Josep Lluís Pons i Gallarza (San Andrés de Palomar, Barcelona 1823 - Sóller 1894) fue un poeta español, uno de los impulsores de los Juegos Florales.
De padre mallorquín y madre castellana, se licenció en Filosofía y Letras (1843) y Derecho (1850) en Barcelona. En 1849 ocupó la cátedra de Retórica del Institut de Barcelona, y fue uno de los siete primeros mantenedores de los renovados Juegos Florales de Barcelona. En 1861 se establece en Palma de Mallorca. Fue catedrático de Historia y Geografía en el Institut Balear, donde tuvo una destacada tarea pedagógica. Entre sus alumnos encontramos a Joan Alcover, Miguel Costa y Llobera, Miquel dels Sants Oliver o Gabriel Maura.
Fue presidente del Ateneu Balear y dirigió la Revista Balear y el Museu Balear. Al mismo tiempo de su continuada intervención en la vida cultural mallorquina, se mantenía vinculado a los Juegos Florales de Barcelona, que consideraba una institución aglutinadora de todo el dominio lingüístico catalán. Obtuvo numerosos premios, fue nombrado Mestre en Gai Saber (1867) y presidió las ediciones de 1870 y 1878.
Obra
Como poeta, su reducida obra se caracteriza por un marcado clasicismo y perfeccionismo formal. Su mejor expresión se encuentra en las visiones del paisaje mallorquín, como se puede ver en dos de sus poemas más famosos, Los tarongers de Sóller y L'olivera mallorquina. Su obra poética fue recogida en Poesies catalanes (1892) y supone la incorporación de la literatura mallorquina a la Renaixença.
El olivo mallorquín
Cuéntame, viejo olivo,
mientras descanso aquí en esta roca,
nuevas de otros tiempos,
que escritas veo en tu reseco tronco.
Yo vengo a recostarme
en tus raíces nudosas, triste de añoranza,
para que me devuelvas,
de los bienes perdidos, sólo el de la esperanza.
Tus delicadas hojas,
que bajo el cielo azul el viento orea,
son de la paz imagen;
de todos los deleites de la ciudad envidia.
Tu rama verde y blanca
cual cabellera de ángel te recubre;
y a tu partida rama
le ha arrebatado el viento la astilla que le falta.
Cuando, joven, crecías,
flexible, en el ribazo, sobre el llano,
podaba tus zarzales
la hoz de un labrador fiel de Mahoma.
El árabe y los suyos,
respirando tus flores para mayo salían,
y tu oliva esparcida
sus hijos en otoño recogían.
¡Qué dolor! ¡Escuchando
cuerno aragonés el toque de la guerra,
cortó tus brotes, dando
posesión a sus huestes de la ganada tierra!
Y al llegar la conquista,
con lágrimas muy hondas señalando sus pasos,
y sin volver la vista,
partió llevando al hijo más pequeño en sus brazos.
Los caballos pisaron
en sarraceno surco la mies tierna,
y los hierros hundieron
de la alquería en la ceniza ardiente.
*
Reposaba, a la sombra,
liberado el barón de los duros arneses,
en tanto los lebreles
yacían bajo el sol, echados y sedientos.
Y del puño volando,
el manso gavilán sobre ti se posaba,
clavándote las uñas,
y doblaba las puntas de las ramitas tiernas.
*
Cuando era una alta ermita
este claro de ruinas esparcidas,
el cenobita místico
aquí se arrodillaba a la luz de la luna.
Del monasterio al toque
las manos sobre el pecho, sus plegarias decía,
y el cielo en su delirio
veía por la sombra calada de sus ramas.
*
Ahora, aquí el tiempo engaña
al pastor que embobado se detiene,
y con flauta de caña
conduce el rebaño que pace en la hondonada.
Ya a la esquilada oveja
y al manchado cordero en torno suyo junta;
la cabra deleitosa
para morder tus brotes se encarama.
*
Amigo del que llora,
eres dosel sagrado de eternidad serena;
yo te siento contento
por haberme ayudado a consolar mi pena.
Tú a mi corazón le has dado fuerza;
pareces devolverme la juventud perdida,
como de tu corteza
sale la savia que tus ramas muda.
Yo moriré, y aún
sacudirá el mistral tu negra oliva;
nada será de lo que ahora es;
tú, en el azul peñasco estarás vivo.
Incluido en Poesía catalana contemporánea (Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1983, edición y versión de José Corredor-Matheos).
L’olivera mallorquina
Conta’m, vella olivera,
mentre sec alenant sobre la roca,
noves del temps d’enrera
que escrites veig en ta surenca soca.
Jo vinc a recolzar-me
a tes nuades rels, trist d’enyorança,
perquè vulles tornar-me
dels béns que n’he perduts sols l’esperança.
Ton delicat fullatge,
que sota lo cel blau l’embat oreja,
és de la pau la imatge,
de tots los goigs de la ciutat enveja.
Ta rama verda i blanca
com cabellera d’àngel t’emmantella,
i a ta esqueixada branca
falta pel vent l’arrabassada estella.
Quan, jove i vincladissa,
creixies sobre el marge de la coma,
xermava ta verdissa
la falç del llaurador fill de Mahoma.
L’àrab i sa mainada,
respirant-ne tes flors, pel maig sortien,
i ta oliva escampada
sos fills, per la tardor, la recollien.
Ah, quin dol! Escoltant
del corn aragonès lo toc de guerra,
tallà tos brots, donant
empriu a l’host de la guanyada terra!
I el jorn de la conquista,
ab llàgrimes del cor senyant sos passos,
sense girar la vista,
sortí ab l’infant més xic estret als braços.
Los cavalls trepitjaren
dins lo solc sarraí les brulles tendres,
i els ferros enfonsaren
de l’alqueria en les calentes cendres.
Com reposava a l’ombra,
deslliurat lo baró dels durs arnesos,
mentre els llebrers sens nombre
jeien al sol, assedegats i estesos!
I de son puny volant,
el manyac esparver dalt tu es posava,
les ungles encreuant,
i els tendres cims dels branquillons vinclava.
Quan era una alta ermita
aquest claper de trossejada runa,
lo místic cenobita
aquí s’agenollava al clar de lluna.
Al toc del monestiri,
mans plegades al pit, pregàries deia,
i el cel, en son deliri,
per lo reixat de ton ombratge veia.
Ara aquí el temps enganya
lo pastoret que embadalit s’atura
i ab flabiol de canya
gira el ramat que al comellar pastura.
Mentre l’ovella tosa
ab lo clapat anyell entorn apila,
la cabra delitosa
tos tanys novells per rosegar s’enfila.
Arbre amic del qui plora,
dosser sagrat d’eternitat serena,
jo et sento grat de l’hora
que m’has aidat a conhortar ma pena.
Tu al cor m’has donat força, L’olivera
tu apar que em tornes joventut perduda,
com de ta eixuta escorça
la saba n’ix que ton brancatge muda.
Jo moriré i encara
espolsarà el mestral ta negra oliva;
res serà del que és ara;
tu sobre el blau penyal romandràs viva.
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