Lucrecia Panchano
Lucrecia Panchano (c. 1940) es una maestra no titulada y poeta costumbrista colombiana, nacida en Guapi, Cauca. Es considerada, además, como una historiadora de la Región Pacífica colombiana, por el contenido de sus poesías, que narran las tradiciones culturales de la población afrodescendiente de esa región.
Lucrecia fue criada por su abuela materna, con su madre no tuvo contacto durante su infancia ni su adolescencia.1 Cursó sus estudios primarios en la Escuela Inmaculada Concepción, de Guapi; a la edad de trece años, mientras cursaba primero de bachillerato, fue nombrada maestra rural y enviada a trabajar con la comunidad Emberá, a quienes debía enseñar a leer, en este cargo se desempeñó por aproximadamente seis años.
En 1954 emigra al departamento de Valle del Cauca, en el que aún reside; en 1960 es contratada en Buenaventura por la empresa Puertos de Colombia como operadora de comunicaciones.
En 1965, motivada por monseñor Gerardo Valencia Cano, inicia su actividad literaria publicando versos en el periódico El Puerto. En 1970 obtiene el primer lugar en un concurso sobre costumbres de la Región Pacífica colombiana, en el cual presenta un trabajo acerca de La vida de los cholos, que es publicado por Puertos de Colombia. Continúa escribiendo crónicas y poesías para diferentes periódicos y revistas de Cali y Buenaventura.
En 2004 publica su primer libro titulado Resonancias de un churo, por el cual obtiene menciones honoríficas de la Contraloría Municipal de Cali y de la Universidad del Valle; fue invitada por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero a lanzar su libro en España, donde se realizó un evento exclusivo para la población afrodescendiente en la sede del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
En 2007 publica Ecos de mi litoral, por el cual recibe la Medalla al Mérito en Poesía: Helcías Martán Góngora de la Fundación Colonia Bonaverence y la Palma de Oro al Mérito Herencia Ancestral de la Fundación Ancestros.
En 2010 publica su más reciente libro Hurgando en mis ancestros, dirigido especialmente a niños y niñas, a quienes por medio de rondas, cuentos y poemas busca transmitir parte de las tradiciones afrodescendientes.
En su poesía deja ver su oposición al racismo y a la guerra, las luchas del pueblo afrodescendiente, la historia de la cultura del pacífico y sus propios sentimientos y vivencias. Actualmente reside en Cali en compañía de su esposo, sus hijos y sus nietos.
Carimba
Carimba. Marca de abominable esclavitud
que todo nos robó, excepto la conciencia
que en nosotros releva su física presencia
y enfatiza en el negro, su máxima virtud.
Carimba… marca indignante del vasallaje
que quiso destruir todas nuestras raíces.
Y aunque hoy presentamos diferentes matices,
somos supervivientes de infame coloniaje.
Después de varios siglos de ignominia y dolor
y con esa fe suprema que el negro vivifica,
por llevar en su ancestro ese, ¡algo! superior.
Carimba… Ahora es símbolo de libertad y amor
con un significado que el negro dignifica
y es la expresión auténtica de altivez y valor.
África grita
En tu fisonomía, pelo y piel, África grita.
Grita en la mezcolanza de la pigmentación,
grita en el alma, allí donde lo noble de todo ser habita,
y hace eco, en los vericuetos de la imaginación.
África grita en las mil voces del ancestro
como fuerza telúrica, estremece nuestro ser.
Grita todo lo suyo, que también es lo nuestro
en todos nuestros actos y nuestro quehacer.
África grita, en todo aquello que significa vida
y en el dolor sin nombre de siglos de opresión.
África grita, en la esperanza y en la fe perdida
y en las reconditeces de nuestro corazón.
África grita, no para inventariar un pasado infamante
ni hacer recordatorios de humillante racismo.
África grita, para impulsarnos a seguir adelante
para que nuestra identidad no se vaya al abismo.
África grita en la sangre que corre por las venas
y hace del corazón, lugar de confluencia.
Grita en nuestras alegrías, también en nuestras penas
y releva en raíces, su física presencia.
En todo cuanto existe y nuestro entorno agita
África con vehemencia y sin ambages grita.
Currulao pa’ el Señor
A Mercedes Montaño (in memoriam)
Hubo un tropel en el cielo
y tremenda algarabía
es que toditos corrían
desde todos los confines
ángeles y serafines
santos y santas querían
saber lo que había pasado,
quién era el que había llegado,
qué alboroto producía
con una triunfal entrada
a aquel recinto sagrado.
Y con folclórica tonada
a San Pedro preguntaban
que estaba en la portería
si informarles él podía
quién causaba ese desvelo.
Y fue el Espíritu Santo
quien a todos puso al tanto
explicándoles a su amaño.
«La causa», dijo, «señores,
de esta celestial revuelta,
es que llegó Mercedes Montaño
a hacer currulao al cielo».
Ella les dijo sonriendo:
«Es que aquí nos dimos cita
Petronio Álvarez, Margarita,
Dalia, Agustina y demás gentes,
Gregorito el marimbero
cuyo saber amerita
que a esta Corte del Creador
traigamos nuestro folclor
el mejor del mundo entero».
Afrodescendencia
Afrodescendencia, inevitable consanguinidad
que atravesó, distancias y fronteras…
que desafió, pigmentación e identidad,
que superó, escollos y barreras.
Sangre que quema, corazón que aprieta.
Es África que grita entre las venas,
ancestro que aprisiona, que sujeta,
que exige libertad y no cadenas.
Madre África distante y latente,
grito sin eco, rabias contenidas…
siempre y por siempre estarás presente,
eres parte vital de nuestras vidas.
Madre África, somos tu descendencia
y en la sangre llevamos tu presencia.
Como la muerte
Tu amor es para mí como la muerte,
definitivo, cierto, inexorable.
No se puede evitar lo inevitable
dueño eres de mi vida y de mi suerte.
Y es inútil que trate de evadirlo,
porque es como la muerte poderoso
y cuando más me empeño en herirlo
él se torna más fuerte y más hermoso.
Yo sé bien que inútil es luchar
por apartar tu amor de mi camino.
Si estás en mi reír, en mi llorar,
en mi dicha, en mi calma, en mi pensar.
Eres del corazón el palpitar
por mis venas te siento circular
sellando cual la muerte mi destino.
Los manglares
Amos en la heredad de los esteros,
príncipes orgullosos de los mares,
los vientos les enseñan sus cantares,
y son del litoral, tiernos señeros.
Majestuosos y altivos se levantan,
¡los nativos manglares!
Oficiando de insomnes centinelas,
escudriñando ignotas lejanías,
las auroras y ocasos de los días,
y el mágico vaivén de blancas velas,
al paso de los años se agitan,
¡los nativos manglares!
Hincan sus laberintos de raíces,
para erguidos otear el horizonte,
en sus ramas anidan los sinsontes,
y sus renuevos se llenan de matices,
con su vistosidad, el entorno encanta,
¡los nativos manglares!
Dioses en el Olimpo del paisaje,
refugio de emigrantes criaturas,
del mar conocen calmas y bravuras,
y disfrutan las caricias del oleaje,
ante las tempestades no se espantan,
¡los nativos manglares!
Pero el hombre inclemente lo depreda,
sin valorar sus múltiples bondades,
sin pensar que de sus verdes mocedades,
tras la criminal tala nada queda.
Al infinito cuentan sus pesares,
¡los nativos manglares!
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