Diego Enríquez del Castillo
(Segovia, 1443 - id., después de 1503), capellán, cronista y consejero real de Enrique IV de Castilla, el Impotente.
Existe controversia sobre si este eclesiástico es en realidad el poeta cancioneril Diego del Castillo, residente un tiempo en la corte napolitana de Alfonso V el Magnánimo, como afirmaron en el siglo XIX Eugenio de Ochoa y George Ticknor, o una persona homónima, como afirmaron José Amador de los Ríos y José Sancho Rayón. El caso es que Diego Enríquez sabía el bastante italiano como para traducir el tratado De re militari compuesto por Paris de Puteo a petición de Beltrán de la Cueva, a cuyo círculo en Cuéllar parece haber pertenecido.
Sin embargo, del historiador cabe decir que, fiel a su señor, lo sirvió en diversas misiones diplomáticas. Tras la batalla de Olmedo (1467) fue hecho prisionero en su casa de Segovia por los partidarios del infante don Alfonso y salvó su vida gracias al fuero eclesiástico. Siempre culpó a los nobles de la inestabilidad que sufrió Castilla en la segunda mitad del periodo de gobierno de Enrique IV y defendió la legitimidad de Juana la Beltraneja contra quienes la acusaban de no ser hija del rey Enrique IV, sino de Beltrán de la Cueva. Escribió la Crónica del rey don Enrique, el cuarto de este nombre en defensa del rey y de su hija, tras los hechos contados (según Aurelio Sánchez Martín, que ha inspeccionado unos ochenta manuscritos, la redacción original habría tenido lugar entre 1481 y 1502, afinando más al señalar que la primera fecha (la del ms. Y) indicaría una primera versión, realizándose una segunda entre 1485 y 1502. La obra se compuso con una gran carencia de materiales a causa del saqueo que hicieron los partidarios del infante Alfonso en su casa, como él mismo declara. Tal vez por esto no consiguió éxito después en sus intentos de ser elegido cronista de Isabel la Católica. Se trata de uno de los textos históricos más claramente imbuidos de reflexión política en el siglo XV castellano; estas meditaciones se introducen en el texto como discursos y piezas oratorias, a la manera de los historiadores grecolatinos clásicos. De estos discursos se desprende la teoría del origen divino de la autoridad de los reyes. De esta Crónica se conserva casi un centenar de copias, aunque tardías en su mayoría, (XVI y XVII).
Notas
Óscar Perea Rodríguez, Estudio biográfico sobre los poetas del Cancionero General, Madrid: CSIC, 2007, p. 57 y ss.
"Por sy aquesta corónica no fuese tan copiosa y complida como deve de las cosas que dieron en la prosperidad del rrey, primero que le viniesen las duras adversydades, meresco ser perdonado con justa escusaçión, porque fuy preso sobre seguro en la çibdad de Segovia, quando dada por trayçión a los cavalleros desleales, donde me rrovaron, no solamente lo mío, mas los rregistros con lo procesado que tenía escripto de ella, visto que la memoria, segund la flaqueza humana tiene mayor parte de olvidança que sobra de rrecordaçión" (p. 132)
Véase Carlos ALVAR y José Manuel LUCÍA MEGÍAS, Diccionario filológico de literatura medieval española, Madrid, 2002, pp. 432-445.
Obras
Cronica del rey D. Enrique el quarto de este nombre. Madrid: A. de Sancha, 1787.
Crónica de Enrique IV de Diego Enríquez del Castillo, edición de Aurelio Sánchez Martín, Valladolid, 1994.
Bibliografía[editar]
José Luis BERMEJO CABRERO, "Las ideas políticas de Enríquez del Castillo", Revista de la Universidad Complutense de Madrid, 86 (1973), pp. 61-78.
Visión sobre la muerte del rey Don Alfonso
Discrición del tiempo en que la vision de lo siguiente se comiença sobre la muerte del rey Don Alfonso
Avia recogido sus crines doradas
Apolo fasiendo lugar a Diana,
Era llegada la noche oceana;
Rigian los pastores sus grandes majadas,
Ya desque tomando sin ser desveladas
Imagen de muerte con muy dulce guerra,
Cubiertos de sonbra los cielos e tierra
Fasian su reposo las almas cuitadas.
Descrive la ora en que las visiones començaron
Del su medio curso en esta sason
Serian las estrellas apenas boltadas,
De súbito cuando avia trasportadas
Sus furias australes el gran Orion,
Alecto e Megera con el Tesifon,
Moviendo e soplando sus fieras tempestas,
Venieron raviosas muy mas que molestas,
Discordias senbrando con duro baston.
Las oras Eolo por ser convocado,
Comiença feroce los sus mudamientos;
Las aguas bramian, luchavan los vientos,
Venian sus grupos en son presurado.
Las ondas tranquilas del mar segurado
Tornaron muy presto tan cruda fortuna,
Que, non permitiendo bonança ninguna,
Su estruendo yasia jamas reposado.
[p. 352] Traia la su rueca de un copo ceñida
Láquesis, el fuso con ella filando,
Antropus venia sus filos cortando,
De muy espantables cochillos fornida;
Robava a los unos tenprano la vida,
A otros los dias trançava por medio,
Otros quedava con dolor sin remedio
E cuales causavan sangrienta partida.
Comparacion
Cual el peligro vorace e gloton
De Scilla e Caribde se muestra ravioso,
Que muy mas espanta que fase medroso
A quien menos teme mirar su vision;
Así muy disforme venia de tal son
Aquesta con gesto cruel espantable,
Alçando sus gritos con bos miserable,
Fasiendo feroce tal triste pregon.
Pregon indignado, en el cual Ántropus ásperamente de los mundanos se quexa
Aquestos mis actos, pues son tan ocultos
Que dellos non curan los fijos mundanos,
Nin fasen memoria de ser sufraganos
A mi que destruyo sus vidas e bultos,
Faré sin dubdar tan grandes insultos
Que dellos se fagan estorias e leyes,
Porné mi cochillo por sangre de reyes,
Faré tal ultrance, que resten sepultos.
Serán devastados con esta mi espada
Sus cuerpos de fuera en son muy diforme,
De dentro non menos con miedo conforme;
Por tal que perescan con muerte doblada.
Nacion inorante, de seso menguada,
¡O gente cativa, o pueblo perdido!
Yo te pluguiese de ser entendido,
Por tal que prudencia te fuese abogada.
Abre tus ojos e mira, si puedes,
Mi muy peligrosa mano cruenta,
Verás de que son fiere e tormenta
A los que se piensan fuir de mis redes.
Varones cuitados, que ya presumedes
Bevir para sienpre con tanta demencia,
Plañid vuestras vidas, llorad con paciencia,
Que presto del mundo robados seredes.
[p. 353] E non vos engañe la grand confiança
De vuestras riquesas, thesoros guardados,
Que tantos dolores veréis ayuntados,
Que presto farédes de siglos mudança.
Non serédes libres por mucha pujança
Por ser generosos nin grandes señores;
Rendid vuestras vidas a mi, pecadores;
A otro que esfuerço dad vuestra esperança
Aquí Antropus dirige su fabla contra el señor rey
¡Qué tristes las madres que fijos parieron,
Cuitados los fijos de la cruda madre!
¡O cuerpo infelice de tí, cano padre
Viejo mesquino, que cuantos te vieron
Con tu poca vida bevir se creyeron,
Y ser en el mundo por siempre nascidos,
Non ellos te valen, nin son acorridos!
Nin tú los reparas, si bien te servieron.
De ser muy humano te congloriavas
Creyendo que fueses por eso inmortal,
Del gran Jullio César, guerrero Anibal,
Del rey Alixandre loar te preciavas,
A todos gentíos tu fama cantavas,
Por tal que tu nombre non fuese callado;
Restaras por cierto mejor consejado
Si parte me dieras de cuanto pensavas.
Ca ora tu fueras non tan descebido
En la preminencia de tu monarchía.
Dime ¿qué vale la grand osadía
De tantos honores que as adquerido?
¿Qué te aprovecha si fueste temido,
E nonbrado uno de tres en grandesa?
Ca non te delibra tu mucha riquesa
Nin la presuncion de muy entendido.
Ya viene cercana de tí mi furor,
Ya se te llega la ora muy cruda,
Rason non te puede prestar tal ayuda,
Que libre te falles de tanto dolor.
Las muy bivas llamas del mi grand terror,
Agora comiençan arder buenamente;
Apresta las manos, tú, buen Rey potente,
Verás qué te vale, si fueste señor.
¡O Rey poderoso, tu grand discrecion,
Tu seso mundano, las tus vanas glorias,
Los tus edificios, tus grandes estorias,
[p. 354] Tu vida ponposa, tu grant presuncion,
Tu sublime nombre de Rey de Aragon,
Tus grandes armadas, tu dura porfia,
Tu rica Secilla, el reino de Ungría,
Tus muchos tributos e grant mostracion:
La tu deleitosa y noble Valencia,
Tu fértil Cerdeña, tu gentil Mallorca,
La Córcega sana, tu chica Menorca,
La tu Cataluña con grande potencia.
Tu Jerusalem de tal excelencia,
El tu Rosellon, la tu grande Atenas,
La tu Neopatria e tierras tan buenas,
¿Por qué te non prestan salud nin clemencia?
¿Qué es de tu vida, tu tiempo pasado,
A dó son tus fiestas, tus galas e ponpa?
Verás que te llama la mi fiera tronpa;
Rinde las armas, pues eres forçado.
¡O Rey preheminente, señor tan loado,
Que tus excelencias e ánimo fuerte,
Librar non te pueden agora de muerte
Nin darte consejo de ser reparado!
Los tus pensamientos de ser tan altivo
Agora que quedan suspensos en calma,
Conviene forçado que rindas el alma
A mí que non temo ningun onbre bivo.
Abre tus ojos, terreño pasivo,
E mira si puedes mis ásperos modos,
Puesto que vengas de sangre de godos,
Verás si te fago por fuerça cativo.
Yases tendido en ese tu lecho
Muy solitario, a guisa de pobre;
Tu vida non quiere rason que se cobre
Nin menos ya puede valerte derecho.
Eres venido en un tal estrecho,
Que desa tu carne conbrán los gusanos;
Verná tu conquista en tan duras manos,
Que presto yo creo se pierda de fecho.
Caerá la memoria de tal nonbradía,
Mas no la tu fama de ser renonbrada.
Dispenso con ella de aquesta vegada.
Ya pues que tovistes la gran señoría,
Que siempre se vea bivir todavía
Por tal que silencio non mate su gloria,
Non tema de muerte tu noble victoria
Que vida le damos de rica valía.
Tomen licencia de ti los criados,
[p. 355] Despídete presto del mundo, si quieres;
E non te desplega, nin te desesperes,
Que todos a esto nacen obligados.
Bastar te ya deven los tienpos pasados
En que por Italia fesiste grand guerra,
Paga, pues deves el cuerpo a la tierra,
E ven, e non tardes, que somos llamados.
Comparacion
Como vencidas de grand conpasion
Las veras hermanas lloravan con duelo
El cuerpo sepulto caido del cielo
Del su buen hermano e niño Ficton,
A do lamentando la su perdicion,
Tanto se vieron muy desconsoladas,
Que fueron sus formas en otras mudadas,
Y nunca tomaron mas consolacion.
Cómo los criados e servidores del rey, un dia ántes de su muerte lo lloravan
Asi los gentios de aqueste rey tanto
Sentí muy coitados en esta sazon.
Llorando la muerte de tan Girïon,
Que tristes fasian un muy fiero llanto,
Los unos mesquinos cubiertos de espanto,
Los otros amargos con fiero sonido,
E muy aviltados en son dolorido
Atal començaron su mísero canto.
«Siempre la tu vida nos fué proteccion
¡O buen rey Alfonso, salud e reparo!
Sienpre nos fuiste un rey muy preclaro
Magnífico, grande, de grand coraçon.
Así nos fué dulce la tu condicion,
Que nunca sentimos jamas penitencia,
Agora perdemos en tí tal presencia,
Que siempre podrémos llorar tu visión.
Tu vista nos era salud e conorte,
En nuestro destierro un muy grand abrigo;
Tú solo nos eras, señor, buen amigo,
Padre e caudillo de nuestro deporte.
¿A dó fallaremos, mezquinos, tal corte,
Tal rey, compañero de todos igual?
¡O muerte raviosa e descomunal!
¿Por qué nos destruyes la lumbre de norte?
¿Adónde serémos tan bien rescibidos,
Y quién nos dará tan sano consejo?
[p. 356] ¿A dónde podrémos fallar un tal viejo
Rey más humano que vieron nascidos?
Irémos agora ya muy desparcidos
Por tierras ajenas con mucho dolor,
Serémos ovejas que van sin pastor,
A mano de lobos, sin duelo comidos.
Revoca ya, muerte, tu cruda sentencia;
Non quieras que muera un rey tan extraño;
E dinos qué ganas por este grand daño
Con que nos destruye tu falsa clemencia.
Si dél non te duele su grand excelencia,
Muévante a lo menos los nuestros clamores,
E deja que tomen los sus servidores
Un poco siquiera de su sapiencia.
Danos espacio que le demandamos
Dotrina e castigo de nuestro bevir.
Non te deleites en nos destruir
Nin tomes vengança por tales estremos.
Abaxa tus velas e alça los remos;
Navegue tu barca non tan presurosa;
Espera non seas por Dios rigurosa;
Consiente si quiera con él que fablemos.
Mas ya de tu mano tal bien atender
Paresce ser cosa muy desaguisada,
Ca nunca te vimos jamas inclinada,
Nin ser piadosa en tal menester.
Tu porfiosa nos quieres perder;
Seremos nosotros de tí querellosos;
¡Osados malditos, crueles, raviosos!
Por qué nos quesistes así fallescer
¡O rey glorioso, mejor fortunado
De cuantos nascieron jamas en el mundo,
Solias fablarnos con rostro jocundo,
Mirar bien a todos en son reposado.
Agora non puedes, nin tienes tal vado
Que tu lengua baste a dar nos consuelo!
Lloremos ¡cuytados! fagamos grand duelo,
Que buen rey perdemos por nuestro pecado.»
Comparacion
Bien cual se pudo fallar dolorosa
La reina Troyana el dia que vido
Matar con sus fijos al noble marido,
Los griegos de muerte cruel sanguinosa,
Do non remediando cuitada, raviosa,
De aquellos quexando a si maldezia
[p. 357] Llorando sus dias e postrimeria,
Porque su ventura fué tan desdichosa,
(Como la reina lloró a su marido.)
Atal vimos luego con este senblante
Llegar la muy casta reina matrona
Rasgando su cara, su noble persona,
Disiendo: «Yo biuda conviene que cante
Y llore mis cuitas, pues van adelante
Sin darme reparo de tí mi querido,
Uno de tantos tan esclarescido
Rey entre reyes muy mas abundante.
Contigo los fados por darme favor
Quisieron que triste yo fuese casada;
Contigo me dieron grand gloria doblada
Fama e estado de rico valor.
Por tí me fasian los reyes honor,
Muy grand reverencia por los comarcanos,
Por tí se rendian a mi los humanos,
Los regnos de España me davan amor.
Yo con tu vida por reina bivia;
Por ser tu mujer mi gloria doblava;
Por tí mi renonbre mas alto bolava,
Con doble victoria mi cuerpo ceñia.
Por ti mi bevir atanto valia,
Que jamas igual de mí fallé dona;
Por ti grand triunfo mi noble corona
Sostuvo sin miedo de controversía.
Por tí gobernava los siervos leales;
Por tí dava ley a tus sufraganos;
Por tí me loavan los pueblos humanos;
Por tí me temian los descomunales;
Por tí me servian los mas especiales;
Con trono muy alto yo sola regía;
Por tí mi plazer bivió todavía,
¡O dulce marido, salud de mis males!
Agora yo sola por biuda mezquina
Seré vituperio de todas las gentes,
La mas condolida de nuestros bivientes
Tornada con duelo, de cuitas vesina.
Seré yo la ravia que nunca se fina,
Siguiendo los fuegos de tiempos muy largos;
Cubierta de luto con llantos amargos
Iré como furia que sienpre camina.
Si non te convencen los justos clamores
De aquestos mesquinos e tristes criados,
[p. 358] Muévante, muerte, los mis renovados
Atan miserables e crudos dolores.
Non quieras causar tan grandes errores
Que por tí se mesen las mis viejas canas;
Nin quieras que rompa con manos profanas
La carne servida de tantos señores.
A mí justamente será bien que mates
E dexes a él bevir en el mundo;
A mí reina triste de tan gemebundo
Siglo cuitado es bien que desates.
De aqueste la vida por Dios no contrates
En son tan esquivo cual ha començado,
A él non tocando, a mí de buen grado,
Segund te pluguiere, consiento que trates.
A mí con la muerte serás justiciera,
Por fin de mis duelos no ménos amiga;
A él si destruyes serás enemiga,
De todos llamada la grand carnicera.
Yo fesneciendo, será tu vandera
Por muchos gentíos mirada con miedo;
Serás por aqueste con bivo denuedo
Llamada, si muere, cruel homeziera.
Seré yo por cierto no tan defensora
E con tus fuerças con ménos corage;
Podrás sin reguarde fazer tu carnage
En mí sin ventura, do tristesa mora.
Non me detengas por Dios mas un ora:
Indigna tu saña: seré yo la muerta,
Por tal que non vea jamas descubierta
De tan alta sonbra mi cuerpo a desora.
Si pudo la reina, mujer de aquel griego,
De tí alcançar tal don señalado,
Que por la su muerte restase librado
Su quisto marido fasiéndote ruego,
Faser mi bien puedes en un tanto fuego
Que sea mi vida trocada por este,
Por tal que mi muerte salud le conpreste,
Y él que viviendo, peresca yo luego.
Faslo ya, muerte, non seas estraña,
Da fin a mis males con este remedio;
A tí sola quiero que seas el medio
Por tal que non vea de gloria tamaña
Jamas apartada la noble de España,
Nin biuda se llame de tal capitan.
Faslo e non dubdo que siempre darán
De tí, si lo fazes, loable fazaña.»
[p. 359] Comparacion
Bien como cuando el Pirro muy crudo
Que non convencido del planto materno
Por dar la vengança en el fin paterno,
La bella Troyana, con gesto sañudo,
Privó de la vida e fiso desnudo
El cuerpo e el mundo de tal fermosura,
A donde rogárias, bondad nin mesura,
Salud nin reparo, prestar non le pudo
E como el jues que dá la sentencia
Y del creminoso la vida condena,
Por tal que se faga del mal a la pena
Una manera de mas convenencia,
Desque rogado por él de clemencia,
Niega prestarle del mundo recurso,
De guisa que pasa por el fadal curso
A que los supernos le dan influencia.
Como Antropus responde a las querellas de la reina e de los criados del rey
Asi bien Antropus despues que cesaron
La reina e los siervos de su lamentar,
Ceñidas sus armas, sin mas escuchar,
Sus fieras palabras así començaron:
«Si nunca mi saña clamores forçaron,
Nin fui convertida por los terrenales,
Desidme ¿qué valé, o gentes mortales,
Plegarias nin ruegos de cuantos pasaron?
Que nunca yo curo de ser suplicada,
Nin guardo, nin sigo, nin tengo tal orden,
Nin pueden rogárias ronper nin desórden,
Nin quiero que sea mi ley quebrantada,
Por bienes nin males faser atreguada.
Conmigo non pueden la vida jamas,
Nin cuantos aguijan, nin quedan atrás
Podrán la mi furia faser amansada.
Es el mi nonbre bien interpretado
Cobierto de forma de falso perdon;
Mi grand poderío ha tal condicion,
Que nuncan perdona al que es condenado.
Do llega mi furia non cura de estado,
De ricos triunfos nin grand señoría,
A todos los paso por una igual via,
De mí non se falla ningunt perdonado.
[p. 360]
Al tiempo que nascen, yo soy denunciada
E dada por ley a todos nascidos,
Saco de la cárcel a muchos perdidos,
A otros delibro de pena cuitada.
So el nombre de vida soy ocultada,
De vuestros dolores yo dó solucion;
E libro del mundo e de su pasion
A vos de quien devo non ser desamada.
Ca cierto si fuera durable la vida
E nunca muriera persona ninguna,
Muy grand señorío toviera Fortuna
Encima de todos sin ser resistida.
Así, que sin dubda la mas convenida
Rason que Dios pudo dexar vos en suerte,
Si fué que por todos pasase la muerte,
Y della que fuese la gente vencida.»
Aquí Antropus, indigna la fabla contra la reina, conbidándola a la muerte
Las glorias del mundo son muy abreviadas,
E todas caducas al fin como sueño,
El ser infinito es un solo dueño
A quien se someten las cosas criadas.
Pues di, noble reina, ¿por qué son airadas
Tus grandes querellas, con que me balsfemas
E quieres comigo seguir vanos themas
Por cosas que nunca serán reparadas?
Que ya tu marido, segund los pasados,
Asaz vida tovo e fué grand señor,
E muere más viejo e con más honor
Que reyes murieron, nin fueron fallados.
Nin ponpas nin galas, nin tantos estados,
Jamas non se vieron en rey tenporal.
Agora que reste su vida inmortal,
Sabed que son dones del mundo quitados.
Que nunca se falla que fuese prestada
Inmortalidad a ningunt biviente.
En pero, tu reina; pues tan diligente
Te quieres mostrar, sin ser convidada,
Agora te llamo e llevo enplazada
De oy en tres meses que seas comigo,
E de las tus obras que trayas testigo
A tal por quien sea tu alma librada.
Serán los tus ruegos conplidos del todo,
Las cuitas que muestras de tí separadas,
[p. 361]
Tus muchas virtudes por todos loadas
Avrán gran renombre por tu cauto modo.
Tus carnes reales serán como lodo;
En chico lugar avrán su cabida;
Será la tu silla real decaida;
En otro mudado tu nombre de godo.
Torna Antropus e fabla contra los criados del rey
Vosotros, criados, que tanto mostrais
Dolor por la muerte del tal Anibal,
Desidme, vos ruego, si curso fadal
Si puede librarvos del mal que esperais.
Bevir con su vida ya non presumais,
Que muerte conviene que pase por vos,
Ca non fise libre al fijo de Dios,
Nin soy piadosa, por más que digais.
Jamas non se debe por cierto llorar
La mi secucion e fin ultimada,
Adonde la ora es nunca pasada,
En que se puedan los bivos librar.
Trabajan los pobres por mas alcançar,
Los muy poderosos recelan caer,
E temen los ricos sus bienes perder,
Han miedo los sabios de su peligrar.
Por ende las vuestras querellas dexad,
Pensad en aquello que mas vos conviene,
Que quien en el mundo menor parte tiene
De aquel se le presta mayor potestad.
A los que más bienes e más facultad
Procuran tener, por ser estimados,
Aquellos yo fago morir rebatados,
De sus presunciones les dó vanidad.
Si más largo tienpo aqueste biviera,
Muriera la fama de sus subcesores,
Los cuales séyendo tan grandes señores
Sienpre callado su nonbre se viera.
Pues un tal hermano desid si pudiera
Rason consentir que sordo quedara,
E su noble fijo que nunca reinara
Por ser de virtudes tan rica vandera.»
Comparacion
Como se falla muy desbaratada
Sin el capitan la hueste e vencida,
[p. 362]
E donde segura defienda su vida,
Fuye e aguija por ser reparada,
Asi bien aquestos, despues que cesada
La biva rason de lo presupuesto,
Fuyendo dexaron su noble rey puesto
En un pobre lecho la vida robada,
Comparacion
Asi como cuando la nuve se para
Delante del sol, que da tenebrura,
Y queda la tierra en son de tristura
Turbia tornada de como fué clara;
Atal bien así mostró la su cara,
Cerrados los ojos, la su lengua muda,
Su carne real tendida e desnuda,
Por quien mi sentido turbado quedára.
Aquí el autor, condolido del rey, fabla con su cuerpo
¡O noble rey digno de ser memorado!
¡O príncipe grande, ilustre monarca
Que contra Fortuna tan firme tu barca
Registe sin miedo de ser trabucado!
Los grandes señores que tú as criado,
Duques e marqueses, condes e varones,
Privados e siervos de tantas naciones,
¿Dó son, que te dexan estar olvidado?
Agora tus caças, e tus embaxadas,
Tus grandes conbites, las tus monterías,
Tus muchas labranças, las tus maserías,
Tu rico tinel, tus joyas preciadas,
Tu grande capilla, reliquias guardadas,
La tu drapería, los tus ornamentos,
Tus dulces cantores, los tus estrumentos,
Por cierto son cosas de ser muy lloradas.
Serás tú, Castillo del bueno nonbrado,
Será tu memoria jamas dacaida,
Será la tu fama por sienpre crescida,
Irá por el mundo tu ser mas loado.
Pues tú solo fuiste tan digno fallado
Que en tí paresciese un rey tanto grande,
Razon es por cierto que gloria demande
Tu muy rico nombre sin ser olvidado.
[p. 363] Ultima
E como las barcas que por la ribera
Del mar bolteando consiguen las ondas,
Do son muchas deveces en el agua fondas,
E otras se fallen en seco de fuera;
A tal bien asi por esta manera,
Despues de mirada la triste vision,
Me vi separado, non sé por qué son,
Absente de aquello que más ver quisiera.
[Cancionero de Foulché-Delbosc.]
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