Raúl Vallejo (Manta, Ecuador, 1959). Licenciado en letras en la Universidad Católica de Guayaquil. Obtuvo su Maestría en Artes en la University of Maryland, College Park, con una beca Fulbright-Laspau.
Ha publicado, entre otros, los libros de cuento: Máscaras para un concierto (1986); Fiesta de solitarios (1992, Premio 70 Años de Diario El Universo, 1991, y Premio Joaquín Gallegos Lara al mejor libro de cuentos editado en 1992); Manía de contar (antología personal, con estudio y notas de Jorge Dávila Vázquez, 1991); y Huellas de amor eterno (2000, Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit, 1999). También publicó, Cuento ecuatoriano de finales del siglo XX. Antología crítica (1999). En 2004, la Campaña Nacional del Libro “Eugenio Espejo”, publicó una antología temática de sus cuentos bajo el título Memorial de amores.
En 1988 apareció Emelec: cuando la luz es muerte. En 1995, Una utopía para el siglo XXI (reflexiones sobre una experiencia de gestión educativa 1988-1992), con el auspicio de Unesco. En 1996, el Latin American Studies Center de la University of Maryland, College Park, editó Crónica mestiza del nuevo Pachakútik. Ecuador: del levantamiento indígena de 1990 al Ministerio Étnico de 1996. Y, en 2003, publicó su Manual de escritura académica. En 2010 publicó Lectura y escritura: manías de solitarios, libro de ensayos literarios.
En 1999, bajo el sello Seix Barral, publicó la novela Acoso textual, galardonada con el Premio Joaquín Gallegos Lara y el Premio Nacional del Libro, concedido por el Ministerio de Educación y Cultura en el 2000. En 2009, Casa Editora Abril, de Cuba, publicó Acoso textual y la presentó en la XVIII Feria del Libro de La Habana. En 2003, bajo el sello Seix Barral, aparecieron el poemario Cánticos para Oriana y la novela El alma en los labios. En 2008, bajo el mismo sello, apareció su poemario Missa solemnis. En el 2007, publicó Crónica del mestizo, Primer Premio en la VI Bienal de Poesía “Ciudad de Cuenca”.
En 2002 ganó el premio nacional de periodismo Símbolos de libertad en la categoría Opinión. En 2010 gano el premio internacional “Sexto Continente del Relato Erótico”, convocado por Radio Nacional de España y editorial Irreverentes por su cuento “Bajo el signo de Isis”. Ha servido a su país como ministro de Educación, de junio de 1991 a agosto de 1992 y de enero de 2006 a abril de 2010. Desde 1993, dirige Kipus: Revista Andina de Letras. Es profesor del Área de Letras de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador. Desde enero de 2011 es embajador del Ecuador en Colombia. Más información en su página web: www.raulvallejo.com.
Plenitud de abismo, 3
He sido en otras vidas parte de la transparencia condenada
mancebo y aprendiz en academia de filósofo griego
prostituta azotada en las cercanías de un templo repleto de mercaderes
predicador escondido en catacumbas o expuesto en la arena de un coliseo
bruja servida para saciar los escrúpulos de Torquemada
adorador de huacas en tiempos del virrey Toledo
negra en Alabama judío en Auschwitz poeta en Wall Street.
He sido lo que está al margen del camino y que el viajante escupe
la basura que arrojan los decentes sin que nadie los vea
el mal pensamiento de la anciana que no sabe bien por qué suspira
la desenfrenada mano solitaria del quinceañero
el espejo en donde mira el nacimiento de sus formas la núbil desconcertada
las cartas de aquellos amantes que transgredían el espacio con papeles perfumado
soga de ahorcado bola de cristal enmudecida piedra de sacrificio maya.
He sido aquello que el orden y el poder marcaron con fuego
remero de galeón sacudido por el latigazo continuo en las espaldas
enano y hazmerreír en castillos medievales
crítico del mecenazgo en la Florencia renacentista
monja de clausura ávida de mundo y con vocación para las ciencias
curaca sublevado y seguidor de Túpac Amaru
palafrenero de palacio concubina fea madrastra en cuentos de hadas.
He sido lo que se habla en voz baja, lo que está prohibido para menores
lo que se acepta bajo la mesa, lo que se compra a hurtadillas
muchacha adolescente de espectáculo nudista en Bankok
inmigrante trasvestido en el Bosque de Bologna
jinetera comunista en las noches del malecón de La Habana
acompañante de ejecutivos de una agencia de Dupont Circle
mulatillo que deambula madrugadas por las playas de Río
VIH positivo aprendiz de masajista amante del alcalde en pueblo chico.
Soy
el mundo lapidado
por los que arrojaron con rabia las primeras piedras.
Celebración de los cuerpos, 14
El cuerpo deambula extraviado en el laberinto del mundo
golpea sus huesos contra los muros sordos
tantea el pasajero puerto al que arribará su cansancio
ignora el destino errante al que está sometida su vocación de adioses.
El cuerpo se ve cuerpo descuartizado
esparcida su ansia
en los azules seductores del Mediterráneo
barajado su recuerdo
en los pajonales memoriosos de los Andes
festejado su deseo
en las plazoletas sensuales del Caribe.
El cuerpo se sabe migrante
nostalgia abierta en cuerpos donde fuera éxtasis y es ausencia.
Sentido del vacío, 5
Extranjera de voces remotas
murmullo de arena humedecida
habitante de mundos inexplorados
regocijo de sol en la piel del asfalto
ciudadana de tiempo al margen de las constelaciones
jolgorio de trópico hechizado.
Arribas a mi Alma agitando
las alas invisibles de la transitoriedad
soplo migrante todo lo abarcas
y en ese todo te estacionas
efímero roce que en mí se impregna
con su huella indeleble.
Retornas a tu patria de campos erizados
por la ausencia de alambradas
espíritu desbocado que encuentra sosiego
en el abrevadero de la intensidad;
sabiduría de cuerpo abierto
que trasciende ausencias.
Eternidad del Alma condenada a su paso huérfano
desde que el Edén devino espectro.
Soy pasajero
hiedra que explora la pasión del muro
y humedece la rugosa superficie.
Fundido en ti
desvanecido en aire
transparencia de viento
ya no soy el yo que era:
quejido de ausencias
fantasma de soledades
desgarrada piel en llaga de tristezas.
Soy transeúnte
cuerpo recobrado de la ceniza
esparcida en otros cuerpos consumados;
adherido a ti
soy el yo recuperado para mi yo diseminado
en la libertad del silencio
envuelto tras la noche de ese mar que multiplica
los azules de orillas desvanecidas.
¡Eres en mi Ser, Oriana,
el sentido del vacío que lo complementa!
Crónica del mestizo, 9
Yo no soy la voz de quienes hablan desde páramos en donde no he sufrido
a través de decires milenarios que mi torpe lengua
se niega a balbucir siquiera
Yo no soy la palabra que pretende apropiarse
de sufrimientos ajenos a mis privados llantos
ni de alegrías bailadas durante el Inti Raymi
ni de rituales de semillas domesticadas
que fecundan la tierra madre de espíritus
cuyo encanto intento descifrar en vano
No soy más que una voz perdida entre millones de voces si acaso
Finitud de vida y certezas puestas en el vaivén de la duda para siempre
Escribano incapaz de escuchar los murmullos de aquellos invocados
Crónica del mestizo, 10
Vi durante aquel 28 de mayo de 1990 a decenas de indios
con ardides de bisbiseos y rituales de silencio
tomarse la Iglesia de Santo Domingo
como si el alma itinerante del padre Las Casas volviera por sus alegatos
Vi después del 4 de junio la caminata de tres mil
comuneros de Simbagua rumbo a Pujilí
y el susto en rostros amestizados como el mío
Vi a diez mil indios ocupando el estadio de Ambato
y el disgusto ante la osadía de los runas
en los entrecejos fruncidos como el mío
Vi la llegada de ciento veinte comunidades bajando
las lomas que rodean Guaranda
y el asombro petrificado en los de piel blanquiñosa como la mía
Vi la tozudez endurecida de siglos de veinte mil más que cercaban Latacunga
y el atónito silencio de quienes sentimos a la patria y su pasado
en el goloso degustar de chugchucaras, allullas y queso de hoja
Vi también la ira estéril heredada de las encomiendas de antaño
en las voces tronantes pero inútiles de quienes se consideran
descendientes de la patria criolla, posta de la dominación
...declara su fe en la única nacionalidad constitutiva de la República del Ecuador, nacida del grandioso crisol del mestizaje hispano americano, del cual todo ecuatoriano debe enorgullecerse, aglutinando así la diversidad en la unidad...
Y todo lo visto
lo estoy cantando con voz prestada
Missa solemnis, 1
Estaba la Madre dolorosa junto a la cruz llorando
la íngrima desnudez del Hijo abandonado por el Padre
la eternidad suspendida del irremediable mutismo de Dios.
En mis entrañas yacías protegido del odio pero no de la muerte
tu mundo fue este mundo que me desgarra el pecho con los clavos
hundidos desde siempre en ti por el miedo y la saña de los poderosos.
Agoniza el fruto de su vientre, profética semilla de la palabra,
regocijo indeleble a través de los años, anunciación
escrita en el libro sagrado de la antigua casa de David.
Su queja se pierde en el devenir errante de los hombres
camino signado por la condición pasajera de la carne
polvo que vuela hacia el polvo donde reptan los gusanos.
Soy huérfana de aquel sueño indefenso que ofrendé a la vida
jolgorio tras el padecimiento de toda mujer en parto
gimo la orfandad indecible de la madre que entierra al hijo.
Desconsolado extravío del espíritu en la hora del crepúsculo
luctuosa resignación a nuestro tránsito de solitaria finitud.
¡El hijo de Dios se muere! ¡El hijo de María está muriendo!
Missa solemnis, 4
Qué hombre no lloraría viendo a la Madre en semejante abandono
ella, que acompañó la procesión de la palabra que esparció el sufriente;
ella, mujer sin marido y sin consuelo, no se angustia por su soledad
hoja del olivo flotando en medio de la ventisca cruel del desierto
porque la soledad de las mujeres es una condición del cuerpo
femenino sentido de quien perpetúa la especie sin que le importe
el doloroso alumbramiento pero sí su fruto cuando se extingue.
Soy la viuda, la que perdió al compañero de sus días largos;
la huérfana cuyo vientre creció sin la bendición del padre;
la que padece abandono, la que impregnada cayó en el olvido.
¿Dónde está José, el marido lejano, que no acude a este suplicio
dagas que se incrustan en el seno afligido de esta mujer sola?
¿Dónde están los ángeles y sus silenciadas trompetas de gloria
mensajes silentes en el libro sagrado de páginas clausuradas?
¿Dónde está el que todo lo gobierna y prolonga este tormento?
Soy el sostén de mí misma, del hijo que me duele, fortaleza
vital iluminación de la tierra que amamanta a quien la ofende.
Missa solemnis, 9
Junto a la cruz estamos contigo Madre, suplicantes
en el crepúsculo de abandonos, en el silencio
claudicación de la utopía frente a la nada perpetua.
El viernes se ha consumado pero tu llanto continúa
Madre te acompañamos sin condiciones ni promesas
matriz de nuestra hermandad signada por el destierro.
Junto a la cruz vacía, la muerte corroe nuestra esperanza,
fuerza de la mujer infinita que de tu seno emana, Madre,
soplo de piedad es tu beso sobre la frente del finado.
Es mi culpa, ya lo sé; es mi grandísima culpa, Madre.
Los clavos de tu Hijo nos redimen de nuestro Caín
pero la muerte existe y yo soy criatura de débil voz.
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