Caricatura de José Antonio Torres
José Antonio Torres
(CHILE, 1828-1864)
Nacido en Valdivia y educado en el Instituto Nacional, José Antonio Torres destacó desde joven en el ámbito de las letras. Inició su carrera periodística a los 23 años, como redactor de El Mercurio de Valparaíso, periódico al que contribuyó con su amplio bagaje cultural, aguda percepción crítica y fecundo talento. Tanto en ese como en otros medios de prensa -El Progreso y La Civilización, entre otros- Torres desplegó una notable capacidad para escribir acerca de las más diversas materias, cultivando todos los géneros: "escribía, a la vez, estudios filosóficos serios, de controversia política o social, piezas dramáticas, artículos de costumbres y poesías festivas" (Figueroa, Pedro Pablo. Diccionario biográfico de Chile, p. 328).
En 1858, José Antonio Torres fundó el periódico El Correo Literario, primera publicación ilustrada de carácter satírico que circuló en el país. Su abierta oposición expresada a través de este medio contra el gobierno de Manuel Montt lo convirtió en víctima de persecución política por parte del régimen conservador, hecho que lo llevó a refugiarse en Lima hasta 1860.
A su regreso, continuó publicando obras de teatro y novelas, tanto de folletín como por entregas, cuyos amenos argumentos están teñidos de reflexiones de corte social. Esta inspiración quedó constatada en el prólogo a su novela de costumbres Los misterios de Santiago (1858), donde se confesó admirador de Eugenio Sue.
Destacan, de su producción, las novelas La hermosa Cadiére (1853) y el drama histórico La Independencia de Chile (1856), además de una serie de estudios sociales, históricos, de política, economía, derecho público y educación, como Educación e instrucción de la mujer (1854), Los jesuitas (1854) y Oradores chilenos: retratos parlamentarios (1860).
CONFESIÓN DE UNA SEÑORA MAYOR
-Me acuso, Padre, que un día
por las Delicias paseando
me iba absorta recreando
en un joven que venía
sus bigotes enroscando.
Y al pasar tan a su orilla
los ojos se me inflamaron,
y, ¡ay mi Padre!, me asaltaron
tentaciones de chiquilla.
-Eso, hermana, no es gran cosa,
que a nadie dañan sonrojos
cuando están muertos los ojos
y la frente está rugosa.
-Yo como soy tan cristiana
y ya cuento algunos años,
miré como cosa vana
miré como cosa vana
que a un joven diese la gana
de causarme desengaños.
Mas se cayó mi mantilla
y al pasarla él diligente ...,
y al pasarla él diligente ...,
me cruzaron por la mente
tentaciones de chiquilla.
-Que usted tenga tentaciones
tampoco a ninguno daña,
y nadie hoy día se engaña
con las viejas... ilusiones.
-En la noche volví a hallarlo,
pues a un baile entramos juntos,
y mis ojos al mirarlo
sin que pudiera estorbarlo
se me quedaron difuntos.
Mas luego tras de mi silla
vino a pararse el malvado,
y tuve, al verlo a mi lado ...,
tentaciones de chiquilla.
-Eso, hermana, no la aflija
que ya no es usted chicuela,
y nadie templa vihuela
y nadie templa vihuela
que le faltan las clavijas.
-Él con semblante muy terco
cada vez más se llegaba,
y al ver que yo lo notaba
y no le decía "puerco",
y del asiento zafaba,
y al ver que yo lo notaba
y no le decía "puerco",
y del asiento zafaba,
me hizo el pícaro cosquillas
y aunque firme me mantuve ..,
y aunque firme me mantuve ..,
me acuso, Padre, que tuve
tentaciones de chiquilla.
-Eso, en verdad, no es tan casto
ni digno de una cristiana,
que eso es ya tocar, hermana,
la vihuela por el trasto.
-De ahí a poco a convidarme
a bailar cuadrillas vino;
pretendí en vano excusarme,
que él empezó a cargosearme
de un modo tan dulce y fino ...
Bailamos, pues, la cuadrilla
y al hacer sansimoniana,
y al hacer sansimoniana,
¡ay Padre!, me vino gana ...
de volverme una chiquilla.
-Perdió usted su salvación
y el mozo ganó el infierno;
él, por hacérsele el tierno,
y usted, por la tentación.
A UNA VIEJA BAILANDO
Salta otra vez, vieja mía;
¡Jesús!, ¡qué lindo! ¡Otra vez!
Esto es gozar a porfía.
¡Qué donaire!, ¡qué armonía!
¡Se ha vuelto el mundo al revés!
La juventud tiene penas,
tiene cansancio y fastidio;
la vejez, horas serenas
de encanto y delicias llenas.
¡Oh vejez, cómo te envidio!
Bien, viejita; ¡peregrina
tu cintura!, ¡vale un sol!
Cuando tu talla se empina
no hay como tú bailarina
en todo el mundo español.
¡Con qué soltura se mueve
tu pie al hacer la cabriola!
¡Vamos!, ¡si sobre ti llueve
su gracia Dios!, no hay manola
de más zandunga y más leve.
¡Y que digan que los años
son graves y son pesados,
y que tiene desengaños
y días tristes, cansados,
la vejez!... Necios engaños.
Sigue, viejita, bailando
y admire al mundo tu gracia
Mas; ¡ay!, te vas desarmando ...
las fuerzas te van faltando
y desfalleces, ¡Desgracia!
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