jueves, 9 de junio de 2016

MARINA IZQUIERDO [18.847]


MARINA IZQUIERDO

(Valencia, España). 
Licenciada en Filología y en Ciencias de la Información, estudió literatura en la Queen Mary University of London. Periodista cultural con una extensa trayectoria, ha sido profesora de lengua y literatura en la Universidad de Columbia, Manhattanville, Instituto Cervantes, Queen Sophia Institute (Nueva York) y en la Universidad de Malta (Literatura y mujer). Finalista del III Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador con el poemario “La mitad silenciada”, obtuvo el XVII Premio de Poesía Voces Nuevas. Cuenta con poemas y relatos en diversas antologías y fue finalista del XXVII Premio Ana María Matute de Narrativa de Mujeres y del XIII Certamen de Narrativa Breve de Igualdad del Ayuntamiento de Valencia. Forma parte de la junta directiva de la Plataforma de Mujeres Escritoras del Mediterráneo.


QUERENCIAS


A veces me despierto y vivo
un rato, no más del tiempo prudente,
no vaya a ser que me atrapen
y no me dejen regresar.

A veces me despierto y vivo
Al filo del alba, sesteo la tarde,
pero solo el tiempo que me lleva
arroparme en el mar y calentar la nieve.

A veces me despierto y vivo
en la quejumbre de contar huidas.
Lo que tardo en hallar uñas y algo de piel
donde pellizcarme en sueños
para desandarme al parque de hojas azules
y cielo verde. Sin estación ni relojes
pero con terciopelo de puesto de mercado
donde ordenar y algún día hasta alborotar
todas mis querencias, ahora ya ausencias.




SÉ QUIÉN SOY

Sé quién soy porque me he encontrado.
Apoyada en la esquina de la cocina
en el marco de un instante de sonrisa
sobre la almohada compartida con parte de mi vida.

Sé quién soy porque me lo han chivado.
Los otros que se creen inmunes al olvido,
los propios ajenos a mi zozobra sobre la hamaca
donde un día tejimos los años venideros.

Sé quién soy porque me he leído.
En los libros subrayados de frases que me gustaron.
En las notas de deberes, médicos y supermercados.
En la ola de la espumadera, en la resaca de mis ensayos.

Sé quién soy porque me he mirado
En el vaho que me devuelve a la otra que tenía que haber sido.
Pero no le pregunto quién era
no vaya a ser que me desvíe del pedregal
intransferible, que señalizan las madrugadas,
y borras con tu sonrisa en la aurora de mis días.



LIBRES Y CERVANTAS


I



Leonor, Andrea, Luisa.
Galatea, Marcela, Preciosa.
Magdalena, Constanza, Catalina.
Dorotea, Mariana, Gelasia…

A su calor y orilla,
ecuánime te forjaste.
A su albedrío en tinta,
la dignidad les legaste.

Mujeres de sangre,
mujeres de pluma,
¿Cervantas?
                        ¡Sí!
                               ¡Libres y Cervantas somos!

                
II

Visionario, aventurero,
feminista, justiciero,
intemporal en texto y seso
es Miguel de Cervantes
como solo son los genios.         

Respetaste voluntades,
las injusticias retaste,
avivaste las conciencias,
y como a ellos nos alzaste
al gritar,
en voz de mujer:
“Yo nací libre”.




IMAGINARNOS FUE SUFICIENTE

Tejes los días
que bordo cada noche
en el banco de una estación
que soñé para nosotros.
Sin agujas ni raíles.
Sin partida ni destino.
En el traqueteo de los años
que nos robaron.

¿Te acuerdas de cómo
nos añorábamos
sin sabernos?

Imaginarnos fue suficiente
para regresarnos hacia
donde nunca pertenecimos.


EL ALIENTO DE UN PENSAMIENTO

Cada día muero un poco.
Cada noche vivo un rato.
Tanto muero como vivo,
vivo tanto como muero.

Porque se es inmortal hasta que la muerte
te lame la nuca en escalofrío
para recordarte, que tus días
tienen sus noches hilvanadas.

Porque se es mortal hasta que la vida
te sopla en una primavera perenne
que no hay otoño ni invierno ni verano.
Tan solo el aliento de un pensamiento.


TODAS LAS MADRES

Me dueles adentro
en el futuro de un tropiezo
mientras las sombras
agachan su voz.
Una mujer me cede su asiento.
Podría ser mi madre, tu madre.
Todas las madres.


ES TU AUSENCIA

A ti, papá, que te fuiste y me volví verso

La Ausencia es alargada, incorpórea y sigilosa.
No pregunta, siempre en vela, pegada cual segunda piel.
Del alba al ocaso, casi impertinente mientras duermes.
Vigilando qué respiras hasta clavarse en el suelo
como el niño que fue entre aristas adoquinadas.

La Ausencia gris, de barro, marmórea.
Negra y malva, de madera.
Atemporal, sincronizada.
Tejida de gestos, palabras y momentos que tintinean,
cual campanilla en el oído de lo cotidiano, ahora ya recuerdo.

De un amor que duele.
De un dolor que ama.
De un Duelo que cercena sin piedad sus últimos alientos.
Que acoraza su Vida de gris, de barro, marmórea,
De negro y malva. De la madera muerta.

Aunque esconda una Alborada que quizá,
dicen que Sí,
nos devuelva el color de todos sus días,
las gafas caídas sobre la sonrisa de media luna,
el placebo de los nietos,
la radio de domingo alegre en la mesita,
la tertulia de vino, café, querencias y hasta ausencias
ya dulces, moscatel de otras viñas ya dolidas.

La Ausencia es alargada, incorpórea y sigilosa.
Gris, de barro, marmórea, negra y malva, de madera.
De un amor que duele.
De un dolor que ama.
De un Duelo que cercena y acoraza la Vida.
De vino agrio. De café quemado.
¿De Alborada? Dicen que Sí.
Quizá en otra añada.

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Donde se cosen los silencios

Desnuda
Sin oros ni platas
Con los azabaches prendidos en el cuarzo rosado.

Herida
Gotero de esperanza
En el pasillo verde donde se cosen los silencios.

Incierta
En el abrazo que apaga la luz
Sin querer saber aún a qué sabe el último sueño.

Sola
Tan llena y tan sola
En la carrera de imágenes de esa que es mi vida
Mientras afuera, esperan, sobre la baldosa incierta
los relojes de Dalí.
Y las abejas se detienen en la miel donde se hilvana
   la esperanza.


Soy Mujer

Soy mujer y me distraigo,
me distraes, nos distraemos.
Tu comida, su examen,
nuestro huerto.

Soy mujer y me pierdo.
Me pierdes, nos perdemos.
Tus luchas, sus guerras.
La revolución que finges
            hacer
                        también
                                   mía.

Soy mujer y me despierto.
Atrás, el sueño
            atávico
                        de tus milenios.

Ni banderas ni logos.
                        Ya no me atraparás en el fogón de las trincheras.
Ni consignas ni promesas.
                        Ya no coseré tu disfraz de patriarcado.

Soy mujer y árbol.
Malinche sin Cortés.
                        Savia de madre, de abuela
                        y de hermana.
                        Copa de hija, de nieta tal vez.
Ni rama ni costilla.
O juntos Tronco, o la Nada.





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