Víctor Rojas
Nació en Bogotá, Colombia, el 30 de agosto de 1953. En su ciudad natal estudió Derecho y Ciencias políticas. A la edad de 30 años se traslada a Suecia donde después de aprender el idioma sueco se dedica a la formación académica.
Al mismo tiempo que se recibe de Pedagogo Social en la Escuela Superior de Jönköping, obtiene una maestría en literatura comparada, otorgada por la Universidad de Gotemburgo.
A la par de sus estudios universitarios Víctor inicia una prolífica carrera literaria tanto como escritor como traductor. Gana un concurso de cuento convocado por Radio Suecia Internacional con el cuento Los bosques de Moheda. Algunos meses después debuta con el libro de cuentos Los suicidas no van al cielo, publicado por el Fondo Editorial por la Paz en Bogotá (1996). En su labor de traductor se cuenta la interpretación de uno de los poemarios del Premio Nóbel sueco, Tomas Tranströmer.
Dos años más tarde aparece su primer poemario en edición bilingüe sueco-español, Dikter till en blind fågel / Poemas para un pájaro ciego, que le merece un reconocimiento entre los círculos literarios de Suecia. El éxito editorial alcanzado con el libro de poemas hace que la Federación de Escritores de Suecia le conceda el premio Klas de Vylder como escritor extranjero del año. Al año siguiente la ciudad donde reside le concede el Premio anual de la cultura. A ello le seguirían el Premio literario de la Academia de Småland y una distinción como escritor del año, otorgado por la ABF (círculos de formación cultural de los obreros suecos) en 2005.
Hace 17 años fundó la editorial Simon Editor, cuya razón social es la promoción literaria de autores suecos en español y de autores latinoamericanos en sueco. Obedeciendo a esa línea de trabajo ha publicado con su editorial alrededor de 40 libros, en su mayoría de poetas suecos, centroamericanos y colombianos.
Durante un par de años enseña literatura y técnica narrativa en la Escuela Superior de Jönköping a la par que estudia investigación literaria en la Universidad de Gotemburgo. En esta universidad investiga sobre la influencia de la Saga de Islandia en el Realismo mágico. Sobre esta investigación publicó el libro de ensayos Textos de la bruma nórdica que en la actualidad se utiliza como material didáctico en una de las universidades de Dinamarca.
El conocimiento que adquirió sobre la literatura de los vikingos hace que a menudo sea invitado a charlas en el ámbito académico. Sobre este tema ha disertado entre otros lugares en la Universidad de la Habana, Cienfuegos y en el Palacio de Convenciones en Cuba, La Universidad Metropolitana en Ecuador, en los talleres de creación poética del Festival Internacional de Poesía de Medellín, Malmö, Nässjö, en la Feria del libro de Gotemburgo, la Casa de poesía Silva y la feria del libro en Bogotá que fue dedicada a la diáspora colombiana.
En el año 2004 la Academia Sueca le hace un reconocimiento por su labor de traductor al entregarle el premio anual de reconocimiento a quien promueve los valores literarios suecos.
En los círculos literarios suecos es conocido por su dominio sobre las metáforas de los vikingos (Kenningar) y sobre la creación del mundo poético según la mitología nórdica.
Su cuento El sofá, ha sido puesto en escena teatral por el elenco de Teater I de Jönköping y también filmado como cortometraje por el productor de cine Dimitri Latorre. Parte de su obra ha sido traducida al sueco, inglés y alemán.
Víctor Rojas ha colaborado en diversas revistas literarias como Folket i Bild. El inmigrante, Liberación y Karavan, en Suecia. Asimismo en suplementos literarios como El Magazín dominical del Espectador en Colombia, El Nuevo Amanecer de Nicaragua, la revista literaria Tres mil del diario Colatino en El Salvador.
En la actualidad se desempeña como inspector de libertad vigilada del Departamento de Asistencia penitenciaria de Suecia, oficio que complementa con el de escritor y conferencista. Las charlas son en su mayoría de índole literario, sociológico y jurídico.
Parte de su obra literaria, como también de sus traducciones, se puede adquirir en Bogotá en las librerías Lerner, Mundial y Luvina.
Oración de un niño refugiado
Señor
Yo soy un niño cansado de caminar
tengo miedo de los caminos
y de las sombras de la noche
He dormido sobre almohadas de piedra
puestos los ojos en las estrellas
Acaso, Señor, tú rondas
de estrella en estrella
como un niño refugiado
y todos te miran de reojo
y te dan puntapiés
y te piden papeles de identificación
y te alejan de tu osito de felpa
y tu tractorcito de madera
Ojalá que no
Las estrellas tiritan, Señor
y yo quiero creer que son tus ojos
que tienen ganas de despertar
El cuerpo de mi padre
quedó en el jardín
junto al árbol de cerezas
Madre llora y acaricia mis cabellos ondulados
y aprieta mis manos y me cubre con su cuerpo
Ya nada saben mis ojos
sólo de la llama que todo lo abraza
Caminamos
caminamos
caminamos
y el fuego nos persigue
Ya no hay lugar en tu tierra, Señor
Los caminos están sembrados
de lágrimas y minas
y allá donde los caminos terminan
dicen que no hay lugar
para niños con cara de espantapájaros
Estoy cansado, Señor
he olvidado los cuentos
de piratas y ballenas azules
que mi abuelo nos contó
en tiempos de antes de la guerra
Señor
cuando mi madre y yo
lleguemos al final del camino
dile a la gente que mis pies son ampollas
a punto de reventar
Diles
que soy pequeño
y la Tierra es grande
Diles
que yo quiero volver a jugar
a la gallina ciega
y al puente está quebrado
con qué lo curaremos
con cáscaras de huevo, con cáscaras de huevo
Diles que es mentira que Tú has dibujado
sobre la Tierra
líneas que separan a la gente
Todos los días
Todos los días
a las cuatro en punto
me asomo a la ventana
para hablar con el sol
de mi esposa y de mis hijos
de los amigos lejanos
de que nada cambia
de que eso es todo por hoy y adiós
Todos los días
a las cuatro en punto
me asomo a la ventana
que con la barrita de tiza
he dibujado en la pared de mi celda
Yo te ailoviu mucho
(Sinfonía en Neruda)
A Olga Cristina Rojas.
Yo no sé a ciencia cierta
por qué tú y yo nos olvidamos durante tanto tiempo
Creo que fue a causa de que tú empezaste a trabajar
en un hospital
atendiendo heridos mortales en el turno de la noche
Por eso nunca más volvimos a caminar La séptima
en las horas de la tarde
mientras yo te cantaba al oído poemas de amor
aprendidos de memoria
Un día me entregaste tus labios
impregnados de carmesí en una hoja de cuaderno
¿Te acuerdas?
Con mucho cuidado la doblé y guardé tus labios
en mi billetera de cuero de vaca llanera
que había comprado en el Pasaje Rivas
que hoy por desgracia ya no existe
Tus labios iban conmigo a toda parte
Me ayudaban a pagar
cuando compraba cuchillas de afeitar
en la tienda de la esquina
o cuando me deshacía de los doscientos pesos
que costaba viajar en la buseta ejecutiva
que rodaba por la Carrera décima
En las horas en que me sentía deshabitado
abría mi billetera y conversaba con tus labios
En las noches estrelladas y de astros titilantes
como esas de tu poeta preferido
tus labios me decían que no eras de otro
pero tampoco eras el último dolor que yo sufría
Podría creerse
que yo andaba por las fronteras del desvarío
hablando con una hoja de cuaderno
y besando a escondidas unos labios rojos
que a nada sabían
En verdad
tus labios me acompañaron
hasta una noche propicia para escribir versos tristes
en que un ladronzuelo en Venecia
el barrio ese que se inunda
cada vez que llueve torrencialmente en Bogotá
sintió celos o qué sé yo
y delante de los pocos y fríos transeúntes
que recorrían la calle principal
sacó a relucir
con la poca luz del alumbrado público
un cuchillo de acribillar marranos
¡Entréguemela! me ordenó
Mi cobardía te entregó sin más ni menos
Entonces protegido por las sombras
y hablando con tus labios
vi al manilargüelo perderse
sin ningún apuro al doblar la esquina
A partir de esa noche
los días para mí se volvieron de suicidio
No sólo no tenía quién me acompañara
a comprar cuchillas
para quitarme las incipientes barbas
sino que tampoco tenía con qué pagar
Así fue
acosado por la desesperanza pensé en aprender inglés
y marcharme lejos muy lejos
de tu olvido y los ladronzuelos de suburbios
Pero sólo alcancé a llegar al barrio Kennedy
y ahí
en la parada del bus te encontré de nuevo
Yo te ailoviu mucho
te dije para impresionarte
con lo poco que había aprendido
del idioma de quienes se marchan lejos
Pero tú fuiste más ingeniosa
y te convertiste en hoja de cuaderno
Con tus labios manchaste los míos de rojo
mientras gruñías que los poetas
cuyos versos yo te recitaba de memoria
eran mentirosos
porque los falsos olvidos son cortos
y los verdaderos amores son largos
Mosca
Verano
Medianoche
Una copa de vino
Mi voz que sola piensa entre cuatro paredes
De la nada una mosca
Se posa en el borde del vaso
Saluda frotando sus garfios casi invisibles
Acude cuando nadie llama a mi puerta
Bebe sin permiso del rojo untado
A mi mano un periódico
página de viejos obituarios
puede ser su muerte
Lo levanto
En el aire me arrepiento
Por superstición
no bebo donde caen los muertos
Por convicción
nadie mata un visitante oportuno
Busco una nueva copa
Pongo algo de música
Notas de bandoneón
se cuelan en las fibras del hígado
La mosca y yo brindamos
Mi voz piensa que disimulo ausencias ajenas
que nada es posible
que la música que invade
es falsa en su letra
no son ciertos los finales felices
nadie ama más allá
de su propio beneficio
La mosca lo entiende
brinda de nuevo y parte
Tabernáculo
Me niego a creer que toda la estirpe de Israel
se haya convertido en un asesino
con perdigones por ojos
Un fratricida que no respeta las edades de la vida
Un verdugo que levanta muros en los desiertos
y obedece ciegamente a dioses ebrios de venganza
Pongo en duda que no haya voces que se aparten
Debe haber
entre los hijos de David
bondadosos seres que hornean pan
y sienten suyo el dolor del hermano
que pastorea sus cabras al otro lado de la tapia
Debe haber
nietos de Rubén y Simeón
que le cantan a la vida al frente de un lienzo
o inclinados sobre una hoja de papel
atrapando versos
o sentados en las aceras del barrio
tocando una flauta o rumiando ideas
Ellos no creen que el asesino sea colectivo
Debe haber, digo,
una hija de Judá o de Leví
que en noches sosegadas
advierte que las estrellas no tienen parcelas
que es mejor ponerle el pecho a la caricia que a las piedras
Debe haber
semitas que han metido en su cabeza
que Sion ya no es la colina de los espíritus apacibles
sino el parapeto del homicida
Debe haber, vuelvo a decir,
tataranietos de Dan, Gad y Aser
que en sus huertos abren moradas a las semillas
y en los días sin ayuno
adoban tejas para adornar viviendas
Debe haber
otra estirpe de Zabulón y Efraín
que siente náuseas
del misántropo disparar de sus congéneres
Ella también se niega a creer que el asesino sea colectivo
Debe haber
herederos de Benjamín
que quisieran ver al otro lado de la muralla
a un padre caminar desprevenido
de la mano del más pequeño de sus hijos
Debe haber, repito,
linaje de Manasés y Neftalí
que comprende que la vida es demasiado corta
y más corta aún
para quienes nacen en la mira de un fúsil
y crecen en cunas de maderos sin cortar
Son esas voces
cinco o siete
tal vez doce, una por tribu,
llamadas a romper la complicidad fratricida
de otras lenguas que el mundo habla
pero nada dicen
Jönköping, julio 18 de 2014
En defensa de las sanguijuelas
En vista de que en el juicio público contra el mulero sin nombre, a este se le puso el apodo de sanguijuela ―para poder reconocerlo― quiero dejar sentada mi más sentida protesta al considerar que, con este deshonroso acto de remoquete, salen mal libradas las sanguijuelas. Para que no se estigmatice de nuevo a estos animalitos, debo aclarar lo siguiente:
Una sanguijuela nunca está sedienta de sangre.
Una sanguijuela no es asquerosa.
Una sanguijuela no es resbaladiza.
Una sanguijuela no es peligrosa.
Una sanguijuela no es negra como la mano negra.
Una sanguijuela no le rompe la cara a nadie.
Una sanguijuela no necesita ser defendida por dos renegados y una verdulera.
Una sanguijuela no carga al hombro un costal de muertos.
Una sanguijuela no habla mal el castellano.
Una sanguijuela no le roba a nadie.
Una sanguijuela no tiene tres huevos.
Una sanguijuela no levanta falsos testimonios y mucho menos miente.
Una sanguijuela nunca sale huyendo como los cobardes.
Jönköping 21 de septiembre de 2014.
Torrente
Anoche
mientras tú te ofrecías una copa de vino
(de esas que tanto sirven en los poemas)
y plácida te recostabas en el sofá
a ver una película de caricias imprevistas
no muy lejos de allí me esforzaba
lápiz en mano
con atrapar unos versos esquivos:
El mar de medianoche en tu pelo
La blanca empalizada de tu boca
El torrente del deseo
La metáfora de tu triángulo velludo
La intensidad de ese esfuerzo
transformó el lápiz en uno de tus muslos
entonces las yemas de mis dedos
se deslizaron incendiadas
hasta la punta del borrador
Allí encontré tu mano
recordándome con el dedo corazón
Tomado del poemario Yo te ailoviu mucho
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