domingo, 8 de febrero de 2015

PARMÉNIDES GARCÍA SALDAÑA [14.763]


Parménides García Saldaña

Parménides García Saldaña (Orizaba, Veracruz, México, 9 de febrero de 1944 - Ciudad de México, 19 de septiembre de 1982) fue un escritor mexicano, perteneciente a la corriente de la literatura de la onda. También escribió el guion de la película Pueblo fantasma (1966) y muchísimos artículos periodísticos, aún no recopilados hasta la fecha.

Según la página web "Después de Avándaro: el hoyo negro del rock mexicano: del hoyo negro al hoyo fonky", elaborada por Manuel Martínez Peláez, García Saldaña acuñó el término hoyos fonkys u hoyos fonkis para referirse a los lugares donde la juventud de la década de 1970 escuchaba el rockanrol, más adelante llamado rock.

Parménides García Saldaña nació en Orizaba, Veracruz, el 9 de febrero de 1944 pero siempre vivió en la Ciudad de México en la colonia Narvarte, de donde eran sus amigos a quienes incluye como personajes en su novela Pasto verde (1968). Era de clase media, por lo que nunca le faltó el dinero, siempre estuvo interesado en la literatura norteamericana especialmente de Scott Fitzgerald, Hemingway, Mailer y Salinger, y la poesía y actitud contracultural de los beatniks; en música le gustaba rock o rockanrol y, por influencia de su padre, tenía un gran interés en el marxismo. Sus padres no comprendían sus gustos musicales ni su rebeldía, por lo que siempre tuvo problemas en la escuela su padre decidió mandarlo a estudiar a Louisiana, Tulane University en Baton Rouge a solicitud del autor, donde se interesó por la marginalidad contracultural de ese país. A su regreso a México, ingresó a la escuela de Economía de la UNAM, pero después la dejó para dedicarse a salir con sus amigos, leer y escribir cuentos.

Conocía al crítico Emmanuel Carballo quien revisó algunos de sus cuentos que más tarde conformaran el material para El rey criollo (1970). Además conocía al actor Arsenio Campos, personaje en su novela Pasto verde que era uno de sus amigos de "reventón" un Rodante y al escritor Juan Tovar y Ricardo Vinós con quienes escribió una adaptación del cuento "Pueblo fantasma" de Juan Tovar con el que ganaron el tercer lugar en el concurso de guiones en el que ganó Los Caifanes de Carlos Fuentes y Juan Ibáñez. También era muy amigo y discípulo de Elena Poniatowska, ella escribe en Ay vida no me mereces, sobre su relación con Parménides. Incluso fue amigo y mentor de Alex Lora y de Fito de la Parra baterista de Canned heat, quien le enseño el blues.

Consumía alcohol y drogas como todos sus contemporáneos, aunque más alcohol que fue lo que lo mató, le bastaba un poco para ponerse “hasta atrás, le hacía mal”,pero el constante consumo de éstas provocó que sus padres lo metieran a un hospital psiquiátrico, pues se dice que consumió LSD, su amigo Rodante, Manuel Acosta, dice que"el que se lo dio, le dio en realidad una aspirina " coincide su cambiante personalidad con la creación de Pasto Verde su novela. Junto con sus amigos de la Narvarte irrumpían en eventos literarios, una de esas ocasiones fue en un cóctel de Carlos Fuentes en 1969. También solía insultar a los policías por lo que fue encarcelado en varias ocasiones; de éstas experiencias surgió el cuento "De barbas".

Participó con Pasto verde, que originalmente se llamaba La onda; en un concurso de primeras novelas organizado por Editorial Diógenes; no ganó pero provocó un gran interés. A mediados de los setenta, Joaquín Mortiz le publicó el libro de poemas Mediodía (1975). Después de sus continuos ingresos a clínicas psiquiátricas; En Algún Lugar del Rock (El Callejón del Blues) que Parménides García Saldaña retiró de la editorial porque se tardaron en editarlo y que años después de su muerte fuera mal editado y según José Agustín contiene textos comparables a José Revueltas. El Rey Criollo, libro de cuentos (Diogenes 1968) es su obra más conocida y accesible a la fecha no se ha dejado de editar y reimprimir desde 1968. (Editorial Planeta).

Parménides García Saldaña tuvo una infinidad de ataques de ira en el que destruyó muchas cosas de su casa y otras, intentó matar o golpear a su madre; su padre lo metió a la cárcel por lo que si estuvo un tiempo recluido, salió a finales de los setenta. Existe una excelente investigación por uno de los alumnos de René Avilés Fabila, sobre sus últimos momentos de vida sobrevivió de los artículos periodísticos en Excélsior, le publicaba Magdalena Saldaña, sin parentesco, pues tenía un gran apreció por él por su extraordinaria inteligencia y genialidad además de compartir el gusto de leer a Shakespeare en inglés, Magdalena Saldaña era Doctora en Literatura inglesa; la obra de Parménides García Saldaña en general se ha mantenido poco editada y según proclaman sus admiradores es un "mito".
Finalmente murió solo en la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1982 a causa de una pulmonía según autopsia y testigos; investigaciones muestran el deterioro de su salud a la que por voluntad propia fue minando y que sólo sus padres velaron por él en su deteriorada salud. Murió en un cuarto de la colonia Polanco que sus padres le habían adquirido pues era muy difícil sobrellevarlo, murió enfermo y escribiendo, como se pueden leer los artículos que entregó a Excelsior, que fueron publicados póstumos. Parménides llamado el Rey de la Onda aunque su única enfermedad y exceso era la literatura. Se autodestruyo, quería cambiar el mundo.

Obras

Pasto Verde. Diógenes, México, 1968.
El rey criollo. Diógenes, México, 1970. Reeditado por Joaquín Mortiz.
En la ruta de La Onda, Diógenes, México, 1974.
Mediodía. Joaquín Mortiz, México, 1975.
En algún lugar del rock (el callejón del blues). México, Top Editores, 1993.





Hasta donde sabemos, el siguiente texto había permanecido sepultado por más de cuarenta años, luego de que el ondero Parménides García Saldaña lo publicara casi un par de meses después de la muerte de Jack Kerouac (1922-1969). Jack kerouac escribió “On the road”, la biblia de toda una generación. Fue narrador, poeta y guardabosques. Se le recuerda aún caminando por San Juan de Letrán en la Ciudad de México.




Elegía por Jack Kerouac*


EL 21 de octubre de este año murió en San Pe­tesburgo, Florida, Estados Unidos, Jack Kerouac a los 47 años. Jack Kerouac o Jack Kaira o Jack Heap of Stones o Jack Cornwall o Kairn Wal o Jack Kernuac o Jack Kerr fue uno de los actores principales del movimiento beatnik. Fue uno de los filósofos más lúcidos del movimiento y el cronis­ta. Fue el filósofo de la Beat Generation, el acadé­mico del lenguaje beatnik. Profeta de estos tiem­pos, los nuevos tiempos de la sociedad nortea­mericana. Hoy, sus novelas están viviéndose en todas las ciudades, las calles de Estados Unidos de América. Hoy, el mundo de las novelas de Jack lo están viviendo los diggers, hippies, yi­ppies de todo el mundo, incluyendo nuestra ge­neración misticosicodélica que quiso hacer un Tí­bet en la Sierra Mazateca, allá en Huautla. Don­de crece la carne de Dios para purificar el alma y los corazones de los hippies autóctonos, que buscan a Dios a través de las enseñanzas de Buda o Cristo o de cualquiera de los swamis o simplemente a través de intoxicarse con una droga para que la mente se abra a las percepcio­nes cósmicas, el saber ontológico. Hoy, los onderos de México leen los “Vedas”, buscan el “Kar­ma”, la naturaleza verdadera de todo, seguir rectamente los principios del “Darma”; genera­ción que busca el camino de Buda y en vez de ha­blar sobre la verdad, entrega flores; y camina por las carreteras de México, con la V de la paz y el triunfo del futuro en las manos; estudiando los “tatwas”: el Universo visible corno el invisi­ble no es más que el efecto del éter. Hay siete vibraciones del éter, los “Tatwas” son’ “Prithvi” (el cuerpo), “Apas” (el cuerpo astral), “Tejas” (la mente inferior), “Vayu” (cuerpo causal supe­rior), “Akash” (el retorno al estado primitivo), “Anupadaka” y el “Adi Tatwa”. (principio eterno del inundo divino). Muchachitos no mayores de 20 años tratando de descifrar la “Tabla de Es­meralda” de Hermes Trimégisto; leyendo los libros esotéricos de Eliphás Levi, buscando la paz interior en la posición de los planetas, aprendiendo astrología para llegar a Dios, viaando en ácido o en mariguana o en peyote para que Dios les conceda una entrevista y les sean revelados los secretos, las palabras del absoluto. Buscando la iniciación camino a Huautla. Tal vez alguno sea  un Rama o Krishna o Hermes o Moisés o Orfeo o Cristo llegando a la Tierra Prometida. Y muchachitas que para escuchar la palabra de Dios dejan sus casas y se visten como pordioseras si­guiendo los principios de la humildad y la cari­dad y también van en busca de la palabra, la purificación porque esta ciudad las ha contami­nado, ensuciado su alma y corazón. Y ellos y ellas quieren vibrar a ritmo del Universo y transmitir a todos su limpieza. He aquí los personajes de las novelas de Jack Kerouac, quien con Allen Ginsberg, William Burroughs, Gregory Corso, Jack Cassidy, Lawrence Ferlinghetti, Alan Watt, fundó la Sociedad Beat, pequeña comunidad que originó a la Hip. Padre del vocablo Hipster, de donde se derivó hippie. Quien usó la forma del hai ku or primera vez en tierra norteamericana, para expresar sus estados místicos, y habló de “Los Vagabun­dos del Darma” que opusieron una religión a otra, para buscar una verdad que se había perdi­do entre el cemento, la soledad de las grandes ciudades norteamericanas. Jack Kerouac fue quien le enseñó a George Harrison el camino hacia la India, la búsqueda a los Beatles de los gurús. Quien a Bob Dylan le dio la decisión necesaria para ir al Camino y vagar por Estados Unidos: ir a New Mexico, Co­lorado, Texas, Ohio, Oklahoma, buscando su vi­da, ver cómo vivía la gente y qué buscaba la gen­te en la vida; y enfrentar una realidad personal a una realidad colectiva y vacía, de gente muy segura de sí misma. Cuando Jack Kerouac se lanzó al camino, na­die preveía que con su modo de vida, iba a pro­vocar una de las revoluciones más singulares del siglo XX. Que con sus libros iba a anticipar un modo de vida que ahora es de cientos de mi­les de jóvenes norteamericanos, ingleses; y en menor escala, en otras partes del mundo, inclu­yendo a México. Recuerdo cuando entré a una librería y vi En el camino, novela de Jack Kerouac. Me gustó mucho el titulo. No suponía de lo que trataba. Leía entonces literatura norteamericana, pero fresa: Hemingway, Faulkner, Salinger, Fitzge­rald. No sabía de la existencia de la Beat Gene­ration. Compré On the road, editada en español por la editorial Losada. En parte, me identifiqué con el modo de vida de la novela. Y Yo había querido vivir así, reco­rriendo calles, ciudades, pueblos, ir de aquí pa­ra allá, buscando… ¿qué? Algo, cualquier cosa, pero ver y escuchar a la gente. Ver mi país, ver otros países. Ir en busca de mí mismo, en el camino sólo lo encontraría. La ciudad de México me asfixiaba, me asfi­xiaba ir a la escuela, las amistades que tenía vi­vían con moldes, trataban cautamente de que yo también tuviera un molde. Más que leer, quería ver la vida. Pero tenía miedo de ir al camino. Por otro lado, durante cierto tiempo –en mi breve vida de estudiante universitario– la política consumió mi vida, más teórica, que práctica. Y tenía problemas de conciencia para no mandar todo al diablo, ir al camino. Estar en el camino. Tenía amigos muy solemnes que eran sabios que sólo habían viajado de su tierra natal a la ciudad de México, en ómnibus y realmente, su vida, ca­rente de interés, me aburría. Cuando leí On the road fue una revela­ción. Un mundo se revelaba frente a mí, en cada página hallaba algo. Descubría un mundo lejano, pero intensamente vital. Veía a mi país con otros ojos. A Estados Unidos con otros ojos, sin gafas. A los 18 años había hecho mi primer via­je solo a Estados Unidos en busca de una nena, New Orleans y la tumba de Willams Faulkner en Oxford, Mississippi. Regresé con una pésima im­presión de mi amiga, con un amorsísimo a New Orleans y con un librito de John Faulkner, My Brother Bill, sobre la vida de Williams Faulk­ner. Regresé porque me dio una horrible para­noia que hizo que allá en Estados Unidos no ha­blara con nadie, no confiara en nadie, ni siquie­ra para pedir una hamburguesa o una coke. ¿Qué encuentro en On The Road? a los “swin­gers” que viajan por Estados Unidos, en camio­nes de carga, en trenes de carga, en coches vie­jos, en busca de las chicks para hacer el amor; que van a San Francisco para escuchar a Shea­ring, Young, Charles; que hablan de lo grandio­so que era Charlie Parker y lloran escuchando los discos de Billie Holliday. Ellos que en los só­tanos de Frisco escuchan a los negros que tocan jazz, que buscan a las chicks para buscar una re­velación divina en el amor físico y se entregan a la búsqueda de laeverdad a través de la morfina, la mariguana, el peyote; y establecer así un mundo subjetivo, aislado, fuera de la sociedad norteamericana preocupada por los coches, los refrigeradores, la casa, olvidada de que el amor es comunión. Los Beatniks son los outsiders que tratan de vivir cada instante de su vida, en opo­sición del mundo square que trata de olvidar ca­da instante de su vida. En un inundo de opulen­cia, los beatniks viven como los negros. Se unen a ellos: son los primeros blancos que a través del jazz rompen la barrera racial, que, como los ne­gros, practican el amor “Libre”. En el camino, “con mariguana, amor, música. Sin dinero, con los pantalones de mezclilla y los huaraches y la camisa de obrero y los cabellos sucios del pol­vo del camino y la barba larga en la que está el tiempo andado en el camino. Y Jack Kerouac habla de México, de sus via­jes, de sus impresiones del paisaje, de los indios mexicanos, de las indias mexicanas que le pare­cen las mujeres más bellas de la tierra. Para Kerouac son dioses y diosas prehispánicas en el siglo XX. Y Kerouac viene a la ciudad de México y busca mariguana en las ciudades perdidas, y va a buscar peyote en Chihuahua. Teoría es prác­tica, y vida es literatura. Y sus novelas es un mundo limitado a la experiencia: pero esa expe­riencia se proyecta hacia el futuro, anticipa el mundo que ahora está en crisis. Pero, para mí, una novela de Kerouac es más valiosa que cualquier novelista mexicano, muy bien escrita, que habla de un mundo aburrido de tan dicho, de tan, después de todo, folk. Jack Kerouac fue un profeta que anduvo en el camino y habló de lo que vio, sintió, aprendió. Para que hoy, muchos, sin saberlo lo estén viviendo. Y pa­ra que muchos, recapaciten sobre la obra que lla­maron de quinta categoría y vean que no les ha quedado otra cosa que seguir las huellas de Jack Kerouac, en el camino. Y que lo que vean y oigan y aprendan y escriban, Kerouac ya le dijo. Para la literatura norteamericana es muy importante la Beat Generation, no sólo porque creó un estilo de decir las cosas diferentes, que influ­yó en los jóvenes que ahora escriben canciones de rock, sino porque, por primera vez en el siglo XX, se da una Generación de Escritores que, co­mo los surrealistas, fundaron y crearon un mo­vimiento. Beat Generation no es un nombre, es una generación de “outsiders” que empezó a vi­vir al ritmo intenso del jazz, que habló, gritó y aulló para que una generación posterior de jóvenes despertara del sueño norteamericano. Los Beatniks dejaron las universidades, bus­caron en los sótanos de Brooklyn y Harlem a los negros que tocaban jazz, fueron a New Orleans para surtirse de la heroína que llegaba en los barcos extranjeros; a la realidad general nortea­mericana sobrepusieron una subjetiva de pesa­dillas, éxtasis, alucinaciones, locura. Amor loco a la música de los negros, amor loco al amor físi­co, amor loco a la locura. Con su locura iniciaban la resurrección de un pueblo que para Allen Ginsberg era Moloch. Moloch, Dios de la Sociedad Norteamericana. Los Beatniks eran sólo una pequeña sociedad, una secta que no representaba nada a los ojos de la limpia sociedad norteamericana. Una secta que era una moda más. Locos que venían de los bohemios de todos los tiempos. Buscando onda en los subterráneos. Las celdas del cerebro sacu­didas por jazz, sexo, droga. Blancos perseguidos por blancos, encarcelados por delitos contra la salud. Encarcelados porque con su actitud vital derribaban una sociedad cuya higiene descansa­ba en el trabajo. Eran encarcelados por vagancia, suciedad. Porque eran todos los nihilistas del mundo desfilando –suéters de Oaxaca, Huaraches de Durango– por las grandes avenidas de Chicago, New York, San Francisco. Los buenos salvajes que obtenían revelaciones místicas en las terminales de la GreyHound, en los trenes de carga que pasaban por Camarillo, donde Charlie Parker estuvo loco y fue vuelto a la normalidad; en las carreteras entre el Desierto Mexicano. Beatniks amando nuestro país, la cultura pre­hispánica, el mundo mágico indígena, antes que nosotros. Obteniendo visiones en Colombia o Pe­rú. Buscando a través del Zen a Dios. Hoy Gurús de los Hippies y Yippies y Diggers que se aso­cian en los festivales de música pop, para que la Sociedad Norteamericana se dé cuenta que algo está cambiando, que cientos de miles de jóvenes norteamericanos son ahora la consecuencia de Dean Moriarty, Carlo Marx,. Sal Paradise, Old Bull Lee, Marylou, Camille Moriarty, Mardou Fox, Fran Carmody, Rosie Buchanan, Maggie Cassidy: esos vagabundos solitarios que en la dé­cada pasada, empezaron a buscar a Dios y al hombre, a través de otros conceptos muy alejados del American Way Of Life. Personajes de las novelas de Jack Kerouac: On The Road, Tho Dhorern Bums, Maggie Cassidy, The lene­sone Traveller, The sub terraneans. Jack Jorouac; descansa en paz. En el camino dejaste flores, incienso, tu vida, fuiste un ángel y moriste como humano. Fuiste un hipster que le dijo a Allen Ginsberg cómo Aullar. Que apren­diste mucho de Jack Cassidy y de Buda también. A un pueblo le enseñaste que para creer en Dios se necesita algo más que decírselo en una mo­neda de dólar. Buen Salvaje viviendo entre los bosques, ahora estás en el lugar donde habitan tus amigos. Estás al lado de Charlie Parker, Leadbelly. Viviendo en el paraíso que imaginó tu cerebro entre sueños.

Kerouac modern cat. Daddy of cats and chicks. Craziest! Old Man Mo­se is dead. But Kerouac get ahead.   *La Cultura en México, 17 de diciembre de 1969, p. VII.



Un poema de Parmenides García Saldaña, macizo de macizos.

Esa Negra Mora (Ritmo lento y descuadrado).

¡Ay ma, yo tengo una negra mora
que a veces canta y en veces llora, ay ma!
¡Esa negra mora , a veces canta, a veces llora!
¡Oh ma, cómo canta esa negra, esa negra mora!
¡Pero ay ma, en veces cómo, cómo llora esa negra mora!
¡Mi negra, la negra mora, se ha vuelto muy famosa ahora!
¡Sigue siendo la mujer más famosa! ¡Más famosa fuera de la tropa, ahora!
¡Sí, mi negra, esa mi mora, que cante, cuando esté sola como ahora!
¡La negra mora no se mide, no es nada recatada, le da el amor
a todos, sin pedirles nada, sin quitarles nada! ¡De las chavas
la mora es la más rolaquera! ¡Por eso a todos nos pasa el resto!
¡A nosotros los Herederos de la Transa,
en los tiempos post revolucionarios, de periférico, metro
y vida internacional!

(Nenas: 
la Cucaracha, la Cucaracha
nomás ya no puede caminar
porque le falta, porque le falta,
nada menos que mariguana que fumar:
sí, mariguana que fumar...)





Pasto verde: cuarenta años de irreverencia

Quetzalcoatl g . Fontanot

 
The Orizaba & Narvarte vato reading many books and writing lots of poetry and cool and pacheco, but the vidita is sad and hard y cuando me doy cuenta que estoy en el abismo del neoliberalismo, grito: Parme... ¿dónde estás cabrón?...





Cartel de Peter Max

Era el verano del '68 y un muchacho delgado, de ojos alegres y pelo rizado estaba a punto de publicar su primera novela: Pasto Verde. Parménides García Saldaña –recuerda Gerardo de la Torre– “estaba lleno de vitalidad y contradicciones, era pasional, volcánico y de carácter difícil”. ¿El espíritu de la época? Parme no era el único rebelde, quizá sólo el más necio. Convencido de su poética y de su lírica, embestía al mundo como aferrándose a algo desesperadamente.

Un fantasma recorría el mundo: no era sólo la onda hippie, sino también la represión sorda y directa contra un heterogéneo movimiento mundial: Martin Luther King cae en Memphis; luego el mayo francés; más tarde Robert Kennedy es asesinado. En medio de esos signos de descomposición, los católicos progresistas creían posible que la Iglesia consintiera el uso de la píldora.

En México el horno tampoco estaba para bollos y la tensión provenía fundamentalmente de un grupo social que no veía satisfechas sus expectativas. Según Sergio Aguayo, entre 1963 y 1968 hubo cincuenta y tres revueltas en escuelas mexicanas. Si bien con motivos diversos, subyacía en ellas la necesidad de un cambio social. Esa realidad fue el leitmotif de la literatura de la onda, lenguaje urbano que emergió gracias a los privilegios de que gozaban sus autores: capitalinos, clasemedieros, universitarios. Pasto Verde es quizá la expresión más extrema de esta tribu por fresca e innovadora, pero sobre todo por contradictoria, como su autor mismo y su época.

Parménides nació en Orizaba el 9 de febrero de 1944. Es en el '68 que supera el tema familiar de la carrera decente –estudió economía en la unam y literatura inglesa en Louisiana– y emerge como emblema de la liberalidad narvarteña de la época: reprimida y atormentada, vivaz y carismática: chilango puro, en principio desarrolla una literatura cuadrada y militante hasta su proverbial encuentro con Emmanuel Carballo, quien lo adentra en la tradición literaria y le ayuda a encauzar su voz sin perder agudeza social.

En 1967 inscribe Pasto Verde en un concurso. El premio es una beca por un año. La editorial Diógenes decide publicar las seis obras finalistas. Así, el 26 de julio de 1968 –un día después de que Paulo VI publicara la encíclica Humanae vitae, con que la Iglesia se negó a aceptar la píldora– Pasto Verde nace de la imprenta. Sin necesidad de “ganar” cumple su papel, dejando atrás la disyuntiva. Parménides –como su época– se empeña en su propio destino.

PASTO VERDE , UNA APROXIMACIÓN LITERARIA

Según José Agustín, Pasto Verde “narra la paulatina desintegración de una personalidad que desde un principio prefiere embarcarse en fantasías, antes que integrarse a la realidad de la transa y la finanza”. En efecto, Epicuro es un personaje fiel a la leyenda desmadrosa de Parme. A través de infinidad de imágenes, subdiscursos e incongruencias, retrata lúcidamente el contexto de la sociedad mexicana en la década de los sesenta . Es el alter ego de un Par en medio del ojo de un huracán que se llevará entre las patas los sueños de una generación.

Introyectado a full en un viaje fugaz y vertiginoso, transmuta el glamour del abismo en una crítica demasiado cara que arremete contra toda forma de hipocresía y conformismo, al tiempo que rinde culto a su propia cultura y dialoga, a través de jams y referencias, con la generación beat , en un paroxismo cosmopolita y constante.

“No no no tenemos que aullar que gritar que aullar como Ginsberg como Norman Mailer como Kerouac, como William Burroughs tenemos que aullar aullar aullar.”

Consciente de sus limitaciones, Par asume en Pasto Verde, como en toda su bibliografía –y en su vida–, la acidez y la irreverencia como eje de una apuesta literaria sin concesiones. Para ello ejerce una inmolación lingüística que presagia su triste final. Con ella cumple su papel de juglar y de cronista incómodo y mordaz que lo separó de todos.

EL GRAN PARME, OTRA VÍCTIMA DE LA DÉCADA DE LOS OCHENTA

Parménides editó otros tres libros: El rey criollo (1971, cuentos), en el que evoca la tribalización de las identidades juveniles de la época; En la ruta de la onda (1974, ensayo), especie de manifiesto en donde habla de “la onda como una rebelión en contra del orden de la sociedad”; y Mediodía (1975), libro de poemas-canciones nostálgico y desolado. Asiduo colaborador de revistas de rock, junto con Juan Tovar ganó el 3er lugar del concurso de guiones donde resultó premiada Los Caifanes.

Si creemos el mito que atribuye el deceso de Rockdrigo a un pasón de cemento –víctima del terremoto de 1985, en Tlatelolco, exactamente tres años después– bien podríamos acordar que Parménides sufrió una sobredosis de realidad. Después de la decepción que en más de un sentido significó la década de los setenta, se fue marginando. Alejado de “la inteligencia mexicana” , disgustado con quienes habían sido sus amigos, con su familia.

Imbuido en su poética y rebeldía, se desvanece en un fade out inasible y desesperadamente largo. El 19 de septiembre de 1982 –a los treinta y ocho años– fallece en un cuarto de azotea en Polanco. Como si se empeñara en hacer intensa incluso su muerte, tardarían diez días en encontrar su cuerpo. Del hecho dieron cuenta dos pequeñas notas en Excelsior y unomásuno.

¡Sabor ahí!


Pasto Verde
(fragmento)




Parménides García Saldaña

Y mi amiga se pone a bailar sola. Thalía número 3456548 en un rincón besuquea a Aspirante a Cara Número 1 del Cine Nacional número 67859374, el autor del Sexo Amortiguado se emborracha con la esposa del director famoso-por-la-puesta-en-escena-de-la-obra Los Pechos Adolescentes de la prestigiada escritora Sonia Stop, quien se deja querer por el pintor Yoyo Cavernas, la actriz Tilisa alocadamente besa al director de cine Sebastián Arañas, famoso por la cinta La Rebelión de los Nacolitanos. Salgo de mi escondite. Veo a una nena que parece intelectual, está mona, pero

–Hola.

No me fuma.

–¿Estás aburrida?

–No –dice sin verme.

–Soy escritor, bueno, pretendo serlo, y mi tío es Carlos Fuentes.

Hace el favor de verme, me revisa con la vista.

–Sí, Carlitos es mi tío, me llamo Epicuro Fuentes y he escrito un libro próximo a aparecer en la Editorial Kamasutra titulado 69 Cuentos en los que el Horror se Convierte en Amor o bien El Sexo Inconexo. La temática nena es tranquila, es sobre cómo a través del incesto volvemos a nuestro pasado, cómo por él regresamos al paraíso perdido, sea cómo el hombre y la mujer por el incesto vuelven a su verdadera naturaleza.

–Oh, muy interesante...

–Y en el teatro Verdolaga van a estrenar mi obra Los Sodomitas Llegaron Ya...

–Por el título se ve que es muy original...

–Is babe, is. Y en Nueva York estrenan otra obra mía también sobre incesto titulada My Sister is the Real Love of my Life.

–No entiendo el título, pero suena bien.

–Es que se lo puse en checo para hacerla de más suspense. ¿No has leído alguno de mis cuentos en las revistas y suplementos culturales?

–Perdón ¿cómo dijiste que te llamabas?

–Epicuro Fuentes...

–Ah, sí, sí, son geniales...

–Gracias...

–¿Ya leíste el Castillo de Kafka?

–Nena, Kafka desde años ha está out. Se ve que estás muy atrasada, hace años que la literatura polaca dejó de funcionar, los que están arrollando ahora son los de África.

–¿Sí?

–Sí, amiga, estamos volviendo al tiempo perdido. ¿No has leído Los Tiburones Empedrados de Changó?

–No.






–Muy mal, muy mal. Pero paralelamente a la literatura africana está la yugoslava. ¿No has leído El Oso Destapado de Kaganoff?


–No –empieza a temblar de ignorancia.

–¿Ni Las Quejas son Pendejas de Stalinofo?

–No.

–¿ no sabes yugoslavo ?

–No.

–Muy mal amiga, el yugoslavo actualmente es la base, el francés y el inglés ya están tok.

–¿Qué?

–Tok.

–¿Qué es tok?

–Out.

–¿Qué? Perdóname pero tampoco hablo francés.

–Qué lástima, yo quería tener una conversación intelectual contigo, gusto en conocerte..

–Me saludas a tu tío.

–Cómo no, amiga. Si quieres dame tu dirección y cuando haya fiesta en su residencia te invito.

–¿Perfecto? –entusiasmadísima me da su dirección.

Satisfecho de mi manera de ligar la dejo y ya cansado de la fiesta y de la onda me subo al piano y les pido a los rocanroleros que me acompañen Eve Of Destruction. ¡Sabor!


Foto: © Robert Altman, Dance! Hippie Hill; Golden Gate Park; San Francisco, Ca; 1967










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