Ángel Ganivet
Ángel Ganivet García (Granada, 13 de diciembre de 1865 - Riga, Letonia, 29 de noviembre de 1898), escritor y diplomático español.
Se le considera, por su incertidumbre vital y por su angustia espiritual, precursor simbólico de la Generación del 98, proyectando su lucha interior en su visión de España en su obra Idearium español, donde interpreta a España como Virgen dolorosa rodeada de la cultura positivista y escéptica del siglo XIX.
Nacido en una familia de clase media, su padre murió cuando él tenía nueve años. A la edad de diez años, una fractura le lleva a punto de perder una pierna; poniendo en riesgo su vida, se niega a la amputación y, tras años de rehabilitación, consigue no quedarse cojo.
Con retraso por esa convalecencia, inicia sus estudios cursando entre 1880 y 1890 el bachillerato y las carreras de Derecho y Filosofía y Letras, consiguiendo siempre notas de sobresaliente.
En 1888 empieza el doctorado en Madrid; se doctora, con sobresaliente y premio extraordinario, con La importancia de la lengua sánscrita, tras no serle aceptada otra tesis titulada España filosófica contemporánea.
Se presenta a las oposiciones al Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos, que gana, y es destinado a la biblioteca del Ministerio de Fomento en Madrid, España.
Se integra poco a poco en el mundo literario madrileño, asistiendo al Ateneo y a diversas tertulias literarias. Inicia una relación de amistad con Miguel de Unamuno en 1891, cuando estudian juntos para las oposiciones a cátedra de griego (que Unamuno conseguiría por Salamanca y Ganivet perdería por Granada).
En 1892 conoce a Amelia Roldán Llanos, de la que se enamora aunque no terminan casándose por razones desconocidas. De su relación, nacen dos hijos: Natalia, que muere al poco de nacer, y Ángel Tristán.
En mayo de ese mismo año, Ganivet gana con el número uno unas oposiciones al cuerpo consular y es nombrado vicecónsul en Amberes, tomando posesión en julio; pasará cuatro años en la ciudad belga. Durante ese tiempo, se desarrolla intelectualmente: lee, aprende idiomas, aprende a tocar el piano y empieza a escribir. Por otro lado, su relación con Amelia se deteriora.
En 1895 es ascendido a cónsul y destinado a Helsingfors (actual Helsinki). En los algo más de dos años que pasa en Finlandia produce la mayor parte de su obra literaria. Su estancia termina cuando el cuerpo diplomático suprime el consulado por escasa actividad comercial.
Toma posesión del consulado de Riga en 1898. Allí, fruto de una crisis espiritual, sin su mujer, solo, tras las pérdidas de las últimas colonias de España y entristecido por la grave situación de su nación, cae en una profunda depresión que lo llevará a suicidarse tirándose al Río Dvina de Riga desde un barco (tras haber sido salvado en una primera intentona).
Pensamiento
Su fama la debe sobre todo a su Idearium español, un libro que, a pesar de su poca extensión, ocupa un puesto de honor en el pensamiento español moderno. La Enciclopedia Larousse lo califica como "obra capital de una gran profundidad filosófica".
En el mismo momento en que España está al borde de la agonía y asiste a la derrota del desastre del 98, Ganivet se atreve a reivindicar nuestra cultura y nuestra manera de ser. Vuelve la mirada hacia atrás y arremete contra todo lo que ha desviado de lo que España hubiera podido ser: una Grecia cristiana.
La cosmovisión ganivetiana es radicalmente espiritual. La misma espiritualidad subyace en su visión de España. De ahí que lamente el giro expansionista de los primeros Austrias. "Apenas constituida en Nación, nuestro espíritu se sale del cauce que le estaba marcado y se derrama por todo el mundo en busca de glorias externas y vanas, quedando la Nación convertida en un cuartel de reserva, en un hospital de inválidos, en un semillero de mendigos". Alma irénica, rechaza la violencia como instrumento emancipatorio y siente una actitud de respeto hacia las clases humildes; de ahí que afirme que "Las inteligencias más humildes comprenden las ideas más elevadas".
Obras
España filosófica contemporánea (1889); ensayo.
La conquista del reino Maya por el último conquistador Pío Cid (1896); novela.
Granada la bella (1896); prosa.
Cartas finlandesas (1896); prosa.
Los trabajos del infatigable creador Pío Cid (1898); novela.
Hombres del norte (1898); ensayo.
El escultor de su alma (1898); teatro.
Idearium español (1898); ensayo.
Porvenir de España (1898); ensayo.
Aun, si me fueras fiel
Aun, si me fueras fiel,
me quedas tú en el mundo, sombra amada.
Muere el amor, mas queda su perfume.
Voló el amor mentido,
más tú me lo recuerdas sin cesar...
La veo día y noche.
En mi espíritu alumbra
el encanto inefable
de su mirada de secretos llena.
Arde en mis secos labios
el beso de unos labios que me inflaman,
que me toca invisible,
y cerca de mi cuerpo hay otro cuerpo.
mis manos, amoroso,
extiendo para asirla
y matarla de amor entre mis brazos,
y el cuerpo veloz huye,
¡Y sólo te hallo a ti, mujer de aire!
Vivir
Lleva el placer al dolor
y el dolor lleva al placer;
¡vivir no es más que correr
eternamente alrededor
de la esfinge del amor!
Esfinge de forma rara
que no deja ver la cara...;
más yo la he visto en secreto,
y es la esfinge un esqueleto
y el amor en muerte para.
La venus de nieve
Los albos copos que al caer se mecen
en el aire, por fuerzas agitados
de misterioso amor, arrebatados
giran y en torbellino desparecen.
Los ámbitos se cierran y oscurecen
y escuchan los oídos angustiados
en las tinieblas gritos apagados
que, llegando hasta el alma, la estremecen.
La voz de la creación por el caos vuela
y algo divino nace: blanca forma,
fantástico ideal va contorneándose,
que en mujer sobrehumana se transforma...
y mientras yo la invoco, ella, alejándose,
con su mirada el corazón me hiela.
Su fino rostro
Su fino rostro en luz azul bañado
de sus grandes pupilas luminosas,
se recata en las ondas caprichosas
del mar de sus cabellos encrespados.
Su mirar dulce, suave, está velado
por plácidas visiones amorosas,
y un rumor leve de ansias misteriosas
en su boca entreabierta ha aleteado.
Su talle esbelto, airoso se cimbrea:
ora se yergue altivo, dominante,
ora se mece en lánguido vaivén,
cuando le arrulla la feliz idea
de abrir su pecho a un corazón amante
y decirle: estoy sola y triste, ven.
Buen trabajo, maestro....
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