Gregorio Gutiérrez González
Gregorio Gutiérrez González (La Ceja del Tambo, Provincia de Antioquia, Colombia 9 de mayo de 1826 - Medellín, 6 de julio de 1872) fue un poeta de Colombia.
Nació en la vereda del Tambo, providencia de Antioquia, el 9 de mayo de 1826 y falleció en Medellín, el 6 de julio de 1872; Se graduó como abogado en el Colegio de San Bartolomé en 1847. Participó en tertulias literarias con las élites intelectuales de Bogotá y cultivó con algunos de sus miembros una importante correspondencia que hoy se encuentra en la biblioteca central de la Universidad de Antioquia. Sus poesías han sido traducidas a varios idiomas y son una expresión de costumbrismo y de romanticismo. Su poema más reputado es Memoria científica sobre el cultivo del maíz en los climas cálidos del Estado de Antioquía, por uno de los miembros de la Escuela de Ciencias y Artes dedicada a la misma Escuela, publicado en 1866.
OBRAS Más Reconocidas
Su obra Más celebrada es Memoria del Cultivo del Maíz en Antioquia (1866).
Otras obras: Aures, ¿Por qué no canto?, A Julia y A los Estados Unidos de Colombia.
AURES
De peñón en peñon, turbias, saltando
las aguas del Aures descender se ven;
la roca de granito socavado
con sus bombas haciendo estremecer.
Los helechos y juncos de su orilla
temblorosos, condensan el vapor;
y en sus columpios trémulas vacilan
las gotas de agua que abrillanta el sol.
Se ve colgando en sus abismos hondos,
entretejido, el verde carrizal,
como de un cofre en el oscuro fondo
los hilos enredados de un collar.
Sus cintillos en arcos de esmeralda
forman grutas do no penetra el sol,
como el toldo de mimbres y de palmas
que Lucinda tejió para Endimión.
Reclinado a la sombra, cuantas veces
vi mi casa a lo lejos blanquear,
paloma oculta entre el ramaje verde,
oveja solitaria en el gramal.
Del techo bronceado se elevaba
el humo tenue en espiral azul...
La dicha que forjaba entonces el alma
fresca la guarda la memoria aún.
Allí a la sombra de esos verdes bosques
correr los años de mi infancia vi;
los poblé de ilusiones cuando joven,
y cerca de ellos aspiré morir.
Soñé que allí mis hijos y mi Julia...
Basta, las penas tienen su pudor,
y nombres hay que nunca se pronuncian
sin que tiemble con lágrimas la voz.
Hoy también de ese techo se levanta
blanco-azulado el humo del hogar:
ya ese fuego lo enciende mano extraña,
ya es ajena la casa paternal.
La miro cual proscrito que se aleja
ve de la tarde a la rosada luz,
la amarilla vereda que serpea
de su montaña en el lejano azul.
Son un prisma las lágrimas que prestan
al pasado su mágico color;
al través de la lluvia son más bellas
esas colinas que ilumina el sol.
Infancia, juventud, tiempos tranquilos,
visiones de placer, sueños de amor,
heredad de mis padres, hondo río,
casita blanca...y esperanza . ¡ Adiós !.
LA POMPA DE JABÓN
Con tus manos y tus labios, hijo mío,
Han formado esa pompa de jabón,
que vuela henchida de ti aliento tibio,
Tornasolada con la luz del sol.
Para ti simboliza el recuerdo para mío,
Con tu aliento pretendes elevarla,
¡ay! Y es tu aliento quien la hará morir.
¿POR QUÉ NO CANTO?
A Domingo Díaz Granados
¿Por qué no canto? ¿Has visto la paloma
que cuando asoma en el Oriente el sol,
con tierno arrullo su canción levanta,
y alegre canta
la dulce aurora de su dulce amor?
Y ¿no has visto cuando el sol avanza
y ardiente lanza rayos del cenit,
que fatigada tiende silenciosa
ala amorosa
sobre su nido, y calla feliz, y es feliz?
Todos cantamos en la edad primera
cuando hechicera nos sonríe la edad,
y publicamos necios, indiscretos,
muchos secretos
que el corazón debiera sepultar.
Cuando al encuentro del placer salimos,
Cuando sentimos el primer amor,
Entusiasmados de placer cantamos
Y evaporamos
Nuestra dicha al compás de una canción.
Pero después... nuestro placer guardamos
Como ocultamos el mayor pesar;
Porque es mejor en soledad el llanto
¡y crece tantonuestra dicha en humilde oscuridad¡
Sólo en oscuro, retirado asilo
puede tranquilo el corazón gozar;
sólo en secreto sus favores presta,
siempre modesta,
la que llamó felicidad.
¿Conoces tú la flor de batatilla,
la flor sencilla, la modesta flor?
así es la dicha que mi labio nombra;
crece a la sombra
mas se marchita con la luz del sol.
Debe cantar el que en su pecho siente
que brota ardiente su primer amor;
debe cantar el corazón que, herido
llora afligido,
si ha de ser inmortal su inspiración.
Porque la lira, en cuyo pie grabado
un nombre amado por nosotros fue,
debe a los cielos levantar sus notas
o hacer que rotas
todas sus cuerdas para siempre estén.
Pero cantar cuando insegura y muerta
la voz incierta triste sonará...
pero cantar cuando jamás se eleva
y el aire llevaperdida la canción ¡triste es cantar!
¡Triste es cantar cuando se escucha al lado
de enamorado trovador la voz!
triste es cantar cuando impotente vemos
que no podemos
nuestras voces unir a su canción!
Mas tú debes cantar! Tú con tu acento
al sentimiento más nobleza das;
tus versos pueden fáciles y tiernos
hacer eternos
tu nombre y tu laúd... debes cantar.
Canta y arrulle tu canción sabrosa
Mi silenciosa, humilde oscuridad!
Canta, que es sólo a los aplausos dado
Con eco prolongado
Tu voz interrumpir... debes cantar
Pero no puedes, como yo he podido,
En el olvido sepultarte tú;
Que sin cesar y por doquier resuena
El aire llena la dulce vibración de tu laúd.
No hay sombras para ti. Como el cocuyo,
El genio tuyo ostenta su fanal;
Y huyendo de la luz, la luz llevando,
Sigue alumbrando
Las mismas sombras que buscando va.
1858
GREGORIO GUTIÉRREZ GONZÁLEZ
Rionegro, mayo 9 de 1826 - Medellín, julio 6 de 1872
POR
RODRIGO LLANO ISAZA
Es muy grato para mí referirme a ese gran cantor de nuestra raza, el poeta antioqueño Gregorio Gutiérrez González, muy cercano a mis afectos, por haber vivido, el poeta y quien esto escribe, en la ciudad de Sonsón, ciudad originaria de mi familia Isaza, y por estar Gregorio casado con una parienta lejana mía, doña Juliana Isaza Ruiz. Hablemos pues del “Poeta de Sonsón”, como llegó a llamarlo el escritor francés Pierre D’Espagnat.
“Luz de mi patria, vate sin segundo,
Aquí Gregorio el inmortal reposa:
Paz y descanso bríndale esta losa,
Palmas el cielo, admiración el mundo”
(Epitafio escrito por Guillermo Pereira Gamba en la tumba de G.G.G.)
Llamado por sus amigos “Antíoco”, nació en la finca “El Puesto” a poco menos de una milla de la población de La Ceja, pero perteneciente, en esa época, a Rionegro, Por ello fue que el poeta anónimo dijo de él:
Rionegro le dio la cuna
La Ceja se la meció
Y en Sonsón mojó su pluma.
Trasladándose luego a la finca Aures en la vía Sonsón-Medellín. Fueron sus padres José Ignacio Gutiérrez y Arango y doña Inés González y Villegas. Comenzó sus estudios primarios en el colegio seminario San Fernando de Santafé de Antioquia que regentaba Monseñor Juan de la Cruz Gómez Plata, y los secundarios, en el Seminario de Medellín. Viajó a Bogotá y, bajo el cuidado de su primo Juan de Dios Aranzazu, concluyó los estudios de Filosofía y Literatura en el seminario de la Arquidiócesis de Bogotá que orientaba Monseñor Manuel José Mosquera, y los de Jurisprudencia, en la Universidad Nacional (Colegio de San Bartolomé), donde entabla amistad con los hermanos Miguel y José María Samper, los hermanos Pereira Gamba y los dirigentes radicales Salvador Camacho Roldán, Medardo Rivas, Carlos Martín, Juan de Dios Restrepo y el después
Presidente Santos Gutiérrez; en 1845 compone su primer poema que lleva por título “La cruz de la catedral”.
Cruz que te elevas sombría
En la torre majestuosa,
Desprecias orgullosa
La lluvia y el vendaval.
Mientras al soplo del viento
Reclina volteando inquieta,
Sobre el punzón la veleta
Que tienes al pedestal.
Al contemplar tu figura
En esa torre enclavada,
Parece que está grabada
Del cielo en el vago azul.
Detrás de ti las estrellas
Vierten su lumbre dudosa
En la noche tempestuosa
Te presta el rayo su luz.
una neumonía llevó a Gregorio a la muerte, a la breve edad de 46 años, la que presentía y por ello, escribió:
“¿Es preciso dejar a los que amamos?
¿Con que es morir también separación?
Y a la esposa, a los hijos, madre, hermanos,
¿dejarlos y partir?
Yo no quiero morir... solo a lo menos…
Si es que debe llorar alguien por mí…
¡Yo no quiero morir... Yo tengo miedo!
¡Oh miedo de quedarme y de partir!
Terminando con esta súplica al padre eterno:
Prolóngame la vida mientras vivan
Los que me obligas hoy a abandonar...!
Haz, mi Dios, que me quede o que me sigan!
Pero yo solo, no, Dios de bondad!
Gregorio, miembro del partido conservador, participó con brillo y mucha actividad en la política colombiana y antioqueña, fue consultor muy cercano de Pedro Justo Berrío y su Secretario de Guerra; fue Gregorio el primer conspirador contra el gobierno radical de Pascual Bravo y en su casa se adelantó la primera reunión de la conspiración que habría de llevar al poder a Berrío y a la muerte a Bravo en la batalla de Cascajo (a la entrada de Marinilla), no obstante que a nuestro vate lo quisieron elevar a la primera dignidad del Estado en el propio campo de batalla, lo que él rehusó; en compañía de Berrío, escribe la “Carta de Sonsón” dirigida al gobierno federal en Bogotá y, poco después, escribe su poema “Antioquia”, seguido de “A los Estados Unidos de Colombia” con los que desafía a todos los gobiernos que quieran invadir el Estado de Antioquia.
A Antioquia
Viendo a Antioquia desarmada
Y creyéndolos rendidos
Los traidores y bandidos
Se arrojaron en montón.
Al confín de nuestro suelo
regresaron los invasores
Y al grito de los traidores
Antioquia se estremeció.
Ahí los tienes al frente
Profanando nuestra tierra
¿quieren guerra?
Tomen guerra.
Ahí están, no los contéis
Muchos o pocos, ¿qué importa?
Marchad la victoria es vuestra
Y combatir es triunfar.
Que sepa el mundo que Antioquia
Todo lo lleva consigo
Armas tiene el enemigo
Y ella tiene lo demás.
Miradlos, al frente no queda ninguno
Afuera la turba del vil invasor,
Ni un palmo siquiera del suelo antioqueño
Conserva la huella que en él estampó.
Nada le falta: prudencia
Valor, constancia y denuedo,
Hijos altivos que el miedo
No conocieron jamás.
La sucia espuma que arroja
El Magdalena en su orilla
Y esa asquerosa cuadrilla
De esclavos que veis allí,
Es cobarde y no resiste
Vuestra voz y vuestro ceño
Que el grito de un antioqueño
Vale más que su fusil.
Ser fuertes en el combate
Y en la victoria clementes;
La gloria de los valientes
Es vencer y perdonar.
A los Estados Unidos de Colombia
Vednos aquí con el fusil al brazo
Esperando el descanso o el alerte.
¿Queréis la paz? Se tornará en azadas
El hierro de las mismas bayonetas.
Pero no vaciléis, y cualquier cosa
Escoged sin demora; o paz o guerra;
Que ya pesa la lanza en nuestras manos
Y en nuestros hombros el fusil nos pesa.
No creáis que las puertas del Estado
Como en otro tiempo encontrareis abiertas!
Iremos a luchar cerca de Bosa
Si el eco del cañón como antes suena.
Aquí el clarín de Carolina se halla,
Y la orgullosa, altiva Cartagena
Puede escuchar al pie de sus murallas
La agreste diana de las bandas nuestras.
El grito de “a la carga” de La Honda
Puede Pasto escuchar entre sus selvas,
A do quiera que vamos, la victoria
Nos seguirá como vasalla nuestra.
Pero venid, pero venid vosotros;
Si el iris de la paz refleja en ella!
Poned un pie siquiera en la frontera,
Y encontraréis un pueblo de gigantes
Que sabrá altivo perecer por ella.
Será horrible la lucha! Anchos arroyos
De sangre humana surcarán la tierra,
Y cenizas, cadáveres y escombros
Encontraréis si la victoria es vuestra.
Pero no lo será: Dios sólo puede
Darnos el triunfo, y su justicia es cierta…
Y a más de Dios tenemos el derecho
Y nuestro honor y nuestra propia fuerza.
¿Y qué importan las lágrimas? ¿Qué importan
Los torrentes de sangre que se viertan?
Feliz lluvia de lágrimas y sangre.
Pero si acaso Dios nos abandona,
Venid a contemplar ruinas inmensas;
Será el cielo de Antioquia nuestro palio,
Y una tumba gloriosa nuestra tierra.
Venid a colocar el epitafio…
La fosa es ancha, la veréis repleta
Más, no hallaréis, lo juro, ni un amigo
Que no se encuentre sepultado en ella.
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