lunes, 2 de febrero de 2015

KATIA REJÓN MÁRQUEZ [14.656] Poeta de México



Katia Rejón Márquez 

21 años. Mérida, Yucatán, México. Periodista y estudiante de Comunicación Social en la Facultad de Antropología de la Universidad Autónoma de Mérida. Ha colaborado como columnista, articulista y fotógrafa en diferentes medios electrónicos e impresos y exposiciones colectivas. Creadora de la página web www.memoriasdenomada.com sobre periodismo cultural. 



Todos los árboles sufren de insomnio

A veces pienso en mí cuando tenía seis años.

Papá llevaba globos en San Valentín.

Papá me compró un memorama, un rompecabezas.

Papá me enseñó a jugar ajedrez y damas chinas.

Papá me dio por primera vez un libro sin dibujos.

Papá está en el baño leyendo J. J. Benitez

con la trusa en los tobillos.

Papá duerme con cicatrices

en los codos

en sus tardes libres

en la cartera

en el café aguado

en la contusión de una promesa de muerte

en sus brazos como tronquitos castaños 
pasados por los dientes de una cortadora.

Papá, a veces pienso en ti

como un árbol que da sombra a un jardín muerto
con la humedad y las hormigas

masticando tus raíces.





[Si un avión cayera]

Y si un avión cayera,
no sé,
justo en medio de nosotros
y  las aspas te acariciaran los cabellos,
la espalda y en las manos
¿morirías preguntando
qué línea era
o si un martes veintinunca
de abril te barrió los polvos de las orejas?

De darse este momento,
hipotéticamente hablando,
¿me querrías más si quedara afuera de una ventanilla?
¿sería mi cuerpo una nube
o el lugar de destino al que nunca llegaste?
¿sería nuestro sitio la carretera o el despegue,
nuestros hijos terminarían casados o solteros,
jugarían los bisnietos con tus cartas
o sería el continente el reflejo de estas horas?

Para que nunca acabe nuestra biografía
y los caminos recorridos conformaran otro mundo
¿estarías ahí abajo de las turbinas
con tu traje amarillo de crespones implorando
que te entierren en una maleta?

Pasa que he visto el cielo temblar
y las tazas han dejado un hoyo negro en la mesa,
te oí hablar de cohetes y pelirrojas
con otros pasajeros en el abismo sibilino del arrepentimiento.





[Atracito del vértigo]

Atracito del vértigo,
en las enredaderas de la villa minera,
instauré el tiempo fijo
sobre una piedra  
grabada con un calendario inca
a la vista de las niñas chismosas 
paradas en sus puntas sangrantes

Cabeceándose en los árboles
atrapé al mañana de la cola,
agusanado y pequeño
como un cigarro caliente

le escupí, maté a sus bebés
todo parecía irreversible

            y amaneció. 




Puse mi cabeza sobre la tuya
y pensamos lo mismo 
un buen rato.

Dónde estés,
si aquí o en la frontera con las varillas de por medio
gritando con tu voz empapada de sudor
que no es justo
que nada es justo
que don Roque no debería de desear
haber sido alguien en esta vida.

Aquí o en medio de las hojas
de Marcurse y las películas de Bergman
jalaré las cuerdas de tus bermudas
para decirte que la rutina está aquí 
repleta de pasillos
la cosa es encontrarla sin tanta mugre
la cosa está en decidir de qué techos cuelgan  muérganos
y cacahuetes
o días húmedos y tristes.
Hay de todo, es buscarle al agusanado
un poco de tortilla.
Al frío y la distancia un poco de privacidad.
Es buscarle fijamente un lugar inerme
a la pelotera y nunca nunca nunca
-ni para ir a marchar o tomarse una foto-
cortarse el cabello.









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