lunes, 16 de febrero de 2015

IVÁN TREJO [14.897] Poeta de México


Iván Trejo 

Tampico, México, 1978
Es poeta, editor, gestor cultural y traductor. Ha sido incluido en diversas antologías ha obtenido el segundo lugar en el Certamen de poesía joven “Alfredo Gracia Vicente” (2002), becario del Centro de Escritores de Nuevo León (2004), Premio Nuevo León de Literatura (2006), Premio Regional de Poesía Carmen Alardín (2008), becario del FONECA en la categoría de Jóvenes Creadores (2010) y becario del programa de Residencias Artísticas de Libre Gestión del FONCA (2011). Ha publicado los poemarios Silencios (2007) y Los tantos días (2009). Los poemas aquí incluidos forman parte del libro Presagio contra el destierro (2002-2012) publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León.





IV

Cuando esta carne sea silencio seco
suelta las amarras
y deja que tu falda velee
donde descansan las barcas.



V

La ausencia
es una grieta en el tiempo de los cuerpos.



XI

Hay quienes han visto
el silencio en mis manos.

Yo no he visto nada.



XXXVI

De
nadie
ha
sido
suyo
este
silencio
mío.



LIII

Esperé
como un sordo espera la lluvia
para sentir que oye.



De Presagio contra el destierro


Entresueño

ese día/ ella dormía en el sofá con una urraca entre las manos/ era su falda roja/ sus pies descalzos/ su cabello era esbelta niebla bajando por los hombros y mi mirada anidaba en lo entreabierto de sus labios.




Postal para la impaciencia

tres o cuatro versos hubiesen sido suficientes/ para decirte que también yo ignoro en qué bolsillo se guarda la poesía/ para sonreír nervioso/ hubiese sido suficiente/ tomarte la mano en velo/ cerrar tus ojos con un poema de otro y decirte en tres o cuatro versos/ que no puedo escribir nada/ cuando me lo pides




Entonces volar / no queda de otra cuando llegas con esa cara de ramo de dulzuras por venir/  verte así/ da miedo/ eres varias mujeres que me miran/ varias que abrazan distinto/ el mañana no baja a la tierra cuando miras por encima de las cosas que están por llegar/ las enumeras con las nubes que pasan y dices: aquel es un día que ya me espera/ sonríes como una de las que ya eres y dices: Mañana frente al espejo/ no hay nada más allá de las cosa que no nombramos/ a veces creo que un Mañana basta/ el tiempo vendrá contigo en sus brazos/ dirás todos tus nombres mientras me dejas en un puerto a la espera de una barca y me dirás que en esa mirada cabe toda la dulzura por venir.

Supongo que se nace de alguna forma / pero uno cae y no sabe dónde/ sino hasta que el cabello guarda cierta forma del viento en él y en una vuelta de esquina/ uno puede cruzar la línea y partir y aun cuando atravesáramos ese río sobre una barca con monedas en los ojos/ uno pensaría en esa esquina y en el viento anidado entre el pelo/ donde una pausa llega de golpe y uno se olvida de la miseria entre las manos y del vacío en las miradas y de la calidez de las patas/ que cada tigra tiene

Sueña la Tigra cielos rojos y nubes que en dirección contraria desaparezcan/ en espasmos/ ahogando la voz como el que recita versos contra el viento y las palabras en la garganta se aferran a no volver a las entrañas. La Tigra se levanta erguida como flecha que apunta al sol/ bosteza/ sobre la nieve retoza y entra al témpano/ donde amamanta de su corazón los restos.



Inscrito en el borde de una lágrima seca

a Olga Swiderek

A la orilla de la piltra/
tu lágrima era la luz que asomaba por la ventana
tras la tempestad/ tristeza que llega con la advertencia
de una ausencia importante/ grito ahogado que guardas
para cimbrar un lejano hospital.
Intento

salvarme del vacío / el amor es esa misma gota de nieve
que tímida cae/ hace playa en mi ventana y en seguida
no es más.
Te he dejado en el tren
de nuevo y veo al viento alargar tu cabello
como blanca luz cubriendo del sol tu sombra.
El mar
te traerá de vuelta/ pronto comenzarás
a hurgar en estos días y enumerarás aquello
que no alcanzamos/ recordarás cada charla
y vendrás al recuerdo entre ventisca/ tu mirada
se detendré en el horizonte/ como estas vías
de tren en que te miro alejarte.
La blanca ceguera
llega por placer/ al buscar en las calles
el resto de tu perfume en medio de la tormenta.
Sé que no estás y nada sucede/
el frío es igual que antes de la llegada de tu tren
al desconocido sur/ momentánea nota mohína
que afinaban nuestras miradas/ piano apenas
sobre tus pestañas/ nocturno de Chopin
cuando van abrazándose lentamente al beso.
El cielo
dice que pronto ha de venir la nieve/
pero no el olvido




Instrucciones para imaginar un barco

1. Olvida el nombre de tu tierra y da nombre al agua para poder fijar el rumbo.

2. Deja flotar sobre el agua la extrañeza de tu voz.

3. Dale nombre al chasquido quedo de la espuma que se vence ante la solidez del mundo.

4. Siente el eco de tu dedo trazando el camino hacia la bóveda celeste de lo nombrado.

5. Teme al marinero borracho/ la misma botella que bautiza un barco/ puede hundirlo.

6. Habita la orilla de la playa en un rincón del ojo para evitar la ceguera.

7. Descúbrete mirando el mar una noche cualquiera.

8. Pon atención en la arqueada espalda de aquella ola lejana/ guárdale un lugar tibio en el pecho y ten por seguro que no la verás más.

9. No te afanes en encontrar el principio de la ola.

10. Conoce tu mirada húmeda varada en la niebla.

11. Larga es la conversación del hombre cuando mira la nada.

12. Conversa con la brisa lapidaria del tiempo ido.

13. Cuando la quilla mire el horizonte/ no habrá eco/ ni dios que responda tu llanto.

14. Las olas vienen de lejos/ de más allá de los recuerdos.

15. Cultiva la mirada del forastero/ todos los lugares que ves/ habrán desaparecido a la próxima visita.

16. Desembarca con lo puesto/ pero regresa con un botín dentro del pecho.

17. No hay peor lamento que el de la tormenta baja o de la ola alta.

18. El augurio del espejismo brota en el mástil del vigía.

19. Célebre entre otras distancias es la que recorre el hombre al nadar hacia sí mismo.

20. Sólo la voz ronca calma las olas que se levantan por encima de la garganta.

21. Nunca permitas –marinero triste– que tus lágrimas lleguen al mar.

22. Haz morada en una mujer buena con vocación de tierra firma.

23. Si envejeces demasiado no te sorprenda cuando un alud de agua venga a recogerte.

24. Reconoce ahora la inexistente calma del náufrago flotando como canto a la deriva.

25. Admira la tarde parda que acaba con el mundo.

26. Comienza en la arena un verso que funde el oficio de los puertos.

27. Aquí no sucede nada/ salvo este mar sin fin que tiembla afuera.

28. Bienvenido seas a esta patria errante donde siempre serás forastero.

29. Siempre que el olor de los reflejos te den náuseas toma el barco imaginado y piérdete en tu propia inmensidad.





Estos mismos días

Tengo un dolor aquí
del lado de la patria

            Cristina Peri Rossi


Jugué mi corazón al azar
y me lo ganó la violencia

          José Eustasio Rivera



En estos días
en que las hogueras se vuelven extraños frutos
colgando de los puentes/ en que la voraz ciudad
anda sin cabeza/ cuerpo/ sólo cuerpos
a los que se les saca la vuelta en la calle
como al cadáver de un animal sin cal/ pedazos
de carne en sacos y cubetas/
niños jugando a la muerte sin agua
en las pistolas/ abdómenes planos
de tanto tirarse al suelo/ estos días
en los que el azar te fríe y el miedo te entumece
como estatua/ donde las miradas
en diálogo de carro a carro acarician
la calma hombría que tiembla
bajo los pantalones/ estos días en que
nos hemos quedado sin sueño/ en este silencio frío
que desdobla un horizonte que ya no es/ un pensamiento
cautivo/ la voz sosegada/ lo inciertos que fuimos
cuando nos dejamos vencer/ estos días
en que se escucha el llanto del aire
tras la bala que surca el tiempo sin fin/ en que los helicópteros
ronronean y espantan los loros silvestres/ estos días
en que nadie pidió ir a la guerra
pero deambulamos en ella/ estos días
en los que todos somos culpables
salvo los culpables/ en los que requerimos
más carpinteros para los ataúdes
de los tibios muertos de la jornada/ estos días
en los que los noticieros decidieron callar y lavaron
sus ojos para borrar de ellos la silente sangre/ estos días
en que los desaparecidos y la lluvia en ellos
son abono en la greda de una patria yerta/ donde no habrá
recuerdos de la gloria/ estos días
en que las víctimas son números sin nombre
y marchan y gritan
y nadie oye/ estos mismas días son
los que Dios eligió para hartarse de nosotros
y dentro de su puño más cerrado
nos olvidó.




Selección de poemas del libro Los tantos días, Premio de Poesía del Noreste Carmen Alardín 2008



Del segmento: Nota aclaratoria

Cada uno de estos versos son las plumas
de una urraca que desflora la tinta/ un desvuelo
a media ala/ la leve conjetura de un trazo
en el cielo/ la esplendente sombra de un canto a la deriva.



Del segmento: Los días a la deriva

8

No quiero noticias que no vengan de ti/ ni decir
lo ya masticado/ ni letra blanca/
ni mayúscula hoja/ o lírica terquedad
de enanos gestos.

Quiero decir que te vi ausente/ paseando
entre espejos y una urraca vino a aletear en tu cara
para cubrirte esos ojos/ apenas
desdolidos.



9

La palabra es un barco
hundiéndose en un muelle
donde el silencio parpadea.



10

Se me vino la lluvia a pedazos y saque
una palabrita de su jaula/ le puse alas
y deslizó como gota que recorre la ventana/ le puse zapatos
y se tiró de bruces sobre la alfombra/ escandió
cada una de las paredes/ las luces
estrenaron destellos sobre sus dientes/ reía con la lucidez
que le viene de pronto al artista/ la puse sobre un papel
y remó hacia el gélido vacío de la blancura/
entonces aterido y asustado/ deje caer un monzón
de palabras enjauladas/ juntas aletearon despavoridas/
aleteando se acurrucaron entre unos pedazos de cielo
que ya encendían algunas sombras.



Del segmento: Hay un jardín

En tus ojos hay un jardín de alegría animal
que azuza la anoche para que se abra como orquídea
o como cálido roce/ pues nada crece ni amaina
fuera de la caricia/ ni de la mano
que horada los espasmos.

——


Voces del heredado éxtasis inundan el jardín/
no pienses que he muerto/ ni lo sientas/
ni lo digas/ el silencio del estar es todo lo que poseemos/
otra es la voz del agonizante/ no la nuestra
que recorre los hombros desnudos de las preguntas/ no la nuestra
que habita todos esos lugares donde no estamos.



——


El jardín huele a niña nadando en el arrollo/
a rumor de agua que moja la noche/
a joven agua en el agua brotando.


——


En este jardín se escucha una manada de melodías
que hechizan a las bestias primarias que nos habitan/
bailan trompicándose entre ellas/ bailan
asidas de las manos/ mientras nos miramos.


——


No soy yo quien retoza en tu jardín/
son mis voces que desentierran la luz de tu cuerpo.



——


En el jardín tu mirada es liviano canto
que peregrina sobre mi piel/ hoja de sauce
apenas flotando.



——


No hay otoño en tu jardín/ ni hojas secas
entre tus dedos/ sólo hay inacabables puestas de sol
donde es necesario pensar en el silencio o apenas nombrarlo
o lo dicho ya que se esconde tras tus ojos/
emane como flor en el páramo del sueño.



——


En el jardín nadie nos oye/
pasamos los días al vuelo y nombramos
las pequeñas cosas para que existan/ para que nos habiten/
salimos a cazar palabras dormidas y las juntamos
en el huequito que tenemos en el pecho/ en esa entrada
al más cálido de nuestros templos/ ya satisfechos
ronroneamos mientras se acicala la noche.

En esta orilla del jardín somos posibles.


——


Tigra/ mi hermosa alegría animal/
en tus ojos hay un jardín.




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