José Antonio Íñiguez
(Estado de México, 1991). Radica desde el año 2000 en Cancún, Quintana Roo. Sus poemas han sido publicados en diversas revistas y suplementos literarios como Revista El Humo, Síncope, Ombligo, Químicamente impuro, Tropo a la uña (segunda época), El mollete literario, entre otros. Recientemente su trabajo poético ha sido incluido en las antologías Los caminos de la lluvia: muestra poética de Cancún (Ediciones Del lirio, 2013) y Los volátiles: poetas de los ochentas y noventas (Juanita Cartonera, Chile, 2014). Es autor del poemario Fuga (de próxima publicación). Actualmente forma parte del comité del encuentro Cruzada Poética Peninsular, y trabaja para el Centro de Creatividad Literaria de Cancún en el área de Servicios Editoriales de la editorial Letramar.
Birkenau
Silencio, sangre y humareda. El remolino del terror cruza despacio. Los nombres impronunciables de los muertos ceden apenas. Sus rostros, bajo toneladas de cemento y podredumbre, crujen, rechinan, se sonríen.
Hoy, acaso son una ventisca que recoge en su camino: tiempo, memoria y palabras. Pero ayer, bajo el pulso del acecho, no fueron ni el milagro de la casualidad. Nadie, entonces, pudo aconsejarles que huyeran de su propio fin. Nadie pudo decirles que el olvido, tarde o temprano, sellaría sus cabezas.
Hambre, hornos y locomotoras no fueron necesarias nunca para aniquilarles el espíritu. Antes Jehová aplaudió —recostado sobre su lecho, con una varilla de paja en la boca— al ver la procesión del crimen.
Contradicho
Nos dicen
esto es la felicidad
esto el deseo perpetuo
esto la esperanza
y esto la inmundicia
Luego nos obligan
a obedecer a rajatabla
Así –nos aconsejan-
debemos entender el mundo
La palabra
–según el patriarca supremo-
es un cascarón amarillo
y el concepto
una yema podrida
Para nadie entonces
pareciera útil
lo que hoy
escribo en esta hoja
Pero decir aquí
esto es la muerte
esto la infelicidad
esto es el poema
es apenas
inicio de palabra.
Compensación Patriótica
Cuando muera este país
dice el señor presidente
que al menos una fosa
será bien recordada
al final de esta masacre
y si no ocurre de esta manera
dice además estar convencido
que en otro país igual a este
sí habrá alguien que nos honre
embalsamando sus cadáveres
al menos
para ilustrar nuestra idea de matanza
cada domingo de museo.
VERANO
(Fragmento)
IV
¡Silencio, grillo!,
quiero escuchar tan solo
si vuelve el fresco.
V
Cielo sereno:
solo las aves surcan
irreverentes.
VI
Ni hojas ni lluvia:
la brisa sólo trae
polvo de ayer.
VII
¿Solo mi sombra
ha quedado de la noche?
Sol despiadado.
XII
Bebo del agua
que me ofrece un riachuelo:
¡quisiera el río!
XIII
No se detengan,
pájaros. Aleteen…
mientras descanso.
XIV
Bebí del mar
o mi propio sudor;
ya no recuerdo.
XVII
Luna, ¡retírate!:
tu luz, a media noche,
trae el verano.
XIX
Cae una gota
del grifo. ¿Dónde está?
Tierra sedienta.
XX
¿Andar? ¿Vagar?
¡Dime, oruga paciente,
de qué sol eres!
XXIV
Nadaré mucho:
puede que en lo profundo,
invierno sea.
INVIERNO
(Fragmento)
I
Cielo cerrado:
ni siquiera la luz
calla la lluvia.
III
Nunca es tan cierto
el rayo en mi ventana,
si no lo escucho.
VII
Detente, lluvia,
el árbol del jardín
me dice: ¡basta!
VIII
Ladran los perros;
entre la lluvia, un trueno:
nadie lo escucha.
IX
No llores más,
árbol de mi ventana:
la nube pasa.
XI
Pasa en silencio,
y no arruines la niebla,
sol invernal.
XII
Sobre el estanque,
nada una hoja reseca,
¿o surca el cielo?
XIII
Furioso río:
en sus corrientes lleva
mis ojos quietos.
XV
Todo es inútil.
Ante el brasero acerco
mis manos crudas.
XVIII
Pobres urracas,
¡si su canto pudiera
romper el frío!
XXIV
Ya volverás
a llover, triste nube:
siempre volvemos.
De Instante
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