martes, 3 de noviembre de 2015

DIEGO LINO [17.346] Poeta de Perú


Diego Lino

Poeta y artista gráfico peruano, nació en Lima en 1985. Es integrante del grupo poético “Rara Avis” y organizador de “El Rincón Guapo”, espacio de divulgación literaria. En la actualidad edita y publica la revista de literatura “Círculo de fuego”. 


 DEL LIBRO “MÚSICA PARA TARÁNTULAS” 



Discurso ante un auditorio lleno de arañas

Dónde está el tallo del fuego
Quién ha cortado esa flor
Y la ha dejado
Como una mano crispada sobre la tierra
Vengan todos a verla
Ven tú que miras la vida
A través de una gruesa vitrina
Tú que lloras tras el telescopio
Que sollozas por el pez mientras lo devoras
Vengan todas las antenas de este mundo
Sensores de señales indescifrables
Acérquense
Basta de correr por los callejones de la noche
Fotografiando fantasmas
Despertando murciélagos con discursos
Llenos de estrellas y rosas imposibles
Suelten las alarmas
Dejen en paz los botones del mañana
La poesía no es un arma
Si no queda nadie vivo a quien disparar.




Una imagen flota río abajo

Cavo la tumba donde enterraré mis ojos
hundo las manos en un espejo
bebo de su agua
me deshago en tarántulas
en cascadas de tinta y estrellas
asolo edificios donde nadie sueña
escondo sus lápidas bajo mi lengua
alumbro pabellones de cementerio
caigo desde la noche
como un pájaro en llamas
alzo mi escalera de humo azul
pero arriba no hay más que lejanas fogatas
si quiero ver un astro me abro las venas
porque la sangre está llena de ventanas.




Juego de manos

Sueño una virgen cargando su arcabuz ¿o la he visto en un muro?
abro los ojos: un policía reparte migas de algodón dulce
balas que hacen piruetas en el aire como gorriones de acero
subo escaleras hechas de huesos y teclas de piano
sorprendo a un banquero durmiendo
a una secretaria acosada por deudas imaginarias
salgo nadando por la ventana
afuera los edificios tiemblan como el cuerpo que se ama
abajo el aliento del mar nos trae objetos extraviados
devuelve flores a los que perdieron recibos
un lugar donde ir a los que perdieron llaves
y los hombres abren por fin sus puertas
las latas de conserva donde habían guardado la noche.
Doy un salto: paso flotando sobre el manicomio
sobre los niños que hacen fila frente a ese cajero automático
que ahora dispensa goma de mascar y caramelos
y la mañana echada sobre el mundo abre la boca
envuelve la tierra con su mirada llena de globos de colores
corren caballos por los techos de los automóviles
y su avance nos recuerda que nada está muerto
que todo se estremece
ante el fuego de un corazón que llevamos en las manos
yo nado en la luz de ese corazón en llamas y me digo:
“esta es la vida; pero nosotros sólo vemos sombras”.




Presencia del Mar

El hombre se acuesta
cierra los párpados  y se diluye
 en la líquida oscuridad de su alcoba
los extremos de su cuerpo avanzan
como espuma en las orillas de la noche
o como una manada de caballos blancos bajo la luna
de los brazos nacen ramas alzan vuelo ruiseñores
no hay bajo el cielo ave más pura que su canto
cielo      piel tendida      nido de estrellas y arañas
llega la resaca y la carne retrocede
el árbol retorna al hueso el canto al sonido
el agua emprende su regreso al hielo
el hielo al frío de unos pies definidos
la sangre celeste del amanecer invade lentamente la alcoba
el hombre abre los ojos antes que suene la alarma.




Columna de humo

como ave subterránea
la noche avanza
asoma por las alcantarillas
por la risa de los muertos
en las pequeñas ventanas de los sanatorios
como esa música lejana de las pesadillas
y el fuego nada puede hacer contra esa sombra
sólo abrasar nuestros cuerpos
y volverla más oscura
en las manos de humo que nos alzan
en los gritos que vuelan sobre camas vacías
brotando de grietas
saliendo de nichos
de bestias caídas con alas abiertas
porque la noche es un laberinto sin paredes
y tiene rendijas donde la muerte frota sus antenas
sobre los huesos amarillos de la esperanza
cuando el barro tiene ecos de fábrica abandonada
la lluvia cae desnuda
sobre el pecho del cadáver.








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