pánicos entumecidos
los trajes gastados, los bolsillos resguardados.

A lo lejos se escucha otro murmullo postergado:
la melancolía de perros despaseados
de comidas sintiempo, de enojos transportados.

El tren se arrima a mi pecho.
En los rieles y en nosotros palpita el pulso inconfundible de esas tardes.

Ya va a llegar. Va a llegar.







Adormecerte

Cómo soterrar tus retornos incontenibles

Cómo rebobinar las agujas del corazón, para que
marquen la hora justa de su viejo silencio.

Cómo dejar que coincidas con cada diluvio
con cada mariposa muerta, con cada nombre,
con cada pulso del teléfono, con cada flor desbaratada,
con cada puerta, cada roce.

Cómo no invitarte a que recorras mi quietud,
esbelta, silbando una tonada
bailando en una cornisa.
Tendré alguna vez que descifrar
la aritmética de la tolerancia.
La poesía no es nada más que olvidar mal.







Ayuda doméstica

Takillariq está cansada.

Han sido demasiados días trabajando en ese sueño, lustrando fantasías
desempolvando los armarios del infortunio
apodándose para vestirse de Madre.

Los días se engruesan y le queda poco más que
enredar santos entre sus dedos o
perder sus lágrimas con caras telegénicas o
acostarse en las noches,
abrigada por paredes angostas para pensar en el Cielo,
y soñar con un enorme recibo telefónico,
que se extiende y se desenreda
como una alfombra pasmosa
por los montes y los ríos y los valles
sobrevolando baches y caminos fatigados
para llegar después de mucho, pero mucho
a casa.







Remedio

Lo único que te pido es que me des tiempo,
que me llenes de tiempo,
para acabar con este otoño permanente.

No puedo ni sentarme sin dejar
los rastros incendiados de mi retiro.

Los colegas en el tren me alcanzan el follaje de mis lágrimas,
enceran las frutas podridas que dejo en el carruaje.

Les pido disculpas
sería más cuidadoso pero
mi cara es una grieta,
una fuga que gotea todas las brasas en el alma.







Bailar

Vasos, nosotros entrechocados
y el ritmo humeante de anhelos represados

Estoy naufragado entre espaldas,
entre el zangoloteo de piernas enredosas,
con pies cautivos de mi timidez.
Ellos siguen esperando que aparezca el compás de la vergüenza.

Me iría más rápido pero
tengo la mirada alcada y arrancada
por una transeúnte de la alegría desprendida
que redobla y reviste la belleza
imponiendo pausas, derrochando naturaleza.

Salgo por un bocatodo de aire,
en una noche que anochece.
En mi pecho respira ese profundo
dolor colegial.
Lo envuelvo, y vuelvo,
tiritando de frío,
en las vísperas del empezar.







Desembocarnos

Vayamos a los márgenes del mar,
donde las noches de sal y espuma
nos suplicarán hasta la paciencia.

Iremos para entendernos,
para que pueda ver
cómo vadean tus ojos políglotos
las mareas del malentendido,
para arrinconarme en tu desvelo,
y al son del fuego,
acariciar el oleaje de tu voz,
que no para de deletrear
estar
estar.







Lamentos lacrimógenos

Disculpen la demora
pero los horizontes están temporalmente cerrados.

Hemos postergado la posibilidad para la próxima agenda.

Pero no sientan desesperanza ni desazón,
faltan trece conferencias de prensa para la revolución.







Astor

Nunca lo llegué a conocer,
pero me hablaron de él,
tres taxistas, algunas exhalaciones.

Me contaron que
interrogada, estrujaba la noche,
imprimiéndola contra el viento.

Que encendía las arritmias
con el galope de sus dedos encrucijados

Que rasguñaba, apuñalaba el marfil,
con tal de hacer que confesara
la Hermosura.

Me contaron que se fue,
en un entumecido frío de julio,
dejando nada más que sus partos.
No sé si les creo.

A veces lo veo por ahí,
tendido sobre una triste tecla,
mostrándome las fricciones de la melancolía,
trazándome los mapas de mi propia ciudad.







Simpleza

Tanto dolor
y verte, nomas.







La pelea

Si la literatura es un arma,
yo me abstengo de su combate desmedido.

Denme la tinta bien desmilitarizada,
una hoja llana como el alba,
vaciada de sus quebraduras.

Cada boca es un portafusiles,
un depósito de rencor embalado,
un arsenal de sumarias fáciles,
de vehemencia ligera.

Las guerras nunca terminan, se trasladan.
Los estallidos se aquietan y se refugian
en otros cartuchos.

Las sílabas miden al mundo,
lo refundan, lo restauran,
lo levantan entre sus ripios.

¿Dónde se podrá alistar para la sutura?
A enfrentar la injusticia con mordaz ternura,
a la sequía con afectos sembrados,
al disfraz con eterna desnudez.







Dudas

¿Cómo entretejer al mundo?
¿Cómo enlazarme entre sus porvenires?
¿Cómo sincronizar sus pecados con todo
el viento atrapado en estos pulmones?







Oriententación

Tengo una brújula
atrancada en mi pecho,
que ensancha mi respiro,
y me arrastra hacia amores
con el baile de sus agujas.

El Norte hace mucho que no está;
ha sido suplido por un polo
que deambula por las calles de verano,
aferrándose a las sonrisas de sol.







Dar

Mis ojos agrietan entre el enjambre
en ese terreno de la pesadumbre.

La veo amarrada a una baldosa,
aferrada a un vaso que tiembla
de falta.

Te daré lo que tengo.
Te daré mi palabra, mi incomodidad,
mi insuficiencia.
Mi culpa es un mal sinónimo de tres monedas.







(Par)Tir

En la mesa quedaron las cenizas
tabaqueras, palabreras
y ya está.
Te levantaste de un golpe y
volviste a esa ciudad cabizbaja.
Sufriremos,
aprenderemos
los porqués siempre caben
justamente en el hollín de las respuestas
que nunca supimos dar.

Pago todas mis cuentas.
Son las ocho a no más tardar,
y en mis labios arde un gusto a despertar.






Encuentro

Ya era tarde cuando mi paracaídas se terció y se enredó en tus orillas. Quizás decidiste que no valía el dolor ni la pena intentar desenroscarme. Y así nos dimos cuenta los dos, que amar es nada más que caer y enredarse.






Canasta básica

Dos puñados de paciencia
Siete pizcas de alegría embalsada
Una memoria bien porosa
Tres aplausos desenfrenados
Una caja de música
Un kilo de desnudez
Una orilla de silencio






Cartografía cotidiana

Nos despertamos en las comarcas de la soledad y llenamos el día
trazando puentes, llenando grietas, dibujando mapas, imaginando sendas,
Nada más que para
coincidir.






Auto-retrato

Tengo mapas atrapados en mis cordones
dudas atadas a mi sien
suspiros en el vientre
un bolso en el andén.





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