martes, 28 de octubre de 2014

STEPHAN ENRÍQUEZ [13.871]


STEPHAN ENRÍQUEZ

Stephan Enríquez (1994) es un joven poeta y narrador. Estudia Ingeniería Industrial, pero considera la literatura como su verdadera pasión. Ha publicado dos eBook: Diminuta Antología (Bubok, 2014) y Prosas inmaduras (Bubok, 2014). Tiene en su haber dos poemarios inéditos que planea publicar en formato físico.




Oda maldita

 I

Ustedes, descomunales,
socavan sus versos en mí,
tal cual mantis hembra
engulle a su símil macho.

Ustedes, fastuosos
seres inmortalizados,
enaltecen mis manuscritos,
mis paupérrimas estrofas.

Ustedes, inalcanzables,
transmutan toda lírica
antes consignada.
¡Oh magnos vanguardistas!




II

Un alba espiritual,
una orgía parisina,
un paseo sentimental,
una brisa marina.

¡Oh miríficos vates!
¡Sus majestuosas creaciones
son dignas de aclamación!
¡Alabados sean, maldecidos!

Me declaro devoto
de su inexistente religión.
Me proclamo presumido
al vislumbrarme sucesor.

¡Oh, maestros, compadézcanse
de este desdichado imitador!




III

¡Oh poetas malditos!
¡Oh ilustres simbolistas!
Iluminen mi perspicacia,
erradiquen mi trivialidad.


¡Oh Baudelaire! ¡Oh Rimbaud!
¡Oh Verlaine! ¡Oh Mallarmé!
¿Cómo alcanzar su grandeza?
¿De cuántas vidas mías se precisarían?

¡Sálvenme, resido en un planeta rancio!
¡Sálvenme, soy un artista relegado!
¡Sálvenme, mi soledad es absoluta!
¡Sálvenme, se los ruego!





Falacia recetada

Somos especialistas en fabricar enfermedades,
cuyas curas mantenemos encubiertas
con el fin de promocionar tratamientos inaccesibles,
inventados por nuestro ego resquebrajado
que busca incesantemente la superioridad del homo sapiens.

¡Ay, jamás aceptaremos ser inferiores!

Es lamentable materializar una pobre desesperación,
pero es más lamentable emanar falta de autenticidad.
¡Roguemos que nuestra miseria deje de aumentar!




Mentes putrefactas

Pensamientos obscenos invaden nuestras mentes,
durante siglos hemos intentado mantenerlos ocultos,
pero ahora anhelamos experimentarlos físicamente.
Y es así como dejamos de ser pudorosos para mostrar
aquel lado vulgar que antes nos avergonzaba
y que nos impedía abusar de nuestros iguales.
¡Oh, ahora hacemos lo que nos plazca
sin importar la opinión del perjudicado!

Asesinamos,
violamos,
ultrajamos,
asaltamos,
secuestramos,
sobornamos,
repudiamos,
fornicamos
hasta padecer
de infecciones
y contagiamos
a los demás
por mero placer.

¡El hombre de esta era nació trastornado!
¡El hombre de esta era debería leer el DSM-IV!
En el mejor de los casos, debería tragárselo
hasta memorizarlo y ahogarse con él.




Tu ausencia, tu presencia

Floreces
Mis cánticos gozan de cohesión
El cielo se oculta aterrado
El sol se muestra vigoroso
Y a su lado la luna tintinea
La atmósfera se cubre de un negro celestial
Seres deambulan por las calles
Yo permanezco erguido
Acorralan al Mesías
Me carcajeo
Un arcoíris surge en la oscuridad
Se forma un rostro melancólico
La masa empieza a sollozar
Lágrimas inundan la superficie
Encuentro una embarcación
Navego
Descubro archipiélagos de estupefacientes
Y un erudito se presenta como dueño
El rostro los consume
Muestro indiferencia
Tus frutos se desprenden
Mis rimas trascienden
Huracanes arrasan toda edificación
Vientos descomponen núcleos
Y un infante juguetea con su zorro
Los animales satisfacen plegarias
Inicia una nueva era glaciar
Arde, ¡cómo arde mi interior!
Clavo un bloque de hielo en mi corazón
Ángeles intentan salvarme
Yo me desangro
Perezco
Las tinieblas se muestran ante mí
Asesino al Anticristo
¡Soy el nuevo Rey!
Invado el paraíso
Hallo un desierto
¡A demoler el infierno!
Retorno a mi mundo
Desfallezco

Te marchitas



Programación espontánea

Vivimos en una era posmoderna dominada por la tecnología,
la cual se muestra como el engranaje de nuestro comportamiento,
ahora no reaccionamos por instinto, dejamos de ser animales
para convertirnos en máquinas programadas e incapaces
de evaluar soluciones alternativas frente a cualquier inconveniente,
frente a cualquier percance en nuestras monótonas vidas,
porque carecemos de encanto, carecemos de júbilo,
carecemos de aquello que alguna vez llamamos humanidad.




Poema para ser leído en medio 
de una crisis existencial

¡Ah, la vicisitudes de la vida!

¡Dichoso sea quien pueda predecir su destino,
pues solo así su depresión será tan espeluznante
que recurrirá exclusivamente al suicidio!
  




Inservible

Soy el genio de los áridos desiertos
El ilustrado del fondo de los mares
Un instruido en desocupados huertos
Aquel sabio rodeado de amplios glaciares
Efigie del más culto para recién despiertos
Erudito me aclaman personalidades dispares
¡Inútil ante el mundo, inútil ante mí!





Soy el espejismo de un ser fructífero

Encarnación de un primate indolente
Propietario de un ingenio mortífero
Reflejo de un bicho soberano
Invadido por una tristeza saliente
Extenuado por un Narciso marrano
¡Inútil ante el mundo, inútil ante mí!

Soy pereza de sueños encumbrados
Ociosidad de sujeciones dadas
Vagancia de horizontes bizarros
Haraganería de siniestras hadas
Holgazanería de fútiles deidades
Necia desidia de campos estériles
¡Inútil ante el mundo, inútil ante mí!

Soy la hojarasca de la bondad
Soy desdicha en la decencia
Soy lujuria en la castidad
Soy masacre sin penitencia
Soy codicia en la sencillez
Soy falacia en la honradez
¡Soy el homúnculo de la desesperación!

¡Inútil ante el mundo, inútil ante mí!




La ninfómana

Érase una vez una pequeña niña.
Su inocencia cautivaba hasta a los más nefastos seres.
Nadie hubiese imaginado el cruel destino que le esperaba a este encantador ángel.
¡Ay, pobre de ella!

El primer amante esperó décadas para ser uno con la musa.
Así, después de tanta insistencia, la infante accedió a su plegaria.
Nadie hubiese imaginado las consecuencias de este fugaz encuentro.
¡Ay, pobre de ella!

Desde ese momento, ella le imploraba amor carnal.
Él la complacía y, al mismo tiempo, se aprovechaba de su deteriorada inocencia.
Nadie hubiese imaginado que aquella ninfa dependería plenamente del coito.
¡Ay, pobre de ella!

Pero el amor no es eterno, y él desistió de deshonrarla.
La gula sexual de la rapaza era insaciable, se despojó enteramente de su pureza.
Nadie hubiese imaginado que la tildarían de ninfómana.
¡Ay, pobre de ella!

Pues en menos de dos meses se acostó con más de un centenar de hombres.
Sin embargo, ninguno de los desdichados logró complacer su incontrolable lujuria.
Nadie hubiese imaginado lo miserable que se tornaría su vida.
¡Ay, pobre de ella!

Incluso su trastornada mente considero experimentar la zoofilia.
No obstante, optó por la más bella de las muertes: el suicidio.
Nadie hubiese imaginado la fatídica decisión que escogería.
¡Ay, pobre de ella!

¡Pobre de mí que tuve el descaro de desvirgarla!






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