Fotografía: Fernando Sandoval
Andrea Torres Armas
Ecuador. Poeta, bibliófila, escritora, correctora de textos, librera, viajera, traductora y socióloga en ciernes.
Nació el 25 de marzo de 1985. Lunes.
Su vida se reparte entre la literatura, las lenguas y las ciencias sociales.
En 2014 el relato ‘Inferno, estación penthouse’ fue finalista en el Premio Internacional de Narrativa Femenina Bovarismos y fue publicado bajo el título Soñando en Vindravan y otras historias de ellas por La Pereza Ediciones, en Miami. Ha publicado ‘El Virus del Génesis’ (Alfaguara, 2001) y Decálogo de asperezas (obra digital, 2009). Ha colaborado con varias revistas, entre ellas: cartóNPiedra, Aportes Andinos de la UASB, Revista Absenta Poetas de España y el fanzine poético Hasta que grita la santa.
Ubicación geográfica de los sucesos (Editorial CCE, 2015) es su más reciente poemario.
Nació el 25 de marzo de 1985. Lunes.
Su vida se reparte entre la literatura, las lenguas y las ciencias sociales.
En 2014 el relato ‘Inferno, estación penthouse’ fue finalista en el Premio Internacional de Narrativa Femenina Bovarismos y fue publicado bajo el título Soñando en Vindravan y otras historias de ellas por La Pereza Ediciones, en Miami. Ha publicado ‘El Virus del Génesis’ (Alfaguara, 2001) y Decálogo de asperezas (obra digital, 2009). Ha colaborado con varias revistas, entre ellas: cartóNPiedra, Aportes Andinos de la UASB, Revista Absenta Poetas de España y el fanzine poético Hasta que grita la santa.
Ubicación geográfica de los sucesos (Editorial CCE, 2015) es su más reciente poemario.
Ubicación geográfica de los sucesos
Andrea Torres Armas
Toda localización espacial del lugar de un objeto o de un suceso, se
reduce a dar el punto de un cuerpo físico (cuerpo de referencia) que
coincide con aquel objeto (suceso), y esto se aplica, no solo a las
localizaciones y descripciones científicas, sino también a los casos
de la vida práctica.
de la vida práctica.
Albert Einstein
I
De sucesos y geografías
En sus ojos veo los rostros
Te veo en ese Perú de tus veinte años.
En esas caminatas infinitas
en las huellas
en las polaroid de tu cara
a punto de cumplir veintiuno
de amar a dos mujeres
y comprar una guitarra.
Te veo en esos ojos de los niños
como nosotros, perdidos,
hambrientos
sin mañana
con frío y con sueño.
En esa montaña sagrada
no hace mucho descubierta,
en ella tras su cámara
amándote
inmortalizado en su cabeza.
En esas fotos de chaquiñán hacia el misterio
en la arena del desierto
en los fragmentos irrecuperables
tras las lágrimas y el duelo.
En esa hoguera que se extingue,
como tú a tus veinte
antes de caer,
de ser el ángel en la memoria
y el olvido.
Te veo morir en la mañana
entre los aviones
tu agonía en mis manos y en mis ojos
en esos olores
de Quri Kancha y café irlandés.
Te veo morir y tu muerte
me delata.
La esperanza viaja en tren
No pudo más con su Macondo
y su loop ad infinitum.
Con esa sensación de vergüenza
por vivir bajo el supuesto
que su costado no había sido atravesado,
que podría un día aprender
sobre esas lenguas,
sobre Nunkui y sus milagros.
Se marchó con su hombre ajeno,
su exotismo
su generación Ni-ni.
Se marchó con su Macondo
envuelto en servilletas
―no sabe bien a dónde―.
Si preguntan,
ríe y asiente.
Sabe bien,
porque ha vivido,
que la ciudad se lleva dentro.
Ángel y El Retiro
Tus alas de ángel no lucen más
solidificadas en estaño.
Se reparte la noche con ventiscas de verano.
Desde hace mucho
la luna que alumbra tu ciudad
no es la misma que la mía.
*
Nos conocimos antes del diluvio
pero no pudimos alcanzar el arca.
—Camina conmigo —sugerí—
y nunca más volviste a soltarme la pata.
Hubiese sido más romántico
morir de mutuo ahogo
con las lenguas del otro atravesadas en la garganta,
que ser esa especie extinta de los relatos bíblicos
por no escuchar la alarma.
Invención de los sucesos
Porque allá, en el Paleoindio, tuvimos otros nombres
y yo tenía esa idea ―no tan mala―, de ver cómo
era el futuro y qué rostros tendrían nuestros dioses.
Allá, cuando era niña y ya te amaba,
cuando la tierra era más negra
y los adverbios de lugar no interesaban
porque no se había inventado aún la geografía,
¿cómo crees que se habría dicho
chaquiñán, alma, llanto;
si no teníamos pies, solo sonrisas?,
¿qué lengua nos llenaba entonces los pulmones?
¿La piel desnuda todo el tiempo,
era más nuestra en la noche o en el día?
¿Cómo pasaban los sucesos?
Yo creo que en el inicio
no fue el verbo el nudo primigenio,
debió haber sido el sustantivo: dios, y entonces,
él decía vida, juego, movimiento.
Vinieron luego los adverbios y los adjetivos;
así decía: «ahora una luz clara» y la noche
se dividía en dos para ser día.
Y al final, sólo al final,
dios dijo «amar» y tú me sonreíste.
II
Tomoscopios
Eisoptrofobia
Paso en sus ojos de ser lo que soy
a lo que fui.
Vi sus manos acariciando cicatrices en mi rostro
y a ella, sonriendo como si se felicitara.
Me vi convertida por su puño
en cientos de fragmentos de cristales diminutos
y no supe, aun así,
dónde había caído la máscara.
¿Y si fuera justamente
ese exceso de confianza en esta imagen
lo que entorpece la vista?
Más fácil es decirle al mundo
«nada puedo hacer, es este mi destino»
que hacer una revolución día a día.
La verdad del mundo es
que el horror es obra nuestra.
La oscuridad
la pintamos nosotros.
Eternidad
En el principio ―dicen los Txucaramay―,
todo era noche,
no había día.
Entonces, todo era hoy
no había mañana.
III
Relatividad especial
Un cadáver sabe siempre lo que hay más allá:
nueces, hojas secas, trenes, laberintos.
La esterilidad de un vientre cansado ya de amar
la tristeza de un verano que reclama truenos que ensordecen.
Luego,
un silencio.
Una muerte nueva que regrese
al éxtasis del todo.
Te veo morir y tu muerte me enternece.
∗
Con el tabaco y la cerveza
yendo siempre en el mismo sentido erróneo.
Esquivando fantasmas,
aniquilando soledades.
Con el mismo sentimiento de aprehensión
de la primera noche
te espero en el bar
para ver como la ciudad se deshace
tristemente un jueves.
∗
Me parece mentira que las calles sean tan grandes,
el tiempo tan largo
y el desencuentro posible.
Es triste para mí la noche cuando pienso
―sabiendo que voy a equivocarme―
que estás solo ahí afuera
y yo muriendo de ganas de ti.
Ya no más amor desenterrado
ni boca de dios para meternos
ni hombre que me recuerde que
la eternidad se nos acaba
y que esto dura solo un segundo
Viernes Dieciséis
Quisiera nunca más escribir sobre el amor:
Debería más bien, consagrar la obra
a una propuesta política ―no partidista―.
Hablar de la situación actual de la mujer,
de la configuración sexo-genérica como
construcción histórica post-materialista.
Relatar las visiones de terror en los ojos de soldados en Irak,
hablar sobre Irán con las reservas y el uranio;
sobre la minería y el proyecto Mirador.
Debería ser más intelectual,
más fluida,
más sensata.
¿Quién quiere escuchar sobre la ebriedad,
las sonrisas, los instantes congelados en una vieja cámara
cuando se nos está acabando el mundo?
¿Quién?
No debería ya sentir indignación
ni poner cara de asco contra el mundo
porque desde el veinte de este mes habrá cantos por el agua
y Barbie, al fin, ha admitido
la diversidad étnico-cultural.
Debería escribir sobre lo Árabe y la Primavera.
Una oda a la ciencia, a las misiones espaciales
y al CERN, ―aunque por equivocación―,
me hiciera tenerle tanta fe a los neutrinos
(esos que eran más veloces que la luz).
¿Para qué mencionar en el papel
mi sueño de otoño-invierno (año que viene),
si puedo hablar de fluidez,
resemantización,
extinciones contenidas,
células madre?
¿Quién en sus cabales escribe a mano todavía?
¿Quién?
Si este mundo tan civilizado
tiene universo paralelo dos punto cero,
casas del migrante y esperanza.
¿A quién le interesa que un día como hoy
—en que Dios estuvo enfermo (grave) —,
naciera Vallejo, si resultó que su poesía
tiene impactos negativos en
el imaginario colectivo del Perú,
conforme declaraciones del Señor Ministro?
Quisiera nunca más escribir sobre el amor
.
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