sábado, 9 de marzo de 2013

CONCHA MÉNDEZ [9.405]


Concha Méndez

(Madrid, 1898-México, 1986)
  
Concepción Méndez Cuesta (Madrid, 27 de julio de 1898 - México, 7 de diciembre de 1986), conocida como Concha Méndez, fue una escritora española de la Generación del 27, especialmente conocida por su obra poética.

De familia adinerada, recibe educación en un colegio francés, lo que dejó huella en la escritora, como puede observarse en sus primeros versos. Tenía una capacidad innata para los deportes, destacando en la gimnasia y la natación, deporte este último en el que consiguió ganar incluso campeonatos.

Estas amistades influirán en ella, aportándole el ánimo suficiente para atreverse a publicar su primera obra, Inquietudes (1926), dos años después, en 1928, publicó Surtidor y más tarde Canciones de mar y tierra (1930).

De entre todas sus amistades, quizás la que más influyó en ella fue la que mantuvo con la pintora surrealista integrante de la generación del 27, Maruja Mallo. Es con ella con quien vive el que podría calificarse de “primer exilio”.

Concha, mujer de ideas claras y deseos de vivir libremente, abandonó, siendo muy joven, la casa paterna, para vivir su propia vida, ya que no se sentía aceptada por parte del medio social y familiar en el que se encontraba. Inicia de este modo un periplo que la lleva de Londres, a Montevideo y más tarde a Buenos Aires. Durante esta época se dedicó de lleno a cultivar la poesía. En Buenos Aires vivían muchas personalidades del mundo literario y artístico, y Concha contactó con Guillermo de Torre, escritor y crítico que dirigía la sección de letras del diario "La Nación", lo cual le llevó a empezar a publicar un poema por semana en el mentado periódico.

Inició grandes amistades en su residencia en Argentina, entre las que destaca como la más importante la que estableció con la española Consuelo Berges, escritora y periodista, y más tarde reconocida traductora. Consuelo, mujer resuelta, enérgica y culta, fue la pieza fundamental para el éxito de Concha en el continente americano. Como Concha, Consuelo amaba su independencia, renunció a una vida de mujer tradicional para perseguir una carrera como escritora, y también compartía su pasión por los viajes; estas coincidencias dieron lugar a intereses comunes que fructificaron en sus respectivas obras. En la obra de Concha, los frutos de esta experiencia se vieron en Canciones de mar y tierra, del 1930.

Tras este período regresa a España, iniciándose en Concha una etapa de grandes cambios. En 1931, Federico García Lorca le presenta, en la Granja El Henar, al poeta (perteneciente también a la Generación del 27) e impresor malagueño Manuel Altolaguirre y se casaron al año siguiente,1 siendo testigos Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén y Luis Cernuda. Juntos crean la imprenta La Verónica, ubicándola en una habitación del hotel Aragón, y es en estas condiciones en las que editaron la revista Héroe, que contó con la colaboración de Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Pedro Salinas y Jorge Guillén.

Comienza una intensa etapa creativa para la autora, que sintió interés por el teatro infantil, y por el cine, pese a no publicar nada en estos campos. Nunca abandonó la escritura en verso publicando libros poéticos libres de experiencias vanguardistas, como Vida a vida (1932), Niño y sombras (1936) y Lluvias enlazadas (1939). Viven de 1933 a 1935 en Londres, es allí donde viven la tragedia de la pérdida del primer hijo que estaba esperando en 1933 (esta traumática experiencia quedó reflejada en su libro “Niño y sombra” publicado en 1936) y el nacimiento en 1935 de su hija Paloma. Junto a su marido, activo impresor, contribuye a la difusión de la obra del grupo de la Generación del 27, editando colecciones de poesías y revistas como Poesía, 1616 (título que hacía referencia al año de la muerte tanto de Shakespeare como de Cervantes), y Caballo verde para la poesía (dirigida por Pablo Neruda).

Guerra Civil y exilio

El matrimonio y su hija regresaron a la conflictiva e inestable España de 1935, participando del clima de fuerte tensión que precedió la Guerra Civil Española, ambos tomaron partido por la República. Es por ello que al comenzar la contienda se ven obligados a salir de Madrid, y buscar refugio en otros países.

En un primer momento marchó sola con su hija, mientras su marido permaneció luchando en el conflicto bélico. Concha residió en Inglaterra, Bélgica y Francia, hasta que volvió a Barcelona para reunirse con su marido.

Una vez acabada la guerra civil, todos juntos se trasladan a París, donde les recibió Paul Éluard y más tarde a La Habana, donde permanecieron hasta 1943 coincidiendo allñi con otros muchos intelectuales republicanos. En 1944 llegan a México donde se separan, ya que Altoaguirre la abandonó por la cubana María Luisa Gómez Mena, con la que padeció un accidente mortal en 1959 en España, cuando volvían del festival de cine de San Sebastián.

Desde el punto de vista literario, Concha en este período colaboró con distintos poemas en Hora de España, donde publicó su prólogo de El Solitario (Soledad), de 1945, drama poético en tres actos. En su exilio en Cuba, establecieron otra imprenta llamada igualmente La Verónica y publicaron una colección poética que llamaron El ciervo herido, entre 1939 y 1943. En 1944, ya residiendo en México, publicó Villancicos de Navidad y Sombras y sueños. De 1944 a 1979, dejó de publicar, aunque en el año 1976 se editó una Antología poética. En 1979 apareció su último libro Vida o río. Nunca regresó a España, pese a un viaje a Madrid en 1966, tras el cual volvió a residir en México hasta su fallecimiento en 1986.

En 1991 se publicaron sus Memorias habladas, memorias armadas, obra compilada a partir de unas cintas que había ido grabando su nieta, Paloma Ulacia Altolaguirre.

Obra literaria

Su obra poética está recogida en Poemas 1926-1986, edición preparada por el marido de su hija Paloma, el profesor James Valender.

Sus tres primeros libros, Inquietudes, Surtidor, Canciones de mar y tierra constituyen una trilogía caracterizada por la influencia del Alberti neopopularista y por la incorporación al verso de todo aquello que en los años veinte representaba la modernidad: el deporte, el cine, los automóviles.1 Concha Méndez se muestra en ellos, si no como una escritora excesivamente original, sí como una poeta a la moda.

Una voz más depurada y personal, menos colorista y lúdica, muestra en Vida a vida. Continúa el tono autobiográfico en Niño y sombras, elegía a un niño, su primer hijo, que no llegó a nacer. Esos dos libros, junto a unos pocos poemas nuevos escritos durante la guerra, se reeditan en Lluvias enlazadas. Poco queda de la poetisa de los años veinte, toda alacridad y gracia, en Sombras y sueños, de 1944, quizá el mejor libro de la autora. Su voz se aproxima ahora a un poeta que en los años veinte parecía envejecido y de otro tiempo, Antonio Machado. Entre el soñar y el vivir se titula, bien significativamente, su último libro.

Obras

La caña y el tábaco (Inédita hasta 2012, año en que ha sido publicada por la Asociación de Directores de Escena de España, dentro de la colección literatura dramática iberoamericana)
Inquietudes (Imprenta de Juan Pueyo, Madrid, 1926)
Surtidor (Imprenta Argis, Madrid, 1928)
El ángel cartero (Acto único infantil, representada en 1929 en el Lyceum Club de Madrid)
Canciones de mar y tierra (Talleres Gráficos Argentinos, Buenos Aires, 1930)
El personaje presentido (1931)
Vida a vida (La Tentativa Poética, Madrid, 1932)
El pez engañado (comedia infantil en un acto, escrita en 1933, inédita)
Ha corrido una estrella (comedia infantil escrita en 1934, inédita)
El carbón y la rosa (1935)
Niño y sombras (Ediciones Héroe, Madrid, 1936)
Las barandillas del cielo. Comedia para guiñol12 (escrita en 1938, inédita)
Prólogo de El solitario (El nacimiento) (1938)
Lluvias enlazadas (La Habana, El Ciervo Herido, 1939)
El solitario (Amor) (1941)
Poemas. Sombras y sueños (México, Rueca, 1944)
Villancicos de Navidad (México, Rueca, 1944; 2.ª ed. aumentada, Málaga, Librería El Guadalhorce, 1967)
El solitario (Soledad) (1945)
Vida o río (Caballo Griego para la Poesía, 1979)
Entre el soñar y el vivir (1985)
Memorias habladas, memorias armadas (1991)
Poemas 1926-1986 (Madrid, Hiperión, 1995), edición preparada por el marido de su nieta Paloma, el profesor James Valender.


Jazz-band

Ritmo cortado.
Luces vibrantes.
Campanas histéricas.
Astros fulminantes.

Erotismos.
Licores rebosantes.
Juegos de niños.
Acordes delirantes.

Jazz-band. Rascacielos.
Diáfanos cristales.
Exóticos murmullos.
Quejido de metales.

[Inquietudes]
  


Bañistas

Horizonte. Espumas.
Azules fríos.

Salteando olas
torsos radiantes,
en líricas danzas
y acrobacias.

Aquella danzarina
del bañador verde...
Aquel gimnasta...

Las olas íntegras
son el mejor columpio.

[Surtidor]
  


[¡Ven, Tristeza...!]

 ¡Ven, Tristeza, mi hermana, que de mí misma vienes
engendrada de siglos, o tal vez de milenios,
ven a abrigar mis horas, no se sientan desnudas;
ven a esculpir en bronces la esencia de mis sueños!

Contigo veo el mundo, mejor, más verdadero;
tú no pones cristales a este sol de la vida
para que al reflejarse nos parezca el reflejo
una verdad solemne, siendo vana o suicida.

[Lluvias enlazadas]
  


[Uno de esos instantes...]

...Desde el umbral de un sueno me llamaron...
Antonio Machado                


 Uno de esos instantes que se vive
no se sabe en qué mundo, ni en qué tiempo,
que no se siente el alma y en que apenas
se siente el existir de nuestro cuerpo,
mi corazón oyó que lo llamaban
desde el umbral en niebla de algún sueño.

Para decirme su mensaje extraño,
aquella voz venía de tan lejos,
que más que voz de sueño parecía,
en su misterio gris, sombra de un eco.

Sentada estaba yo en aquel instante
en un muelle sillón de terciopelo.
Mis brazos se apoyaban en sus brazos
-¡qué desmayados los sentía luego!-.
Después, atravesando los cristales
de un gran balcón que daba al ancho cielo,
una sombra vi entrar. Tal vez la tarde
al irse, entraba a verme... Yo eso creo...

[Poemas. Sombras y sueños]



No vengas

 No vengas, Muerte, todavía,
que aún tengo que tejer la larga escala
que ha de subirme allá donde deseo;
debo cumplir mi dharma,
hacer, hacer, hacer las cosas que aquí debo.

Porque tengo una deuda
para conmigo misma.
Vine para algo más que para pasar como sombra.
Dentro de mí una luz quiere salir afuera.
No vengas todavía, dale tiempo a mi tiempo.

[Entre el soñar y el vivir]



Ancho es el mar; él ha de separamos...

Ancho es el mar; él ha de separamos;
quedarán nuestras almas enlazadas.
Como un último retrato, en nuestros ojos
impresas lucirán nuestras miradas.

El barco en que he de ir está en el puerto;
a éste seguirá otro en que tú vayas.
Te esperarán mis brazos, no se en dónde...
tal vez en algún puerto... en una playa..!





De qué trigal malherido...

¿De qué trigal malherido
te fueron a levantar,
mi pobre ángel caído?

¿Acaso era tu destino
ir tan lejos a acabarte
y por eso tanta prisa
tenías cuando marchaste?

¿Era la cita en Castilla
y esa noche castellana
para acogerte en sus brazos
a esa hora te esperaba?

¡Qué ajena estaba mi vida
a que tu vida marchaba
en un viaje de ida
sin más vuelta ni más nada!...




En una tarde, como tantas tardes...

En una tarde, como tantas tardes,
y en un gran parque de ciudad lejana,
para evadirse del rumor ajeno
conmigo misma paseando estaba.

Era el frescor intenso, se veían
sobre los verdes las señales de agua,
agua primaveral que da a la tierra
cierta sensualidad que nos exalta.

En un remanso del florido parque,
junto a un banco de piedra verde y blanca,
un gran rosal lucía en la penumbra
-la tarde ese momento declinaba-.
Me senté a reposar y ancho perfume
sentí que en mis sentidos se adentraba.
y se me vino al alma extraña angustia.
El ala de un recuerdo aleteaba...
¡Ah, sí, ya. sé!... ¡Perfume de unas rosas!...
¡Otro país!... ¡El mío!... ¡Ya llegaba
a comprender por qué!...
                              ¡Era en sus brazos
donde un perfume igual yo respiraba!



Eran verdes como un mar...

Eran verdes como un mar,
con reflejos de alto cielo.
-¡Qué bien sabían mirar!-
unos ojos que recuerdo.

En la penumbra lucían
con una luz de misterio,
como dos claros abismos
abiertos a mil deseos.

Muchas horas tuve cerca
los ojos verdes aquellos,
que implorantes me miraban
¡y yo hacia por no verlos!

Y hoy que mirarlos quisiera,
están tan lejos..., ¡tan lejos!




La risa

Alguien dijo que «la risa
es la gran enterradora».
Algo se me está enterrando
porque río a todas horas.


Los brazos que te han llevado...

Los brazos que te han llevado,
no te dejan escapar
para volver a mi lado.

Nos separa un ancho mar
de difíciles tormentas,
y náufrago has de llegar,
si es que vuelves a mi puerta,
para quererte salvar.

Brazos que te sujetaron
para alejarte de mí,
¡a mí sí que me salvaron!...

Cuando ya no sepa de ti
¡qué bien estaré en la vida!, 
cuando ya no sepa de ti. 

Cuando no vuelvas a verme
y mis horas sean mías
y yo vuelva a ser quien era
lejos de tu compañía: 

Cuando no te vean mis ojos,
¡qué bien me sabrá la vida!

No faltará quien se alegre...
Unos, porque no me quieran,
y alguna porque me quiere...

Tan sola no me has dejado,
que estoy conmigo y me basta
-igual que siempre lo he estado...





Me levanté hasta el sueño. En busca iba...

                                                              "La vida es ciervo herido
                                                         que las flechas le dan alas."
                                                                                               Góngora

Me levanté hasta el sueño. En busca iba
de no sentir la herida que abrasaba.
Las duras flechas del dolor hicieron
brotar en mí el clavel de nueva llaga.

Corriendo al par carrera con el viento
y perseguida por amante llama,
la vida es ciervo herido sin remedio,
que las flechas le dan veneno y alas.







Ni me entiendo ni me entienden...

Ni me entiendo ni me entienden;
ni me sirve alma ni sangre;
lo que veo con mis ojos
no lo quiero para nadie.

Todo es extraño a mí misma,
hasta la luz, hasta el aire,
porque ni acierto a mirarla;
ni sé cómo respirarle.

Y si miro hacia la sombra
donde la luz se deshace,
temo también deshacerme
y entre la sombra quedarme
confundida para siempre
en ese misterio grande.



Quisiera tener varias sonrisas de recambio...

Quisiera tener varias sonrisas de recambio
y un vasto repertorio de modos de expresarme. 
O bien con la palabra, o bien con la manera, 
buscar el hábil gesto que pudiera escudarme... 
  
Y al igual que en el gesto buscar en la mentira 
diferentes disfraces, bien vestir el engaño; 
y poder, sin conciencia, ir haciendo a las gentes, 
con sutil maniobra, la caricia del daño. 
  
Yo quisiera ¡y no puedo! ser como son los otros, 
los que pueblan el mundo y se llaman humanos: 
siempre el beso en el labio, ocultando los hechos 
y al final... el lavarse tan tranquilos las manos.







Se desprendió mi sangre para formar tu cuerpo...

Se desprendió mi sangre para formar tu cuerpo.
Se repartió mi alma para formar tu alma.
y fueron nueve lunas y fue toda una angustia
de días sin reposo y noches desveladas.

Y fue en la hora de verte que te perdí sin verte.
¿De qué color tus ojos, tu cabello, tu sombra?
Mi corazón que es cuna que en secreto te guarda,
porque sabe que fuiste y te llevó en la vida,
te seguirá meciendo hasta el fin de mis horas.







Todo, menos venir para acabarse...

Todo, menos venir para acabarse.
Mejor rayo de luz que nunca cesa;
o gota de agua que se sube al cielo
y se devuelve al mar en las tormentas.

O ser aire que corra los espacios
en forma de huracán, o brisa fresca.
¡Todo, menos venir para acabarse,
como se acaba, al fin, nuestra existencia!







Ven a mí que vas herido...

Ven a mí que vas herido
que en este lecho de sueños
podrás descansar conmigo.

Ven, que ya es la media noche
y no hay reloj del olvido
que sus campanadas vierta
en mi pecho dolorido.





Poemas del 27: Concha Méndez


MAPAS

Los mapas de la escuela,
todos tenían mar,
todos tenían tierra.
¡Yo sentía un afán
por ir a recorrerla…!
Soñaba el corazón
con mares y fronteras,
con islas de coral
y misteriosas selvas…
Soñaba el corazón…
¡Oh sueños de la escuela!


Contribuyo a la celebración del aniversario del acto fundacional de la Generación del 27 con un poema y con una foto.





El poema es de Concha Méndez y la fotografía corresponde a la fachada de la casa de Coyoacán (hoy un barrio de México D.F.) en la que habitó  durante sus años de exilio y en la que acogió a Luis Cernuda.

He pasado la mañana en este barrio –donde está también el Museo de Frida Kahlo- y he buscado ansioso la calle Tres Cruces nº 11 para sacar la foto. No ha sido difícil dar con la casa: está en el corazón mismo de Coyoacán, donde hoy se celebraba una bulliciosa fiesta con feria de libros alternativa, coloquios al aire libre  y firma de libros.

Felipe Zayas

http://www.fzayas.com/poemas-del-27/




PRESENCIA Y MARGINALIDAD EN LA POESÍA DE CONCHA MÉNDEZ

Concha Méndez es, sin lugar a dudas, una de las voces más destacadas y menos rescatadas que se formaron junto a la conocidísima Generación del 27, que incluía, como bien se sabe, a un grupo de poetas cuyos nombres son hartamente conocidos. Lo que es menos sabido, por no decir casi ignorado, es que al margen de esa generación estaba también un grupo de mujeres partícipes de los cambios estéticos gestados en ese momento, cuya producción artística dejaría también su registro de los cambios que se produjeron en la España de los años treinta, antes de la caída de la Segunda República. Estas mujeres que vivieron de manera más despejada los acontecimientos sociales y culturales de su país, fueron compañeras de los poetas del 27, ya sea a través de vínculos amistosos, de sangre o matrimoniales, como fue el caso de Concha Méndez, en quién está centrado este artículo, casada con el poeta e impresor Manuel Altolaguirre y antes novia del cineasta Luis Buñuel.

Los aires nuevos que llegaron a España durante el último lustro de los años veinte y principio de los treinta, permitieron que las normas sociales fueran más elásticas en cuanto a la emancipación de las mujeres. El nuevo trato entre los dos sexos se mostró más relajado, permitiendo así el desarrollo de una camaradería muy ajena a las generaciones anteriores. Las nuevas costumbres permitieron que las mujeres interesadas en la cultura pudieran acercarse a las discusiones estéticas y filosóficas del momento, hombro a hombro con sus compañeros artistas, permitiéndoles empaparse, igual que ellos, del esplendor artístico que recorría España, en particular la capital madrileña.

Sin embargo, a pesar de que la mayoría de este grupo de escritoras tenían varios libros publicados,y continuaron desarrollando su obra aún después de la Guerra Civil, su trabajo estuvo prácticamente en el olvido, hasta hace pocos años, en que el rescate literario se inició, faltando aún mucho por hacer. De todas estas escritoras y artistas, el caso de Concha Méndez merece atención especial, no sólo por la calidad de su obra, también porque su lucha para abrirse paso en el mundo literario, demuestra e ilustra los terribles prejuicios de la época, pese a los llamados nuevos aires que le tocaron vivir, y sirve también para mostrar la negligencia que la crítica ha demostrado para con el trabajo de las escritoras.

Concha Méndez nació en 1898, de una familia sumamente acaudalada. Desde pequeña mostró inclinación a la rebeldía pues por su condición de mujer se le asignaba una vida más restrictiva. En el libro Memorias habladas, memorias armadas, Concha relata cómo sus hermanos varones tenían absoluta libertad para salir y jugar mientras ella tenía que quedarse en casa. La familia Méndez era muy conservadora, más que las familias de otras escritoras contemporáneas suyas, razón por la cual tuvo que luchar mucho y finalmente cortar con ella para poder dedicarse a sus labores artísticas. En su casa se le prohibía la lectura y su educación formal se dio por terminada a los catorce años. En su hogar nunca recibió ningún tipo de apoyo a sus actividades y sí un franco rechazo que le produjo siempre un sentimiento de marginalidad y amargura. Dos anécdotas de Concha ilustran los obstáculos familiares que tuvo que sortear para concretar su carrera literaria. La primera surge en el contexto de una crónica publicada en San Sebastián después de haber ganado el concurso de natación de las vascongadas. En el artículo se señalaba que amén de campeona de natación era poeta publicada. Al mostrarle el artículo al padre, éste responde: “Apareces retratada como cualquier criminal.”

La segunda anécdota se da ya en una Concha adulta, de veinticinco años. Atraída por los estudios, decide ir un día de oyente a una clase de Literatura Geográfica. La reacción de la madre al verla llegar a casa, constata la situación familiar que continuaba vigente:

"Volví muy contenta a casa. Entré. Mi madre hablaba por teléfono y me llamó. Venga usted aquí. Al acercarme me dio con la bocina en la cabeza. Tuvieron que vendarme la cabeza y aún guardo la cicatriz" (en Memorias habladas, memorias armadas).

Estas anécdotas familiares no dejan de ser interesantes no sólo por la lectura que nos ofrecen de la época, sino también por la marca que dejarán en la obra de Méndez. Si bien es cierto que la poeta logra finalmente emanciparse, otras circunstancias personales como el exilio y la poca recepción que su obra tuvo, continuaron el sentimiento de marginalización, aún hasta su ancianidad, cuando se negaba a escribir sus memorias por la indiferencia que el exterior, es decir que sus contemporáneos y el público en general, tuvieron para su obra poética.

La huella de esos años marcados por la inseguridad, el rechazo, la pseudo-marginalidad de su trayectoria poética, aparece ineludiblemente en su poesía, manifestada de dos formas diferentes: con el motivo del viaje y a través de la lejanía, interpretada casi siempre como una dislocación del sujeto poético con el mundo que le circunda. Ambas nociones marcan el distanciamiento de la voz lírica con su entorno, y a veces el distanciamiento de la voz poética consigo misma. Es precisamente en este imaginario poético donde Concha Méndez sitúa gran parte de su ideario artístico, reconociendo su condición perpetua de exilada, si no siempre por motivos políticos, sí por su condición de mujer.
La conciencia de género con sus consecuencias sociales, le llega a Méndez desde muy temprana edad. En el libro Memorias habladas, memorias armadas, relata la poeta una vivencia temprana que le causó un gran disgusto y que seguramente sirvió para subrayar sus diferencias con el sexo opuesto. Estando de visita un señor amigo de la familia, el huésped le pregunta a sus hermanos mayores qué quieren ser cuando sean grandes. Como a Concha no le preguntó nada, ella misma se acercó a decirle que ella quería ser marinero. El hombre volteó a mirarla y regañándole le contestó: -Las niñas no son nada. La poeta agrega en sus memorias: “Por esas palabras le tomé un odio terrible a este señor.” 

La condición familiar de Méndez y su despierta inteligencia, debió haberle causado, desde muy niña, la sensación de fractura que aparece en sus poemas como una constante. En su poema Ni me entiendo ni me entienden el tema del rompimiento con el mundo exterior alcanza su grado más alto:

Ni me entiendo ni me entienden:
Ni me sirve alma ni sangre;
Lo que veo con mis ojos
No lo quiero para nadie.

La voz lírica de los versos anteriores se halla completamente enajenada: No es únicamente una desconexión del mundo exterior, hay también una fractura con el mundo interior, donde la voz poética se confiesa también alejada de sí misma, no es capaz de comprenderse. La fisura es completa, tanto en el plano físico, representado por la sangre, como en el plano espiritual. Esa marginalidad del mundo que la rodea le produce confusión, inseguridad.

Todo es extraño a mí misma,
Hasta la luz, hasta el aire
Porque ni acierto a mirarla;
Ni sé cómo respirarle.

Finalmente culminan en el miedo, un terrible miedo, entre otras cosas a no salir de ese estado de postración, y peor aún, a desaparecer.


Y si miro hacia la sombra
Donde la luz se deshace,
Temo también deshacerme
Y entre la sombra quedarme
Confundida para siempre
en ese misterio grande.

Por medio de la oposición luz-sombra, la voz poética se reconoce completamente rota, perdida en el mundo, pero también azorada al confesar cándidamente que ella también es incapaz de comprenderse. La respuesta a ese estado de enajenación no es la amargura, es el miedo a desaparecer, aniquilarse. 

En el poema Todo menos venir para acabarse, encontramos el mismo sentimiento llevado a sus últimas consecuencias. La voz lírica en este poema prefiere ser un elemento natural, aunque carente de vida, a estar viva y tener que afrontar el fin ineludible. 

O ser aire que corra los espacios
en forma de huracán o brisa fresca
¡Todo menos venir para acabarse,
como se acaba, al fin, nuestra existencia!

La imposibilidad de trascender parece ser realmente el trasfondo del miedo, la vulnerabilidad por su doble condición de mujer y escritora, queda palpada en gran parte de la producción poética de Méndez. Es curioso que en el poema anterior, a pesar del miedo, hay en la voz lírica un profundo estado de rebeldía y un implícito rechazo de la idea de Dios. La voz prefiere darse vida a través de la naturaleza que contentarse con su destino preconcebido. 

El viaje es otro de los motivos más recurridos en la poesía de Méndez. La significación de éste es bastante obvia. Es a través del viaje que se alcanza la libertad, aunque nunca totalmente. Sabemos que los viajes fueron una constante en su vida, tanto por su significado metafórico como por estar acostumbrada a verlos llegar y partir desde niña. Mucho se ha dicho sobre la influencia de Alberti, particularmente de su obra Marinero en tierra, en la poesía de Méndez. Es indiscutible la influencia, sin embargo, la poesía de Méndez exuda una interpretación muy propia del mar y de la canción popular. En el poema Los brazos que te han llevado, el mar representa la distancia interpuesta entre la voz lírica y el amado.

Nos separa un ancho mar
De difíciles tormentas
Y náufrago has de llegar
Si es que vuelves a mi puerta
Para quererte salvar


En los últimos versos la distancia le ha servido al sujeto poético para reafirmar su identidad, pero a la misma vez para subrayar su soledad, la marginalidad de la voz hablante, condición que acepta como si hubiera sido una constante.


Cuando no vuelvas a verme
Y mis horas sean mías
Y yo vuelva a ser quien era
Lejos de tu compañía;
Tan sola no me has dejado,
Que estoy conmigo y me basta
- igual que siempre lo he estado


Así también en el poema Ancho es el mar, la presencia del mar como un espacio abierto que lleva a la pérdida se repite, esta vez desde el primer verso. 

Ancho es el mar, él ha de separarnos

Sin embargo, también existe la esperanza de volver a encontrarse en otro espacio abierto, concatenando así una posible sucesión de encuentros y desencuentros.

El barco en que he de ir está en el puerto:
A éste seguirá otro en que tú vayas.
Te esperararán mis brazos no sé en dónde...
Tal vez en algún puerto, en una playa.

La poesía de Concha Méndez es una de las mejores de su generación, siendo una pena que se le empezara a prestar atención seria tan tardíamente, a pesar de que su nombre estuviera vinculado con la renombrada Generación del 27. El sentido de dislocación interior y exterior, su interpretación propia de la realidad social, particularmente de la condición de género, dan a su poesía un sello muy propio. Es en el rescate de su obra donde encontramos los restos de una producción femenina largamente ninguneada hasta por sus propios compañeros de trabajo, y que mostró, a la par que la de los escritores de la época, un esplendor extraordinario, una sensibilidad artística renovadora. Una reevaluación de la obra poética de Méndez nos llevará a encontrarnos con una apreciación justa de esta escritora que se supo siempre olvidada de la crítica y cuya poesía está sustendada no en su relación con los poetas del 27, sino en sus méritos literarios.

by Elvia Ardalani

http://inciertasgeografias.blogspot.com.es/2011/03/presencia-y-marginalidad-en-la-poesia.html





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