RODOLFO ORTIZ OPORTO
(La Paz, Bolivia, 1969).- Poeta y ensayista.
Con estudios de literatura en la UMSA. Egresado de psicología de la UCB de La Paz. Director de la revista especializada en literatura ‘La Mariposa Mundial’ (2000). Baterista de rock. Pertenece a la nueva generación de cultores de la literatura boliviana, quien además hace labor de editor. Como ensayista gran parte de sus trabajos están dirigidos al estudio de la literatura boliviana del siglo XX. Participó de la investigación y redacción de la obra Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia (2 v., 2002), dirigida por Blanca Wiethüchter. Actualmente es responsable del área de universidades del Ministerio de Educación.
El poema nominado ‘El ch’aki silba su propio ardor’, dice en parte: “Yo nunca me vi dormido conmigo mientras tú me viste dormido contigo / qué extraño, pero nunca tuve dolores de estómago conmigo / mas sí dolores de hueso contigo al saberte dormido conmigo / y mientras tu estado observa una oreja conmigo / un volterete relajado asoma tu silbido de domingo”.
LIBROS
Poesía: La corpulencia del tic (1997); Cuadernos de la sequía (2006).
Ref.- Mariposa Mundial, 7/8, LP, agosto 2002, 69; A.M. Paz Soldán y otros, Hacia una historia crítica…, 2002, 437; M. Zelaya, “Las cuatro alas…”, La Prensa/Fondo, 04.03.2007, 4; Blanco, Diccionario de Poetas, 2011, 138
FOTO Y TEXTO: Elías Blanco
[En el alba porosidad de las piedras]
Hoy fuimos en busca de las piedras
allá lejos por la penumbra de tamaños
caminos en miniatura a la vera
de sendos eucaliptos. Y quiero decirte otro es
el silencio de las piedras cuando hablan
y cuando lo hacen te habrán mirado primero fijamente
en una pausa que sólo tú habrás creado con decoro
y también con otro silencio que será
el de tu cuerpo. Habrás de esperar una pauta
en ese momento cuando escucharás
rumores que vienen de muy lejos, quién
sabe de la propia ciudad oculta. Habrán ladridos
y llantos infantiles, así como también
matracas y motores. Habrá un dolor
que podrás oler si son las seis y media
de la tarde, y en invierno. Habrá el propio haber
que las piedras guardan para regalarte fríos
remotos jamás sucedidos. Nunca beses una piedra
si antes no te ha besado la muerte. Podrás tocada, enamorar
con sus formas y hasta guardarla en el bolsillo, pero
no entenderás su lenguaje si sólo le hablas
en el lenguaje de los vivos, porque las piedras
hablan el lenguaje de los muertos para
comunicarse con el lenguaje de los vivos. Y es así
que una piedra te espera en el recodo del viento
quién sabe por qué pero te espera
para fatal consternación de aquellos que han sido
mirados mucho antes por ella.
[Estoy en el baño]
Estoy en el baño
sentado en la tapa del inodoro. Tengo
la frente apoyada en un frío azulejo que viaja
por este cuerpo. Siento mis órganos
llorar, quebrarse en mil pedazos
la memoria en mil pedazos roída
náufraga en su ruina en su flora
por todos los tejidos por el agua
adherida de mis océanos. ¡Ah! los jardines
de esta perdida bondad, de esta piedad
que está por estar, deshaciéndose
por todas sus entrañas.
[Se ha dicho se ha meditado mucho]
Se ha dicho se ha meditado mucho
sobre la piedra de la locura. Dicen que anida en la cabeza
de los hombres y dicen que es verde y húmeda como
la peste. La piedra de la locura se posesiona de ti y mira
con tus ojos lo que no puede mirar con los suyos. No es
posible extraer la piedra de la locura. Habrá que estar loco
para apenas pensarlo. Habrá que estar loco para saber
que la piedra de la locura está en tus ojos
en el quiasma de tus ojos y en ninguna otra parte de tus ojos
y si osan arrancarla habrán de cegarte primero y habrán
de arrancarte los ojos y habrás de llorar con ellos y sin ellos
y habrás de callar eternamente
por quienes antes preparados de manos y de muerte.
[Te veo dormir]
en qué vientos
ingresa la noche si la respiración
es un áncora vacía que nos habla
por qué la voz enmudece ahora
que busco en las arrugas del codo
el reflejo de lo que no hay
en qué esquina dejas el alma
para regresar en su lana cuando
tu cuerpo no ha vuelto
dónde fija el pavor un dedo
cuando en el alba el pensamiento
ha sonado
plantar el hueso de mis ojos en tu tierra
dije un día.
[Cartera]
Miro una mujer por los prodigios
de una música
miro su cartera –el ardor
de sus órganos su sangre maldita
acaso
los cielos profundos que mordí
(olvidados) en ese
recinto oscuro de coloretes
y migas de pan.
[El alba]
El alba está rota
separada del mundo por
una palabra invisible.
Que vaya pase huya
a su fin de tierra más viva (aquella
esa allá) la que orada en la arena
el llanto seco de tu pecho.
En tu casa
vale la pena la muerte.
[Basural]
Todo lo que tus ojos ahora miran yo amé. El viento
sobre la yerba los animales vagabundos
ahora rutilantes llevando el pálpito de las nubes a la fronda
ese placer de luz otorgada (miré
lo que no hay)
y es ávida esta herida al abrir su agitado basural –la heredad
en los zapatos y los meses de repente. Todo listo
para el triunfo de las cosas simples
al fin en lo que acaba de lo ganado en la noche.
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