Yosuke Kuramochi Obreque (CHILE Temuco, 1937 - Temuco, 1997 ). Poeta, pintor, catedrático universitario, hizo estudios de Medicina Veterinaria en la Universidad Austral de Chile, en Valdivia. Allí comenzó su actividad literaria a la sombra del maestro estilista Eleazar Huerta. Otro de sus compañeros y consejero en estos primeros pasos literarios fue Hugo Montes.
Hasta el momento de su muerte se desempeñó como académico de la Universidad Católica de Temuco, donde se le reconoce una gran labor de extensión de las artes, en especial del teatro y la literatura. Entre sus preocupaciones como docente e investigador estuvieron las de rescatar aspectos de la cultura, el lenguaje, las artes y las tradiciones mapuche.
Su obra poética, siempre en búsqueda de una expresión y lenguaje distinto, está nutrida en su fuente por experiencias personales muy íntimas.
Entre esas fuentes están su profunda religiosidad, reiterada a través de todos sus libros, y su amor al sur en donde lo concreto, geografía-clima, asoman la presencia del amor humano en cada uno de ellos.
OBRAS PUBLICADAS:
--Ángel a tierra (1962)
--Amapolario (1963)
--Fauno (1964)
--Poemas en el viento.(1967)
--Girasoles y proverbios (1970)
--Los 44 (1977)
--Poesía, poesía, poesía. (1977)
--Hojas de Poesía, (1985)
--Colección de Relatos mapuches (1988)
--Mitología Mapuche (1991)
--Cuarteto del Sur (1991)
--Me lo contó la gente de la tierra (1992)
--Cultura Mapuche: relaciones rituales y tradiciones.
--Culturas Indígenas: Lenguaje e identidad.
--Comprensión del pensamiento indígena a través de sus expresiones verbales (1994)
--Poesía religiosa (1997)
LOS OJOS DE LA NOCHE
Los ojos de la noche
amanecen llenos de rocío
siempre.
El silencio a la sombra
le cuenta
una historia llena de estrellas.
Dicen
que los ojos de la noche
a los ojos luminosos del alba dan
antes de cerrarse
una extraña mirada.
Encontrar un rostro amado al amanecer
hace olvidar que ayer
se puso
lentamente el Sol.
Yo te encontré por la mañana,
recuerdo ¿o aprendí?
que ayer el Sol se escurría
por la mejilla del cielo.
El misterio de un nuevo día
hace cerrar sus ojos soñadores
a la noche,
sin embargo,
los ojos de la noche
amanecen llenos de rocío
siempre.
ANTÍGUA SED
una vieja bellísima
de tez blanca aromada
de brillantes ojos risa de pájaros y voz ardiente
como el gemido
bandera azul el pelo para el viento
aromo los hombros, rosa pecho
la boca
roja,
me ha dejado
Una antigua sed que tengo
abriéndome los labios
como una mariposa que ardiera eternamente
delante de mis ojos.
DE Ángel a tierra
has muerto / eres / un hombre muerto, / pero no se desprende /
el fruto amargo / de tu cuerpo frío / desde mi árbol / desde mi árbol en llanto,/
de mi cuerpo en sangre / caliente y aferrada /
al fleco de los astros / de mi sino... (p.26)
La tierra es un jirón de tiempo ensangrentado,
arrancado de lo hondo de mi cuerpo,
por tus brazos que cuelgan, / de los astros del silencio (p.7)
La tierra me gira / tus ojos inmóviles (p.7)
Con la sed de mis entrañas beben las tinieblas
en la profundidad que ha herido con / tu cuerpo muerto (p.10)
Se te llenaron de sirenas las sienes; / por tus venas corrieron hacia la muerte
las últimas horas / del océano incendiado / en el coral derribado de tu boca,
y te fuiste llorando algas por / las rocas del silencio (p.11)
DE FAUNO
En el árbol del cuerpo / aletea / angustiado
el pájaro del viento, / y su ala de sangre
estremece el ramaje / fuertemente,
y el sol cuajo ferviente / abre / en el desnudo ramaje de mis huesos
un fruto mojado / con sangre de doncella... (pág.41)
DE “El Hombre Inaudible”
En el árbol del cuerpo / aletea / angustiado
el pájaro del viento, / y su ala de sangre
estremece el ramaje / fuertemente,
y el sol cuajo ferviente / abre / en el desnudo ramaje de mis huesos
un fruto mojado / con sangre de doncella... (pág.41)
El cielo gris se aplasta de ceniza / sobre la tierra roja y sola de mis uñas.
Unas ruedas caídas / de la maquinaria rota del silencio
se detienen de óxido / en sus propias órbitas... (pág. 29)
DE Amapolario
los ojos de mi perro son negros como uvas de abril
el volantín es un hilo que me lleva al cielo
un árbol que enamora al cielo
mi trompo tiene panales / cantando dentro del alma
mi trompo es un colibrí
entre arco-iris de malva
Y nuestros cuerpos son / dos perlas tristes, /
en el cuenco verde / de su mano undosa (p.35)
Y que canten las cigarras / el relieve amarillo / de nuestro amor sin alas, / que baje /
el agua toda del estío / por mis ojos a la tierra que encendiera,/
nuestra fugaz estancia en sus lamentos / y nuestra primera lágrima de invierno (p.44)
¿Qué fantasma / ha asomado a tus ojos / que miran sorprendidos al árbol del otoño,/
qué leche ha llenado tu seno / que es amargo tu pezón a la noche estrellada,/
qué temblor de viento ha vibrado tus follajes / que mis aves se posan /
en la isla de tu boca / como en un astro muerto? (p.59)
Era suave la tarde / como el labio de un niño.
Eran puros mis ojos / bermellón el espacio / de los hombres inmóviles;
y el venado del agua / retozaba su belfo / en la dulce espesura
de los bosques sonoros.
En el aire temblaban / los pájaros sus alas,
en el viento de mi casa / -engastada allá en la calle /
que guardaban los grillos volaba vibrando / los floridos manzanos, / el ruiseñor rosado /
del sol que me crecía.
Después, / ya no recuerdo. / Mucho he rodado, / tanto.
No quiero saber en donde / ni en que ácida floresta
de bullidores hombres, / se me extravió la vida.
Yo / camino al encuentro, / más allá / o donde mismo,/
se me rompió la infancia, / como / un sol que al partirse, /
creciera de su pulpa / la sombra de mi vida. (pág. 61-62)
En la amapola
un ave de papel.
Sobre el vuelo del viento
una cometa blanca.
Bajo el cielo la tierra es un ovillo
para el hilo de Dios. (pág. 8)
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